sábado, 5 de mayo de 2012


 V DOMINGO de PASCUA, día 6 de mayo


Hechos de los Apóstoles 9, 26-31
“… Llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos… Bernabé se lo presentó a los apóstoles. Saulo les contó cómo había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo en Damasco había predicado públicamente el nombre de Jesús…”
 CLAVES para la LECTURA
- Ha tenido lugar un acontecimiento estrepitoso: Saulo, el celoso judío que perseguía con saña a la comunidad cristiana, vencido de improviso por el Espíritu, se ha adherido a Cristo. Pero nadie sabe nada todavía de su repentina y total conversión. Todos le temen e intentan evitarle. Un hermano se hace cargo de él. Bernabé, atento a la voz del Espíritu y dócil a su guía, toma consigo a Pablo, sale garante por él, crea un clima de estima y de favor en torno a su persona, para insertarlo del mejor modo posible en la comunidad de Jerusalén (vv. 27s). Y de inmediato se inflama Pablo por la predicación.
- Sin embargo, precisamente la franqueza con que habla en el nombre del Señor le acarrea, como había sucedido en Damasco (vv. 22-25), un complot por parte de los judíos de lengua griega: la comunidad cristiana de Jerusalén decide entonces alejarlo (vv. 29s) para preservarle la vida, que la tenía seriamente amenazada (v. 26).
- La atención al designio que el Espíritu va trazando en la historia de cada persona y el compromiso activo en favor de su desarrollo -en este caso la premura de Bernabé- consiguen éxitos de un alcance incalculable en la historia de la Iglesia: la distensión de los ánimos en medio de la recíproca benevolencia da frutos de paz, incrementa y hace progresar la comunidad, que, «impulsada por el Espíritu Santo», va ampliando cada vez más el círculo de su irradiación (v. 31).
 CLAVES para la VIDA
- El cambio se ha producido en Pablo, desde la fuerza del Espíritu de Jesús; pero el entorno no se fía en absoluto de su nueva situación. Por lo tanto, la conversión, en este caso, no supone ningún privilegio para el que se convierte; tampoco comodidades ni facilidades en la vida. Al contrario, el perseguidor se convierte en perseguido y tendrá que asumir que vaya a ser así en la vida, en la de cada día.
- Eso sí: sólo la fuerza del Espíritu irá abriendo nuevos caminos en medio de estos enredos. Por lo tanto, también el apóstol Pablo tendrá que tomar medidas adecuadas con vistas a evitar males mayores. La primera comunidad de Jesús irá avanzando en medio de dificultades reales e irá progresando en la fidelidad, pero, sin duda alguna, inmersa en situaciones conflictivas y en medio de enredos que suponen un discernimiento constante.
- No todo es idílico en el caminar de los primeros tiempos de la comunidad cristiana, ni mucho menos. Ni siquiera la de sus figuras más significativas. El conflicto existió en todo momento. Esto nos muestra que la condición, ya vivida por el mismo Maestro, se producirá siempre que se dé la fidelidad al mensaje evangélico. También, hoy y aquí. Por lo tanto, no estamos exentos del sufrimiento que conlleva el testimonio: lo que vivió el Señor Jesús es condición de su seguidor. ¿De acuerdo, hermano/a?

1 Juan 3, 18-24
“… Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca sino con obras y según la verdad… Si la conciencia no nos condena tenemos plena confianza ante Dios; y cuanto pidamos lo recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada…”
 CLAVES para la LECTURA
- El apóstol Juan, que ha «visto» y «tocado» al Verbo de la vida, parece que sólo tiene una palabra para comunicar a los hombres: el amor. La repite sin cansarse con mil matices diferentes, con acentos cada vez más fuertes, con una pasión que le viene de la experiencia del misterio pascual. En consecuencia, su exhortación es, antes que nada, una invitación a vivir en comunión con Cristo para pasar con él de la muerte a la vida (v. 16).
- Frente a la pascua del Señor -su muerte y resurrección- no podemos contentarnos con discursos sobre el amor: es preciso emprender acciones concretas inspiradas en la verdad manifestada por Cristo (v. 18). «Cada árbol se conoce por sus frutos», había enseñado Jesús (Lc 6, 44): de este modo, todo el mundo puede evaluarse exactamente sobre la base de sus propias obras, poniéndose bajo la mirada de Dios con una conciencia límpida, con la confianza de los hijos (1 Jn 3, 19-21) en los que mora un germen divino (v. 9).
- Juan no ignora que el mandamiento del amor es verdaderamente «divino», o sea, imposible para el hombre, sólo posible con la ayuda del Espíritu. De ahí procede el reconocimiento de la absoluta impotencia del hombre: «Sin mí, no podéis hacer nada». De ahí también -y en consecuencia- la total desesperación o la auténtica humildad sin límites: «Dios es más grande que nuestra conciencia» (v. 20). Y él, el Omnipotente, obedece a los que le obedecen y «guardan sus mandamientos» (v. 22). Quien ama así tiene una sola voluntad con Dios, y ama de verdad conforme a Cristo: ha restaurado plenamente en él la imagen divina a cuyo modelo fue creado.
- En el v. 23 los «mandamientos» se resumen en uno solo: el de la fe en Jesucristo y el del amor recíproco. De este modo, la conclusión del fragmento nos devuelve al inicio: se cierra un círculo que tiene como centro la vida en plenitud: el que, amando, «guarda sus mandamientos», conoce ya desde ahora la alegría inefable de la inhabitación divina.
 CLAVES para la VIDA
- También esta carta está dirigida a algunas comunidades que atraviesan una crisis porque algunos miembros habían abandonado el grupo, produciendo una ruptura en el seno de la comunidad; eso crea inseguridad, incluso cierta culpabilidad en sus miembros. Por eso, se propone el criterio: si amamos de verdad, con las obras, esto es, si estamos con Dios, podemos estar tranquilos y confiados, y tener paz, porque nada ni nadie nos puede condenar.
- Y el discípulo amado (esto es, “aquel que ama”) nos vuelve a ofrecer el motivo para ello: Dios no viene a condenar, sino, al contrario, ama profundamente a cada persona, y aquí radica el motivo de la confianza. Tanto es así que sabe comprender las debilidades de su hijo, como un padre humano sabe comprenderlas, y aunque no las apruebe, las asume y sigue queriendo a su hijo. Así es la paternidad de Dios, vuelve a insistir el apóstol. De ahí que quien guarda sus mandamientos, permanece en Dios y Dios en él (v. 24). Es la conclusión. ¡Hermoso mensaje!
- En momentos de confusión, en tantos momentos de nuestro caminar creyente, es bueno que los testigos cualificados nos (me) recuerden lo esencial y eso esencial consiste en que Dios no viene a condenar sino a dar vida. El discípulo amado sabe (por experiencia) que estar unido a Él, da vida y vida en abundancia (como se nos va recordar, de forma muy viva, en el Evangelio de hoy). Esto es cumplir los mandamientos y esto lleva a optar por el amor recíproco para con los hermanos. La Pascua nos sigue recordando LO MEJOR. ¿Nos enteraremos, hermano/a?

