VIERNES,
día 20
Isaías 38, 1-6. 21-22. 7-8
“... Así dice el Señor: Haz testamento, porque vas a morir y no
vivirás. Entonces, Ezequías volvió la cara a la pared y oró al Señor: Señor,
acuérdate que he caminado en tu presencia, con corazón sincero e íntegro, y que
he hecho lo que te agrada. Y Ezequías lloró con largo llanto. Y vino la palabra
del Señor a Isaías: Ve y dile a Ezequías: Así dice el Señor Dios de David, tu
padre. He escuchado tu oración, he visto tus lágrimas. Mira, añado a tus días
otros quince años...”
CLAVES para la LECTURA
- Los capítulos
36-39, que cierran el libro atribuido al primer Isaías, son un añadido
posterior llevado a cabo por el redactor después del exilio de Babilonia. Los
hechos que allí se narran se remontan a los últimos años del siglo VIII a. de
C., durante el reinado de Ezequías, y están documentados desde el punto de
vista histórico tanto por el segundo libro de los Reyes como por textos
asirios.
- El pasaje que
examinamos se sitúa en el contexto precedente al asedio que el rey asirio
Senaquerib puso a Jerusalén, unos quince años antes de la muerte del rey
Ezequías. El relato de la gravísima enfermedad que aqueja al rey y de su
curación milagrosa, mediante la intervención de Isaías, pone de relieve la
actitud de confianza de Ezequías con Dios y con el profeta, que es reconocido
por lo que es: portavoz de Yahvé. Por otra parte, emerge el prestigio de Isaías
y se exalta el poder que le viene de su fidelidad al mandato profético.
- Ezequías reacciona
al anuncio de su muerte inminente con una oración que, siguiendo el estilo de
los salmos de súplica, apela a la misericordia de Dios. A él le presenta el rey
su propia vida, una vida vivida con rectitud, rica en buenas obras; por
consiguiente, siguiendo la doctrina de la retribución temporal, ¿cómo es
posible que esta vida sea tan breve? La bondad de la oración del rey queda
demostrada por el hecho de que es escuchada. Esa escucha se le hace saber por
medio del profeta: Ezequías se curará y Jerusalén será liberada.
CLAVES para la VIDA
-
Nos hallamos en una especie de “mano a mano” entre el rey (que ha sido fiel a
Dios) y el profeta, y donde el vencedor sigue siendo Yahvé. ¡Es la lección a
aprender! Y aunque en este caso fuera necesario un signo extraordinario (la
curación del rey y la liberación de la ciudad), de hecho, el proyecto de
salvación de Dios sigue adelante y el profeta es el mediador de esa acción
salvadora de Dios, que continúa haciéndose realidad.
-
La actitud orante del rey Ezequías es también una muestra más de la actitud
válida y abierta a la misericordia de Dios: “me has
curado, me has hecho revivir” será la nueva respuesta humilde
del monarca. Y es que lo que importa destacar es saber entender la vida de
acuerdo a la voluntad de Dios. Ezequías es una clara muestra de ello, y el
profeta -que es el portavoz de Dios- se lo hace saber y lo reconoce.
-
Seguimos caminando en esta “historia de salvación” y, efectivamente, se nos
muestran las ACTITUDES válidas para vivir ese camino. Por medio del profeta,
con el estilo de vida del monarca, se me sigue mostrando que vivir abierto a la
voluntad de Dios... es lo que hace posible que todo sea diferente. ¡Cuántas
veces mi deseo de “caminar por libre” me lleva a situaciones límites! “Caminaré en presencia del Señor...” (dice el
“viejo” canto).
Evangelio: Mateo 12, 1-8
“... Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos, que tenían
hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos, al verlo, le
dijeron: Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en
sábado... Si comprendierais lo que significa “quiero misericordia y no
sacrificios”, no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del
Hombre es señor del sábado...”
CLAVES para la LECTURA
- El episodio de las
espigas arrancadas por los discípulos es uno de los más conocidos del evangelio
y uno de los más significativos desde el punto de vista del espíritu cristiano.
Se trata de una página estupenda, en la que vemos a un Jesús maestro dispuesto
a defender a sus discípulos, a enseñar el verdadero sentido de las cosas y de
la misma Escritura, lo que le permite a Jesús proclamarse «señor
del sábado» (v. 8) y
mayor que el templo de Jerusalén.
- Jesús, buen
conocedor de las Escrituras, recurre a ellas para apoyarse en su argumentación
y cita el caso del rey David, que, en un momento de necesidad, junto con sus
compañeros, comió los panes reservados a los sacerdotes (1 Sm 21, 1-10). Brinda
aún otro argumento: los mismos sacerdotes, al cumplir sus ritos en día de
sábado, infringen el reposo prescrito, precisamente en razón de las diferentes
acciones litúrgicas. En consecuencia, la misma ley, cuando se trata de un
motivo suficiente, tanto para la gloria de Dios como para el bien del hombre,
puede ser infringida. La ley no es un objeto monolítico, estable, absoluto
(como pretendían los fariseos); es también un medio puesto por Dios para el
bien de los hombres. Por consiguiente, también la ley tiene una importancia
relativa.
- A
continuación, Jesús se proclama superior al templo y al sábado, las dos
realidades más sagradas para los judíos; estas palabras suenan como una
blasfemia a los oídos de los que le escuchan, que quedan escandalizados. Sin
embargo, Jesús no retrocede, no atenúa sus afirmaciones: él posee una
autoridad, una plenitud, una verdad y una novedad que se explican únicamente
con su realidad mesiánica y divina, oculta a los ojos -voluntariamente
cerrados- de sus adversarios. Recurriendo a una frase de Oseas (6, 6), Jesús
recrimina a los fariseos su dureza de corazón al condenar a los discípulos por
la acción de las espigas. Su dureza de corazón va acompañada de su ceguera. Lo
que cuenta de verdad en la Ley
de Dios es la misericordia, no los sacrificios rituales.
CLAVES para la VIDA
-
Aquel pueblo, que ha celebrado la
Pascua , la liberación a través de los tiempos, resulta que se
encuentra encerrado, bloqueado y esclavo; esclavo del cumplimiento de la ley;
su propia historia, especialmente los fariseos, le han llevado a un callejón
sin salida. Aquí se encuadra perfectamente el relato evangélico de hoy.
Llamados (desde siempre) a la libertad, pero están esclavos de sus tradiciones,
de sus ¿intereses?
-
Menos mal que aquí nos encontramos con aquel que se proclama “Señor del sábado” (v. 8). Es verdad que su
actitud (se proclama superior al templo y al sábado) suena a blasfemia a
quienes lo escuchan. Ésta es la
NOVEDAD de Jesús y Él nos ofrece la plenitud de cuanto, a
través de los tiempos, se ha ido proponiendo y ofreciendo a los hombres a
través del pueblo de Israel. Ahora, resulta que Israel está ciego y no acepta;
los sencillos y humildes lo acogen con gozo y alegría.
-
Todo un examen para mí, para nosotros: “misericordia
quiero y no sacrificios...” (v. 7); aquí está lo nuclear. Pero
cuando olvidamos lo central, nos conformaremos con cualquier “cosilla”, aunque
sea engañándonos a nosotros mismos. ¿También le engañaremos a Dios... y a
nuestro propio corazón?
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