CUARESMA - Semana 2ª
4 – 10 de Marzo DE 2012
II DOMINGO, día 4
Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18
“… Dios puso a prueba a Abrahán llamándole… Le
dijo: toma a tu hijo único, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo en
sacrificio… El ángel del Señor gritó desde el cielo: ¡Abrahán, Abrahán!... No alargues la mano
contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has
reservado, tu único hijo…”
CLAVES
para la LECTURA
- La liturgia nos ofrece hoy una de las páginas más sublimes de la Escritura desde el punto
de vista espiritual y artístico. El versículo inicial nos proporciona el hilo conductor y unificador de
los diversos temas del relato: “Después de esto, Dios quiso poner
a prueba a Abrahán”. Se trata, pues, de una prueba que viene de Dios.
- En el mundo semítico antiguo los sacrificios humanos, en particular
el del primogénito, están ampliamente documentados. Así podemos entender que la orden
de Dios no le parezca a Abrahán algo monstruoso e inaudito, pero sí
desconcertante. De hecho, Isaac es el “hijo de la promesa”, el hijo único (en hebreo yajîdh, traducido en los LXX por agapetós, “predilecto”; es el adjetivo con que en el Nuevo Testamento se
designa a Jesús, en particular en el fragmento evangélico de la
transfiguración). Para el anciano patriarca, Isaac es la promesa hecha carne,
por la que ha sacrificado todo: la propia tierra, los propios orígenes (v. 12),
la posibilidad de una descendencia en Ismael (v. 16). Dios le pide, pues,
sacrificar la misma promesa, es decir, la seguridad divina -más que humana- de
su futuro, en la persona de su hijo queridísimo.
- La silenciosa respuesta de Abrahán es la obediencia de la fe desde un
corazón acongojado. El
narrador nos lo deja intuir aunque no lo explicite. Los pasos se suceden
lentos, rítmicos. Los gestos son intensos; las palabras, muy pocas pero
lacerantes. Todo es esencial en la narración, todo nos permite recorrer siempre
de nuevo el camino del monte Moria, paso a paso. El ángel del Señor detiene la
mano de Abrahán cuando estaba levantada y a punto de consumar el sacrificio
supremo: Dios proveerá el cordero para el holocausto (v. 8). No se tratará
solamente del carnero fortuito para el sacrificio de un día, sino del Hijo
unigénito, como sacrificio perfecto y eterno. Abrahán ha manifestado con sus
obras su fe (v. 12b; Sant 2, 21-23), y por eso el Señor renueva solemnemente su
bendición: Isaac, el hijo del rendimiento incondicional al designio de Dios,
comienza la descendencia de la promesa, victoriosa sobre sus enemigos (v. 17b),
en el que serán benditas todas las naciones de la tierra.
CLAVES
para la VIDA
- ¡Inmenso cuadro de fe y de respuesta en
fidelidad! Es
posible que el conjunto parezca “una pasada”, pero el autor sagrado describe
-de forma gráfica-, tanto la postura de Dios, que se ha comprometido a llevar
adelante su proyecto de futuro, como la fe y la fidelidad del creyente Abrahán,
seguro de que Dios lo puede realizar, a pesar de todas las apariencias de
fracaso y de sinsentido. Éste es el “marco” en el que se mueve toda la escena.
- Está claro: la “lógica” humana no es la
que mueve la historia de la salvación. El hijo de la promesa, Isaac, era
un imposible dada la situación de sus ancianos padres; ahora, el sacrificio del
hijo rompe todas las posibilidades de futuro y de realización de las promesas
por parte de Dios. Y, con todo, el plan sigue en pie: la fe de Abrahán es
respuesta a su convicción de que Dios cumple fielmente su palabra. Así de
grande y de inmenso lo que se presenta, como invitación perenne para la
humanidad, para los creyentes.
- ¡Vale...! No resulta fácil, pero aceptar que ésta
es la “lógica” de Dios y la “lógica” de la fidelidad, es una inmensa lección a
aprender. Desde aquí quiero “entender” este relato bíblico. ¡Cuántas enseñanzas
incluye para nuestro caminar, tantas veces vacilante, tan “racional” y
“asegurado”! Es necesario descubrir la fuerza de las promesas de Dios, de quien
el anciano creyente se fía y las acoge sin condiciones; es necesario descubrir
la profundidad del corazón de este viejo creyente que es Abrahán. Necesito
contemplar las dos dimensiones y... ¡hacerlas mías, parte de mi vida y de mi
caminar! ¿No te parece, hermano/a?
Romanos 8, 31b-34
“… Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra
nosotros? Él que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte
por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él?...”
CLAVES
para la LECTURA
- Como un estupendo himno al amor de Dios, los vv. 31-39 concluyen no
sólo el c. 8, sino también toda la sección segunda de la carta a los Romanos (cc.
5-8). El
fragmento, que la liturgia de hoy nos actualiza, exalta el amor fiel de Dios,
quien, por nosotros y por nuestra salvación, nos ha dado lo más precioso que
posee: su propio Hijo. En él nos lo ha dado todo, ya no le queda nada más por
dar.
- Todo esto nos infunde una gran confianza para el momento del juicio
supremo: Dios juez ha manifestado hasta qué punto está de parte del hombre
¿Quién puede presentarse como acusador de los que el Señor ha hecho justos? ¿Quién podrá condenarnos desde el
momento en que el Padre ha manifestado su inmensa misericordia en su Hijo, que
cargó con el pecado para expiarlo por nosotros?
- Jesús afrontó la muerte para que nadie deba sufrir la muerte eterna;
nos ha resucitado e intercede siempre por nosotros para que también nosotros
podamos lograr la vida en plenitud en presencia de Dios. Nada debemos temer, porque nada
nos podrá separar nunca del amor de Dios en Cristo Jesús.
CLAVES
para la VIDA
- Es muy hermoso cuanto nos presenta el apóstol, pero no es difícil
descubrir cómo en muchos cristianos (y posiblemente en nosotros mismos)
prevalecen más otras claves, de “otro tono”, como las doctrinas, el
cumplimiento estricto de las normas, etc. Por desgracia, un hecho muy real.
Cuando lo que realmente propone el apóstol, como EXPERIENCIA, es que el AMOR de
Dios está muy POR ENCIMA de todo eso. ¡Así es, aunque lo dudemos…! Las promesas
de Dios a Abrahán (primera lectura) alcanzan su plenitud y se hacen realidad.
