sábado, 31 de agosto de 2013


DOMINGO, día 1 de Septiembre

 

Eclesiástico 3, 17-18. 20. 28-29
 

“... Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso. Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios; porque es grande la misericordia de Dios, y revela sus secretos a los humildes...”


 


CLAVES para la LECTURA

 

- La reflexión sapiencial del pueblo de Israel ha alcanzado cimas de espiritualidad válidas en sí mismas y, al mismo tiempo, premonitorias de la espiritualidad evangélica. Estos pocos versos lo atestiguan de un modo más que evidente. En cierto modo, se entrevé en ellos, efectivamente, el mensaje de las bienaventuranzas y el estilo humilde y sencillo de Jesús de Nazaret. Observamos, en primer lugar, que a cada consejo o recomendación le está asociada también una promesa: «Serás amado, obtendrás el favor del Señor». Este rasgo de la divina pedagogía se merece también que lo recojamos y lo pongamos de relieve. En efecto, Dios pretende educar también -más aún, sobre todo- a su pueblo con las promesas asociadas a sus mandamientos y a sus invitaciones.


 - Las actitudes recomendadas en esta página son especialmente dos: la humildad y la generosidad. La primera hace grande al hombre, aunque siga siendo pequeño en sí mismo, a los ojos de Dios. Grande significa aquí querido, amado, digno de ser colmado de gracia. Sin embargo, lo que más impresiona es la motivación que Ben Sirá explicita y que nosotros estamos invitados a hacer nuestra: el Señor concede gracia a los humildes porque «acepta que lo honren los humildes».

 - Uno de los modos más seguros de dar gloria al Señor es renunciar a nuestra gloria en la tierra. ¿Y por qué? A la luz de la historia de la salvación, sobre todo a la luz de la historia de Jesús de Nazaret, podemos formular una respuesta segura a esta pregunta: porque el camino de la humildad, adquirida mediante la humillación, es el camino escogido por Dios para revelarse a su pueblo, es el camino escogido por Jesús para salvar a la humanidad.

  

CLAVES para la VIDA

 
- Aquí se nos ofrece ya un buen resumen de la espiritualidad bíblica y un anticipo de lo se nos propondrá en la Buena Nueva del Evangelio. Un estilo de ser y de vivir que está ya sugiriendo algo profundamente novedoso y con perspectiva de futuro. Y es que ante Dios, el hombre sigue siendo una criatura; eso sí, muy querida, pero criatura. De ahí que el estilo HUMILDE es la postura más adecuada en esa relación para con Dios. Eso le gusta a Dios, según el sabio. El Maestro de Nazaret nos dirá enseguida que son los SENCILLOS quienes mejor entienden estas cosas.

 - “Porque es grande la misericordia de Dios y revela sus secretos a los sencillos” (v. 20): aquí se encuentra el origen de todo. Esta experiencia, vivida de forma tan intensa por Israel, hace proclamar al sabio que éste es el motivo fundamental para vivir la humildad como estilo de vida. Desde la vivencia de esta actitud humilde, Dios se revela con creces a su criatura y ésta entiende esa propuesta de Dios y no quedará defraudado ni será menospreciado. Y es que es demasiado querido por Dios.

- Es bueno acoger con paz estas reflexiones del sabio porque recogen una intuición muy hermosa de la mejor espiritualidad bíblica: la SENCILLEZ y la HUMILDAD como estilo de ser y de vivir. ¡Cuan complicado resulta tantas veces en la vida asumir este estilo como algo característico y específico! Hermano/a, es la propuesta del autor sagrado. Y, además, pretende así prepararnos a aceptar y acoger la propuesta del Maestro de Nazaret. ¡Cuánto tenemos que aprender! ¡Cuánto nos queda por caminar!

 

Hebreos 12, 18-19. 22-24a

 
“... Vosotros os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a la asamblea de innumerables ángeles, a la congregación de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino y al Mediador de la nueva alianza, Jesús...”

 

CLAVES para la LECTURA
 

- Para el autor de la Carta a los Hebreos, la salvación adquirida mediante la «nueva alianza» consiste en obtener una gran familiaridad con Dios. Dios se ha hecho cercano al hombre (Dt 4, 7. 34) para que éste se pudiera acercar cada vez más a Dios. Ahora bien, para llevar a cabo este «atraque espacial», siempre según este autor, hace falta la fe: «Sin fe es imposible agradarle, porque para acercarse a Dios es preciso creer que existe y que no deja sin recompensa a los que lo buscan» (Heb 11, 6).

 - Dios es el monte hacia el que nos encaminamos; él es la ciudad que anhelamos alcanzar y en la que deseamos habitar; es la luz cuya necesidad sentimos como más fuerte que el pan de cada día. Creer significa, precisamente, acercarnos a él como al esposo más amado, como al amigo más deseado, como al único Salvador. No es ya una cosa tangible, para seguir la huella indicada por nuestro autor, aquello que anhelamos; tampoco es el sonido de una trompeta lo que escuchamos; tampoco es el miedo a oír o a ver a Dios lo que nos caracteriza hoy, en la plenitud de los tiempos. Al contrario, el Dios de Jesucristo, Padre suyo y Padre nuestro, nos atrae hacia él con toda la fuerza imantada de su amor: sólo así podemos esperar acercarnos a él para obtener de él un juicio de misericordia y de paz.

 - El «Mediador» único e insustituible de este camino de Dios hacia nosotros y de nuestro camino hacia Dios (1 Tim 2, 5) es Jesucristo, puesto que en la unidad de su persona se han encontrado de una vez para siempre el cielo y la tierra, Dios y el hombre. Con él se ha inaugurado la nueva era de la historia, que ha contemplado la más inédita de las novedades: los de lejos y los de cerca han recibido el mismo mensaje de paz (Hch 2, 39 y Ef 2, 14-18) y se han convertido en un solo pueblo en Aquel que es nuestra paz.

