1 Reyes 19, 16b. 19-21
“… Elías pasó a su lado y le echó
encima su manto. Entonces Eliseo, dejando los bueyes, corrió tras Elías y le
pidió: Déjame decir adiós a mis padres; luego vuelvo y te sigo. Elías contestó:
Ve y vuelve, ¿quién te lo impide? Eliseo dio la vuelta, cogió la yunta de
bueyes y los mató, hizo fuego con los aperos, asó la carne y ofreció de comer a
su gente. Luego se levantó, marchó tras Elías y se puso a su servicio…”
CLAVES para la LECTURA
- Este fragmento del primer libro de los Reyes pertenece al llamado
«ciclo de Elías» (1 Re 17 - 2 Re 1), los capítulos que, ateniéndose a una
historia de Elías preexistente, narran los acontecimientos, los milagros y el
itinerario interior del profeta. Elías fue un sacerdote y profeta nacido en
Galaad, Reino del Norte, y vivió en el siglo IX a. de C., en tiempos del rey
Ajab. La tradición, de manera unánime, le considera como el hombre que encarna
toda la pasión de Dios, las exigencias de su alianza y el radicalismo de su
misión: «Entonces surgió el profeta Elías como un
fuego, su palabra quemaba como antorcha» (Eclo 48, 1).
- Inmediatamente antes de nuestro fragmento encontramos a Elías en el
monte Oreb, lugar en el que tuvo la experiencia decisiva de Dios, en medio de
una intimidad al mismo tiempo delicada y consoladora (1 Re 19, 1-18). De esta
revelación de Dios, personal y sorprendente, aprende Elías de nuevo a confiar
al Señor toda su propia misión y a recibir de sus manos el plan y el mensaje
proféticos. En este punto, su acontecer se encamina hacia la conclusión; la
última orden que el Señor le dirige es que elija a un sucesor: Eliseo, hijo de
Safat.
- En el centro de este episodio figura el gesto de Elías de echar su propio
manto sobre los hombros de Eliseo. Se trata de un gesto que indica el «paso de
propiedad»; Eliseo, envuelto en el manto, no se pertenece a partir de ahora,
sino que pertenece a Dios y a su misión profética. También Eliseo, tal como
aparece en el evangelio de Lucas (9, 61ss), se ve situado ante su nueva y
auténtica identidad, que le llama a dejarlo todo: a desarraigarse de su
realidad, de su familia, para abrazar por completo la aventura que Dios le pone
delante (v. 20). Esta nueva conciencia de sí mismo es expresada de una manera
visible por Eliseo en la acción de matar los bueyes y cocer su carne para darla
como alimento a su gente.
CLAVES para la VIDA
- La historia de la salvación continúa adelante y los
caminos que recorre son tantas veces extraños. Así, el profeta Elías, que ha
vivido de forma tan intensa su “pasión” por Dios, ahora busca un sucesor para
esa causa. Es el relato que hoy nos ofrece la liturgia y al que somos invitados
a sumergirnos para captar su fuerza interna. La causa de Dios no es algo
insignificante, sino algo esencial para el profeta; así lo ha vivido y así
desea que sea también para el discípulo.
- El nuevo elegido, Eliseo, también para a ser una
especie de “propiedad de Dios”, le pertenece. Como su antecesor, además de
compartir su espíritu y su fuerza, va a compartir también su misión y su tarea.
El hombre deja de pertenecerse para pasar a ser posesión de Dios y de su causa.
Hasta el punto de romper con su pasado y cuanto conlleva; ya no es suficiente
con estar mirando hacia atrás, sino que la nueva realidad le puede, y le lleva
a vivir de una determinada manera.
- Relatos cargados de significado y de fuerza interna
los que se nos ofrecen también para nuestra vida de creyentes. Sentir la
“pasión por Dios” y por su causa: es la invitación de Elías; “pertenecer” al
mismo Dios… es la propuesta de su discípulo Eliseo. ¡Cuánto de todo esto
necesita nuestra vida y caminar creyente! ¡Cuántos interrogantes me sigue
planteando la actitud y el estilo de estos modelos de fe y de seguimiento! ¿Y a
ti, hermano/a? ¡Buen ánimo!