- Y todo esto se realiza y se lleva a cabo en Cristo Jesús: toda la
vida, las acciones y las enseñanzas de Jesús “hablan” de ese Dios y del
proyecto de su corazón: Dios está a favor del ser humano de forma incondicional
y eso a pesar de las infidelidades humanas. Por lo tanto, esa preocupación
por premios y castigos (aún en vigor en tantas vidas y corazones) no tiene
sentido alguno y la invitación es a algo muy diferente: aceptar y gustar,
vitalmente, cuanto en Cristo Jesús el Padre nos está ofreciendo.
- Poco más es necesario decir para llenar de gozo el corazón y la vida
de un creyente. Porque
aquí nos encontramos cuantos hemos tenido la suerte de encontrarnos y gustar de
la Buena Nueva
de este Dios en Cristo Jesús. ¡Lo que no parece estar tan claro es la IMAGEN de este Dios y de la
fe que hoy seguimos ofreciendo a nuestro mundo y cultura…! Un interrogante que
hiere nuestra conciencia cristiana y, por supuesto, debiera inquietar a nuestra
Iglesia, a toda comunidad de Jesús. ¿Cuál es tu postura, tu vivencia y tu
testimonio, hermano/a?
Evangelio: Marcos 9, 2-10
“… Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a
Juan… y se transfiguró delante de ellos… Se les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: Maestro, ¡qué bien se está aquí!... Se formó
una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: Éste es mi Hijo amado;
escuchadlo…”
CLAVES
para la LECTURA
- Marcos narra el acontecimiento de la transfiguración al comienzo de
la segunda parte de su evangelio: Jesús comienza a hablar abiertamente de la
pasión a sus discípulos, que le habían reconocido como Mesías (8, 29); ahora
deben comprender su misterio de Hijo de Dios y, a la vez, el de Siervo
doliente. Jesús
lleva a la soledad de un monte elevado a tres de sus discípulos y manifiesta su
gloria transfigurándose ante ellos, para que no vacilen en la fe.
- El candor y la luz resplandeciente de su persona recuerdan al Hijo
del hombre de la visión de Daniel (cc. 7. 10). La aparición de Elías y
Moisés, esperados como precursores del Mesías, señala a Jesús como cumplimiento
de la Ley y los
Profetas. Ellos tuvieron el privilegio de contemplar en lo alto de un monte la
gloria de Dios con vistas a cumplir una misión importante para todo el pueblo:
ahora la antigua alianza cede el testigo a la nueva y los tres discípulos se
convierten en testimonios oculares de la gloria de Cristo en favor de todos los
creyentes (1 Jn 1, 1-3; 2 Pe 1, 17s). Un temor sacro les invade. Pedro trata de
reaccionar y propone erigir tres tiendas para los egregios personajes. Por este
indicio, parece que el acontecimiento se verificó durante la fiesta de los
Tabernáculos; en el día séptimo (v. 2) todos se vestían de blanco, y el templo
resplandecía inundado de luces. Jesús se revela como el verdadero templo, la
verdadera tienda de la
Presencia.
- Otro símbolo muy importante es la nube, que
acompañó continuamente al pueblo elegido en su camino del Éxodo y ahora
envuelve a los presentes. De la nube sale la voz divina que proclama a Jesús como Hijo
predilecto. En el momento del bautismo, la voz se dirigió a Jesús para
confirmarlo e investirlo en su misión (1, 11). Ahora se dirige a los
discípulos: Jesús es el Hijo predilecto al que hay que escuchar, seguir,
obedecer, porque su testimonio y profecía son veraces.
- Después de resonar la voz divina cesó la visión: Jesús vuelve a ser
el compañero de camino (v. 8b), pero la meta de este camino resulta
incomprensible a los discípulos, que, envueltos por el misterio, guardan
silencio sobre los hechos que han experimentado como testigos.
CLAVES
para la VIDA
- Se nos
vuelve a insistir: en el nacimiento de la Nueva Alianza , hay
también una experiencia y un testimonio directo y personal: los tres amigos de
Jesús han podido “contemplar” (“templar-con”) su vida desde la nueva luz de
Jesús. Si
en el bautismo es el mismo Jesús quien era afirmado y confirmado en su Misión,
ahora son sus amigos quienes reciben ese don y regalo y contemplan su gloria.
- Toda la historia del pueblo elegido es recogida, como síntesis, en
este relato: la “voz”, la “nube”, los “personajes” históricos y... el “nuevo pueblo” representado
por los tres amigos. Antes era Dios el compañero de camino de ese pueblo;
ahora, el Nuevo Pueblo tiene una presencia (si cabe) más cercana y tangible:
Jesús se hace compañero de camino para siempre, aunque para ello tenga que
experimentar el amargor de la entrega y de la muerte (algo, por ahora,
incomprensible para su “nuevo Pueblo”).
- Y aquí estamos nosotros, compartiendo con aquellos testigos la
experiencia de su presencia nueva y cercana para siempre. Porque ésta es la conclusión a la
que remite el pasaje evangélico: “escuchadlo” es la sugerencia, propuesta y que
aquí suena a “mandato”. ¿Quieres escucharle? ¿Siempre?
LUNES, día 5
Daniel 9, 4-10
“... Señor, Dios grande y terrible, que guardas la alianza y eres
leal con los que te aman y cumplen tus mandamientos. Hemos pecado... No hicimos
caso a tus siervos, los profetas, que hablaban en tu nombre... Pero, aunque
nosotros nos hemos rebelado, el Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona...”
CLAVES
para la LECTURA
- Redactada en un cuidadoso hebreo, la oración de Daniel aparece en el
c. 9 como explicación de un oráculo de Jeremías sobre la duración del destierro
de Babilonia y sobre la restauración de Jerusalén (Jr 25, 11s; 29, 10). Los setenta años anunciados por
Jeremías se interpretan -según recientes cálculos exegéticos- como un período
de setenta semanas de años (490 años), una larga “cuaresma” entre el comienzo
del destierro y la nueva consagración del templo de Jerusalén después de la
profanación por parte de Antíoco IV.
- En la prueba, Daniel se dirige a Dios haciendo una lectura de la
historia a la luz de la tradición deuteronomista: a la infidelidad del pueblo
sigue indefectiblemente el castigo (vv. 5-7). ¿Pero hasta cuándo se verá
obligado el Señor a corregir tan duramente a Israel? Sólo Dios puede responder,
y ésta es la razón de la pregunta del profeta (v. 3), casi como una
provocación.
