Domingo, día 10 de Noviembre
EVANGELIO: Lucas 20, 27-38
Jesús les
contestó:
Y que resucitan
los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama
al Señor “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de
muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos».
ACERCAMIENTO AL TEXTO
Y la verdad es que el tema que le plantean a Jesús no es baldío ni mucho
menos. Era tema muy
debatido y en torno al cual se habían creado diversas “escuelas” e
interpretaciones. Nosotros no podemos olvidar que en el Antiguo Testamento no
estaba tan claro la creencia en la resurrección y en la vida futura. Sólo desde Jesús y en su Pascua podemos aproximarnos a
las afirmaciones más plenas.
Una vez que Jesús ha
hecho enmudecer a los fariseos, los
SADUCEOS -sus enemigos- se
envalentonan y tratan de atraparlo en las redes de su casuística. Los
saduceos representan la casta sacerdotal
privilegiada, a la que pertenecían la mayoría de los sumos sacerdotes.
Dentro del entramado social del judaísmo son
los portavoces de las grandes familias ricas, que viven y disfrutan de los
copiosos donativos de los peregrinos y del producto de los sacrificios
ofrecidos en el templo. No hay que confundirlos con la
clase formada por los simples sacerdotes, muy numerosa y más bien pobre. Situados en los círculos del poder y del dinero, los saduceos eran
radicalmente materialistas, «negaban la resurrección de los muertos»,
iban en contra de la expectación farisea de una vida futura y se servían de la religión para explotar al
pueblo y vivir con más privilegios. Quieren
ridiculizar la enseñanza de Jesús que, en parte, coincide con las creencias
de los fariseos sobre la resurrección de
los justos. Para ello le presentan el caso de una mujer que, conforme a la Ley del levirato (Dt 25, 5),
ha sido desposada sucesivamente por siete hermanos por el hecho de haber muerto
uno tras otro sin descendencia. ¿De quién de ellos será la mujer si existe la
resurrección de los muertos?
Ä Por otro, apoya el hecho de la resurrección de los muertos en los mismos escritos
de Moisés de donde sacaban ellos sus argumentos capciosos: «Y que resucitan
los muertos lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama
al Señor “Dios de Abrahán y Dios de Isaac y Dios de Jacob”» (Ex
3, 6). «Y Dios
no lo es de muertos, sino de vivos; es decir, que para él todos ellos están
vivos» (vv. 37-38). O sea, la
promesa hecha a los Patriarcas sigue vigente; de lo contrario, Moisés no
habría llamado «Señor de la vida» al Dios de los Patriarcas si éstos estuviesen
realmente muertos.
Por lo tanto, la aportación de Jesús está, especialmente, en
relación con la comprensión, o mejor, su experiencia de Dios: no es un Dios de
muertos, sino de vivos, es el DIOS de la VIDA. Esto es, no es un ídolo que domine y engañe, que nos
haya arrojado a este mundo y dejado en él, sino que da vida, generosa y
abundantemente. Tan es
así, que los primeros seguidores de Jesús fueron tildados de ateos por la
sociedad romana porque no profesaban una religión basada en el culto a los
muertos. El Dios que nos ofrece Jesús es
el Dios de la vida, ofreciendo siempre vida.
PARA NUESTRA VIDA DE CREYENTES
De ahí que la
mejor respuesta que podemos dar a la oferta de Jesús, posiblemente, pase
por dejar de lado el hacer grandes disquisiciones teóricas, y acogerlo en nosotros como fuente,
fundamento y culmen de nuestra propia vida. Por eso, a Dios lo encontraremos allí donde exista vida,
allí donde late el deseo de vivir; lo hallaremos donde el hombre se enfrente a
la tarea y lucha por hacer una humanidad más humana.
Creer en la
resurrección es mucho más que cultivar un optimismo barato en la esperanza de
un final feliz. Cuando uno ha quedado
atrapado por la fuerza de Jesús y de su resurrección, descubre a un Dios apasionado por la vida y comienza a amar y defender
la vida de una manera nueva. El creyente siente que, ya desde ahora y aquí
mismo, se nos llama a la resurrección y
a la vida. Por eso, toma partido por la vida allí donde es lesionada,
ultrajada y destruida. La resurrección
se hace presente y se manifiesta allí donde se lucha y hasta se muere por
evitar la muerte y la destrucción que está a nuestro alcance.
Entrar, pues, en razonamientos capciosos y en la
casuística, está más cerca de la actitud saducea que la de Jesús. El Evangelio, al contrario, apuesta por
aceptar a un Dios de la vida; esto es, a construir Reino. Como el mismo Jesús.
¡Casi nada!
COMPROMISO DE VIDA
Å
Necesito revisar mi experiencia de Dios: ¿está “en línea” con lo que Jesús
nos presenta, o también yo me he creado mis “imágenes” de Dios?
Å Esta semana
me centraré en lo siguiente: leeré y
meditaré la oración que se me ofrece a continuación, de J. Arias: “DIOS
DE VIDA Y NO DE MUERTE”
* recogeré
las afirmaciones con las que más de acuerdo estoy;
ORACIÓN para esta SEMANA
DIOS DE VIDA
Y NO DE MUERTE
Sí, yo nunca creeré
en:
Sí, yo nunca creeré
en:
EVANGELIO: Lucas 20, 27-38
En aquel tiempo,
se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le
preguntaron:
- «Maestro,
Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero
sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había
siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero
se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió
la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer?
Porque los siete han estado casados con ella».
