DOMINGO, día 22 de Septiembre
Amós 8, 4-7
“... Disminuís la medida,
aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre,
al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo. Jura
el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones...”
CLAVES para la LECTURA
- La lectura profética de la liturgia de hoy
nos proporciona un triste cuadro de la sociedad israelita del tiempo del
profeta Amós, durante el reinado de Jeroboán II en Samaría. El oráculo
constituye una violenta denuncia de la explotación de los pobres, muy
particularizada en sus mínimos detalles, con el fin de describir ampliamente la
situación de injusticia social de la época. Una época que, en buena parte,
podría reflejar también la nuestra, que tal vez sea incluso más grave.
- La mayor preocupación de estos traficantes
es aumentar su comercio, vaciar sus sacos de trigo y de grano. Vender, vender
siempre a toda costa o -mejor- defraudar y engañar cada vez más. Amós denuncia
algunas de sus prácticas: los comerciantes hacen trampas en las cantidades de
las ventas, disminuyen las medidas, aumentan el precio y usan balanzas
amañadas. El deseo de beneficio es tan fuerte que ya no celebran las fiestas
del Señor; es más: no ven la hora de que éstas pasen de prisa para volver a sus
comercios.
- En esta situación, son los pobres y los
menesterosos los que salen perdiendo. Son transformados en mercancía y quedan
reducidos a sobrevivir en un nivel menos que humano. De ahí la cólera de Amós
contra estas injusticias y contra los que las practican. Lo dice con severidad:
“El Señor lo ha jurado, por el honor de Jacob:
nunca olvidaré lo que han hecho” (v. 7).
- En esta lectura del texto de Amós comienza
el tema del dinero injusto, que tendrá su continuación en el evangelio. Con
todo, la injusticia no está en el dinero, sino en el modo como se trata al
hermano, al que Dios pide que amemos como nos amamos a nosotros mismos.
CLAVES para la VIDA
- El profeta es aquel que habla en nombre del mismo
Dios, “leyendo” su corazón. Aquí Amós denuncia, de parte de Dios, la situación
de injusticia que se está dando en el pueblo de Israel. Y… ¡Dios toma partido
por los más débiles y abandonados!, y nos los va a dejar a su suerte ni mucho
menos. Y es que el corazón de Dios tiene sus preferencias; así lo ha demostrado
a través de los tiempos y de la historia. Israel lo ha podido comprobar de
forma reiterada y en las ocasiones más complicadas.
- “Jura el Señor… que no olvidará vuestras acciones” (v. 7): así de rotundo se muestra
Dios por medio de las palabras del profeta. No olvidará las injusticias que se
cometan contra los pobres y desheredados de aquella sociedad, dividida en
clases pudientes y en personas necesitadas de lo mínimo para vivir. Aquí, en
esta situación, el culto no tiene ninguna validez ni valor, porque sólo sirve
de tapadera. Dios no acepta este soborno. El profeta denuncia con energía y sin
miedo a las represalias que pueda acarrearle.
- Las palabras y denuncias del profeta siguen
manteniendo todo su valor y están en vigor. Las injusticias siguen; las
situaciones en nuestra cultura, poco han variado. De ahí que es necesario
escuchar atentamente el profeta Amós. Y, además, es necesario no despistarse:
la vida y el culto están en estrecha relación; no es posible disociarlos sin
engañarse uno mismo. El culto a Dios tiene una dimensión social y de compromiso
con los más débiles y marginados; “lo otro” es jugar al despiste; pero Dios no
se deja engañar. Hermano/a, no lo podemos olvidar. ¿De acuerdo?
1 Timoteo 2, 1-8
“... Te
ruego, pues, lo primero de todo, que hagáis oraciones, plegarias, súplicas,
acciones de gracias por todos los hombres... Dios, que quiere que todos los
hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Pues Dios es uno y
uno sólo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que
se entregó en rescate por todos...”
CLAVES para la LECTURA
- Pablo (bueno será recordarlo) había dejado a Timoteo a la cabeza de la
comunidad de Éfeso, donde había trabajado en la evangelización desde el año 54
a1 57, y a continuación había predicho la insurrección de hombres que
enseñarían “para
arrastrar a los discípulos detrás de ellos” (Hch 20, 30). Ahora, en esta primera
carta a Timoteo, tras haberle animado a participar “en este hermoso combate, conservando la fe y
la buena conciencia” (1,
18ss) contra los herejes, le recomienda “ante todo” la oración “por todos los hombres: por los reyes y todos los que tienen
autoridad”, porque
Dios no excluye a nadie de la salvación. En el texto se manifiesta además el
ansia del apóstol por el futuro cuando expresa el deseo de “que podamos gozar
de una vida tranquila y sosegada plenamente religiosa y digna”.
- El carácter universal de la oración, cuya necesidad presenta Pablo de
manera insistente, está motivado, pues, por la voluntad salvífica universal de
Dios, único creador del universo, como único es el mediador que reconcilia a
todos los seres humanos entre sí y con Dios, redimiéndolos con su sangre. Ahora
bien, la voluntad de Dios ni es absoluta ni está predeterminada. Está, en
cierto sentido, “condicionada” a la libre determinación humana, que puede
acoger o rechazar el don de Dios. Y en virtud de ese riesgo en la libertad
humana es necesaria, por consiguiente, la oración.
