sábado, 23 de febrero de 2013


DOMINGO, día 24

Génesis 15, 1-12. 17-18

“... El Señor le dijo: Yo soy el Señor que te sacó de Ur de los Caldeos, para darte en posesión esta tierra. Él replicó: Señor Dios, ¿cómo sabré que voy a poseerla?... Aquel día el Señor hizo una alianza con Abrahán en estos términos: A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río...”


CLAVES para la LECTURA

- Nos encontramos ante un texto en el que confluyen tradiciones muy antiguas, que usan imágenes arcaicas. Se narra la estipulación del pacto entre Dios y Abrahán, la alianza que tendrá su continuación en Moisés y encontrará su formulación plena y definitiva en Cristo.

- Abrahán aparece presentado como un profeta al que Dios le comunica una palabra en visión. El oráculo de salvación («No temas») contiene la seguridad de la protección divina («Yo soy tu escudo») y una promesa («Tu recompensa será muy grande»). Abrahán, el portador de la promesa, vive en medio de una condición paradójica que parece anular la promesa misma: no tiene hijos y ha sido muy probado en la fe. Dios le responde prometiéndole un hijo y una descendencia numerosa. A Abrahán se le pide, una vez más, que «salga» para «ver» el signo que Dios le ofrece.

- El v. 6 constituye el centro de todo este capítulo: Abrahán cree, pero no en algo, sino a alguien, a Dios, el cual -como los sacerdotes delante de las víctimas sacrificiales que se ofrecían- atestigua su «justicia». A la promesa de la tierra le sigue un arcaico rito de juramento con el que Yahvé se compromete totalmente en favor del hombre. Yahvé, en efecto -y sólo él, pasando entre las víctimas- invoca sobre sí una automaldición (a saber: padecer la misma suerte que los animales descuartizados) en el caso de que no cumpla el juramento formulado. Cuando el sol estaba para ponerse, cayó sobre Abrahán un «sueño pesado» (es el mismo término empleado para indicar el sueño de Adán en el momento de la creación de Eva). Se trata de un estado extraordinario, en el que se entra en contacto con el misterio inexpresable de Dios.

- La presencia de las aves rapaces, que intentan impedir que se «concluya» este misterioso pacto entre Dios y el hombre, constituye también un motivo de turbación. «Un gran terror» se apoderó de Abrahán, pero precisamente en medio de esta profunda turbación le proclama Dios su inmutable fidelidad.


CLAVES para la VIDA

- Aunque sea con signos extraños para nosotros, lo que el autor sagrado nos ofrece es la alianza que Dios pacta con Abrahán. Este hombre, que se ha fiado de Dios pero que siente “miedo” ante la falta de descendencia y ante la promesa de la posesión de la tierra, de nuevo se abre a Dios, cree en Él: es la gran lección que el autor sagrado quiere ofrecernos y a la que nos invita.

- Y es que la fidelidad, también en Abrahán, es costosa y difícil. Cuando todo parece abocado a la esterilidad (“no tiene descendencia”), cuando rondan las dudas y el temor (“temor intenso y oscuro”), entonces seguir creyendo en las promesas de Dios... no es fácil. Es entonces cuando resuena para este “Patriarca de la fe” la palabra del mismo Dios “no temas, Abrahán…”. Y ahí vuelve a surgir el GRAN creyente que anida en el corazón de aquel hombre, que cree en esa descendencia que Dios le promete, como también en la promesa de la tierra.

- ¡Hermosa y sugerente la figura de Abrahán, una vez más, para nosotros, para mí, hoy y aquí...! ¡Cuántos trabajos sin frutos visibles...! Y cuando todas las apariencias nos hablan de fracaso... mantenerse en la fidelidad... ¡cuánto cuesta! Por eso es sugerente su figura y una gran invitación. ¡Buen ánimo y coraje, hermano/a!


Filipenses 3, 17 – 4, 1

“... Seguid mi ejemplo y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en mí. Porque, como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas... Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador...”


CLAVES para la LECTURA

- Pablo señala dos caminos posibles a los cristianos de Filipos, que desean hacerse discípulos del Crucificado: uno es aquel por el que caminan «los enemigos de la cruz de Cristo» (3, 18). Son esos cuyo «paradero es la perdición; su dios, el vientre; se enorgullecen de lo que debería avergonzarles y sólo piensan en las cosas de la tierra» (v. 19) y están completamente absorbidos por los intereses terrenos. Para ésos, «su paradero es la perdición» (v. 19a). Resulta fácil entrever en esta categoría de personas a un grupo de cristianos que, a pesar de haberlo recibido ya, se han olvidado del bautismo y, sobre todo, se han perdido en una práctica de vida contraria al Evangelio.

- El otro camino es el recorrido e indicado por el mismo Pablo y por los que se han mantenido fieles a la «regla de vida» que han aprendido. Pablo no siente pudor a la hora de ponerse como «ejemplo» (v. 17) no tanto por los dones naturales que ha recibido como por el don de la gracia que le sorprendió en el camino de Damasco y le descompuso literalmente su vida, dándole una nueva orientación: nueva según la novedad de Cristo muerto y resucitado.

- Los fieles de Filipos están invitados, por tanto, a realizar su elección libre y consciente no sólo en virtud del ejemplo que tienen delante, sino también y sobre todo en virtud de la esperanza que alimentan, a saber: «Tenemos nuestra ciudadanía en los cielos, de donde esperamos como salvador a Jesucristo, el Señor» (v. 20). Es tal el bien que espero (se dibuja aquí la patria celestial, lugar de alegría indefectible y de comunión amistosa) que acepto por él cualquier pena (ésa es la dura batalla que cada uno está llamado a librar en los días de su vida terrena). Se advierte así la dinámica del ya pero todavía no que caracteriza la experiencia de todo creyente.


