JUEVES, día 21
Eclesiástico
48, 1-15
“... Surgió Elías, un profeta como un fuego,
cuyas palabras eran horno encendido... Escuchaste en Sinaí amenazas y
sentencias vengadoras en Horeb. Un torbellino te arrebató a la altura, tropeles
de fuego hacia el cielo... Elías fue arrebatado en el torbellino y Eliseo
recibió dos tercios de su espíritu. En vida hizo múltiples milagros y prodigios
con sólo decirlo; en vida no temió a ninguno, nadie pudo sujetar su espíritu;
no hubo milagro que lo excediera: bajo él revivió la carne; en vida hizo
maravillas y en muerte, obras asombrosas...”
CLAVES para la
LECTURA
- Relacionados estrechamente entre sí, Elías y Eliseo son las dos figuras
religiosas que se destacan con más relieve en el s. IV a. J. C. Uno después de
otro, los dos ejercen el ministerio en el reino del norte en un momento crítico
para el yahvismo.
- Elías podría ser calificado como el profeta del fuego. Por lo menos una media docena de veces aparece esta palabra
o algún sinónimo equivalente en nuestra lectura. Y en realidad toda la persona
y la actividad de Elías se queman en un celo ardiente por la causa del
yahvismo. La figura de Elías es una de las que el Eclesiástico evoca con más
cariño, según se refleja incluso en la forma literaria. La situación religiosa
que vivía Ben Sirá era muy similar a la del s. IX a. C.; de ahí que el recuerdo
de Elías y su vida al servicio de la ortodoxia yahvista era un llamamiento
implícito a los acontecimientos contemporáneos.
- El Eclesiástico recuerda brevemente una docena de episodios de la vida
de Elías: el hambre, la célebre sequía; su estancia en el monte Carmelo; fue
arrebatado al cielo en carro de fuego... El elogio de Elías se termina con un llamamiento a la
esperanza mesiánica. La versión griega parece pensar también en la esperanza en
la bienaventuranza futura. Pero esta esperanza no se armoniza con el resto del
libro, que desconoce todavía los dogmas de ultratumba.
- El espíritu de Elías fue heredado por su discípulo Eliseo, célebre por
su actividad taumatúrgica. Firme e
intrépido, Eliseo no se dejó intimidar ni dominar por nadie ni siquiera por los
príncipes. En este aspecto también Eliseo, no sólo Elías, presagia la figura
del Bautista, que no se amilana ante las amenazas de Herodes. Esta alusión a
los príncipes subraya, asimismo, la intervención de Eliseo en los asuntos
políticos del reino. En esto se distingue de Elías, que se centró más en lo
moral y religioso. Nada había imposible para Eliseo. Su eficacia profética y
taumatúrgica continuó activa, incluso después de su muerte (2 Re 13, 20-21).
Para encuadrar en su contexto lo que el Eclesiástico dice de Eliseo es
necesario leer 2 Re 2-13.
CLAVES para la
VIDA
- La sabiduría popular en Israel (en ocasiones) viene a
iluminar hechos históricos, e incluso personajes. Es el
caso de hoy, al concluir el “ciclo de Elías”: el libro del Sirácida (el
Eclesiástico) muestra su admiración por este gran personaje, que no escribió
ningún libro, pero fue un recio profeta de acción. En esa alabanza, incluye
también a Eliseo, su sucesor: ambos vivieron en períodos de crisis profunda y
supieron hacer frente a la pérdida de la fe del pueblo elegido.
- Sus mismos nombres indican lo que pretendieron ser y
por ello son alabados. “Elías”, cuyo nombre significa,
“el Señor es mi Dios”: todas sus fuerzas al servicio de ese Dios y de sus
derechos, en unos momentos muy concretos y difíciles; el mismo Dios cuidará de
él y, a pesar de los desánimos del profeta, Dios sigue contando con él. “Eliseo”,
que significa “Dios salva”, y él, su profeta, será presencia eficaz de esa
salvación de Dios, obrando signos prodigiosos por la fuerza del mismo Dios.