- Por su parte, como individuo y como portavoz de todo el pueblo,
Daniel confiesa a Dios grande y terrible (v. 4), con sincero arrepentimiento,
que los sufrimientos son bien merecidos (por ejemplo, Neh 1, 5 y Dt 7, 9. 21). Sin embargo, la confesión no
se cierra en desesperación, sino en una espera confiada en el perdón divino (v.
9): pues el Dios de Israel es fiel y benévolo (v. 4), lento a la ira y rico en
amor.
CLAVES
para la VIDA
- La hermosa oración de Daniel nos hace un resumen certero y una
lectura de toda la historia de Israel como pueblo elegido, pero tantas veces
infiel al proyecto de Dios. El autor confiesa sinceramente ante Dios la realidad vivida, tanto por
los dirigentes como por el pueblo. Y ante esta situación, descubre y nos ofrece
una respuesta, desde su fe y su experiencia: “Pero nuestro Dios es misericordioso y
clemente” (v. 9); ésta es la conclusión final y la respuesta a la
situación.
- Es hermoso descubrir, también hoy, esa experiencia dirigida y
ofrecida para nosotros. Sentir que la última palabra en nuestro caminar cuaresmal, no es la
condena y el rechazo, sino la invitación a ACOGER a ese Dios de misericordia y
de vida.
- Necesario recordárnoslo a nivel personal: Dios nos acoge siempre que
en nosotros se dé un movimiento de apertura a su propuesta, porque su fidelidad
no le permite actuar y ser de otra manera. Ésta es la gran revelación que se
nos ofrece; ésta es la gran experiencia que necesitamos renovar, también hoy,
en nuestra vida. ¿De acuerdo, hermano/a?
Evangelio: Lucas 6, 36-38
“... Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y
no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis
perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada,
remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros...”
CLAVES
para la LECTURA
- Después de la proclamación de las Bienaventuranzas, casi como su
desarrollo concreto, el evangelista Lucas pone en labios de Jesús el
mandamiento del amor universal y de la misericordia (6, 27-38). Redacta un pequeño poema
didáctico en tres estrofas: enunciado del mandamiento (vv. 27-31); sus
motivaciones (vv. 32-35) y su práctica (vv. 36-38).
- La analogía con el “discurso de la montaña” de Mateo es evidente. Pero se da una peculiaridad en el
fragmento de Lucas: habla de la imitación del Padre en términos de
“misericordia” donde Mateo usa la palabra “perfección”. ¿Cómo hay que practicar
en concreto esta misericordia? Éste es el tema de los versículos que leemos
hoy.
- Cinco verbos pasivos nos indican que el verdadero protagonista es el
Padre: “No
seréis juzgados..., no seréis condenados..., seréis perdonados..., se os
dará..., os verterán una medida generosa” (vv. 37s). Es un crescendo en bondad, un don en superlativo (perdón): así es la misericordia que usa el Padre con nosotros, y la
usará plenamente.
CLAVES
para la VIDA
- Si era sugerente y hermosa la revelación que se nos hacía en la
primera lectura, en la oración de Daniel, ahora el NUEVO Maestro, Jesús,
partiendo de la misma convicción y experiencia (“sed misericordiosos como vuestro Padre es
misericordioso”), va a sacarnos las conclusiones prácticas y nos las
ofrece como programa de vida, y ese programa tiene mucho que ver con todo lo
que se refiere a la relación con los demás.
- Ser tolerante y mostrarnos como tales, saber olvidar, no juzgar ni
condenar, no guardar rencor, ser generosos como el Padre, éste es el programa,
un programa exigente y directo, que escruta el corazón y no tanto las prácticas
externas (por ejemplo, el ayuno y la abstinencia). Esto es algo mucho más serio, y
ésta es la propuesta de CONVERSIÓN que se nos ofrece y se nos pide, hoy y aquí.
- ¡Vaya examen de vida para mí, para nosotros, si lo queremos asumir, y
en medio de esta cultura nuestra de intolerancia y de desprecio del otro! Desde luego que esta página
evangélica tiene una actualidad inmensa aquí, entre nosotros. Mis actitudes de
vida, casi habituales, son juzgadas como antievangélicas y al margen del
proyecto de Jesús. “¡Vaya, hombre, lo
que nos faltaba!”
MARTES, día 6
Isaías 1, 10. 16-20
“... Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas
acciones: cesad de obrar mal, aprended a obrar bien, buscad la justicia,
defended al oprimido... Entonces, venid y litigaremos -dice el Señor-: Aunque
sean vuestros pecados como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos
como escarlata, quedarán como lana... Lo ha dicho el Señor...”
CLAVES
para la LECTURA
- Como una especie de introducción a todo el libro de Isaías, el
capítulo 1 anticipa la temática fundamental que aparecerá y desarrollará
después: al amor fiel de Dios, el pueblo responde con infidelidad (vv. 2-9),
atrayendo el castigo divino. Pero no hay culpa, por muy grave que sea, que venza a la misericordia
de Dios: se salvará un pequeño resto, raíz de vida nueva.
- La perícopa que nos presenta la liturgia de hoy es una enseñanza
profética contra el ritualismo, enmarcada en el esquema literario de una
disputa jurídica típica de la tradición deuteronomista (vv. 10. 19s). La referencia a Sodoma y
Gomorra hace de gancho con el oráculo precedente (vv. 4-9): por la infidelidad
de sus jefes, el “pueblo de Judá y Jerusalén” -términos que no hay
que tomar en sentido geográfico, sino como referencia a todo el pueblo elegido-
está en situación de atraer sobre sí un castigo similar al de las dos ciudades
tristemente famosas (Gn 19; Dt 29, 22; 32, 32).
- Cuando no hay una adhesión a la Ley divina, la oración es ineficaz y el culto
inútil, incluso hasta perverso (vv. 11-15); viene a ser como ofrenda de
incienso a los ídolos (Dt 7, 25s). Israel, aunque infiel, será siempre el destinatario
de la Palabra
de vida, y los dones de Dios son irrevocables: los dos imperativos que aparecen
en sólo dos versículos (vv. 16s) indican la urgencia de un cambio para acoger
el perdón que ofrece el Señor. Todavía puede el pueblo optar por la bendición
(v. 19) o por la maldición (v. 20).
CLAVES
para la VIDA
- De nuevo, el profeta Isaías y su escuela, nos ofrecen lo nuclear de
su fe, experimentada en su propia historia como pueblo: la misericordia de Dios
no tiene límites, no hay nada que le pueda vencer. Pero, al mismo tiempo, no es
posible engañarse con ritualismos vacíos e inútiles; Dios desea un cambio de
corazón y de conducta que tiene mucho que ver con la defensa de los más débiles
y desprotegidos, oprimidos, huérfanos y viudas (los más pobres de aquella
cultura y realidad).
