SÁBADO, día 28
Hechos de los Apóstoles 9, 31-42
“...
Pedro recorría el país. Encontró un paralítico que desde hacía ocho años no se
levantaba de la camilla. Pedro le dijo: Eneas, Jesucristo te da la salud:
levántate. Se levantó inmediatamente... Al llegar a Jafa, lo llevaron a la sala
de arriba... Pedro mandó salir fuera a todos. Se arrodilló, se puso a rezar y
dirigiéndose a la muerta dijo: Tabita, levántate. Ella abrió los ojos y al ver
a Pedro se incorporó. Él la cogió de la mano, la levantó y llamando a los
fieles, se la presentó viva...”
CLAVES para la
LECTURA
- El fragmento empieza con una
consideración sintética de la situación interna de la Iglesia. La comunidad cristiana “gozaba de paz”, se mantenía en el santo temor de Dios y se extendía con el impulso del
Espíritu Santo. Saulo ha sido llevado a Tarso, probablemente porque su
presencia -discutida- creaba problemas a causa de su temperamento combativo,
semejante al de Esteban.
- A continuación, se presenta a Pedro no
tanto como evangelizador, sino como jefe religioso que -durante sus visitas pastorales-
sostiene, ayuda y anima a los discípulos: visita algunas comunidades ya
evangelizadas (probablemente por Felipe) y, a su paso, se reproduce el clima
primaveral, sorprendente, milagroso, del paso de Jesús.
- Pedro contribuye con dos prodigios a la difusión
del Evangelio. El apóstol se ha convertido ahora en el pastor taumaturgo que representa en
la joven Iglesia no sólo la Palabra, sino el poder de curación de Jesús. Lucas
no pierde la ocasión de recordar que Jesús vive y continúa obrando en la Iglesia apostólica como
cuando estaba vivo en medio de los suyos.
CLAVES para la
VIDA
- ¡Hermosa página de la historia de la
primera Comunidad! Ahora, en una época de paz, se nos ofrece esa imagen donde la fuerza
curativa de Jesús se ha comunicado a su Iglesia, concretamente a Pedro. Jesús,
su Espíritu y la comunidad misma, con sus ministros, son los protagonistas de
esta historia que Lucas describe en tono profundamente optimista: “la
comunidad se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor, y se
multiplicaba animada por el Espíritu Santo” (v. 31): toda una síntesis para nuestra fe creyente.
- La joven Iglesia, en este caso por medio
de Pedro, sigue obrando los mismos signos de Jesús. Así, la palabra (el anuncio) va avalada por las
acciones de vida que se siguen produciendo. Y es que, según Lucas, es el mismo
Jesús el que vive y continúa obrando en medio de los suyos como cuando estaba
entre ellos; es su nueva presencia, tan real y efectiva como la primera.
- Aquí nos encontramos NOSOTROS, seguidores
de Jesús, con su causa en nuestras manos y con tarea pendiente. Sanar y dar vida es el objetivo final; anunciar y
hacer realidad su Buena Noticia es el quehacer y el empeño de su comunidad, hoy
y aquí. Pero sólo cuando estemos llenos de su Espíritu y de su fuerza, la
podremos ofrecer y transmitir a los demás. Es fruto de la Pascua
LLENARNOS de Él, para así poderlo ANUNCIAR vivamente. ¿Lo intentamos, hermano/a?
Evangelio: Juan 6, 60-69
“...
Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de
vosotros no creen... Y dijo: Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si
el Padre no se lo concede... Entonces Jesús les dijo a los Doce: ¿También
vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién vamos a acudir?
Tú tienes Palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el
Santo consagrado por Dios...”
CLAVES para la
LECTURA
- Tras la extensa revelación de Jesús sobre el pan de vida en la sinagoga
de Cafarnaún, sus discípulos le comunican su malestar por las afirmaciones que
resultan difíciles de aceptar desde el punto de vista humano. Frente al
escándalo y la murmuración de los discípulos, Jesús precisa que no se debe
creer en él sólo después de la visión de una subida de él al cielo, como en
Elías y Henoc, porque eso significaría la no aceptación de su origen divino. Es
algo que no tendría sentido, dado que él, el “Preexistente”, viene precisamente
del cielo (Jn 3, 13-15).
- La incredulidad de los discípulos con
respecto a Jesús, sin embargo, se pone de manifiesto por el hecho de que “el
Espíritu es quien da la vida; la carne no sirve para nada. Las
palabras que os he dicho son espíritu y vida” (v. 63). Juan afirma que tan real como la carne de Jesús es la verdad
eucarística. Ambas son un don con el mismo efecto: dar la vida al hombre. Con
todo, muchos discípulos no quisieron creer y no dieron un paso adelante hacia
una confianza en el Espíritu, con lo que no consiguieron liberarse de la
esclavitud de la carne.
- A Jesús no le coge por sorpresa esta
actitud de abandono por parte de los que le siguen. Conoce a cada hombre y sus opciones secretas.
Adherirse a su persona y a su mensaje en la fe es un don que nadie puede darse
a sí mismo. Sólo el Padre lo da. El hombre, que tiene en sus manos su propio
destino, es siempre libre de rechazar el don de Dios y la comunión de vida con
Jesús. Sólo quien ha nacido y ha sido vivificado por el Espíritu, y no obra
según la carne, comprende la revelación de Jesús y es introducido en la vida de
Dios. A través de la fe es como el discípulo debe acoger al Espíritu y al mismo
Jesús, pan eucarístico, sacramento que comunica el Espíritu y transforma la
carne.
CLAVES para la
VIDA
- Toda esta reflexión-catequesis termina
con una serie de reacciones ante la propuesta de Jesús. Para algunos es “duro”, imposible de admitir; no se
sabe qué les escandaliza más, el que Jesús, -en definitiva, para ellos, un
obrero del pueblo de al lado, aunque haya mostrado ser buen predicador y haga
milagros-, afirme con decisión que él es el enviado de Dios y que hay que creer
en él para tener vida; o bien que hay que “comer
su carne y beber su sangre”, en clara alusión a la Eucaristía y que ellos no
entienden. De hecho, constata el evangelista que “desde
entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él” (v. 66).
- Y es que aceptar a Jesús y admitirlo en
la propia vida, con todo lo que comporta, no es fácil. Acoge, da vida y consuelo, pero su estilo también
supone exigencia que, -en más de una ocasión-, entrará en conflicto y
contradicción con los gustos que llegan desde el entorno. Y es que adherirse a
su persona y a sus propuestas es un DON que viene del mismo Padre, si bien, el
hombre puede rechazar ese don y la comunión de vida con Jesús, o aceptarlo y
ser vivificado por su espíritu.
- En este tiempo Pascual, aquí nos
encontramos sus seguidores, invitados a creer en Él, a acogerle, a adherirnos a
su visión de Dios, de la vida, de la historia, de los acontecimientos. Esto es “entrar en comunión” con Él, expresado
en la Eucaristía y celebrado. ¿Cómo va mi CAMINO Pascual? ¿Qué pasos he dado y asumido?
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