- Contemplar estos personajes, lo que el sentir y la
sabiduría del pueblo ha captado de ellos y proclamado a través de los tiempos,
es una forma de acercarnos a su estilo de vida y a su mensaje, y así descubrir
la constante fidelidad de Dios, y su respuesta -con su actuación profética- a
ese proceder de Dios. Nosotros compartimos la misión
profética. ¿Soy consciente de ello? ¿Lo cuido y lo alimento con esmero?
Evangelio:
Mateo 6, 7-15
“... Cuando recéis no uséis muchas
palabras como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso.
No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se
lo pidáis. Vosotros rezad así: Padre nuestro del cielo, santificado sea tu
nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos
hoy el pan nuestro, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado
a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del
maligno...”
CLAVES para la
LECTURA
- En el marco del evangelio de
Mateo, el pasaje evangélico de hoy se encuentra insertado entre las perícopas
presentadas en el leccionario para el día de ayer y precisamente como
continuación y ejemplificación de la oración secreta. La oración peculiar de los discípulos de Jesús es el
Padre nuestro.
- Mateo recoge la fórmula más
larga, acogida en la liturgia y ofrecida espontáneamente por el Maestro. Lucas (11, 1-4) transmite una fórmula más reducida,
entregada por Jesús a petición de alguno de los discípulos, probablemente
seducido por el ejemplo del Maestro, que se había retirado a orar. Esta
ubicación configura una interpretación del hecho: la oración del Padre nuestro
es un don de Jesús y una necesidad
de los discípulos.
- La visión sinóptica de ambas
fórmulas mueve a reflexiones y comentarios inmediatos:
Mateo Lucas
Padre nuestro, que estás
en el cielo, Padre
santificado sea tu nombre; santificado sea tu nombre
venga tu Reino; venga
tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo;
danos hoy el pan que necesitamos;
danos cada día el pan que necesitamos
perdónanos nuestras ofensas, perdónanos nuestros pecados,
como también nosotros perdonamos porque también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden; a todo el
que nos ofende,
no nos dejes caer en la
tentación no nos dejes
caer en la tentación.
y líbranos del mal.
- El Padre nuestro se presenta,
antes que nada, como la fórmula de alianza en la que están recogidos todos los
compromisos que el hombre está llamado a asumir (santificación del nombre,
edificación del Reino y cumplimiento de la voluntad divina) y los dones que
recibe (pan de vida, remisión de los pecados, liberación del maligno). En segundo lugar, los modos verbales típicos,
intraducibles a las lenguas modernas, indican que los designios divinos
ensalzan su cumplimiento absoluto e incondicional, aunque su traducción a la
vida real de los hombres a lo largo de la historia puede sufrir desmentidos y
retrasos.
CLAVES para la
VIDA
- En el mismo marco del Sermón de la Montaña y como una
concreción de la ORACIÓN ,
hoy nos ofrece el PADRE NUESTRO, que podemos considerar como un resumen de la
espiritualidad, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento: Dios es
Padre, y su reino y voluntad es el objetivo máximo; mostrar nuestro deseo de
sintonizar con Él es la actitud más profunda y filial. Y es a
partir de ahí cuando adquiere toda su validez el mostrarle las necesidades: el
pan de cada día, el perdón de las faltas, la fuerza para no caer y vencer el
mal.
- Y es que el núcleo de toda esta espiritualidad la
encontramos en el mismo Jesús: abierto siempre a su Padre y a su voluntad como
lo más grande que se puede vivir. Y, a partir de ahí,
hacer realidad su Reino en todo lo que supone y a favor de los hermanos. Esta
oración expresa, pues, el compromiso vital y radical del mismo Jesús: a esa
misma espiritualidad invita y “fuerza” a sus seguidores.
- Y aquí nos encontramos nosotros, hoy, volviendo a
escuchar la inmensa propuesta de Jesús, recogida en esta plegaria: todo un
estilo de ser y de vivir; toda una forma de plantear las cosas y de
relacionarnos. Porque ahí mismo se dice: “Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre
perdonará vuestras culpas” (v. 14): ¡Está claro! ¡Casi suena a
“amenaza”! Al menos, sí a “condición”. ¿Qué eco tiene en ti, en mí? ¿Acaso nos
habremos “acostumbrado” a su rezo y por ello no supone una fuerte llamada para mí,
para nosotros?
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