Gálatas 5, 1. 13-18
“… Para vivir en libertad, Cristo
nos ha liberado. Por tanto, manteneos firmes, y no os sometáis de nuevo al yugo
de la esclavitud. Hermanos, vuestra vocación es la libertad: no una libertad
para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos unos de otros por
amor. Porque toda la ley se concentra en esta frase: amarás al prójimo como a
ti mismo…”
CLAVES para la LECTURA
- El presente fragmento, tomado de la Carta a los Gálatas, nos sitúa de inmediato en
medio del mensaje central del «evangelio paulino». Toda la predicación de Pablo
se caracteriza por esta verdad fundamental. La muerte de Cristo y su
resurrección liberan al hombre de la ley mosaica. Le liberan del poder de la
carne o apetitos desordenados, o sea, de la tendencia natural a poner nuestro
propio yo en el centro de la existencia, y -positivamente- le introducen en una
condición nueva, en la cual la caridad es la única realidad que cuenta, porque
es la única fuerza capaz de liberarle de las estrecheces de su egoísmo y de
hacerle verdaderamente feliz.
- Sin embargo, el creyente experimenta cada día dentro de sí que esta
orientación a la libertad está amenazada, y de ahí que esté llamado a realizar
elecciones concretas que le pongan de nuevo en su situación de verdad. Puede
cambiar su libertad pretextando vivir según la lógica de su propio egoísmo: la
libertad de la que habla Pablo es, en primer lugar, libertad de amar, capacidad
de salir de las angustias del propio subjetivismo para abrirse a la experiencia
de la comunión. Es, en definitiva, ser libres de nosotros mismos: ser libres
para los otros, a través de la renuncia voluntaria y continua a querer vivir
pensando y bastándonos a nosotros mismos.
- Dentro de esta lógica, Pablo consigue recuperar el concepto mismo de
ley. Y afirma con vigor que la caridad es el horizonte de todo el obrar humano
(v. 14), que la única ley es ésta: «Amarás a tu
prójimo como a ti mismo». Este camino de libertad lo recorre el hombre
no en virtud de sus propias fuerzas, sino sólo mediante la gracia: el Espíritu
Santo suscita en el corazón del hombre el deseo de caminar por el camino de la
caridad y le pone en condiciones de hacer morir su propio yo y de sumergirse
por completo en la lógica de la entrega total de sí mismo (v. 18).
CLAVES para la VIDA
- Según el testigo
Pablo, la situación del creyente ha cambiado de forma sustancial, de tal manera
que le afecta a la RAÍZ
misma de su existencia. Antes estaba dominado por las tinieblas, por el peso de
la Ley ; ahora su
nueva realidad tiene una perspectiva nueva: es la LIBERTAD , como estilo y
forma de ser y de vivir. La etapa y el dominio de la ley deja lugar a la nueva
etapa de la libertad.
- Y, con ello, se
propone una nueva clave para la vida: el AMOR MUTUO como forma de ser y de
vivir. El centro de la vida pasa de ser uno mismo a que lo sean los demás. Por
supuesto que siguiendo el modelo que emana de Cristo mismo y animado por su
mismo Espíritu. De ahí que el creyente no está solo en ese combate, sino
acompañado por el mismo Espíritu de Dios.
- Se me vuelve a
recordar algo esencial a mi fe y a mi caminar como creyente: desde Cristo ha
cambiado mi condición. Ahora, desde el don de su Espíritu, una nueva vida anima
mi caminar y puedo vivir como hijo de la luz; ahora estoy convocado a vivir
desde la libertad definitiva que se me concede en la liberación plena de Cristo
Jesús. Soy una criatura NUEVA, que vive desde “claves” nuevas. Es necesario
despertar en mí esta conciencia y vivir desde ahí. Hermano/a, a esto estamos
llamados; no podemos olvidarlo en ningún momento ni en ninguna ocasión. ¿De
acuerdo?
