OCTAVA de PASCUA
8 – 14 de Abril de
2012
Día 8, domingo: PASCUA DE RESURRECCIÓN
Hechos de los Apóstoles 10, 34a. 37-43
“... Pedro tomó la palabra y dijo... Me
refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo,
que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios
estaba con él. Nosotros somos testigos... Lo mataron colgándolo de un madero.
Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo,
sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y
bebido con él después de la resurrección...”
CLAVES para la LECTURA
- Pedro, lleno del Espíritu Santo, resume en un denso discurso todo el
itinerario de Jesús de Nazaret. Por medio de Pedro, que ya ha dejado caer las
barreras de la estricta observancia judía, llega por primera vez a los paganos
el anuncio de la salvación -el kerigma-. Muchos de estos paganos
llegan a la fe porque su corazón está abierto a la escucha.
- Al relatarnos este discurso nos transmite Lucas algunos fragmentos
auténticos del ministerio de la «primera evangelización» de la Iglesia naciente. El tema
de la predicación es único: la persona misma de Jesús de Nazaret, el Mesías
consagrado por Dios en el Espíritu Santo (v. 28). Los apóstoles pueden
atestiguar que Jesús, durante su vida terrena, hizo milagros, curó a enfermos,
liberó del maligno a los que estaban bajo el poder de Satanás. Con todo, la fe,
el impulso misionero y la incontenible alegría de sus discípulos proceden de la
experiencia del misterio pascual, del encuentro con Cristo resucitado, al que
creían muerto para siempre.
- Y de eso mismo dan testimonio: aquel Jesús que, rechazado, murió
crucificado, «Dios lo resucitó», ratificando
así la verdad de su predicación. Es importante señalar que la resurrección está
atribuida aquí a Dios y no al propio poder de Cristo; eso es lo que atestigua
la antigüedad de este fragmento kerigmático.
- Y Pedro insiste en su fogosidad: no se trata de fábulas o sugestiones,
sino de una realidad tan concreta que puede ser descrita con dos términos muy
cotidianos: «Comimos y bebimos con él».
Jesús se ha manifestado «a los testigos
elegidos de antemano por Dios», pero esta elección está
orientada a una apertura católica, universal. Los apóstoles han recibido el
encargo de anunciar, porque todos deben saber que Dios ha constituido juez de
vivos y muertos (Dn 7, 13; Mt 26, 64) al Crucificado-Resucitado, que, mediante
su propio sacrificio, ha obtenido la remisión de los pecados para todo el que
cree en él (vv. 42s).
CLAVES
para la VIDA
- Así se inicia la
andadura de la primera comunidad cristiana tras la muerte de Jesús e iniciar el
reencuentro con aquel que vive: es un testimonio claro y rotundo, precisamente
acerca de Jesús que “pasó haciendo el bien y curando a los
oprimidos...” (v. 38). ¡Inmensa síntesis y resumen de toda la
acción llevada a cabo por ese Jesús! A este Jesús a quien han abandonado en los
momentos difíciles de la Pasión ,
pero a quien redescubren de una manera nueva y espléndida. Y es que Jesús es el
Ungido con el Espíritu Santo y su poder.
- “Nosotros
somos testigos de todo...”, es la clave que nace en la Resurrección :
convertirse en “TESTIGO” es el primer fruto y consecuencia del hecho mismo y
del acontecimiento de Cristo resucitado. Desde ahora, aquellos hombres, que
siguen siendo los de antes, los “torpes” a quienes les costaba aceptar las
propuestas de Jesús, aquellos mismos serán TESTIGOS, con sus palabras y con
toda su vida, de cuanto Jesús ha vivido y propuesto como la novedad definitiva
del Reino. La novedad es plena y total.
-
Nosotros somos llamados a escuchar su testimonio y a convertirnos también en
TESTIGOS de la misma realidad que ya está aquí. Sólo desde el ENCUENTRO con el
Resucitado será posible ese “cambiazo” para testimoniar con las palabras y con
la vida que, en Jesús, Dios-Padre hace verdad cuanto ha prometido y ha
triunfado sobre toda expresión de maldad y muerte. Experimentarlo en propia
carne y, desde ahí, anunciarlo es la
TAREA que se nos propone. Hermano/a... ¡disfrutemos del don
Pascual y vivamos como hombres y mujeres nuevos, que han encontrado en el
Resucitado toda la plenitud y todo el bien que necesitábamos! ¡Feliz
experiencia Pascual!
Colosenses 3, 1-4
“... Ya que habéis resucitado en Cristo,
buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de
Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra... Porque habéis
muerto, y vuestra vida está escondida en Dios...”