 

CLAVES para la VIDA

 
- Y es que el plan de Dios ha sido y sigue siendo el mismo: ama profundamente al hombre y desea lo mejor para la humanidad, y lo quiere llevar a cabo por todos los medios. Esto es lo que quiere destacar el autor de esta carta a los Hebreos. De ahí que este Dios se ha hecho cercano a la criatura; ha caminado con su pueblo; le ha librado de innumerables situaciones complicadas… y eso a pesar de las infidelidades, que han sido constantes por parte del pueblo escogido.

 - Ahora mismo, esa “cercanía” de Dios tiene un rostro concreto: es Jesucristo, quien se ha convertido en el único MEDIADOR. Esto es: el único camino que nos lleva a Dios es él. Y con él todo se hace nuevo, se ha inaugurado una nueva era de la historia, la definitiva. Desde él, la humanidad puede aspirar a ser la NUEVA FAMILIA, la que Dios ha soñado en su corazón desde siempre. Por su medio, Dios ejerce una fuerza de atracción hacia Él porque ama al hombre.

 - Reflexiones muy sugerentes las que se nos brindan y ofrecen en este texto bíblico. Una vez más, el hecho de que se nos recuerde cuál es el proyecto de Dios y que es un proyecto de vida y plenitud… es una hermosa noticia para nosotros. Además, saber que tenemos al gran Mediador, que es Jesucristo mismo, nos posibilita una visión de la existencia diferente y mucho más luminosa; en él podemos mirarnos y descubrir cuanto le agrada a Dios y así poder complacerle plenamente. ¡Toda una suerte, hermano/a! ¡Es cuestión de seguir su camino!

 

Evangelio: Lucas 14, 1. 7-14

 
“... Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal... Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido...”

 

CLAVES para la LECTURA

 

- En el marco de un banquete (v. 1), Lucas recoge un par de enseñanzas de Jesús relacionadas con la elección de los primeros puestos (vv. 7-11) y la selección de los invitados (vv. 12-14). La página evangélica que estamos meditando está incluida toda ella dentro de estos límites. Una óptima clave de lectura para las parábolas contenidas en el capítulo 14 de Lucas y, en consecuencia, también para las dos que componen el texto evangélico de este domingo consiste en señalar que ambas tienen como tema la invitación de Dios al banquete escatológico y, por consiguiente, podemos caracterizarlas como «las parábolas de la invitación divina». Las dos parábolas que nos interesan hoy mantienen una relación muy estrecha con nuestra experiencia cotidiana: parecen dos escenas tomadas de la vida diaria, dos escenas que, al final, han sido recompuestas en una unidad dinámica, capaz de revelar, por un lado, la mente de quien invita y, por otro, las instancias éticas requeridas a quien acepta la invitación.

 - En la primera parábola lo que le importa a Lucas es poner de manifiesto que, con frecuencia, en las relaciones humanas, el anfitrión y los invitados están repletos de prejuicios egoístas, de triviales arribismos, de preocupaciones jerárquicas. Jesús desmantela con sus claras afirmaciones las intenciones de éstos y pone al desnudo, allí en torno a la mesa, sus sentimientos. Hay materia para reflexionar y para preocuparse, vistas las modalidades con las que frecuentemente se trenzan nuestras relaciones interpersonales. También en la segunda parábola pone Jesús en claro que bajo de un gesto aparentemente magnánimo se esconde en ocasiones un sentimiento egoísta, a saber: cuando la selección de los invitados está sugerida únicamente por motivos de obligación, de simpatía, de interés. No es fácil captar la fuerte carga de contestación que caracteriza a estas parábolas de Jesús, que, una vez más, se manifiesta como el Mesías de los pobres, el defensor de los pequeños y de los oprimidos, alguien que se pone siempre del lado de los últimos.

 - Se comprende así la bienaventuranza del final: «¡Dichoso tú si no pueden pagarte! Recibirás tu recompensa cuando los justos resuciten» (v. 14). Jesús propone aquí, de una manera implícita, el ejemplo del mismo Dios, que no hace acepción de personas a la hora de distribuir sus bienes: así debería proceder también el perfecto discípulo de Jesús, superando la lógica humana, frecuentemente egoísta, y esperar la recompensa, a lo sumo, sólo de Dios.

  

CLAVES para la VIDA
 

- Si las reflexiones del sabio de la primera lectura invitaban a vivir desde la humildad y sencillez, ahora es el Maestro de Nazaret el que sigue en la misma línea y propone vivir ese estilo de vida y de actuación, además como algo que va a crear una dinámica positiva, incluso ante los demás. No es posible olvidar la conclusión a la que llega: “Porque todo el que se enaltece será humillado, y todo el que se humilla será enaltecido”.

 - Incluso a la hora de obrar con los demás, la apuesta del Maestro es que sean los últimos, como los que no cuentan, porque éste es el modo de actuar de Dios mismo y que en él, en Jesús, el Maestro, adquiere un estilo tan propio como singular. Sólo ellos, los últimos, los que no cuentan, son los que mejor entienden esta propuesta y este estilo de ser y de vivir. Él mismo, Jesús, se hará el último para ser servidor de todos, esperando la recompensa del Padre que es el mejor de los regalos. Así de clarito; así de exigente.

 - Está claro que la propuesta evangélica es un CAMINO concreto y específico de ser y de vivir para cuantos le aceptan a él en sus vidas. Este Maestro sabe de la vida y quiere darle un estilo propio y peculiar. Y no podemos olvidar que su estilo es el del mismo Dios, que ha actuado y que quiere actuar de esta manera tan especial. Hermano/a, aquí los “cuentos” no sirven de nada; aquí se nos está invitando a algo mucho más grande. ¡No lo podemos olvidar!

sábado, 24 de agosto de 2013


DOMINGO, día 25 de Agosto

 

Isaías 66, 18-21

 
“… Así dice el Señor: Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones… De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas -dice el Señor-…”

 

CLAVES para la LECTURA

 
- El último capítulo del libro de Isaías pertenece a una unidad literaria que tiene características absolutamente propias. Una de ellas es la gran apertura universalista que caracteriza al proyecto de Dios respecto a la humanidad. De proyecto se trata aquí, en efecto, y, para demostrarlo, en esta página profética todos los verbos están en tiempo futuro: «Inspiraré, vendré, vendrán, contemplarán, pondré, mandaré, anunciarán, traerán, elegiré...».

