DOMINGO, día 18 de Mayo 5ª semana PASCUA
Hechos de los
Apóstoles 6, 1-7
“... No nos parece bien descuidar la Palabra de
Dios para ocuparnos de la admi-nistración... Eligieron a Esteban, hombre lleno
de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro,
Nicanor, Simón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los
presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando...”
CLAVES para la LECTURA
- El
cuadro ideal de la primera comunidad cristiana, presentado por Lucas en los
«compendios» de los Hechos de los Apóstoles, da la impresión de que está
estropeado por las tintas más oscuras introducidas con el episodio de Ananías y
Sátira (5, 1-11) y el relacionado con el descontento de los helenistas a causa
de cierto descuido en la distribución de los bienes a los pobres. Sin embargo,
estos hechos nos ayudan a comprender la verdadera naturaleza de la Iglesia, que
ni está a salvo de las penas ni se compone de santos. La comunión que se busca
en ella de manera constante, el bien al que tiende, son resultado de un camino
no exento de problemas y dificultades, afrontados y superados mediante una
colaboración cotidiana y paciente, dejándose guiar por el Espíritu, que conduce
a todos hacia la unidad perfecta a través de la multiplicidad de los carismas y
de los ministerios (Ef 4, 11-13).
- En
el fragmento que se nos presenta hoy, se puede percibir el resultado de la
atención otorgada por los Doce a las cuestiones planteadas por un grupo de
discípulos. El hecho tiene una importancia fundamental: no sólo la dificultad
no se vuelve motivo de desencuentro y de división, sino que lleva a los
cristianos a tomar una mayor conciencia de su propio papel en la sociedad y a
encontrar soluciones nuevas para poder hacerse «todo con todos». Poniéndose a
la humilde escucha del Espíritu reciben luz para establecer una primera
diferenciación en los servicios eclesiales. Los Doce examinan el problema,
convocan a todos los discípulos y proponen una solución (vv. 2-4), que es
aprobada y entra en vigor. Con todo ello manifiestan que la Iglesia es una
realidad viva, en continuo crecimiento.
- En
esta nueva situación, los apóstoles saben discernir cuál ha de ser su tarea
insustituible: presidir la oración, transmitir con fidelidad las enseñanzas de
Jesús, orientar a la comunidad para que elija de manera responsable en su seno
a los hombres adecuados («de buena
reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría») para ejercer un
servicio caritativo que no excluya a nadie y difunda por todas partes el buen
perfume de Cristo. El versículo con el que concluye la perícopa casi parece su
coronación: la sabia articulación de los servicios en el interior de la Iglesia
tiene como resultado la difusión de la Palabra de Dios y el incremen-to masivo
de la comunidad cristiana con nuevas e inesperadas conversiones.
CLAVES para la VIDA
- Es
realmente sugerente descubrir cómo la joven Iglesia se plantea los temas de
conflicto y los resuelve desde las necesidades reales que están viviendo sus
diversos miembros. Y es que la presencia del Espíritu del Señor resucitado
sigue animando la vida de aquel grupo, y lo anima en todos los sentidos de la
vida. Por eso, responder a una necesidad económica y cultural de un grupo más
“débil” y marginado, lo siente como un deber, lo plantea y ofrece una solución.
- Y es
a partir de ahí de donde afirma... “la
Palabra de Dios iba cundiendo... e iba en aumento el número de los discípulos”
(v. 7): animados, pues, por el Espíritu, se resitúan los diversos aspectos de
la vida y sigue un proceso de crecimiento el anuncio de la Buena Noticia,
inaugurada en Cristo Jesús. Los testigos más directos, los apóstoles, seguirán
en la tarea del “ministerio de la
Palabra”.
-
Enormes “lecciones” las que nos sigue brindando aquella joven Comunidad; por un
lado, abierta y sensible a las necesidades concretas de sus miembros; y, por
otra, con audacia para abrir nuevos caminos, COMPARTIENDO tareas y ministerios,
que no son exclusiva, ni siquiera de los Doce. Es bueno que también hoy se nos
recuerden estas cosas para que no nos dejemos vencer por la tentación del
“exclusivismo”, o del acaparar, o cosas
parecidas, que a la postre nos bloqueen y ahoguen. O... ¿no?
1
Pedro 2, 4-9
“... Acercándose al Señor, la piedra viva desechada
por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como
piedras vivas, entráis en la construc-ción del templo del Espíritu, formando un
sacerdocio sagrado para ofrecer sacrifi-cios espirituales que Dios acepta por
Jesucristo...”