- Ese recuerdo constante del “amor fiel de Dios” para con su pueblo, para con
nosotros, es una gozosa noticia y una invitación (así es Dios: sólo “invita”;
nunca fuerza); y de validez total para nosotros, hoy y aquí, en este camino
cuaresmal. Aunque
es verdad: se nos exige cambiar, convertirnos, pero entendiéndolo con todas las
connotaciones de compromiso para con el hermano; si no es así, no vale.
¡Seguro!
- ¡Qué libertad la que se me propone! Dios es un gran motivador; no
fuerza, ni siquiera a amarle, aunque nos recordará que ahí se encuentra la
plenitud de la felicidad y de la vida. Su pedagogía es de una ternura enorme, y
de una paciencia a prueba de todo. Y aquí me encuentro yo, necesitado de
escucharle, necesitado de ACOGER su oferta. ¿Me animaré? ¿Te animarás tú,
hermano/a?
Evangelio: Mateo 23, 1-12
“... En la cátedra de Moisés se han sentado los letrados y los
fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen,
porque ellos no hacen lo que dicen... El primero entre vosotros será vuestro
servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será
enaltecido...”
CLAVES
para la LECTURA
- El fragmento aparece después de los debates de Jesús en el Templo y
constituye el primer cuadro del tríptico que el evangelista Mateo dedica a
denunciar a escribas y fariseos (c. 23). Jesús se dirige “a la gente y a
sus discípulos” con una doble enseñanza (vv. 1-12). Por una parte,
desenmascara la incoherencia (vv. 2-4), la ostentación y la vanagloria (vv.
5-7) de escribas y fariseos, contra los que lanzará sus siete “ayes” (vv.
13-36)
- Por otra parte, pone en guardia a los discípulos contra el detestable
vicio de la ambición (vv. 8-10), verdadero cáncer de la comunidad
-evidentemente-, también en tiempos de la redacción del Evangelio. Cualquier actitud de puras formas
externas o de búsqueda de prestigio personal desvirtúa la misma religiosidad y
la convierte en idolátrica.
- Entonces, ¿qué hay que hacer? ¿No escuchar la Palabra de la que los
jefes son intérpretes incoherentes? Jesús invita al discernimiento, a hacer lo
que dicen y no lo que hacen. El evangelista Mateo, implícitamente, nos invita a
mirar a Jesús, el verdadero Maestro, fiel intérprete del Padre.
CLAVES
para la VIDA
- Abarcando otras dimensiones de la vida, la liturgia y el evangelio
nos conducen a otros aspectos de nuestro caminar como seguidores de Jesús. Para visualizar nuestro “examen”,
nos pone delante el estilo de los fariseos, que fundamentalmente viven para la
galería, pero sin coherencia interior de vida; denuncia la hipocresía como
forma y actitud de vida y de comportamiento. ¡Casi nada! Como el bisturí que
corta para sanar y curar.
- Está claro que la
Palabra de Dios no se conforma con que hagamos unos
“retoques”, más o menos superficiales. Nos anima y empuja a buscar la
coherencia. Por supuesto, tarea permanente donde las haya. Pobreza personal, de
acuerdo; pero trabajando en tensión constante y de superación, para no caer en
el doble juego. Y, sobre todo, no caer en la trampa del propio engaño,
sintiéndonos mejores y capacitados para juzgar a los demás. Aquí se enciende la
alerta roja.
- Y la propuesta que ilumina la vida es clara: “el mayor de vosotros será el que sirve a los
demás”; ahí está el secreto de todo; ahí está el camino evangélico
al que el Maestro Jesús nos va a invitar de manera reiterada y con su propio
ejemplo. Ésa
sí que es la escuela donde se “curan” las actitudes de superioridad o de
sentirse mejor que los demás. Todo un programa para cada día y para este tiempo
de gracia cuaresmal. ¿Me atreveré a tomarlo en serio? ¿Y tú, hermano/a?
MIÉRCOLES, día 7
Jeremías 18, 18-20
“... Señor, hazme caso, oye cómo me acusan: ¿es que se paga el bien
con el mal, que han cavado una fosa para mí? Acuérdate de cómo estuve en tu
presencia, intercediendo en su favor, para apartar de ellos tu enojo...”
CLAVES
para la LECTURA
- El versículo introductorio (v. 18) enmarca históricamente el presente
fragmento: de nuevo Jeremías es amenazado de muerte (Jr 11, 18s). El complot es ahora más grave que
el precedente, porque lo han urdido los mismos guías espirituales del pueblo
que pretenden acallar al profeta que les resulta incómodo.
- Esta situación aclara la dura invocación de venganza -según la ley
veterotestamentaria del talión- que brota de los labios del profeta, aunque la
liturgia de hoy omite estos versículos. La perícopa presente pretende
llevar la atención del lector en otra dirección con vistas a preparar el relato
evangélico.
- El profeta es el Siervo doliente (Is 53, 8-10) y padece persecución
por la fidelidad a su vocación, por el amor a su pueblo, a favor del cual él
-nuevo Moisés- se ha atrevido a interceder a pesar de la prohibición del Señor
(11, 14; 14, 11; 15, 1). Su confesión es un abandonarse confiadamente en Dios, del único que
espera la salvación. Lo que Jeremías ha hecho “en favor” del pueblo elegido y lo
que formula en su oración se realizará plenamente en el verdadero Siervo
doliente, en Jesús. Los jefes lo ejecutarán efectivamente. Y en ese momento
Jesús no sólo no pedirá venganza, sino que impetrará el perdón, ofreciendo
libremente la vida “en favor” de los que le crucificaron.
CLAVES
para la VIDA
- Son impresionantes las “confesiones” del profeta Jeremías: casi
“forzado” a ser profeta, enamorado de Dios, pero perseguido y calumniado, ahora
-una vez más- se siente acosado por sus enemigos. Su palabra y su mensaje no
interesan porque hay muchos intereses creados en aquel entorno. De ahí la queja
profunda y vital del profeta, incluso capaz de maldecir su condición. Y, al
mismo tiempo, agarrado profundamente por dentro por su Dios y por su palabra e,
incluso, por el amor a su pueblo, algo que ha aprendido del mismo Dios y a lo
que no puede renunciar.