CLAVES para la VIDA

- Al apóstol Pablo, en otras ocasiones, le hemos contemplado como ejemplo de los que han sabido descubrir a Cristo en su vida y dejar por él otras posibilidades. Hoy se vuelve a poner como ejemplo en cuanto ESTILO de VIDA. Y es que Pablo ha sufrido una transformación total desde su encuentro con Jesús en el camino de Damasco, hasta el punto de que este Jesús condiciona totalmente su vida, su forma de pensar, sus planteamientos... ¡TODO!

- “Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo” (v. 20): ésta es la razón por la que el seguidor de Jesús queda afectado en la manera de vivir, en el estilo de conducta. No sólo en cuanto a los comportamientos de tipo moral y costumbres, sino porque vive en actitud de esperanza y vigilancia de cara al futuro: “aguardamos un Salvador” (v. 20), y esto crea un hombre/mujer con mirada más profunda, que va “más allá”, no dejándose anular por lo inmediato, por lo más cercano.

- Toda una invitación la que sigue ofreciendo el apóstol para los seguidores de todos los tiempos; también para mí, sin duda alguna. Eso sí y me lo deja claro: todo parte del “ENCUENTRO” con Jesús, sea en “Damasco” o... en el rincón que fuere. Sólo desde ahí y desde una vivencia del mismo, será posible vivir con esos criterios y estilo de vida, que difieren -en muchos casos- de los que rigen en nuestro entorno y en nuestra cultura. Aquí me encuentro, pues, mirando hacia ese Señor y deseando revivir ese encuentro transformante y decisivo. Hermano/a: ¿existe en ti ese deseo profundo de ENCUENTRO? ¿lo “alimentas” y dejas que vitalice toda tu existencia?


Evangelio: Lucas 9, 28b-36

“... Jesús se llevó a Pedro, a Juan y a Santiago... para orar. Y mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecieron con gloria... Maestro, qué hermoso es estar aquí. Haremos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías... Todavía estaba hablando cuando llegó una nube que los cubrió... Una voz desde la nube decía: Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle...”


CLAVES para la LECTURA

- Como en los otros evangelios sinópticos, también en el de Lucas la trasfiguración está en relación con los acontecimientos precedentes (vv. 18-27). Son los mismos hechos, pero se relatan con una perspectiva particular que ayuda a profundizar en su significado. Jesús sube al monte con los tres discípulos privilegiados “para orar” (v. 28). También los acontecimientos precedentes estaban enmarcados en la oración de Jesús “aparte” con los suyos. Después de orar, el Maestro había preguntado a los discípulos para saber hasta qué punto habían comprendido su identidad y enseñarles lo referente a ello. Ahora en la oración ofrece la confirmación extraordinaria a su palabra: el coloquio orante con el Padre transfigura a Jesús y su aspecto es “otro”. Su resplandor hace que lo reconozcamos como el Hijo del hombre profetizado y esperado.

- Moisés y Elías, la Ley y los Profetas son los testimonios de la veracidad del evento. Hablan con Jesús de su éxodo: como los dos grandes reveladores de Dios, también Jesús está llamado a “salir”, a pasar decididamente unos límites. Para él será el límite extremo, el de la vida terrena. Un sopor se apodera de los discípulos, como sucederá en Getsemaní: el hombre no puede soportar el peso de lo divino en sus manifestaciones, sean de gloria o de sufrimiento.

- La nube que cubre con su sombra a los presentes indica que Jesús es el cumplimiento de la historia y los ritos de Israel: ahora es él la tienda del encuentro de Dios con el hombre. La voz divina desde la nube lo proclama Hijo elegido: es el título del Siervo de Yahvé en Is 42, 1, título atribuido al Hijo del hombre en la apocalíptica judía contemporánea a Jesús. Así es como el Padre testimonia la identidad y misión de Cristo, mandando que lo escuchemos. Cuando se desvanece la visión, Jesús se queda solo con los suyos. De nuevo el camino de la fe, una fe que nace de la escucha-obediencia (Rom 10, 17) y se lleva a la práctica en la fidelidad del seguimiento.


CLAVES para la VIDA

- Es necesario descubrir el “marco” en el que se producen este cambio y transfiguración de Jesús: se había retirado “para orar” es la afirmación del evangelista. Jesús necesita ESTAR en comunión profunda con el Padre y sus proyectos y es tal esa comunión... “que el aspecto de su rostro cambió...”. Todo en Él se transforma al estar con el Padre; es una comunión en plenitud, aunque ello suponga entrega e, incluso, muerte sacrificial.

- “Es mi Hijo, el escogido, escuchadle” (v. 35): es la propuesta por parte del mismo Dios. Y es que Dios mismo se complace en Jesús, en su actitud y en la plena disponibilidad que ofrece. De ahí que, de ahora en adelante, la “tienda del Encuentro” de Dios con el hombre tiene un nombre propio: JESÚS, el Hijo amado, al que merece la pena “escuchadle”. Ésta es la propuesta de la Transfiguración.

- Mucho más allá de los datos “anecdóticos” del relato, la invitación que se me realiza es a descubrir en Jesús al “Hijo amado y escogido”, a vivir constantemente una actitud, la única válida: “escuchadle”. Todo un camino a hacer; toda una actitud a vivir; todo un estilo a cultivar y cuidar. ¡Feliz experiencia de Encuentro, hermano/a!