 - El autor de esta parte del libro profético se pone, por consiguiente, no sólo al servicio de una historia de la salvación que pertenece al pasado, sino que, precisamente a partir de ella, hunde su mirada en un futuro que pertenece únicamente a Dios, pero que, no obstante, irrumpe ya en el presente. Ésta es la actitud que como verdaderos creyentes estamos llamados a asumir cuando leemos y meditamos las profecías del Viejo Testamento.

 - Empleando términos más modernos, se diría que con esta profecía el Señor quiere abrir nuestra mente a las dimensiones de la convivencia interétnica, intercultural e interreligiosa que nos interpela hoy a todos como un auténtico desafío. Ahora bien, lo que importa subrayar, al considerar el problema con los ojos de la fe, es que tal situación no es absolutamente nueva ni debe ser considerada como algo inédito en la historia de la humanidad. Al contrario, corresponde exactamente al proyecto del Dios creador y libertador, que quiere hacer de todos los pueblos un solo pueblo, de todos los hombres una sola familia, de todos los grupos una sola comunidad. Eso únicamente será posible si todos reconocemos que el Señor es el único Dios, que a él se remonta cualquier iniciativa de salvación, que sólo él puede llevar a buen fin los proyectos humanos, haciéndolos converger hacia una única meta.

 

CLAVES para la VIDA

 
- También en esta ocasión, el profeta, con esa mirada y perspectiva de futuro, nos recuerda y ofrece el PROYECTO de Dios, ahora más que nunca abierto a toda la humanidad, y que conlleva una promesa de vida y de plenitud. Así, la historia de la salvación, que tiene sus orígenes en el pasado de este pueblo, ahora recobra todo su vigor y fuerza. Eso sí: ese futuro que presagia y anuncia pertenece únicamente a Dios. Éste es el cuadro que nos propone.

 - Y es que el PROYECTO de Dios es de liberación para Israel y para todos los pueblos de la humanidad, y todos los pueblos son llamados a formar una FAMILIA en torno a ese Dios, que sigue actuando, de forma clara y explícita, en favor de los hombres. La iniciativa siempre es de Dios mismo. “Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a vuestros hermanos” (v. 20), es la conclusión que el profeta anuncia a su pueblo. Y es que Dios sigue amando con pasión a este pueblo y eso a pesar de las infidelidades que tantas veces ha sufrido como respuesta a su amor.

 - Meditar estas profecías del viejo libro; acoger como un regalo y con plena validez para nosotros, hoy y aquí, es la propuesta de este texto profético. Y es que el PROYECTO de Dios sigue en pleno vigor. Y si Dios ha dado su palabra en el pasado, saber que también el futuro está en sus manos… es una garantía para nosotros. Desde ahí caminamos. Hermano/a, no estamos abocados al absurdo; nuestra mirada de fe tiene raíces profundas y nos pone mirando al futuro, como algo que depende de Dios mismo. Esta profecía adquiere toda su madurez y plenitud en la persona de Jesús de Nazaret; aquí descansa y radica nuestra garantía.

 
Hebreos 12, 5-7. 11-13

 
“… Porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos. Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues ¿qué padre no corrige a sus hijos? Ningún castigo nos gusta cuando lo recibimos, sino que nos duele; pero da como fruto una vida honrada y en paz…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- Remitiéndose a una exhortación contenida en el libro de los Proverbios (3, 11ss), el autor de la Carta a los Hebreos formula algunos pensamientos que dejan ver un fin declaradamente pedagógico. No es difícil captar esa pedagogía divina que brota de toda la Biblia, aunque de modo especial de los libros sapienciales. Es ésta una clave de lectura muy importante: con ella podemos comprender que la Escritura no contiene sólo la memoria de la historia de la salvación, sino también un código de comportamiento que procede de esa historia y que le da cumplimiento.

 
- La exhortación apostólica se desarrolla en dos direcciones: en primer lugar, hacia el sentido del sufrimiento humano, en todas sus expresiones. Para quien cree, nada acaece en la vida por casualidad o por necesidad, sino en virtud de una providencia, la cual, aunque en ocasiones resulte difícil identificarla, está, no obstante, siempre presente y activa en la historia de los hombres. Y por «sentido» se entiende aquí tanto significado como orientación. En efecto, todo hombre tiene necesidad de comprender para saber a dónde ir; la orientación de su vida no puede dejar de depender de las convicciones que consigue elaborarse. Dios respeta plenamente esta exigencia nuestra y, también con la Biblia, sale al encuentro de nuestra necesidad de luz y de claridad.

 - En segundo lugar, la exhortación apostólica tiende a dar fuerza y valor a cuantos se encuentran comprometidos todavía en una lucha sin fronteras contra las fuerzas del mal. Nosotros, en efecto, no encontramos sólo momentos de debilidad y de enervamiento, sino que también estamos expuestos al peligro de tomar caminos torcidos, alternativos y que nos desvían. La corrección tiene, en esos casos, un fin altamente terapéutico, como cualquier corrección paterna; y es que, según una ley de la naturaleza, todo hijo tiene la obligación de caminar por el mismo camino, con las mismas intenciones y por los mismos motivos que inspiraron la vida del Padre.

 - Según la enseñanza de la carta, el Señor emplea con cada uno de nosotros una corrección que puede provocarnos, en ese momento, tristeza y dolor, pero que todavía es más capaz de provocar reacciones fuertes y animosas, de dar alegría y de producir frutos de paz y de justicia. Es como decir que la corrección de Dios, cuando es acogida con un corazón filial, sincero y dócil, abre el horizonte a ulteriores etapas en la historia de cada hombre, en vistas a metas cada vez más apetecibles y satisfactorias.

 
CLAVES para la VIDA

 
- El autor sagrado no pretende cargar las tintas y destacar que Dios es un caprichoso, que reprende y castiga de forma indiscriminada. Al contrario, como el padre corrige a su hijo, a fin de que se haga un hombre con convicciones (y esto es algo natural), asimismo Dios pretende siempre buscar que sus hijos se sientan más plenamente hijos. De ahí que en momentos determinados corrija y reprenda a fin de ir creciendo como personas. Es la pedagogía divina, en ocasiones no fácil de aceptar, pero que tiene una perspectiva más amplia que nuestras miras.