- Esta descripción del profeta nos anticipa lo que ocurrirá con Jesús
de Nazaret y con tantos, que a lo largo de la historia, han seguido el camino
de ser voceros de Dios, en las formas y situaciones más diversas. La denuncia profética siempre ha
sido un rayo de luz en medio de las tinieblas de la historia. Nadie que asuma
esa condición podrá escaparse de la suerte de los grandes.
- Hoy, como el profeta enamorado de Dios y de su proyecto (que es la
humanidad y su bien), nos encontramos nosotros, seguidores de Jesús; también
acosados o despreciados y en un ambiente hostil. Y, al mismo tiempo, con deseos de
seguir anunciando ese proyecto de vida a los hombres y mujeres de hoy.
Jeremías, Jesús y tantos otros han abierto el camino de la fidelidad y nos
empujan al testimonio. “¡Hazme caso tú, Señor!” puede seguir siendo
nuestra plegaria más profunda, como lo ha sido a través del tiempo y de la
historia.
Evangelio: Mateo 20, 17-28
“... Mirad, estamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del Hombre, va a
ser entregado a los sumos sacerdotes y a los letrados, y lo condenarán a muerte
y lo entregarán a los gentiles para que se burlen de él, lo azoten y lo
crucifiquen, y al tercer día resucitará... El que quiera ser grande entre
vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros,
que sea vuestro esclavo...”
CLAVES
para la LECTURA
- Jesús, de peregrinación a Jerusalén, sube a la ciudad santa
perfectamente consciente del final de su camino humano y por tercera vez
predice a sus discípulos la pasión. Y lo hace del modo más explícito y desconcertante
para la mentalidad de los contemporáneos: no sólo se identifica con el Hijo del
hombre, figura celeste y gloriosa esperada para inaugurar el Reino escatológico
de Dios, sino que, con audacia y autoridad, funde este personaje con otra
figura bíblica de signo aparentemente opuesto, la del Siervo doliente (vv.
18-19. 28).
- Los discípulos no estaban preparados para comprenderlo. Prefieren abrigar -para el
Maestro y para sí mismos- perspectivas de éxito y poder (vv. 20-23). Y Jesús
les explica el sentido de su misión y del seguimiento: ha venido a “beber la copa”
(v. 22), término que en el lenguaje profético indica el castigo divino
reservado a los pecadores.
- Quien desee los puestos más importantes en el Reino debe, con él,
estar dispuesto a expiar el pecado del mundo. Éste es el único “privilegio” que
él puede conceder. No le incumbe establecer quién debe sentarse a su derecha o
a su izquierda (v. 23). Él es el Hijo de Dios, pero no ha venido a dominar,
sino a servir, como Siervo de Yahvé, ofreciendo la vida como rescate (lytron), para que todos los hombres,
esclavos del pecado y sometidos a la muerte, sean liberados.
CLAVES
para la VIDA
- Lo que la figura de Jeremías nos ofrecía, ahora es asumido, con
creces, por Jesús de Nazaret. Consciente de su camino, aceptando los planes de Dios y su deseo de
solidaridad hasta el extremo, se dirige a la entrega de su propia vida. Y aunque
no le entiendan para nada ni sus discípulos, ésa es la propuesta de Jesús para
todo aquel que quiera seguirle: “No he venido a ser servido, sino a dar la vida por los demás”
(v. 28). ¡Está claro, muy claro! Al menos, si se quiere entender.
- Y ésa es la oferta de Jesús para quienes acogen el don y el regalo
del Reino. Es
necesario cambiar de mentalidad y de criterios, y aceptar “ser servidor”. No
hay más caminos, aunque parezca ridícula la oferta. No es de extrañar que le
tacharan de no estar en sus cabales; no es de extrañar que su grupo se sienta
ofendido porque algunos quieran coger los puestos de privilegio.
- ¡Vaya opción la que se me ofrece! Porque aquí me encuentro yo y
ésta es su propuesta. ¡Vaya propuesta...! Pues nada, éste es el “privilegio”
que Él me ofrece, diciéndome, además, que seré plenamente feliz aceptándolo y
realizándolo en mi vida. Realmente, necesito estar enamorado de este Jesús y de
lo que vive, para seguirle en estas condiciones. Ahí se plantea, HOY, mi
conversión, la vital.
JUEVES, día 8
Jeremías 17, 5-10
“... Así dice el Señor Dios: Maldito quien confía en el hombre, y
en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor... Bendito quien
confía en el Señor, y pone en el Señor su confianza...”
CLAVES para la
LECTURA
- El profeta Jeremías nos ofrece dos sentencias sapienciales: en la
primera (vv. 5-8), contraponiendo los extremos, con un típico estilo semítico,
nos indica claramente dónde se encuentra la maldición del hombre cuyo final es
la muerte, y dónde la bendición portadora de vida.
- Al impío no se le caracteriza directamente como el que obra mal, sino
como el hombre que confía sólo en lo humano (“carne”) y se aleja interiormente
del Señor: de esta actitud del corazón sólo pueden venir acciones malvadas. Aquello en lo que el hombre
confía se asemeja al terreno del que succiona sus nutrientes un árbol. Por eso,
al impío se le compara con un cardo arraigado en tierra salobre e inhóspita (v.
6): no dará fruto, ni durará mucho.
- También al hombre piadoso se le describe partiendo del interior:
confía en el Señor y se asemeja a un árbol plantado al borde de la acequia (Sal
1) que no teme el estío ni las circunstancias adversas: prosperará y dará fruto
(vv. 7s).
- La segunda sentencia (vv. 9s) insiste más explícitamente en la
importancia del “corazón”, centro de las decisiones y de los afectos del
hombre. Sólo
Dios puede conocerlo de verdad y sanarlo, sopesarlo y valorar con equidad la
conducta y el fruto de las obras de cada uno.
CLAVES
para la VIDA
- Sugerente y actual la meditación sapiencial del profeta, también para
nosotros, a pesar del tiempo transcurrido. El tema central: qué es lo
esencial en mi vida y cómo lo busco; ésa es la cuestión que nos plantea. Y está
claro que el hombre (hoy, nosotros) decide su destino, sea de vida o de muerte.
Algo tan sencillo como esto: quien confía en sí mismo y busca una felicidad
egoísta, obra de sus propias manos, penetra en las tinieblas y está ciego, no
ve más que lo suyo. Al contrario, quien confía en Dios, se abre a Él como criatura
necesitada, pero, profundamente amado por Él, lleva en su corazón un germen de
eternidad que florecerá como felicidad y paz.
