DOMINGO
de PENTECOSTÉS
27 de Mayo de 2012
Hechos de los
Apóstoles 2, 1-11
“... Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos
en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio,
resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como
llamaradas, que se repartían posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de
Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la
lengua que el Espíritu le sugería...”
CLAVES para la VIDA
- Cuando el día de Pentecostés llegaba a su conclusión
-aunque el acontecimiento narrado tiene lugar hacia las nueve de la mañana, la
fiesta había comenzado ya la noche precedente- se cumple también la promesa de
Jesús (1, 1-5) en un contexto que recuerda las grandes teofanías del Antiguo
Testamento y, en particular, la de Ex 19, preludio del don de la Ley , que el judaísmo celebraba
precisamente el día de Pentecostés (vv. 1s). Se
presenta al Espíritu como plenitud. Él es el cumplimiento de la promesa. Como
un viento impetuoso llena toda la casa y a todos los presentes; como fuego
teofánico asume el aspecto de lenguas de fuego que se posan sobre cada uno,
comunicándoles el poder de una palabra encendida que les permite hablar en
múltiples lenguas extrañas (vv. 3s).
- El acontecimiento tiene lugar en un sitio delimitado
(v. 1) e implica a un número restringido de personas, pero a partir de ese
momento y de esas personas comienza una obra evangelizadora de ilimitadas
dimensiones («todas las naciones de la tierra»:
v. 5b). El don de la
Palabra , primer carisma suscitado por el Espíritu, está
destinado a la alabanza del Padre y al anuncio para que todos, mediante el
testimonio de los discípulos, puedan abrirse a la fe y dar gloria a Dios (v.
11b).
- Dos son las características que distinguen esta nueva
capacidad de comunicación ampliada por el Espíritu: en primer lugar, es
comprensible a cada uno, consiguiendo la unidad lingüística destruida en Babel
(Gn 11, 1-9); en segundo lugar, parece referirse a la palabra extática de los
profetas más antiguos (1 Sm 10, 5-7) y, de todos modos, es interpretada como
profética por el mismo Pedro, cuando explica lo que les ha pasado a los judíos
de todas procedencias (vv. 17s).
- El Espíritu irrumpe y transforma el corazón de los
discípulos volviéndolos capaces de intuir, seguir y atestiguar los caminos de
Dios, para guiar a todo el mundo a la plena comunión con él, en la unidad de la
fe en Jesucristo, crucificado y resucitado (vv. 22s y 38s; Ef 4, 13).
CLAVES
para la VIDA
-
Aunque sea descrito con elementos propios de la cultura de su tiempo e,
incluso, anteriores, Lucas nos ofrece lo que ocurre ese día, en el que se
cumple la promesa de Jesús y el Espíritu se da como plenitud a aquel grupo,
transformándolo desde dentro, dando así comienzo a la obra evangelizadora que,
de mil formas diversas, ha recorrido los caminos tortuosos de la historia. Y es que en aquel grupo se produce una transformación del corazón que les
empuja a vivir plenamente la
Misión iniciada por Jesús mismo: la NOVEDAD del REINO.
- Por eso, aquellos que se
encontraban “en una casa con las puertas cerradas por
miedo...” (Jn 20, 19), ahora, arrebatados con la fuerza de
ese Espíritu, siguen los caminos propuestos por Jesús e inician la inmensa
tarea de dar a conocer, en toda circunstancia y a todas las personas, a este
Jesús como el único capaz de salvar y como el camino que lleva al encuentro con
Dios y a la plenitud deseada y buscada por la humanidad. Así se inicia esta
nueva etapa de la historia, siendo una historia de Salvación.
- Y
aquí me encuentro yo, fruto de aquella tarea iniciada entonces y que me ha
hecho conocer y vivir toda la novedad del Evangelio y la propuesta de Dios
mismo que se me ofrece en Jesús de Nazaret. Aquel
“fuego” de su Espíritu, que ha transformado tantas realidades y situaciones a
través de la historia, hoy sigue empeñado en la misma causa y busca transformar
desde dentro y encender, de nuevo, su fuego en mi vida y en mi ser, con vistas
a la misma MISIÓN. Todo este tiempo Pascual ha sido éste su empeño y seguro que
lo seguirá siendo a lo largo de los próximos meses. ¿Qué tal terminamos este
tiempo especial de Pascua, hermano/a? ¿Habrá conseguido el Resucitado y su
Espíritu ese cambio que, muy posiblemente, necesita y requiera nuestra vida?