CLAVES para la LECTURA
- El
tema de la santidad, vocación propia de todos y cada uno de los cristianos,
compromiso inderogable para el bautizado, es un tema central en la Primera
carta de Pedro. Tras haber tratado el asunto desde el punto de vista espiritual
(1, 13-21) y práctico (1, 22 - 2, 1), fija ahora el apóstol su atención en el
punto fundamental.
-
Santidad no es sinónimo de «buena conducta», ni tampoco simplemente de «lucha
contra el pecado», sino de vida en Cristo, fuente de la «perfección», camino
que conduce a ella. El autor, para explicar su pensamiento, se sirve de
numerosas referencias bíblicas y, en particular, se refiere a la imagen de la «piedra angular», que aparece con
distintos matices de significado en Is 28, 16 y 8, 14s, así como en el Sal 118,
22. Jesús resucitado es la piedra viva, preciosa, sobre la que todos los que se
adhieren a él son edificados como otras tantas piedras vivas, para formar un
único templo espiritual en el que mora Dios. Así es como se constituye la
comunidad nueva del nuevo y auténtico éxodo (v. 5b; Ex 19, 5s).
-
Ésta, en su conjunto, se presenta como un organismo sacerdotal en el que cada
miembro está llamado a ofrecer a Dios sacrificios espirituales gracias a la
mediación de Jesucristo, sacerdote eterno que se ha inmolado a sí mismo para la
salvación del hombre. Unido a él, el pueblo de los creyentes -adquirido a un
precio elevado- no sólo lleva una vida que tiene como horizonte el cielo, sino
que se convierte a su vez en cooperador de la salvación «para anunciar las grandezas» llevadas a cabo por Cristo, que
ejerce su sacerdocio ya sea como servicio cultual en la liturgia de alabanza a
Dios, ya sea como servicio de la Palabra, anuncio del Evangelio, apoyado por el
testimonio eficaz de una vida arrancada de las tinieblas del pecado, para
volverse radiante por la admirable luz de Dios.
CLAVES para la VIDA
-
El apóstol, desde su misma vivencia y experiencia, vuelve a insistir en lo
nuclear de la fe: no sólo es cuestión de una “buena conducta”, sin más; el
cristiano ha entrado en otra esfera desde su bautismo, y la nueva realidad consiste
en vivir en Cristo, que “os llamó de las
tinieblas a su luz admirable” (v. 9). Aquí está la clave de esa NUEVA
existencia y desde ahí todo cambia. Si no se lleva a cabo esa EXPERIENCIA de
vivir en Él, todo es baldío y sin contenido; todo suena a hueco. ¡Ahí es nada!
-
Es desde esa EXPERIENCIA desde donde el cristiano puede participar plenamente
del sacerdocio de Cristo, porque, también su vida -con todo lo que conlleva-,
es ofrenda agradable con el mismo Jesús. Así participa de la acción salvífica
de su mismo Señor. “Linaje escogido,
sacerdocio regio y nación santa, pueblo adquirido...” (v. 9) es el intento
de descripción de esta nueva realidad. El cristiano necesita, pues, tener
conciencia clara y explícita de su nueva condición para testimoniarlo con su
vida, y para disfrutarlo como don y regalo de su Señor.
-
Es realmente sugerente, y todo un estímulo, escucharle al apóstol y reflexionar
sobre la propuesta, porque soy invitado a participar plenamente de esa vida
nueva que se me ofrece en Cristo Jesús. ¡Claro que sí! Creer en Jesús es mucho
más que realizar unos ritos y prácticas religiosas; no haber pasado de ese
estadio, es no haber disfrutado de LO MEJOR. Vivir esta nueva realidad, pero
como experiencia profunda; expresarlo en la vida, viviéndolo como culto lleno
de contenido y que impregna todo mi caminar; ofrecerlo así a los hermanos para
que lo conozcan, lo experimenten y, también, lo vivan... ¡todo un QUEHACER para
mi caminar de creyente! ¿Nos animamos, una vez más, hermano/a?
Evangelio:
Juan 14, 1-12
“... Que no tiemble vuestro
corazón: creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas
estancias, y me voy a prepararos sitio... Jesús le responde: Yo soy el camino,
y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí...