- Algo simple y sencillo lo que se nos plantea en esa reflexión, pero
que en los mejores momentos de vida y de entrega, lo hemos experimentado como
verdad en nosotros mismos. ¡Lo que ocurre es que la “tentación” tiene tantas formas sugerentes en
nosotros...! La misma cultura y el ambiente que nos envuelve, nos susurra
constantemente esos caminos que el profeta denomina “de muerte”. ¡Ahí nos
encontramos!
- En este camino cuaresmal, se me vuelve a preguntar por aquello que es
esencial en mi vida, lo que mueve realmente mis opciones y motivaciones. Se me invita a analizar y
descubrir (esto es, “ponerle nombre”) a las distintas seducciones que anidan
también en mi vida. La conversión que se me plantea tiene matices propios. ¡Es
una LLAMADA a mi corazón, desde dentro!
Evangelio: Lucas 16, 19-31
“... Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y
banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado
en su portal... Abrahán le dijo: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no
harán caso ni aunque resucite un muerto...”
CLAVES
para la LECTURA
- Lucas recoge en el capítulo 16 de su evangelio la catequesis de Jesús
sobre el uso de las riquezas. La conocida parábola que nos propone hoy la liturgia nos enseña en
particular a considerar la presente condición a la luz de la eterna, que dará
un vuelco total. Se sacan a continuación las consecuencias prácticas (v. 25).
El hombre rico que nos presenta Jesús no tiene nombre. Pero como en el centro
de sus intereses está el opíparo banquete cotidiano, tradicionalmente se le da
el apelativo de Epulón (“banqueteador”, “comilón”). Jesús, por el contrario,
saca del anonimato al pobre. Su mismo nombre es significativo, ya que significa
“Dios ayuda”. El hambre y la enfermedad le hacen yacer a la puerta del rico, en
espera (v. 21) de lo que cae descuidadamente de la mesa puesta. Hasta los
perros le muestran piedad, pero pasa desapercibido para el rico.
- Pero la vida humana acaba. Y Jesús levanta el telón del tiempo para mostrarnos
otro banquete, el eterno predicho por los profetas. Los ángeles llevan a este
banquete a Lázaro hasta el puesto de honor: recostado cerca del patrón de la
casa, con la cabeza vuelta hacia su pecho (v. 22), goza de los bienes de la
salvación.
- La suerte del rico es precisamente la contraria, y solamente ahora,
entre los tormentos infernales, “ve” a Lázaro y osa pedir por su mediación un
mínimo alivio al ardor que devora su paladar (v. 24). Sin embargo, las opciones de la
vida presente hacen definitiva e inmutable la condición eterna (v. 26). Ni
siquiera un milagro como la resurrección de un muerto -dice Jesús aludiéndose a
sí mismo- podría ablandar la dureza de corazón que hace oídos sordos a lo que
el Señor dice incesantemente por medio de las Escrituras (vv. 27-31).
CLAVES
para la VIDA
- “¡Qué escalofrío, Dios mío!”
Eso es lo que me produce
este cuento-parábola de Jesús. Siento que Jesús no nos lo ofrece para “pasar el
rato”; algo mucho más profundo se está analizando y señalando con la historia
del rico Epulón. Y no es que robara, ni fuera injusto; sencillamente, lleno de
sus bienes y riquezas, ignoraba al pobre; era insolidario. Sólo eso. Nada menos
que eso. Y ahí, como nos insinuaba el profeta en la primera lectura, el rico se
vuelve “ciego”, no ve; solo banquetea (esto quiere decir “Epulón” = “el que
banquetea”).
- Según Jesús, la finalidad de la vida no son las riquezas y los
bienes. Su
escala de valores es diferente, y muy diversa de lo que el mundo propone. Él
proclama “dichosos” a quienes, en tantas ocasiones, el mundo declara (si lo
hace) desgraciados y dejados de la mano de Dios. De ahí, la actitud
profundamente crítica que Jesús presenta de cara a las riquezas. Y no porque
las sienta malas, sino porque produce personas sin entrañas, sin valores que
merezcan la pena. ¡Será cuestión de seguir los pasos de sus enseñanzas para
saber si es verdad o no!
- También yo, nosotros, nos encontramos metidos en ese ambiente y en
esa realidad. La
llamada de atención nos afecta y... ¡de qué manera! Es cuestión de estar al
tanto, sin descuidarnos, hermano/a. ¿Vale?
VIERNES, día 9
Génesis 37, 3-4. 12-13a. 17b-28
“... José era el preferido de Israel, porque le había nacido en la
vejez... Israel dijo a José: Tus hermanos deben estar con los rebaños en
Siquén... José fue tras sus hermanos y los encontró en Dotán. Ellos lo vieron
desde lejos. Antes de que se acercara, maquinaron su muerte... Oyó esto Rubén, e
intentando salvarlo de sus manos, dijo: No le quitemos la vida... Vamos a
venderlo a los ismaelitas... Éstos se llevaron a José a Egipto...”
CLAVES
para la LECTURA
- En la historia de José resuena el eco de las leyendas del antiguo
Oriente Próximo entrelazadas con las diversas tradiciones literarias de la Biblia (yavista, elohísta,
sacerdotal). El
tema de la narración pone de relieve, una vez más, la misteriosa pedagogía
divina: Dios escoge a los “pequeños” (v. 3), lo cual suscita odio y celos
(v. 4), hasta provocar el alejamiento, casi la eliminación del predilecto (vv.
20-28).
- La historia se narra con un tinte sapiencial y resulta evidente su
finalidad didáctica. De vez en cuando aparecen matices de las diversas tradiciones
particulares que explican algunas divergencias; por ejemplo, la iniciativa de
salvar a José atribuida bien a Rubén (v. 21), bien a Judá (vv. 26s). El
horizonte está abierto al optimismo y a la universalidad (v. 28): dentro del
juego mezquino de contiendas tribales, y en aparente repetición del pasar las
caravanas (v. 28), en realidad actúa la invisible providencia de Dios (45, 7;
50, 20), que conduce a su elegido por caminos aparentemente de muerte, para
salvar a todos. José está atento a los signos de la voluntad de Dios: es, de
hecho, un “intérprete
de sueños” (v. 19), revestido con una túnica principesca (v. 3) que
le separa e, inevitablemente, le contrapone al resto de sus hermanos, creando
entre ellos una profunda incomunicación (v. 4).
