DOMINGO, día 18 de Agosto
Jeremías 38, 4-6. 8-10
“… Ellos cogieron a Jeremías y lo arrojaron en el aljibe de
Melquías, príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo con sogas… Mi
rey y señor, esos hombres han tratado inicuamente al profeta Jeremías,
arrojándolo al aljibe, donde morirá de hambre… Entonces el rey ordenó a
Ebedmelek el cusita: Toma tres hombres a tu mando, y sacad al profeta Jeremías
del aljibe antes de que muera…”
CLAVES para la LECTURA
- Por la misión que había recibido y por las
circunstancias históricas que hubo de vivir, podemos decir que Jeremías fue una
profecía hecha persona. Precisamente por eso la tradición cristiana le
considera como figura e imagen del Jesús de la Pasión.
- Jeremías conoció, en primer lugar, la
persecución, que le hizo sufrir hasta el espasmo y le aisló de su pueblo; que
le expuso a la calumnia de sus adversarios y le hizo conocer la cárcel y el
exilio; que le quitó el favor del rey y le hizo pasar hambre. Ésta fue la
pasión que le acompañó durante toda la vida y que ha dejado también una señal
en el libro de sus profecías. En él son bastante conmovedoras las páginas que
exteriorizan el drama interior del profeta y nos hacen conocer algunas
«confesiones» que dejan aparecer su profunda y genuina espiritualidad. Ahora
bien, Jeremías encuentra asimismo un amigo que intercede por él ante el rey y
se pone de su parte, aunque esto le expone al peligro; un amigo que, en cierto
modo, comparte su pasión. Aunque el poder de los prepotentes desarraiga a
Jeremías de su pueblo, no consigue, sin embargo, cortar por completo este
vínculo. Un profeta lo es siempre para su pueblo, incluso cuando eso implique
perder el favor del rey y exponerse a un peligro de muerte.
- Al final, Jeremías queda libre, aunque sea
de manera provisional, y esto sirve para atestiguar que, en los asuntos
humanos, la última palabra sólo corresponde y corresponderá siempre a Dios.
CLAVES para la VIDA
- La fidelidad a la misión recibida por el profeta le
lleva a situaciones tensas y límite. Toda su vida se convierte en una inmensa
parábola y está marcada por el drama que vive. Jeremías, persona afable y
cordial, ser ve empujado por la
Palabra a denunciar constantemente los abusos e infidelidades
del pueblo y sobre todo de los jefes, quienes responden con persecuciones, de
las que el profeta se queja amargamente ante Dios. Así transcurre su caminar y
lleva a cabo su misión.
- Sólo la experiencia original en el profeta, -y que
le ha marcado para siempre-, es lo que le mantiene en ese camino de fidelidad.
Aquel “no les
tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte…” (Jer 1, 8),
que vivió en los orígenes de su misión, será la fuerza que vuelva a sentir y
experimentar Jeremías en los momentos de dificultad. Él sabe que Dios no falla
y esa promesa de protección permanece a pesar de los pesares. Ésta es su pasión
y la vive con enorme intensidad, convirtiéndose en figura significativa de
cuanto le va a ocurrir al mismo Jesús de Nazaret.
- Jeremías y su vida es muy sugerente para cualquier
creyente. Él se siente “pequeño” ante la misión que Dios le encomienda; pero
sentirá toda la fuerza de la llamada, hasta quemarle por dentro. Su experiencia
original es fundante, puesto que mantiene en pie toda su vida posterior, a
pesar de las enormes dificultades que se presentan. ¡Cuántas cosas sugiere esta
vida, que es toda una parábola, también para mí! Hermano/a, este profeta nos
provoca a esa experiencia “originante” de cuanto viene después. ¡Buen ánimo!
Hebreos 12, 1-4
“… Jesús, que renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, sin
miedo a la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del Padre. Recordad al
que soportó la oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo.
Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado…”
CLAVES para la LECTURA
- El autor de esta carta establece, al
comienzo del capítulo 12, una relación con aquella «relectura teológica» de la
historia que ya habíamos meditado el domingo pasado. El gran número de testigos
que nos rodea (v. 1) no es otro que la serie de personajes (Abrahán, Sara,
etc.) cuya fe ha sido alabada antes. A partir de su ejemplo, el autor formula
para los destinatarios de su carta una serie de invitaciones que son otras
tantas exhortaciones al recto sentir, a la recta conducta y a la recta
orientación de su vida. Esas exhortaciones se sirven de algunas imágenes,
bastante expresivas y de inmediata comprensión.
- «Corramos con constancia en la carrera que se abre ante
nosotros» (v.1b): la vida cristiana puede ser imaginada muy bien
como una carrera en la que todos participan no por libre iniciativa, sino por
haber sido llamados por el único Señor. Una carrera cuesta arriba, si queremos,
precisamente porque se trata de seguir a Jesús, que sube hacia el Calvario,
cargado con el leño de la cruz.
- «Fijos los ojos en Jesús, autor y perfeccionador de la fe»
(v. 2): como Jesús mantuvo fija su mirada sobre Jerusalén mientras subía hacia
la ciudad santa (Lc 9, 51), así tampoco el cristiano puede apartar su mirada de
Aquel que nos precede a todos, como cabeza, por el camino que lleva a
Jerusalén; más aún, que tira de la carrera con determinación interior y con un
coraje extremo.
- «Pensad, pues, en aquel que soportó en su persona...»
(v. 3): es menester poner nuestra mente en Jesús, pensar en él con pasión,
poner o mantener sólo a él en el centro de nuestro corazón, si queremos
conservar las energías necesarias para proseguir la carrera y para llegar a la
meta. En caso contrario, nos cansaremos y perderemos el ánimo, es decir,
abandonaremos nuestro propósito, elaboraremos hipótesis alternativas y nos
adentraremos por otros caminos.
- La exhortación final del autor es más
extraordinaria que nunca, porque expresa también un juicio que nos afecta a todos:
«No habéis
llegado todavía a derramar la sangre en vuestro combate contra el pecado»
(v. 4). La vida cristiana, sea cual sea la vocación en que se encarne, es
siempre una lucha a campo abierto, una batalla que hemos de sostener, una
continua resistencia al mal, cueste lo que cueste, hasta el derramamiento de
sangre.
CLAVES para la VIDA
- El autor de la carta a los Hebreos, tras habernos
presentado a los modelos ejemplares de la fe (domingo pasado), ahora se propone
ofrecernos al modelo máximo, que es JESÚS mismo. De ahí que es necesario
despojarse de cuanto impide realizar la “carrera” tras sus huellas. Porque el
objetivo no es otro, ni tampoco hay otro modelo para sus seguidores, sino Él,
el único Señor. Ahora, los modelos anteriores pasan a segundo plano, si bien
han sido un anticipo del definitivo.
- “Fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe”
(v. 2): aquí está la clave para todo seguidor que se tache de tal. Aunque el
caminar de Jesús conlleve entrega y cruz, Él se convierte, plenamente, en el
único camino. De ahí que su Evangelio y su vida se conviertan en referencia
para sus seguidores. En él se inicia la fe y en él se completa; su propuesta es
así el absoluto para cuantos quieran seguirle.
- ¡Impresionante cómo percibe el autor sagrado el
camino de Jesús y su estilo de ser y de vivir! Y ésta es la propuesta, una vez
más, para mí, seguidor de este Jesús. Ahora todos “los otros referentes” pasan
a segundo plano; los “otros caminos” ya no sirven. Sólo Él es el CAMINO.
¡Cuántas veces nos descuidamos!, y entonces… ¡todo se hace más difícil y
difuso! Hermano/a, dejémosle al autor sagrado que nos siga recordando lo
esencial, aquello que no puede faltarnos para que nuestro caminar sea fiable y
que nos conduzca a la plenitud. ¡Ojalá lo deseemos!