 - Además, el autor sagrado exhorta a tomar en serio la responsabilidad por los más débiles de la comunidad: “fortaleced…, robusteced…, caminad…” (vv. 12-13). Esta preocupación por los demás, en orden a la edificación mutua, y el apoyarse y sostenerse mutuamente, es una de las características de esta carta a los Hebreos. Y es que el seguimiento de Jesús y de su estilo requiere de la ayuda de otros hermanos en la fe. No es posible descuidarlo ni dejarlo de lado.

 - Participar en la misma vida de Dios y alcanzar la herencia reservada a los hijos son los objetivos que sugiere y propone el autor de la carta a los Hebreos. Y esto tiene validez, hoy y aquí, para nosotros. Aunque ello suponga ser corregido en determinados momentos y el sufrimiento que conlleva. Hermano/a, el seguir “creciendo” en nuestra vida es una necesidad, aunque suponga esfuerzo. Por eso, caminar convencido de que nada sucede por pura casualidad, sino como fruto de una providencia amorosa… ¡es toda una lección a aprender! Ahí es nada.

 

Evangelio: Lucas 13, 22-30

 

“… Jesús les dijo: Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: Señor, ábrenos; y él os replicará: No sé quiénes sois. Entonces comenzaréis a decir: Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas. Pero él os replicará: No sé quiénes sois. Alejaos…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- La página evangélica de hoy nos presenta dos grandes imágenes que sólo esperan ser interpretadas a la luz del contexto que las envuelve. Por una parte, está la imagen de la puerta estrecha, por la que hemos de esforzarnos en pasar, si queremos entrar; por otra, está la imagen del gran cortejo que se forma desde todas las partes de la tierra hacia aquella ciudad bendita en la que tiene lugar el banquete del Reino de Dios.

 - Con la primera imagen, Jesús no intenta ofrecernos una respuesta directa a los que le han preguntado si «son pocos los que se salvan»; se limita a invitarnos a la lucha, al compromiso, a la resistencia. Y es bastante significativo que, en este contexto, Lucas no pase, como Mateo, de la «puerta estrecha» a la «puerta ancha», sino de la «puerta estrecha» a la «puerta cerrada», con lo que acentúa el carácter dramático de un desenlace que podría revelarse absolutamente negativo. Jesús afirma una vez más con claridad que seguirle por el camino del Evangelio es una cosa muy seria, algo que requiere una opción fundamental y, sobre todo, un esfuerzo continuado. El verbo griego correspondiente a «esforzaos», en modo imperativo además, expresa la idea de lucha, de prontitud y de urgencia. No sólo es menester hacer acopio de todas las energías posibles, sino que no podemos perder ni un segundo de tiempo.

 - La segunda imagen le sirve al evangelista para desarrollar un segundo pensamiento, el que contrapone las pretensiones de unos pocos a la sorpresa de muchos. También aquí detectamos un tono polémico en las palabras de Jesús: ya tuvo que reaccionar otras veces contra la jactancia de los judíos, que se enorgullecían de sus tradiciones y, sobre todo, de su identidad nacional. Y es que para Jesús ya no existe ahora ninguna situación de vida que pueda poner a alguien por encima de otro. Dios mismo no hace acepción de personas (Hch 10, 34; véase también Lc 20, 21). Ni siquiera tiene importancia el conocimiento personal del Jesús terreno; lo único que vale es seguirle con todo el esfuerzo, con plena libertad y con una disponibilidad total. La escena final, tan bien dibujada por esta página evangélica, nos pone ante una gran peregrinación en la que pueden participar todos los que, aunque no tengan vínculos de sangre con Abrahán, han heredado el don de la fe.

 

CLAVES para la VIDA

 
 
- A través de unas imágenes bien plásticas, el Maestro afirma con claridad lo que es importante, lo único importante, al margen de las meras “curiosidades” por las que le preguntan. Lo importante es seguirle por el camino del Evangelio; ésta sí que es una opción seria y fundamental y que afecta a toda la persona, en sus diversas dimensiones. La “puerta estrecha” de la que habla es ésta; y la situación requiere prontitud y urgencia, porque es fundamental para todo seguidor que se tache de tal.

 - Por lo tanto, no es posible conformarse con una especie de “derechos adquiridos” por pertenecer al pueblo elegido y demás (enorme tentación dentro del pueblo de Israel). No basta. Ni siquiera conocer a Jesús; lo único que vale es seguirle con todas las consecuencias, con esfuerzo y plena libertad. Aquí se fundamenta la nueva condición del seguidor y se abre a la pertenencia plena del Reino.

 
 
- No es posible conformarse con interpretaciones sesgadas del relato evangélico. La propuesta de Jesús, el Maestro, es clara y definitiva: es necesario que yo apueste por el Evangelio, haciendo de él el camino de mi vida. Ésta es la puerta estrecha y es necesario no confundirse con “otras cosas”. Hermano/a, ésta es la TAREA para nuestra vida; tarea constante y esforzada, a fin de no quedar fuera del banquete del Reino. “Hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos” (v. 30): no lo podemos olvidar. ¡Buen ánimo!

sábado, 17 de agosto de 2013


DOMINGO, día 18 de Agosto

 

Jeremías 38, 4-6. 8-10

 
“… Ellos cogieron a Jeremías y lo arrojaron en el aljibe de Melquías, príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo con sogas… Mi rey y señor, esos hombres han tratado inicuamente al profeta Jeremías, arrojándolo al aljibe, donde morirá de hambre… Entonces el rey ordenó a Ebedmelek el cusita: Toma tres hombres a tu mando, y sacad al profeta Jeremías del aljibe antes de que muera…”

 

CLAVES para la LECTURA

 
- Por la misión que había recibido y por las circunstancias históricas que hubo de vivir, podemos decir que Jeremías fue una profecía hecha persona. Precisamente por eso la tradición cristiana le considera como figura e imagen del Jesús de la Pasión.