Si me conocierais a mí, conoceríais también a
mi Padre... ¿Cómo me pides que os muestre al Padre? ¿No crees que yo estoy en
el Padre y el Padre en mí? Lo que os digo no son palabras mías. Es el Padre,
que vive en mí, el que está realizando su obra...”
CLAVES PARA
LA LECTURA
- Los
apóstoles, reunidos en torno a Jesús en el cenáculo, después del anuncio de la
traición de Judas, de las negaciones de Pedro y de la inminente partida del
Maestro, han quedado profundamente afectados. El desconcierto y el miedo han
inundado la comunidad. Jesús lee en el rostro de sus discípulos una fuerte turbación,
un peligro para la fe, y por eso les anima a que tengan fe en el Padre y en él
(v. 1).
- Si el Maestro exhorta a sus discípulos a la
confianza es porque él está a punto de irse a la casa del Padre a prepararles
un lugar. No deben entristecerse por su partida, porque no los abandona; más
aún, volverá para llevarlos con él (vv. 3s). Los apóstoles no comprenden las palabras de Jesús. Tomás manifiesta su
absoluta incomprensión: no sabe la meta hacia la que se dirige Jesús ni el
camino para llegar a ella; y es que entiende las cosas en un sentido material.
Jesús, en cambio, va al Padre y precisa el medio para entrar en contacto
personal con Dios: «Yo soy el camino, la
verdad y la vida» (v. 6).
- Esta fórmula de revelación es una de las cumbres más elevadas del
misterio de Cristo y de la vida trinitaria: el hombre-Jesús es el camino
porque es la verdad y la vida. En consecuen-cia, la meta no es Jesús-verdad,
sino el Padre, y Jesús es el mediador hacia el Padre. La función mediadora del
hombre-Jesús hacia el Padre está explicitada por la verdad y por la vida. El
Señor se vuelve así, para todos los discípulos, en camino al Padre, por ser la
verdad y la vida. Él es el revelador del Padre y conduce a Dios, porque el
Padre está presente en él y habla en verdad. Él es el «lugar» donde se vuelve
disponible la salvación para los hombres y éstos entran en comunión con Dios.
- Sólo mediante la fe es
posible comprender la copresencia entre Jesús y el Padre. De ahí que lo único
que pueda pedir el hombre sea la fe y esperar con confianza ese don. El Señor,
en su llamada a la fe, fundamenta la verdad de su enseñanza en una doble razón:
su autoridad personal, que los discípulos han experimentado en otras ocasiones
al vivir con Jesús, y el testimonio de “las
obras que hago” (v. 11). La obra que Jesús ha inaugurado con su misión de
revelador es sólo un comienzo. Los discípulos proseguirán su misión de
salvación. Más aún: harán obras semejantes a las suyas e incluso mayores. Por
último, el Maestro se ocupa de animar a los suyos y a todos los que crean en Él
a participar en la obra de la evangelización y en su misma misión.
CLAVES para
la VIDA
- Una vez más, como en tantas, el “discípulo amado”
vuelve a destacarnos ese mundo de relación entre el Padre y el Hijo como la
fuente de donde mana una situación NUEVA y DISTINTA: desde Jesús y por Jesús es
posible la comunión plena con Dios-Padre y es que Jesús es el rostro y el
espejo del Padre. De ahí que “conocer” (algo experiencial) a Jesús es conocer
al Padre, sus proyectos, su vida en plenitud. Es la insistencia del
evangelista, éste que constantemente nos empuja hacia esa experiencia, tan
vital como profunda.
- “Es el
Padre, que vive en mí, el que está realizando su obra”: es el núcleo; es lo
que permanece; es lo que da consistencia. Desde ahora ya no es posible decir
que no sabemos nada de Dios; sería falso. Todo cuanto Jesús dice y hace nos
muestra al Padre. Los mismos discípulos proseguirán esta misión de vida y de
salvación, compartiendo con Jesús el proyecto del Padre.
- Ésta es también mi (nuestra) tarea, hoy y aquí:
compartir con el mismo Jesús el proyecto del Padre. Aquí nace el APÓSTOL; y sin
esto no hay ENVÍO que valga, ni MISIÓN que cumplir. Si me falta este encuentro
y experiencia, no me distingo del charlatán que vende “productos de higiene”, o
algo parecido. ESTAR con Jesús; ENAMORARME de su misión; COMPARTIR desde la
amistad su quehacer: he ahí la razón de ser del testimonio.