Evangelio: Lucas 12,
49-53
“… He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya
ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división…”
CLAVES para la LECTURA
- Esta página, en el contexto del capítulo 12
del evangelio de Lucas, está también al servicio del gran tema de la espera. El
cristiano, para poder decir que vive realmente esperando a Aquel que viene, no
sólo debe adoptar las actitudes de la vigilancia (Lc 12, 35-40) y de la
fidelidad (Lc 12, 41-48), sino que también debe darse cuenta del carácter
trágico del momento que está viviendo: éste es el tema de la liturgia de la Palabra de hoy (Lc 12,
49-53). Todo
este capítulo está lleno de advertencias a los discípulos. Jesús prosigue su camino a Jerusalén, y las
resistencias en su entorno se hacen más patentes e, incluso, agresivas.
Jesús prevé el desenlace y previene a sus seguidores. Por eso el texto está
escrito en términos paradójicos y de contraste.
-
Jesús es mensajero de la paz, pero de una paz profunda; no es, pues, un simple
reposo o ausencia de... Se trata de una paz que implica justicia y respeto a los derechos de los más indefensos.
Por eso, proclamar esa paz encuentra la oposición de quienes se benefician del
orden injusto. De ahí que Jesús
recuerda a sus discípulos que Él mismo sufrirá el “bautismo
de fuego”, esto es, será
sumergido en el dolor y en la muerte. Esto no es buscado, sino aceptado:
el precio que debe pagar lo angustia desde ahora (v. 49-50). Esta paz que propone Jesús, quiere eliminar
las causas de la división y el maltrato de las personas. Quienes sienten
amenazados sus privilegios, seguro que reaccionarán con violencia. Aquí es
donde se encuentra Jesús.
- Querámoslo o no, el Reino de Dios no viene sin oposición. Si fuera sólo para el
otro mundo, si fuera sólo cuestión de ideas y sentimientos, si fuera sólo algo
personal y privado, quizá. Pero el
Reino de Dios tiene que ver con esta sociedad, con sus estructuras de opresión
e injusticia, con la riqueza y la pobreza, con la paz y la guerra, con el
hambre y el confort, con la vida y las muertes. Por eso, anunciarlo y
construirlo provoca conflicto y división. Unos a favor y otros en contra. Esta
experiencia la vivieron intensamente los primeros cristianos. Así, este párrafo
evangélico no es sólo un anuncio. Cuando
se escribió este Evangelio, ellos ya habían sufrido la división, incluso
entre los seres más queridos. La
división se hizo pronto persecución en muchas comunidades. Luego, lo
ocurrido a Jesús rápidamente lo experimentan en sus propias vidas.
CLAVES para la VIDA
- Es necesario reconocer que
este texto evangélico es incómodo para
nosotros: preferimos que nos hablen de “cosas bonitas”, que no supongan un planteamiento serio y que
afecte a las raíces de la vida y el compromiso. Por eso pensamos que ese
día Jesús “hizo mal la digestión” o cosas similares, y que acaso no hay que
darle una importancia especial a estas palabras del Maestro. ¿No será que hemos convertido el Evangelio en
una especie de libro de ética personal, pero que no tiene que ver con las estructuras sociales y opresoras de
nuestro mundo y cultura? ¿No nos habremos hecho más cautos, más “sabios”
o, lo que llamamos, más prudentes?
- Resulta que Jesús ofrece el Evangelio como un ESTILO de
SER, PENSAR, VIVIR y de ENTREGARSE (“bautismo de fuego”) en favor del proyecto
definitivo de Dios para la humanidad; y nosotros empeñados en otras
“tareas”, con otras cosas, pero que suponen mucho menos y que sólo afectan a
algunas “cosillas” de nuestro diario caminar.
- Aquí nos encontramos, pues, con esta propuesta
dura de roer: asumir el Evangelio en la vida incomoda y… ¡de qué manera!
Supondrá seguir las huellas del mismo Jesús y eso nos acarreará tensión y
división. No hay más remedio. La entrega, -hasta asumir la misma muerte-, será
una realidad; así lo vivió el Maestro. Hermano/a, son palabras serias las que
se nos están comunicando. Es necesaria la decisión personal
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