¡Ojala!..
1 Corintios 12, 3b-7.
12-13
“... Nadie puede decir Jesús es Señor, si no es bajo la
acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay
diversidad de servicios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones,
pero un mismo Dios que obra todo en todos...”
CLAVES para la LECTURA
- Pablo dirige a los corintios, entusiasmados por las
manifestaciones del Espíritu que tienen lugar en su comunidad, algunas
consideraciones importantes para un recto discernimiento. ¿Cómo reconocer la acción del Espíritu en una persona? No por hechos
extraordinarios, sino antes que nada por la fe profunda con la que cree y
profesa que Jesús es Dios (v. 3b).
- ¿Cómo reconocer también la acción del Espíritu en la
comunidad? El Espíritu es un incansable operador de unidad: él es
quien edifica la Iglesia
como un solo cuerpo, el cuerpo místico de Cristo (v. 12), en el que es
insertado el cristiano como miembro vivo por medio del bautismo. Esta unidad,
que se encuentra en el origen de la vida cristiana y es el término al que
tiende la acción del Espíritu, se va llevando a cabo a través de la
multiplicidad de carismas (don del único Espíritu), ministerios (servicios
eclesiales confiados por el único Señor) y actividades que hace posible el
único Dios, fuente de toda realidad (vv. 4-6).
- ¿Cómo reconocer, entonces, la autenticidad -es decir,
la efectiva procedencia divina- de los distintos carismas, ministerios y
actividades presentes en la comunidad? Pablo
lo aclara en el v. 7: «A cada cual se le
concede la manifestación del Espíritu para el bien de todos», o
sea, para hacer crecer todo el cuerpo eclesial en la unidad, «en la medida que conviene a la plena madurez de Cristo»
(Ef 4, 13): por eso el mayor de todos los carismas, el indispensable, el único
que durará para siempre, es la caridad (12, 31 – 13, 13).
CLAVES para la
VIDA
- La
acción del Espíritu de Jesús no anda “por las nubes”; su quehacer es concreto. Y con vistas a que el anuncio del Evangelio sea más directo y vivo, es el
mismo Espíritu el que trabaja -de forma empeñada- en la construcción de la Comunidad y en la unidad
que requiere. Aquí es donde el apóstol Pablo trata de insistir y, también, de
clarificar, con el objeto de que cada uno de los miembros se sienta, -además de
animado por su fuerza-, consciente de la llamada que ha recibido a construir la
unidad, como el gran signo evangelizador.
- De hecho... “en cada
uno se manifiesta el Espíritu para el bien común...” (v. 7): así
de claro. Por eso, con la bella metáfora de los diversos miembros del cuerpo
que, entre todos, forman una unidad, el apóstol propone el ideal de la
comunidad cristiana: animados por ese Espíritu, somos llamados a vivir en
servicio mutuo con vistas a ser un signo vivo de la misma comunión trinitaria,
para así anunciar el Evangelio y la nueva y definitiva FRATERNIDAD.
- La tarea, hoy y aquí,
para nosotros, está definida y clara. Todavía estamos en camino y... ¡hasta qué
punto! Dejarme animar, vitalmente, por ese Espíritu; sentir y experimentar su
deseo y búsqueda de la comunión; asumir, desde ahí, la tarea del bien común;
buscar y empeñarse en la unidad, en la fraternidad y, desde esas vivencias,
SEMBRAR el ANUNCIO de la
Buena Nueva... ¡sigue siendo una INMENSA MISIÓN!, realizada a
través de los tiempos, pero -al mismo tiempo-, como quien dice, recién iniciada
y necesitada de empeño y de esfuerzo. ¿Estoy de acuerdo con esta propuesta del
mismo Espíritu? ¡Buen ánimo, hermano/a!