- «En esta vida,
hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura
y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden
morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la
resurrección.
Para entender en toda su
profundidad este texto evangélico, es
necesario ubicarlo en el evangelio de Lucas: estamos a las puertas de la Pasión , muerte y
Resurrección de Jesús; ya se ha producido la entrada triunfal en Jerusalén y,
lógicamente, Lucas nos va a ofrecer su
“catequesis escatológica”;
esto es, acerca del final de los tiempos y va a recoger las diversas
enseñanzas de Jesús en torno a este tema.
La respuesta que Jesús les da sigue dos caminos.
Ä Por un lado les dice que la vida futura de los resucitados es una
vida transfigurada («son hijos de Dios») y vivida en presencia de Dios («como ángeles»); se trata de
una vida nueva donde, no existiendo la muerte, los hombres y mujeres no se
casarán, y las relaciones humanas serán elevadas a un nivel en el que dejarán
de tener vigencia las limitaciones inherentes a la creación presente. Viene a
decirles que la resurrección no es una
mera continuidad de esta vida.
PARA NUESTRA VIDA DE CREYENTES
No está clara que nuestra fe cristiana haya presentado siempre esa imagen y rostro de
Dios, como el DIOS de la VIDA ;
ni mucho menos. Los hombres hemos hecho de todo con Dios. Pero tal vez nunca lo
habíamos caricaturizado, ridiculizado y
banalizado tanto como hoy. Se discute sobre Dios como si fuera un teorema,
la incógnita de una ecuación o el «extraterrestre» en el que los más cándidos
creen y al que los más críticos rechazan. Unos se sienten obligados a
defenderlo aunque sea condenando a los hombres, y se atreven, incluso, a dictar
a Dios lo que debería hacer en estos tiempos de ateísmo y crisis moral. Otros
siguen aferrándose a imágenes religiosas, a concepciones infantiles. Hay
quienes hablan de él como si conocieran al detalle sus planes, sus designios; y
quienes invocan su autoridad a tiempo y a destiempo. Se han hecho y se hacen demasiadas CARICATURAS de Dios.
Jesús, dejándose de explicaciones teóricas sobre las
concepciones de Dios, lo encontramos en otra actitud: lo invoca, confía en Él como Padre y busca ardientemente su voluntad y
proclama que es un DIOS DE VIVOS (como
en el texto de hoy). Es, pues, según Jesús, el Dios de la vida y fuente de vida. No es un destructor, sino aquél que crea la vida, la sostiene y la
lleva a plenitud.
COMPROMISO DE VIDA
El Maestro, Jesús, sigue trabajándonos de forma empeñada y quiere abarcar las diversas
dimensiones de la vida; incluso las que afectan “al final de la vida”. Como en
este domingo.
* luego, anotaré las frases con las que no estoy de acuerdo;
* si puedo, las compartiré con una persona que me
pueda ayudar a clarificarme.
ORACIÓN para esta SEMANA
DIOS DE VIDA
Y NO DE MUERTE
Sí, yo nunca creeré
en:
el Dios que
sorprenda al hombre en un pecado de debilidad,
el Dios que ame el
dolor,
el Dios que ponga
luz roja a las alegrías humanas,
el Dios que
esterilice la razón del hombre,
el Dios que bendiga
a los nuevos Caínes de la humanidad,
el Dios mago y
hechicero,
el Dios que se hace
temer...,
porque Tú eres un Dios de vida y no de muerte.
el Dios que no se
deja tutear,
el Dios que no
necesita al hombre,
el Dios quiniela con
quien se acierta sólo por suerte,
el Dios árbitro que
juzga sólo con el reglamento en la mano,
el Dios incapaz de
sonreír ante muchas trastadas de los hombres,
el Dios que manda al
infierno,
el Dios que no sabe
esperar...,
porque Tú eres un Dios de vida y no de muerte.
el Dios que adoran
los que son capaces de condenar a un hombre,
el Dios incapaz de
amar lo que muchos desprecian,
el Dios incapaz de
perdonar lo que muchos hombres condenan,
el Dios incapaz de
redimir la miseria,
el Dios que impida
al hombre crecer, conquistar, transformarse,
el Dios que exija al
hombre, para creer, renunciar a ser hombre,
el Dios que no
acepte una silla en nuestras fiestas humanas...,
porque Tú eres un Dios de vida y no de muerte.
Sí, yo nunca creeré
en:
el Dios que sólo
pueden comprender los maduros,
los sabios y bien
situados...,
el Dios a quien
agrade la beneficencia
de quien no practica
la justicia,
el Dios que condene
la sexualidad,
el Dios que se
arrepintiera de haber dado la libertad al hombre,
el Dios que prefiera
la injusticia al desorden,
el Dios mudo e
insensible en la historia
ante los problemas
angustiosos de la humanidad que sufre,
el Dios que cree
discípulos desertores de las tareas del mundo...,
porque Tú eres un Dios de vida y no de muerte.
Sí, yo nunca creeré
en:
el Dios que ponga la
ley por encima de la conciencia,
el Dios que dé por
buena la guerra,
el Dios que cause el
cáncer, el sida, cualquier enfermedad,
el Dios que no
saliera al encuentro de quien lo ha abandonado,
el Dios que no
tuviese una palabra distinta, personal, propia
para cada individuo,
el Dios que no
tuviera misterio,
el Dios que no fuera
más grande que nosotros,
el Dios incapaz de
hacer nuevas todas las cosas...,
porque Tú eres un Dios de vida y no de muerte.
Arias, J.
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