 - Jeremías conoció, en primer lugar, la persecución, que le hizo sufrir hasta el espasmo y le aisló de su pueblo; que le expuso a la calumnia de sus adversarios y le hizo conocer la cárcel y el exilio; que le quitó el favor del rey y le hizo pasar hambre. Ésta fue la pasión que le acompañó durante toda la vida y que ha dejado también una señal en el libro de sus profecías. En él son bastante conmovedoras las páginas que exteriorizan el drama interior del profeta y nos hacen conocer algunas «confesiones» que dejan aparecer su profunda y genuina espiritualidad. Ahora bien, Jeremías encuentra asimismo un amigo que intercede por él ante el rey y se pone de su parte, aunque esto le expone al peligro; un amigo que, en cierto modo, comparte su pasión. Aunque el poder de los prepotentes desarraiga a Jeremías de su pueblo, no consigue, sin embargo, cortar por completo este vínculo. Un profeta lo es siempre para su pueblo, incluso cuando eso implique perder el favor del rey y exponerse a un peligro de muerte.

 - Al final, Jeremías queda libre, aunque sea de manera provisional, y esto sirve para atestiguar que, en los asuntos humanos, la última palabra sólo corresponde y corresponderá siempre a Dios.

 

CLAVES para la VIDA

 
- La fidelidad a la misión recibida por el profeta le lleva a situaciones tensas y límite. Toda su vida se convierte en una inmensa parábola y está marcada por el drama que vive. Jeremías, persona afable y cordial, ser ve empujado por la Palabra a denunciar constantemente los abusos e infidelidades del pueblo y sobre todo de los jefes, quienes responden con persecuciones, de las que el profeta se queja amargamente ante Dios. Así transcurre su caminar y lleva a cabo su misión.

 - Sólo la experiencia original en el profeta, -y que le ha marcado para siempre-, es lo que le mantiene en ese camino de fidelidad. Aquel “no les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte…” (Jer 1, 8), que vivió en los orígenes de su misión, será la fuerza que vuelva a sentir y experimentar Jeremías en los momentos de dificultad. Él sabe que Dios no falla y esa promesa de protección permanece a pesar de los pesares. Ésta es su pasión y la vive con enorme intensidad, convirtiéndose en figura significativa de cuanto le va a ocurrir al mismo Jesús de Nazaret.

 - Jeremías y su vida es muy sugerente para cualquier creyente. Él se siente “pequeño” ante la misión que Dios le encomienda; pero sentirá toda la fuerza de la llamada, hasta quemarle por dentro. Su experiencia original es fundante, puesto que mantiene en pie toda su vida posterior, a pesar de las enormes dificultades que se presentan. ¡Cuántas cosas sugiere esta vida, que es toda una parábola, también para mí! Hermano/a, este profeta nos provoca a esa experiencia “originante” de cuanto viene después. ¡Buen ánimo!

 

Hebreos 12, 1-4

 
“… Jesús, que renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, sin miedo a la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del Padre. Recordad al que soportó la oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo. Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- El autor de esta carta establece, al comienzo del capítulo 12, una relación con aquella «relectura teológica» de la historia que ya habíamos meditado el domingo pasado. El gran número de testigos que nos rodea (v. 1) no es otro que la serie de personajes (Abrahán, Sara, etc.) cuya fe ha sido alabada antes. A partir de su ejemplo, el autor formula para los destinatarios de su carta una serie de invitaciones que son otras tantas exhortaciones al recto sentir, a la recta conducta y a la recta orientación de su vida. Esas exhortaciones se sirven de algunas imágenes, bastante expresivas y de inmediata comprensión.

 - «Corramos con constancia en la carrera que se abre ante nosotros» (v.1b): la vida cristiana puede ser imaginada muy bien como una carrera en la que todos participan no por libre iniciativa, sino por haber sido llamados por el único Señor. Una carrera cuesta arriba, si queremos, precisamente porque se trata de seguir a Jesús, que sube hacia el Calvario, cargado con el leño de la cruz.

 - «Fijos los ojos en Jesús, autor y perfeccionador de la fe» (v. 2): como Jesús mantuvo fija su mirada sobre Jerusalén mientras subía hacia la ciudad santa (Lc 9, 51), así tampoco el cristiano puede apartar su mirada de Aquel que nos precede a todos, como cabeza, por el camino que lleva a Jerusalén; más aún, que tira de la carrera con determinación interior y con un coraje extremo.

 - «Pensad, pues, en aquel que soportó en su persona...» (v. 3): es menester poner nuestra mente en Jesús, pensar en él con pasión, poner o mantener sólo a él en el centro de nuestro corazón, si queremos conservar las energías necesarias para proseguir la carrera y para llegar a la meta. En caso contrario, nos cansaremos y perderemos el ánimo, es decir, abandonaremos nuestro propósito, elaboraremos hipótesis alternativas y nos adentraremos por otros caminos.

 - La exhortación final del autor es más extraordinaria que nunca, porque expresa también un juicio que nos afecta a todos: «No habéis llegado todavía a derramar la sangre en vuestro combate contra el pecado» (v. 4). La vida cristiana, sea cual sea la vocación en que se encarne, es siempre una lucha a campo abierto, una batalla que hemos de sostener, una continua resistencia al mal, cueste lo que cueste, hasta el derramamiento de sangre.

 

CLAVES para la VIDA

 
- El autor de la carta a los Hebreos, tras habernos presentado a los modelos ejemplares de la fe (domingo pasado), ahora se propone ofrecernos al modelo máximo, que es JESÚS mismo. De ahí que es necesario despojarse de cuanto impide realizar la “carrera” tras sus huellas. Porque el objetivo no es otro, ni tampoco hay otro modelo para sus seguidores, sino Él, el único Señor. Ahora, los modelos anteriores pasan a segundo plano, si bien han sido un anticipo del definitivo.

 - “Fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe” (v. 2): aquí está la clave para todo seguidor que se tache de tal. Aunque el caminar de Jesús conlleve entrega y cruz, Él se convierte, plenamente, en el único camino. De ahí que su Evangelio y su vida se conviertan en referencia para sus seguidores. En él se inicia la fe y en él se completa; su propuesta es así el absoluto para cuantos quieran seguirle.