Evangelio: Juan 20,
19-23
“... Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana,
estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los
judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo... Paz a vosotros.
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y dicho esto, exhaló su
aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les
perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les
quedan retenidos...”
CLAVES para la LECTURA
- La noche de pascua, Jesús, a quien el Padre ha
resucitado de entre los muertos mediante el poder del Espíritu Santo (Rom 1,
4), se aparece a los apóstoles reunidos en el cenáculo y les comunica el don
unificador y santificador de Dios. Eso sí, las puertas
están trancadas porque los discípulos temen ser perseguidos por su relación con
el ajusticiado. El miedo será vencido por el saludo pascual, y es que Jesús
atraviesa las barreras externas (las puertas) e internas de los suyos (el miedo
y el desánimo).
- Es el Pentecostés joáneo, que el evangelista aproxima
al tiempo de la resurrección para subrayar su particular perspectiva teológica:
es única la «hora» a la que tendía toda la
existencia terrena de Jesús, es la hora en la que glorifica al Padre mediante
el sacrificio de la cruz y la entrega del Espíritu en la muerte (19, 3ab, al
pie de la letra), y es también, inseparablemente, la hora en la que el Padre
glorifica al Hijo en la resurrección. En esta hora única
Jesús transmite a los discípulos el Espíritu (v. 27) y, con ello, su paz (vv.
19. 21), su misión (v. 21b) y el poder sobrenatural para llevarla a cabo.
- El Espíritu, -como se repite en la fórmula sacramental
de la absolución-, fue derramado para la remisión de los pecados. El Cordero de
Dios ha tomado sobre sí el pecado del mundo (1, 29), destruyéndolo en su cuerpo
inmolado en la cruz (Col 2, 13s; Ef 2, 15-18). Y continúa su acción salvífica a
través de los apóstoles, haciendo renacer a una vida nueva y restituyendo a la
pureza originaria a los que se acercan a recibir el perdón de Dios y se abren,
a través de un arrepentimiento sincero, a recibir el don del Espíritu Santo
(Hch 2, 38s).
CLAVES para la VIDA
- En esa situación
complicada para los primeros seguidores de Jesús, hasta el punto de estar
encerrados y con miedo a causa de Él, el Señor resucitado se hace presente para
“recuperar” a sus amigos. De hecho, el evangelista nos dice que “sopló” (v. 22): recuerda, y mucho, a la
primera creación del hombre (Gén 2, 7); pero ahora, con el don del Espíritu, se
da una NUEVA CREACIÓN, y nace una nueva humanidad, más de acuerdo con el
proyecto de Dios y llamada a vivir plenamente la COMUNIÓN con el Dios
Creador.
- A partir de esta nueva
creación, experimentada por los apóstoles en su propia vida, reciben el poder
de sanar y de curar, desde las mismas raíces, a la humanidad: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”
(v. 21). Ellos
continuarán la MISIÓN
que el mismo Señor Jesús ha iniciado; y lo harán con la misma autoridad con que
Él lo llevó a cabo; esto es, por deseo y mandato del mismo Dios-Padre. Así,
comparten para siempre la tarea con Él, con Jesús, y para esta labor tendrán la
ayuda incomparable del Espíritu.
- Y así hasta hoy. El Señor resucitado se hace
presente en mi (nuestra) vida, y vuelve a recrear en mí (en nosotros) esa nueva
condición que Él nos aporta. Experimentado este encuentro, todo es diferente
(desaparece el miedo y el desánimo) y es entonces cuando vuelve a realizar el
ENVÍO: “Como el Padre me ha enviado...”.
Al final de este tiempo de Pascua, ojala pueda proclamar -sin temor y sin
complejos- que he sido RECREADO por Él y
por su Espíritu, y que asumo, con valor y fuerza, el compromiso que supone el
envío. Hermano/a: hemos llegado al final de este tiempo de gracia que es la Pascua. ¿Qué tal? ¿Cuál ha
sido la experiencia DECISIVA?.. ¡Enhorabuena!
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