- Su persecución, su sangre -figura de la de Cristo-, es el precio que
el padre debe pagar para estrechar en un único abrazo de salvación a todos sus
hijos, ya no mancomunados por su corresponsabilidad en el mal (v. 25), sino por
el beso de paz que les ofrece el hermano inocente, capaz de perdonar (45, 15).
CLAVES
para la VIDA
- Este texto, con carácter claramente sapiencial, viene a ofrecernos
-una vez más- unas grandes lecciones de cara a nuestra realidad de caminantes. Y es que Dios es capaz de sacar
bien incluso del mal; es la primera y gran lección. Pero, también insiste en
esa preferencia de Dios por los “pequeños”, con apariencia débil; de esta
manera, quedará clara su acción gratuita y salvadora. Y, cómo no, la solicitud
de Dios y su providencia para con su pueblo con vistas a cuidarlo en los momentos
de crisis profunda.
- La figura de José se convierte en todo un símbolo del mismo Cristo. Jesús, vendido hasta por los
suyos, termina por convertirse en camino de salvación para los suyos y para su
pueblo. A pesar de las infidelidades de Israel, Dios lleva adelante su plan de
salvación, aún por caminos aparentemente de muerte. Ahí está: ¡todo queda
dicho!
- Está claro que Dios prepara sus caminos por los medios que le parece.
En este sentido este Dios
es inclasificable, esto es, “siempre es más”, se escapa. De hecho, así se
mostrará también con el mismo Jesús, quien, desde su profunda experiencia
personal y única, se fiará plenamente del Padre. Y así también nos enseñará a
nosotros: el Padre nunca falla y sus designios sobrepasan nuestras capacidades.
¡Hermoso misterio y regalo, el de este Dios!
Evangelio: Mateo 21, 33-43. 45-46
“... Jesús les dijo: ¿No habéis leído nunca en la Escritura : la piedra que
desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha
hecho, ha sido un milagro patente? Por eso os digo que se os quitará a vosotros
el Reino de los cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos...”
CLAVES
para la LECTURA
- El fragmento propuesto culmina en el v. 37 con ese adverbio temporal
-“finalmente”-
que viene a ser como una piedra angular (v. 42; Sal 117, 22s). Ese momento decisivo está claro,
mientras Jesús, en el recinto sagrado del templo, está hablando a los jefes de
los judíos con una parábola que comprenden muy bien porque utiliza imágenes de
la alegoría de la viña (Is 5, 1-7).
- Algunos viñadores -los jefes de Israel- tienen el gran privilegio de
cultivar la viña predilecta de su patrón, Dios. Pero en el momento de la
vendimia, en vez de entregar los frutos de su trabajo, pretenden apoderarse de
la viña y no dudan en maltratar a los siervos (los profetas) enviados por el
propietario. “Finalmente”
-en el momento en que Jesús está hablando- mandó a su propio Hijo, ofreciendo
de este modo la última posibilidad de convertirse en colaboradores suyos en el
campo de la salvación. En realidad sucede lo que narra la parábola de los
viñadores malvados: “Comprendieron que Jesús se refería a ellos y querían echarle
mano” (v. 45). Jesús no pronuncia un juicio; deja que sean los
mismos jefes quienes saquen las consecuencias inevitables por su obstinación: “Cuando vuelva el
dueño de la viña, ¿qué hará con esos labradores?... Acabará de mala manera con
esos malvados y arrendará la viña a otros labradores” (vv. 40s).
- Cuando escribe el evangelista, la historia ha hecho patente la verdad
manifestada alegóricamente por Isaías y profetizada por Jesús en la parábola:
ciertamente, los jefes han matado al Hijo, echándole fuera del recinto de la
viña -los muros de la ciudad santa-; Jerusalén ha caído en manos extranjeras
(destrucción del 70 d. C.) y ahora otros viñadores (los paganos) cultivan la
nueva viña (la Iglesia )
y dan al Señor copiosos frutos: la adhesión de pueblos cada vez más numerosos a
la fe.
CLAVES
para la VIDA
- ¡Qué capacidad de “visualizar”, a través de una parábola, toda la
historia vivida por el pueblo de Israel y que “finalmente”, esto es, hoy,
alcanza el culmen! Nos
encontramos, en este texto evangélico, con un Jesús, Maestro donde los haya,
capaz de hacer comprender, incluso a sus enemigos, dónde se encuentran y forzarles
a tomar posición: “comprendieron que se refería a ellos y querían echarle mano”
(v. 45) ¡Un gran pedagogo, sin duda alguna!
- La viña y la piedra angular desechada por los constructores, son
elementos muy conocidos para los oyentes de Jesús. Y llama profundamente la atención
la conciencia clara que tiene Jesús de quién es y cuál es su misión, cómo la ve
y la siente, y la valentía con la que se enfrenta a los dirigentes de Israel en
su propia realidad e historia, ya que a pesar de ser la viña cuidada por el
mismo Señor, no ha producido frutos a su tiempo.
- ¡Cuántas preguntas pueden brotar en mí, en nosotros, escuchando y
meditando esta parábola! También somos viña cuidada, mimada; y los frutos... ¿cuáles han sido
los frutos? O ¿podremos ser tachados de viña estéril, raquítica? ¡Quién sabe! A
lo mejor... Es la invitación a tomar postura ante la oferta que nos sigue
haciendo el mismo Jesús; también en este camino cuaresmal.
SÁBADO, día 10
Miqueas 7, 14-15. 18-20
“... ¿Qué Dios hay como tú que perdonas el pecado y absuelves la
culpa al resto de tu heredad? No mantendrá por siempre la ira, pues se complace
en la misericordia. Volverá a compadecerse, y extinguirá nuestras culpas...”
CLAVES
para la LECTURA
- El presente pasaje de Miqueas forma parte de los oráculos que
anuncian la restauración de los baluartes de Jerusalén ensanchando las
fronteras (7, 8-20). El pueblo, vuelto del destierro, se siente apurado, y la nostalgia de
los fértiles pastos de Transjordania arranca al profeta una lamentación cadenciosa
como una elegía fúnebre (v. 14): ¡que el Señor vuelva a renovar los prodigios
del Éxodo! (v. 15).
- Pero, de repente, aparece en escena el protagonista de los grandes
acontecimientos salvíficos. Él, que reunirá a multitud de pueblos, se ha reservado un lugar
desierto donde apacentará sólo a su rebaño, un rebaño disperso, sin seguridad
alguna, que puede confiar sólo en él.