 - ¡Impresionante cómo percibe el autor sagrado el camino de Jesús y su estilo de ser y de vivir! Y ésta es la propuesta, una vez más, para mí, seguidor de este Jesús. Ahora todos “los otros referentes” pasan a segundo plano; los “otros caminos” ya no sirven. Sólo Él es el CAMINO. ¡Cuántas veces nos descuidamos!, y entonces… ¡todo se hace más difícil y difuso! Hermano/a, dejémosle al autor sagrado que nos siga recordando lo esencial, aquello que no puede faltarnos para que nuestro caminar sea fiable y que nos conduzca a la plenitud. ¡Ojalá lo deseemos!

 
Evangelio: Lucas 12, 49-53

 

“… He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- Esta página, en el contexto del capítulo 12 del evangelio de Lucas, está también al servicio del gran tema de la espera. El cristiano, para poder decir que vive realmente esperando a Aquel que viene, no sólo debe adoptar las actitudes de la vigilancia (Lc 12, 35-40) y de la fidelidad (Lc 12, 41-48), sino que también debe darse cuenta del carácter trágico del momento que está viviendo: éste es el tema de la liturgia de la Palabra de hoy (Lc 12, 49-53). Todo este capítulo está lleno de advertencias a los discípulos. Jesús prosigue su camino a Jerusalén, y las resistencias en su entorno se hacen más patentes e, incluso, agresivas. Jesús prevé el desenlace y previene a sus seguidores. Por eso el texto está escrito en términos paradójicos y de contraste.

 - Jesús es mensajero de la paz, pero de una paz profunda; no es, pues, un simple reposo o ausencia de... Se trata de una paz que implica justicia y respeto a los derechos de los más indefensos. Por eso, proclamar esa paz encuentra la oposición de quienes se benefician del orden injusto. De ahí que Jesús recuerda a sus discípulos que Él mismo sufrirá el “bautismo de fuego”, esto es, será sumergido en el dolor y en la muerte. Esto no es buscado, sino aceptado: el precio que debe pagar lo angustia desde ahora (v. 49-50). Esta paz que propone Jesús, quiere eliminar las causas de la división y el maltrato de las personas. Quienes sienten amenazados sus privilegios, seguro que reaccionarán con violencia. Aquí es donde se encuentra Jesús.

 - Querámoslo o no, el Reino de Dios no viene sin oposición. Si fuera sólo para el otro mundo, si fuera sólo cuestión de ideas y sentimientos, si fuera sólo algo personal y privado, quizá. Pero el Reino de Dios tiene que ver con esta sociedad, con sus estructuras de opresión e injusticia, con la riqueza y la pobreza, con la paz y la guerra, con el hambre y el confort, con la vida y las muertes. Por eso, anunciarlo y construirlo provoca conflicto y división. Unos a favor y otros en contra. Esta experiencia la vivieron intensamente los primeros cristianos. Así, este párrafo evangélico no es sólo un anuncio. Cuando se escribió este Evangelio, ellos ya habían sufrido la división, incluso entre los seres más queridos. La división se hizo pronto persecución en muchas comunidades. Luego, lo ocurrido a Jesús rápidamente lo experimentan en sus propias vidas.

  

CLAVES para la VIDA

 
- Es necesario reconocer que este texto evangélico es incómodo para nosotros: preferimos que nos hablen de “cosas bonitas”, que no supongan un planteamiento serio y que afecte a las raíces de la vida y el compromiso. Por eso pensamos que ese día Jesús “hizo mal la digestión” o cosas similares, y que acaso no hay que darle una importancia especial a estas palabras del Maestro. ¿No será que hemos convertido el Evangelio en una especie de libro de ética personal, pero que no tiene que ver con las estructuras sociales y opresoras de nuestro mundo y cultura? ¿No nos habremos hecho más cautos, más “sabios” o, lo que llamamos, más prudentes?

 - Resulta que Jesús ofrece el Evangelio como un ESTILO de SER, PENSAR, VIVIR y de ENTREGARSE (“bautismo de fuego”) en favor del proyecto definitivo de Dios para la humanidad; y nosotros empeñados en otras “tareas”, con otras cosas, pero que suponen mucho menos y que sólo afectan a algunas “cosillas” de nuestro diario caminar.

 - Aquí nos encontramos, pues, con esta propuesta dura de roer: asumir el Evangelio en la vida incomoda y… ¡de qué manera! Supondrá seguir las huellas del mismo Jesús y eso nos acarreará tensión y división. No hay más remedio. La entrega, -hasta asumir la misma muerte-, será una realidad; así lo vivió el Maestro. Hermano/a, son palabras serias las que se nos están comunicando. Es necesaria la decisión personal

miércoles, 14 de agosto de 2013


Jueves día 15 de Agosto:

ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

Apocalipsis 11, 19a; 12, 1-6a. 10ab

 
“... Se abrieron las puertas del templo celeste de Dios y dentro de él se vio el Arca de la Alianza... Hubo rayos y truenos y un terremoto: una tormenta formidable. Después apareció una figura portentosa en el cielo: una mujer vestida del sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Estaba encinta, le llegó la hora, y gritaba entre los espasmos del parto... Apareció otro portento en el cielo... Dio a luz un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios... «Ya llega la victoria, el poder y el reino de nuestro Dios, y el mando de su Mesías».

 
CLAVES para la LECTURA

 - El drama de la historia humana está representado aquí, como en otros lugares del Apocalipsis, con imágenes cósmicas. Esta historia -la de la lucha continua entre el bien el mal- lleva en sí misma la semilla de un niño, de una vida nueva, esto es, de la vida encarnada en Jesús y vivida para siempre junto a Dios. El arca de esta nueva alianza, que la perícopa de hoy conecta con la figura de una mujer encinta que está a punto de dar a luz, aparece en el cielo junto con los signos que describen la experiencia de lo divino: «En medio de relámpagos, de retumbar de truenos, de temblores de tierra y de fuerte granizada» (11, 19).