- Por otra parte, la oración litúrgica tiene, en la comunidad cristiana,
junto a un valor esencial, una importancia unificadora, expresada en el v. 8,
antes incluso de tratar sobre los ministerios y su valor en la Iglesia.
CLAVES para la VIDA
- Sencilla comunicación del apóstol a su fiel
discípulo, mostrándole el modo de comportarse al frente de la comunidad que se
le ha encomendado: mantener el combate de la fe, trabajarla y vivir un estilo
acorde con la nueva condición, a la que hemos sido llamados todos los
seguidores de Jesús. También Timoteo debe trabajar estas claves de vida.
- El motivo central de su reflexión es que la
salvación de Dios es para todos los hombres; ésa es su voluntad, clara y
explícita. Y en ese plan, un Mediador que es Cristo, que se entregó en rescate
por todos. De ahí que los cristianos tienen que desear y pedir que ese don de
Dios llegue a todos los hombres, sin excluir a nadie. Ésa, pues, debe ser la
actitud de vida y el compromiso de los creyentes; luego cada persona ya optará
ante la oferta que le llega de Dios.
- Algo conocido para nosotros, pero importante la
recomendación del apóstol: el don de la salvación es para todos y la debemos
ofrecer a todos. Ésa es la tarea, también hoy y aquí. En medio de tantas
actitudes de carácter excluyente, está bien escuchar una voz que llame al
encuentro, a compartir el inmenso don del que somos portadores. Pero... sin
olvidar a nadie, abriéndonos a nuevos caminos. ¿Es ésta mi actitud habitual?
Evangelio: Lucas 16,
1-13
“... El administrador se
puso a echar sus cálculos: ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el
empleo?... El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar;
el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado...
Ningún siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará
al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo...”
CLAVES para la LECTURA
- Lucas narra la parábola que llamamos del
“administrado infiel”, pero que tal vez sería mejor llamar del “administrador
astuto”. Jesús nos señala precisamente la habilidad con la que ha sido capaz de
salir del enredo. “Y el amo alabó a aquel
administrador inicuo, porque había obrado sagazmente. Y es que los que
pertenecen a este mundo son más sagaces con su propia gente que los que
pertenecen a la luz” (v. 8). El cálculo sagaz del administrador
consiste en el hecho de que, cuando tenga lugar el despido, será recibido en
casa de aquellos a quienes ha disminuido la deuda. Ha usado la riqueza que su
señor le había confiado para hacerse amigos. El señor, que a buen seguro es
Cristo (Lc 16, 6 y 11, 39), no alaba en absoluto el engaño, sino la astucia con
la que “los que pertenecen a este mundo”
se muestran más hábiles que los cristianos.
- La enseñanza de Jesús es muy clara: los
bienes son un obstáculo insuperable para el Reino; los ricos, que no invierten
sus bienes en el gran río del Amor, no entrarán en el Reino. Dios y el dinero
se oponen de manera frontal, como dos señores entre los que es preciso elegir: “Ningún criado puede servir a dos amos” (v.
13). O sea, no podemos servir a Dios y a este dinero, que Jesús llama
“deshonesto” y que personifica en un poder absoluto opuesto al suyo -un poder
que forma parte del reino de las tinieblas-.
- Jesús invita, en cambio, a sus discípulos a
prevenir el posible despido dando su dinero en limosnas para ser recibidos “en las moradas eternas” (7, 9). Este dinero
tan peligroso puede ser convertido. Puede llegar a ser un tesoro para el Reino
si es invertido por pura caridad en los hermanos. De este modo, el dinero puede
convertirse también en una llave capaz de abrir el Reino. Ahora bien, con una
condición: que sea gastado en obras de caridad.
CLAVES para la VIDA
- Jesús pretende enseñar -y... ¡de qué manera!- la
actitud a vivir ante el dinero, al que llama “dinero injusto”, “lo menudo”, “el vil dinero”... No quiere
que nos dejemos esclavizar por él: “nadie puede servir a dos señores...” (v.
13). Y este mensaje no encaja bien en algunos que le escuchaban, porque -según
el evangelista- “eran amigos del dinero” (v. 14).
- Nos encontramos, sin duda
alguna, ante una de las claves de la propia vida de Jesús: “no podéis servir a
Dios y al dinero” (v. 13). Para Jesús, aquello que merece la
pena que oriente la vida del creyente está claro; y a partir de esa opción,
todo lo demás queda supeditado y en segundo plano. Sólo puede servirnos para “ganarse amigos”
(según Lucas, siendo solidarios y compartiendo con los pobres), con vistas a
que os “reciban
en las moradas eternas” (v. 9); esto es, con vistas a lo
definitivo de la vida y de la existencia: el final de nuestros días.
- Está claro que Jesús no le
tenía mucha simpatía al dinero; y habrá que concluir que... ¡por algo será!
Acaso descubría la peligrosidad que suponía... A mí me vuelve a recordar que “servir a dos amos”
es muy complicado, y no me gusta demasiado tener que escucharlo, porque me
escuece y me remueve por dentro. Y a ti, hermano/a... ¿te molesta la actitud de
Jesús?
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