JUEVES, día 10: San Juan de Ávila
Hechos de los Apóstoles 15,
7-21
“... Después de una fuerte discusión, se
levantó Pedro y dijo a los apóstoles y a los ancianos: Hermanos, desde los
primeros días, como sabéis, Dios me escogió para que los gentiles oyeran de mi
boca el mensaje del evangelio y creyeran. Y Dios que penetra los corazones,
mostró su aprobación dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros ...”
CLAVES para la LECTURA
- En la asamblea de Jerusalén están presentes dos
preocupaciones: salvaguardar la universalidad del Evangelio y, al mismo tiempo,
mantener la unidad de la
Iglesia. La apertura al mundo pagano, es decir, la toma de
conciencia de la universalidad del Evangelio, no da origen a dos Iglesias, sino
a una única Iglesia con connotaciones pluralistas. Corresponde a Pedro la tarea
de defender la opción de Antioquía. Y lo hace partiendo de su propia experiencia,
apoyando plenamente la línea de Pablo, usando incluso su típico lenguaje
teológico: «Creemos que nos salvamos por la gracia» (v. 11). En consecuencia, no se habla
de imponer el peso de la circuncisión o cualquier otro fardo insoportable.
- El problema de la convivencia de las dos culturas,
formas, mentalidades, tradiciones, fue planteado por Santiago, portador de las
instancias de la tradición. No se opone a Pedro, pero sugiere algunas
observancias rituales importantes para los judíos, que permitirán una convivencia
que no ofenda la sensibilidad de los que proceden del judaísmo. Se trata de
normas de pureza legal tomadas del Levítico. Para Santiago, las comunidades de
los cristianos judíos y paganos son diferentes, pero deben vivir sin
altercados: por eso es preciso dar normas prudentes.
- Entre el discurso de Pedro, el último en Hechos de
los Apóstoles, y el de Santiago se ha intercalado el testimonio de los hechos
por parte de Bernabé y Pablo, y todo el conjunto viene después de «una larga discusión» (v. 7). Ambos discursos podrían ser considerados como conclusión y
resumen de un paciente «proceso de discernimiento comunitario» en el que han
sido expuestos, escuchados y discutidos a fondo todos los hechos y todos los
argumentos. De este modo, queda salvada la libertad del Evangelio y, también,
la unidad de la Iglesia.
Es un método que se considera cada vez más como ejemplar y
que se presagia como el normal en las distintas decisiones eclesiales.
CLAVES para la VIDA
- Descubrimos cómo la primera comunidad camina en medio
de dificultades, de búsquedas y de discernimiento ante las situaciones que se
presentan. Posturas aperturistas que acogen al mundo de la gentilidad, con
quien Dios ha obrado maravillas; actitudes de concordia y de profundo respeto
mutuo; y desautorización de las tesis radicales que habían creado un peligro
real de división y de enfrentamiento. Todo ello animado por ese Espíritu que
está inspirando la búsqueda y el discernimiento.
- Impresiona que aquella gente sencilla y sin gran
cultura, como era el grupo de los apóstoles, tenga ese talante dialogador y de
discernimiento. Está claro que el Espíritu está poniendo en marcha toda aquella
experiencia vital que habían compartido con el mismo Jesús; y es que ellos han
participado activamente en esa ESCUELA, tan sugerente y vital. ¡Han tenido un
gran maestro!
- Hoy, nosotros, la comunidad de Jesús, también con
limitaciones humanas y de otras índoles, somos animados a seguir el mismo
estilo de actuación, de búsqueda, de discernimiento en base al diálogo, a la
acogida, al acuerdo. ¡Cuánto nos queda por aprender de aquella sencilla
historia de la primera comunidad! ¿Cómo me siento yo? ¿Con talante dialogador y
de búsqueda? O... ¿atascado?, ¿sin ilusión?
Evangelio: Juan 15, 9-11
“...
Como el Padre me ha amado, así os he amado yo: permaneced en mi amor. Si
guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, lo mismo que yo he
guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de
esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a
plenitud..."
CLAVES para la
LECTURA
- ¿Cuál es el fundamento del amor de Jesús por los
suyos? El texto responde a esta pregunta. Todo tiene su origen en el amor que
media entre el Padre y el Hijo. A esta comunión hemos de reconducir todas las
iniciativas que Dios ha realizado en su designio de salvación para la
humanidad: «Como el Padre me ama a mí, así os amo yo a
vosotros. Permaneced en mi amor» (v. 9).
- Ahora bien, el amor que Jesús alimenta por los
suyos requiere una pronta y generosa respuesta. Ésta se verifica en la
observación de los mandamientos de Jesús, en la permanencia en su amor, y tiene
como modelo su ejemplo de vida en la obediencia radical al Padre hasta el
sacrificio supremo de la misma.
- Las palabras de Jesús siguen una lógica sencilla: el
Padre ha amado al Hijo, y éste, al venir a los hombres, ha permanecido unido
con él en el amor por medio de la actitud constante de un «sí» generoso y
obediente al Padre. Lo mismo ha de tener lugar en la relación entre Jesús y los
discípulos. Éstos han sido llamados a practicar, con fidelidad, lo que Jesús ha
realizado a lo largo de su vida. Su respuesta debe ser el testimonio sincero
del amor de Jesús por los suyos, permaneciendo profundamente unidos en su amor.
El Señor pide a los suyos no tanto que le amen como que se dejen amar y acepten
el amor que desde el Padre, a través de Jesús, desciende sobre ellos. Les pide
que le amen dejándole a él la iniciativa, sin poner obstáculos a su venida. Les
pide que acojan su don, que es plenitud de vida. Para permanecer en su amor es
preciso cumplir una condición: observar los mandamientos según el modelo que
tienen en Jesús.
CLAVES para la VIDA
- Con la metáfora de la vid y los sarmientos, Jesús
invitaba a “permanecer en él” para
poder dar fruto. Hoy continúa el mismo tema, pero avanzando y concretando en
qué consiste ese “permanecer” en Cristo: se trata de “permanecer
en su amor guardando sus mandamientos” (v. 10). Así se
restablece una misteriosa y admirable relación triple: la fuente de todo es el
Padre; el Padre ama a Jesús y Jesús al Padre; Jesús, a su vez, ama a los
discípulos, y éstos deben amar a Jesús y permanecer en su amor, guardando sus
mandamientos, lo mismo que Jesús permanece en el amor al Padre, cumpliendo su
voluntad.
- Aquí, en esa profunda relación, está la causa de la
plena alegría: “que mi alegría esté en vosotros y vuestra
alegría llegue a plenitud”. Es uno de los frutos de la Pascua , esa misma alegría
que llena el mismo corazón de Jesús, porque se siente amado por el Padre, cuya
voluntad está cumpliendo, aunque no sea nada fácil.
- Y aquí estamos nosotros, siguiendo las huellas de este
Jesús, quien se siente fundamentado en el amor del Padre y donde encuentra la
alegría para la entrega hasta el final y en favor de sus hermanos. La “paz” y
la “alegría” son frutos pascuales, son dones que plenifican, serenan. ¿Cómo me
encuentro de PAZ y de ALEGRÍA? ¿Son “notas” reales en mi vida, hoy y aquí?
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