 - La mujer, cargada con el niño divino, anuncio y promesa de salvación, se encuentra de la parte de Dios. Tiene «la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza» (12, 1): estos signos nos permiten identificarla como figura de la nueva creación, del nuevo pueblo de Dios, la Iglesia. Frente a ella se encuentra al acecho «un enorme dragón de color rojo», que representa a los que contrastan con el anuncio del Evangelio, a todos los que dieron comienzo a las persecuciones de los primeros tiempos de la Iglesia. El tiempo de la persecución (los «mil doscientos sesenta días» son la duración de la persecución apocalíptica: 11, 3; Dn 7, 25) contemplará aún a la mujer-Iglesia viviendo en el desierto, donde, paradójicamente, encuentra refugio y alimento.

 - El himno final anuncia la derrota definitiva del dragón («el diablo y Satanás»: 12, 9) por parte de Miguel y de sus ángeles: de ahora en adelante nadie podrá encontrar ya una culpa, «acusar» (2, 10) a los creyentes ante Dios.

 
CLAVES para la VIDA

 
- Como acostumbra el libro del Apocalipsis, con ese lenguaje tan “extraño” para nosotros, nos ofrece un mensaje claro: la “mujer” es el pueblo de Dios (Israel = Iglesia) y se encuentra con dolores de parto; esto es, grandeza y miseria, luces y sombras se dan en esa Iglesia naciente y en la situación de persecución en la que vive (como lo estaba siendo cuando el vidente escribe el texto sagrado). Pero tiene la presencia del “niño”, el Mesías, que es quien le libera del “dragón”, de las fuerzas del mal. De ahí la proclamación final: “... se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo...”.

 - Una vez más, se insiste en la existencia de la lucha entre las fuerzas del bien y del mal y que la victoria definitiva de esa situación sólo se produce con la presencia salvadora de Cristo Jesús. Y es que el proyecto de salvación de Dios ha llegado a su plenitud en la persona y en la obra de Jesús, el Mesías. En Él encuentra el Nuevo Pueblo -aún en situación complicada y de persecución- el motivo de esperanza en el triunfo definitivo, pleno y total.

 - De nuevo se nos vuelve a recordar (una y otra vez) lo esencial y fundamental de la nueva situación en la que vivimos: Dios ha llevado a plenitud su obra de salvación en Cristo Jesús. Ésta es la CLAVE definitiva de lectura de la historia. Y aquí me encuentro yo (nosotros). En esta fiesta de la Asunción de María se nos recuerda también que Ella, junto a Cristo Jesús, camina con esta Nuevo Pueblo, participando de sus luchas y sufrimientos, de sus gozos y alegrías. ¡Disfruta, hermano/a, de esta nueva situación a la que somos invitados a participar!

 
1 Corintios 15, 20-27a

 
“... Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida... Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte... Y así Dios lo será todo para todos...”

 

CLAVES para la LECTURA

 - El capítulo 15 de la primera carta a los Corintios pretende responder a algunas objeciones respecto a la resurrección planteadas tanto por ciertas actitudes de miembros de la comunidad como de procedencia exterior.

 - La primera afirmación de Pablo se basa en un dato de hecho: la resurrección de Jesús, cuyo anuncio forma parte del núcleo originario del anuncio cristiano (15, 3ss).

 - La segunda afirmación parte, a continuación, de un dato de fe: sin la resurrección, el credo cristiano perdería su sentido. Dejaría de ser un anuncio de salvación, porque el «último enemigo» (v. 26), la muerte, no sería vencido y con él seguiría en vida el miedo que nos ata y nos hace esclavos de nuestra historia y de nuestros modelos de comportamiento.

 - La dialéctica Adán-Cristo le sirve a Pablo para subrayar el modo de la resurrección, esto es, cómo la vida de la resurrección comporta un cambio real en la naturaleza de nuestro cuerpo: ya no es un cuerpo que lleva en sí la muerte, sino un cuerpo colmado de vida y capaz de darla (15, 20-21. 42ss), un cuerpo «espiritual» (vv. 44ss); ya no es un cuerpo a imagen «del hombre terreno», sino uno a imagen «del hombre de los cielos» (v. 49), una humanidad que se encuentra de parte de Dios.

 
CLAVES para la VIDA

 - Y es que el hecho fundante de todo -según Pablo y la predicación apostólica- está en el hecho de la Resurrección de Jesús, que es lo que cambia todo y para siempre. El “pecado” y la “muerte” (para Pablo están en el mismo lote) han sido vencidos definitivamente en el hecho de la resurrección del Señor Jesús. Él como primicia; todos los cristianos participando con Él; Él, el “nuevo Adán”, arrastrará a sus seguidores a la resurrección. Es lo central.

 - Pero entre el hecho “primicial” de la resurrección de Cristo y el acontecimiento final de la resurrección de “los de Cristo” tiene que haber una historia hacia arriba, toda ella dominada por distintos avatares de una lucha entre Cristo y las “potencias”: “Pues Él tiene que reinar hasta que logre poner a sus enemigos bajo sus pies” (v. 27). Aquí participa plenamente también su seguidor en el empeño de asemejarse al hombre nuevo, al mismo Señor Jesús, y haciendo que la humanidad se encuentre con el Dios de la Vida.

 - También nosotros participamos de este don inmenso que se nos ofrece desde la resurrección de Jesús. También nosotros, revestidos de la fuerza del Señor resucitado, tomamos parte ¿activa? en esa tarea de hacer que la humanidad se encuentre con el Dios de la Vida, y que se nos anuncia y proclama en el acontecimiento de la resurrección. También nosotros, codo a codo con el Señor resucitado y que camina hoy a nuestro lado, luchamos y nos empeñamos en una humanidad más acorde con el proyecto salvador de Dios, amante y enamorado de los hombres y mujeres de toda raza y condición. También nosotros... ¿Es verdad, hermano/a? ¿Lo vivo así cada día y en las circunstancias concretas de mi caminar?

 

Evangelio: Lucas 1, 39-56

 
“... Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!... ¡Dichosa tú, que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá... Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava...”