Evangelio: Juan 15, 1-8
“... Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto, lo arranca; y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto... permaneced en mí y yo en vosotros...”
 CLAVES para la LECTURA
- La frecuente repetición, en pocos versículos, del verbo «permanecer» hace comprender de inmediato que es la palabra clave del fragmento. Si en el capítulo 14, comienzo del «discurso de despedida», se pone el acento en la partida de Jesús y en la inquietud de los apóstoles, ahora se hace hincapié en la comunión profunda, real, indestructible que hay entre él y aquellos que creen en él.
- Aunque va a enfrentarse con la muerte, Jesús sigue siendo para los suyos la fuente de la vida y de la santidad («producir fruto»: 15, 6). Más aún, precisamente yendo al Padre pone la condición para poder «permanecer» para siempre en los suyos. Jesús, sirviéndose de una comparación, habla de sí mismo como de la vid verdadera: una imagen que ya habían usado a menudo los profetas para describir a Israel, la vid infecunda, esquiva a los amorosos cuidados de Yahvé (Is 5). Jesús se presenta como el verdadero pueblo elegido que corresponde plenamente a las atenciones de Dios. Por otra parte, se identifica con la Sabiduría, de la que se había escrito que como vid ha producido brotes, flores y frutos (Eclo 24, 17).
- Con esa imagen quiere explicar, por consiguiente, cómo es la extraordinaria realidad de la comunión vital con él que ofrece a los creyentes, qué compromiso incluye ésta y cuáles son las expectativas de Dios. Jesús es el primogénito de una humanidad nueva en virtud del sacrificio redentor en la cruz. Él es la cepa santa de la que corre a los sarmientos su misma linfa vital. Quien permanece unido a él puede dar al Padre el fruto del amor y dar gloria a su nombre (vv. 5. 8).
- A continuación, para que este fruto sea copioso, el Padre-viñador realiza todos los cuidados, corta los sarmientos no fecundos y poda los fecundos. Esta obra de purificación se va realizando cuando la Palabra de Jesús es acogida en un corazón bueno (v. 3): entonces esta Palabra guía las acciones del hombre y lo hace amigo de Dios, cooperador en su designio de salvación, colaborador de su gloria (v. 7).
 CLAVES para la VIDA
- ¡Hermosa de veras la comparación con la que hoy se describe la unión de Jesús con sus discípulos! ¡Qué vivacidad tiene el símil que utiliza! Él, Jesús, es la cepa; sus seguidores, son los sarmientos. De la vid pasa la savia, o sea la vida, a los sarmientos, si permanecen unidos a la vid. Si no, quedan secos, no dan frutos y se mueren. La fuerza del símil está expresada por la palabra PERMANECER, repetida 15 veces en este capítulo. Además, Dios Padre es el viñador, el que quiere que los sarmientos no pierdan esta unión con Cristo. Ésta es la alegría mayor del Padre: que deis fruto abundante (v. 8).
- De entre las varias comparaciones que tienen como clave la vid y la viña, -el pueblo de Israel como una viña plantada por Dios, que se queja amargamente de que la viña en la que había puesto su ilusión no le da frutos; los viñadores malos que no pagan al dueño-, ésta de la cepa y los sarmientos es la que más íntimamente describe la unión vital de Cristo con sus seguidores.
- Las conclusiones de este texto-reflexión no son complicadas: Cristo ha querido que exista una unión íntima y vital entre nosotros y Él. De hecho, ese “trasvase” íntimo de vida desde la cepa a los sarmientos, tiene consecuencias importantes para nuestra vida de seguidores de Jesús. Si no recibo (recibimos) vida y savia de él, estamos abocados a secarnos y ser pasto de las llamas (en el mejor de los casos). Esta unión es vital. ¿Qué tal me siento? ¿Cómo cuido y trabajo esta unión?

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