- El corazón entona entonces un apasionado himno, único en el Antiguo
Testamento, al Dios que perdona (vv. 18-20; Jr 9, 24; Ex 34, 6s). Dios es padre que se conmueve por
los sufrimientos de los hijos que yerran (v. 19); su compasión, como en tiempos
del Éxodo, le lleva, con instinto casi maternal (jesed), a perdonar las culpas que les oprimen, a arrojarlas al
fondo del mar como hizo antaño con el faraón y sus ministros en el mar Rojo,
enemigos de su pueblo (Ex 15, 1. 5. 16). Su fidelidad es gratuidad suma en el
perdón (Sal 25, 6; 103, 4), para que el “resto” de su pueblo pueda finalmente
permanecer fiel a la alianza (v. 20).
CLAVES para la VIDA
- ¡Inmenso cuadro el que nos ofrece el profeta, un himno apasionado y
una confesión de la mejor fe de Israel! Ahí está también para nosotros.
Dios es el pastor que protege al rebaño disperso y perdido, como lo hizo en los
momentos de la gran liberación; pero es que ahora libera complaciéndose en la
misericordia y en el perdón; y así hasta el punto de hacer desaparecer toda
culpabilidad; es una amnistía total la que ofrece para hacer nuevas todas las
cosas. ¡Inmenso mensaje...!
- Por eso, convertirse, volver a ese Dios merece la pena, según el
profeta. Porque
lo que Él nos va a ofrecer es perdón y vida nueva, mostrando así su fidelidad
por encima de todos los condicionantes, y toda las infidelidades que se han
dado a través de la historia. ¡Ésta es la garantía que hoy mismo tiene Israel!
- ¡Hermosa propuesta, hoy, para nosotros, nuevo pueblo, que Él mismo ha
creado y al que ama con pasión! Acoger que así sea, disfrutar de la misericordia y de la bondad de
Dios, es la invitación, hoy y aquí. Pero... ¡claro está!: esto supone aceptar
que necesitamos de Él; que la relación amistosa y filial es una posibilidad y
un regalo que se nos brinda, nuevamente, porque es lo que nos va a dar la
plenitud. Esto es, es recrear el proyecto original de Dios, cuando al atardecer
salía a “pasear
al jardín con el hombre” (Gen 3, 8).
Evangelio: Lucas 15, 1-3. 11-32
“... Un hombre tenía dos hijos: el menor de ellos dijo a su padre:
Padre, dame la parte que me toca de la fortuna... Empezó él a pasar necesidad y
recapacitando se dijo: Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré:
Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo
tuyo... Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la
casa preguntó qué pasaba... Y le replicó a su padre: Mira: en tantos años como
te sirvo... y cuando ha venido este hijo tuyo... El padre le dijo... deberías
alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido...”
CLAVES
para la LECTURA
- En la introducción de las parábolas de la misericordia (c. 15), Lucas
nos indica a quién van dirigidas (vv. 1s): el auditorio se divide en dos
grupos, los pecadores que se acercaban a Jesús a escucharle, y los escribas y
fariseos que murmuran entre ellos. A todos, indistintamente, Jesús revela el rostro
del Padre bueno por medio de una parábola sacada de la vida ordinaria que
conmueve profundamente a los oyentes.
- El hijo menor decide proyectar su vida de acuerdo con sus planes
personales. Por
eso pide al padre la parte de “herencia” -término equivalente a “vida”
(v. 12; en sentido traslaticio, “patrimonio”)- que le corresponde y emigra
lejos, a dilapidar disolutamente su sustancia (v. 13; en sentido traslaticio
“riquezas”). La ambivalencia de los términos empleados indica que lo que se
pierde es, ante todo, el hombre entero.
- La experiencia de la hambruna (v. 17) hace recapacitar al que, con
fama de vida alegre, salió de prisa de la casa paterna y ahora la añora. La decisión de comenzar una nueva
vida le pone en camino (vv. 18s) por una senda que el padre oteaba desde hacía
tiempo, esperando (v. 20). Es él el que acorta cualquier distancia, porque su
corazón permanecía cerca de aquel hijo. Conmovido profundamente, corre a su
encuentro, se le echa al cuello y lo reviste de la dignidad perdida (vv. 22-24).
- Así es como Jesús manifiesta el proceder del Padre celestial (y su
propio proceder) con los pecadores que “se
acercan” dando, a duras penas, algún que otro paso. Pero los escribas y fariseos, que
rechazan participar en la fiesta del perdón, son como “el hijo mayor”, que, obedientes a
los preceptos (v. 29), se sienten acreedores de un padre-dueño del que nunca
han comprendido su amor (v. 31), aun viviendo siempre con él. También para ir
al encuentro de este hijo de corazón mezquino y malvado (v. 30), el padre sale
de casa (v. 29), manifestando así a cada uno el amor humilde que espera, busca,
exhorta, porque quiere estrechar a todos en un único abrazo, reunirlos en una
misma casa.
CLAVES
para la VIDA
- ¡No es de extrañar que los fariseos y letrados se escandalicen de
Jesús! ¡No
era para menos! ¡Mira que dejarles en tan mal lugar…! De lo que no estoy seguro
es cuál fue el motivo de su escándalo: porque les identificaba con el “hijo
mayor” o por el rostro de Dios que ofrece y presenta. Desde luego, ninguno de
los motivos me gusta; pero están ahí y será necesario que ellos y nosotros
saquemos las consecuencias pertinentes. ¿Nos atrevemos?
- Lo que realmente me impresiona es el PADRE: sin ningún tipo de dudas,
estaba rematadamente loco; no es “normal” que espere la vuelta del hijo
calavera; pero no sólo eso, sino que sale corriendo a buscarlo, corre a su
encuentro sin importarle perder su dignidad de padre, ya que le tocaba estar en
casa, que era su lugar. Pero aún es menos “normal” que vuelva a salir de casa (en una segunda
ocasión) para conseguir algo increíble: “su padre salió a persuadirlo” (v. 28); esto es,
tampoco le importa rebajarse, porque también ama al hijo “perfecto e
intachable”, pero que no le quiere como padre.
- Y resulta que Jesús nos hablaba de Dios, del Abbá, del Aitatxo, y que
actúa así. ¡Lo
que nos faltaba...! ¡Es demasiado! No es fácil creerlo; menos aún aceptarlo; y
no digamos nada ¡el vivirlo...! Necesito una conversión en las ENTRAÑAS de mi
ser, para intentar parecerme un poquito (nada más) a este Padre. Pero Jesús no
se echa para atrás: “sed misericordiosos
como vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6, 36), se nos recordaba hace
unos días.
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