 

 

CLAVES para la LECTURA

 - El encuentro entre dos madres se convierte, en los relatos de la infancia del evangelio según Lucas, en un momento importante de conexión y de continuidad entre la historia de la salvación contada en el Antiguo Testamento y la nueva historia que está a punto de empezar con el nacimiento de Jesús; por eso, Isabel saluda en María a la madre «de su Señor» (v. 43) y la proclama bienaventurada por su fe, exultando junto con su propio hijo por impulso del Espíritu Santo (vv. 41-45). La presencia misteriosa del Espíritu nos muestra ya que ambas madres forman parte de un mismo plan de salvación, mediante el cual el designio de Dios sobre el mundo encuentra su cumplimiento no a través de las grandes gestas de la historia -aunque sí en su interior-, no a través de las grandes intuiciones de los filósofos o de los matemáticos griegos -aunque sí junto a ellos-, sino a través de la esperanza de dos mujeres de Israel, que reconocen en todo lo que les está pasando una obra que les supera. No por nada se convierte el cántico mariano en elenco de esta historia que está por detrás y frente a la historia de los manuales, exaltando a su Autor misterioso (v. 47).

 - La «humildad de su sierva», a la que el Señor dirige su mirada (vv. 48-50), no se queda en una simple indicación exterior. Se trata de la humildad de quien está tan bajo que ve mejor la semilla que está a punto de nacer, de quien se pone en una posición de pura acogida (Lc 1, 38), de modo que consigue ver la profundidad de todo lo que está sucediendo y no se deja distraer por otros acontecimientos más ruidosos pero menos reales. En el fondo, se trata de la humildad de quien acoge en sí la verdad de la historia. Precisamente por eso, la humildad de María no le impide reconocerse incluso como destinataria privilegiada del amor de Dios y profetizar que la historia la recordará por esto (y con ello se inserta una vez más en el ejército de todos los orantes del Antiguo Testamento).

 - De esta perspectiva parte el recuerdo de las obras realizadas por el verdadero Señor de la historia (vv. 51-53). Y esta historia se cumple en la salvación llevada a quienes históricamente no tienen salvación -los humildes, los hambrientos- y en la dispersión de cuantos tienen una salvación confeccionada por ellos a su medida y, por eso, no pueden confiar en la obra de Otro (como los soberbios, los poderosos, los ricos...). Estos dos aspectos de la historia parecen combatirse recíprocamente: «Desplegó la fuerza de su brazo» (v. 51) es una expresión dotada de connotaciones militares (Sal 118, 16); sin embargo, la profecía de María descubre, en realidad, en la historia un único aspecto de salvación; a saber: la proximidad del Señor. Tanto más por el hecho de que este Señor demuestra ser fiel también a sus propias promesas (vv. 54ss) y, por consiguiente, digno asimismo de confianza. Para quien tiene ojos humildes, capaces de ver la humildad de la historia de la salvación, el Dios en quien se puede confiar permanece como confirmación de la bendición que él mismo ha dirigido a Israel y a su pueblo, de la promesa que el niño que da saltos en el seno de Isabel y el niño que está creciendo en el seno de María llevan con ellos.

 - El Magníficat, canto de los pobres, es una de las más bellas oraciones del Nuevo Testamento, con múltiples reminiscencias veterotestamentarias (1 Sm 2, 1-18; Sal 110, 9; 102, 17; 88, 11; 106, 9; Is 41, 8-9). Es significativo que el texto se ponga en labios de María, la criatura más digna de alabar a Dios, culmen de la esperanza del pueblo elegido. El cántico celebra en síntesis toda la historia de la salvación que, desde los orígenes de Abrahán hasta el cumplimiento en María (imagen de la Iglesia de todos los tiempos) siempre es guiada por Dios con su amor misericordioso, manifestado especialmente con los pobres y pequeños.

 - El cántico se divide en tres partes: María glorifica a Dios por las maravillas que ha hecho en su vida humilde, convirtiéndola en colaboradora de la salvación cumplida en Cristo su Hijo (vv. 46-49); exalta, además, la misericordia de Dios por sus criterios extraordinarios e impensables con que desbarata situaciones humanas, manifestada con seis verbos («Desplegó..., dispersó..., derribó..., ensalzó..., colmó..., auxilió...»), que reflejan el actuar poderoso y paternal de Dios con los últimos y menesterosos (vv. 50-53); finalmente recuerda el cumplimiento amoroso y fiel de las promesas de Dios hechas a los Padres y mantenidas en la historia de Israel (vv. 54-55). Dios siempre hace grandes cosas en la historia de los hombres, pero sólo se sirve de los que se hacen pequeños y procuran servirle con fidelidad en el ocultamiento y en el silencio de adoración en su corazón.

 
CLAVES para la VIDA

 
- El encuentro de estas dos madres y del Mesías con su Precursor constituyen la expresión de un único cántico de alabanza y acción de gracias a Dios por su presencia salvadora en medio de los hombres. Ahora nos toca a nosotros, siguiendo el ejemplo de María y de Isabel, abrirnos a la acción gozosa y fecunda del Espíritu y responder al don de Dios. María es el modelo de apertura de corazón a la acción del Espíritu. Ella con el don de la maternidad no se aisló en una autocomplacencia, sino que, cual verdadera “arca de la alianza”, que encierra en sí la fuente de la vida, se pone en marcha para servir a los demás en una caridad traducida en humilde servicio. ¡Inmensa lección para los creyentes de hoy, para nosotros!

 - María en casa de Isabel, después de escuchar las alabanzas de su pariente, prorrumpe en un cántico de admiración, alegría y gratitud a Dios. Es el MAGNIFICAT. Canta agradecida lo que Dios ha hecho en Ella y, sobre todo, lo que ha hecho y sigue haciendo por Israel, con el que Ella se solidariza plenamente y es que... “dispersa a los soberbios, derriba del trono a los poderosos, enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”: magnífico resumen de la actitud de fe de Israel en la espera mesiánica, que contemplamos a través de la liturgia.

 - Este cántico del Magnificat puede ser la expresión hermosa que sale de nuestros labios y corazones para unirnos a la alabanza de la Madre, y con más razón en este día tan especial en el que volvemos a descubrir y comprobar que las maravillas de Dios no tienen límite alguno cuando se trata de realizar sus proyectos de vida y de amor. María lo ha entendido mejor que nadie. El evangelista Lucas, al poner en los labios de María este cántico, así nos lo quiere dar a entender. Rezamos con María.