EVANGELIO: Lucas 9,
51-62
“… Mientras caminaban, le dijo
uno: Te seguiré adonde vayas. Jesús le respondió: Las zorras tienen madriguera
y los pájaros nido, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.
A otro le dijo: Sígueme. Él respondió: Déjame primero ir a enterrar a mi padre.
Le contestó: Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar
el Reino de Dios. Otro le dijo: Te seguiré, Señor, pero déjame primero
despedirme de mi familia. Jesús le contestó: El que echa mano al arado y sigue
mirando atrás, no vale para el Reino de Dios…”
CLAVES para la LECTURA
- Jesús, hijo obediente al Padre, se dirige «de modo
decidido» (literalmente, con rostro «duro») hacia Jerusalén (v.
51). La dureza de su rostro expresa la perfecta adhesión a la voluntad del
Padre: nada puede distraerle de la meta. La suya es una decisión irrevocable,
fruto del amor. Envía por delante a sus discípulos, a fin de que preparen el
corazón de los hombres para la escucha de la Palabra. El punto de
partida de su camino es un pueblo de Samaría, lugar que expresa bien la
infidelidad del corazón de Israel y que podía ser considerado como el más
excluido de todos.
- Pero Jesús empieza precisamente desde aquí. Esta animosa elección no
recibe acogida. Santiago y Juan no aceptan ese rechazo y reaccionan con vigor,
incluso ante la actitud remisiva de Jesús: todavía no poseen la docilidad (v.
54). Mientras se acercan a otro pueblo, una persona desconocida encuentra en
Jesús la clave de toda su vida y promete seguirle (v. 57). Jesús coloca
entonces el deseo del hombre frente a la realidad de la llamada de Dios: se
trata de una inversión de toda la existencia.
- El seguimiento de Cristo es un camino de abandono total a la voluntad
del Padre, y la señal de todo esto es la situación de pobreza radical en la que
el discípulo debe estar dispuesto a encontrarse (v. 58). Lo que antes era
fuente de seguridad ahora ya no puede serlo. La única fuente de estabilidad, la
única certeza, es Cristo. Ante la petición de ocuparse de los deberes
familiares, Jesús se muestra también clarísimo: no se puede anteponer nada a su
amor (vv. 59ss), a fin de que el discípulo tenga un corazón libre, capaz de
hacer suyos los sentimientos de Cristo, y pueda entregarse por completo a la
voluntad del Padre para la edificación de su Reino (v. 62).
CLAVES para la VIDA
-
Jesús, el Maestro, camina con paso firme; esto es, ha descubierto cuál es la
voluntad del Padre y, a partir de ahí, todo queda relegado a segundo plano;
sólo el realizar el deseo y el proyecto del Padre mueve su vida. Aunque ello
suponga rechazo abierto, ya sea por los suyos como por los extraños. Así como
la infidelidad ha sido la nota dominante de Israel a lo largo de la historia,
ahora el Hijo amado asume sin condiciones el proyecto definitivo del Padre,
aunque incluya entrega y muerte (que es lo que significa “Jerusalén” en estos
momentos).
-
Esto mismo exige a cuantos quieran vivir su seguimiento, aunque ello le suponga
invertir toda su existencia; esto es, vivir un camino de abandono total a la
voluntad del Padre, haciendo de Él la única seguridad de su vida. Si antes era
la familia, ahora es el amor a él, con un corazón libre de toda atadura, para
empeñarse en la edificación del Reino. Todo ello con las “notas” de la pobreza
más absoluta y de una radicalidad que marca toda la existencia.
-
Muy claro y radical la propuesta evangélica de este día por parte del Maestro:
todo queda en segundo orden ante la apuesta del Reino, como él mismo lo vive y
lo lleva adelante. Ante la propuesta no hay “deberes sagrados” (ni siquiera la
familia), sino la única opción es el proyecto del Padre y lo que implica y que
abarca toda la vida. Así de radical y exigente. “Lo primero es primero; lo
segundo siempre es después”, sería lo que define esta actitud del
maestro. Hermano/a, ¿cómo te sientes, hoy y aquí, ante esta propuesta?
¿Dispuesto/a a apostar por ella? Es la invitación.