CLAVES
para la LECTURA
- En la Carta
a los Colosenses -una de las llamadas «cartas de la cautividad»-, la reflexión
de Pablo, que parte como siempre del acontecimiento pascual (Col 1, 12-14),
llega a captar las dimensiones cósmicas del misterio de Cristo, denominado con
algunos atributos fundamentales. Es creador junto con el Padre (1, 16),
primogénito de la creación y nuevo Adán (1, 15), cabeza del cuerpo que es la Iglesia y redentor del
mundo (1, 16-20).
- El cristiano, por medio del bautismo, que le hace partícipe de la
muerte y resurrección del Señor, mediante una vida de fe que lleva a su pleno
desarrollo el germen bautismal, se convierte en miembro vivo de Cristo. Esto
trae consigo no sólo el compromiso de renunciar al pecado para caminar en una
vida nueva, sino también una orientación resuelta a las realidades celestes,
sostenida por la conciencia de nuestra propia identidad de hijos de Dios,
peregrinos a la ciudad eterna, hacia la que, por una parte, tiende, mientras
que, por otra -en Cristo resucitado-, se encuentra ya.
- De ahí la necesidad de elegir bien y de buscar «las cosas de arriba», de acuerdo con una vida
resucitada, celeste. De ahí procede asimismo la invitación a prescindir de todo
lo que vuelve la vida demasiado exterior y vacua (3, 3). El cristiano ha muerto
«a las cosas de la tierra» y vive escondido en
Aquel que vive. Cuando Cristo se manifieste en la gloria, entonces se revelará
también, a los ojos de todos, la belleza espiritual de aquellos que, actuando
por la fe en adhesión a Cristo en la vida diaria, han encontrado en él la
unidad y la plenitud (3, 4).
CLAVES
para la VIDA
- En la lógica más estricta, Pablo apela a la Comunidad a vivir desde
el “HOMBRE NUEVO”, ése que ha nacido desde el
encuentro con Cristo y la fe en él. Por eso, hay un antes y un ahora; no es
posible hacer componendas, sino que es necesario vivir revistiéndose de las
obras del hombre nuevo. Por lo tanto, no es cuestión de unos cambios externos,
sino que requiere una profunda transformación interna.
- Y es que la nueva condición lo exige y necesita: el seguidor de Jesús,
en la medida en que toma en serio este regalo que se nos hace en Cristo Jesús,
busca con todo su ser y en todas sus relaciones, un estilo nuevo, superando
cualquier barrera que provenía de la antigua situación (= el “hombre viejo”). Es una vida nueva y toda ella
está iluminada desde Cristo.
- ¡Inmensa invitación, también para mí, hoy y aquí! Cuando, de tantas
formas y maneras, se me ofrece “lo fácil” y “lo rápido” como estilo de ser y de
vivir, el “Hombre NUEVO” que nace desde
Cristo, me propone pensar, amar y actuar con otra lógica, con otro talante, y
ser así testigo de la nueva realidad que está ya en marcha. ¡Casi nada...!
¡Buen ánimo, hermano/a!
Evangelio: Juan 20, 1-9
“... El primer día de la semana, María Magdalena fue al
sepulcro... Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a
quien tanto quería Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor y no
sabemos dónde lo han puesto. Salieron Pedro y el otro discípulo camino del
sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro;
se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el
suelo, pero no entró...”
CLAVES
para la LECTURA
- Los discípulos, antes de encontrar al Señor resucitado, pasan por la
dolorosa experiencia de la tumba vacía: constatan la ausencia del cuerpo de
Jesús. El cuarto evangelista subraya sobremanera este elemento, introduciendo
una dialéctica de visión-fe-visión espiritual que recorre de manera creciente
los capítulos 20-21, interpelando también al lector y a todos aquellos que
creen sin haber visto (20, 29). En esta perícopa se expresa esto mismo mediante
el uso de tres verbos diferentes, traducidos en nuestro texto por «ver y comprobar», y que indican matices
diferentes (vv. 1.5; v. 7; v. 8).
- Los relatos de la resurrección se abren con dos precisiones
cronológicas: «El domingo por la mañana» y «muy temprano, antes de salir el sol». El día
inicial de una nueva semana se convertirá así en el comienzo de una creación
nueva, en verdadero «día del Señor» (dies dominica), en el que la fe
amorosa, no iluminada todavía por la luz del Resucitado, camina, a pesar de
todo, en la oscuridad y va más allá de la muerte.
- María Magdalena es el prototipo de esta fidelidad. Al llegar al
sepulcro -probablemente no sola, como muestra el plural del v. 2b- «captó con la mirada» (blépei, v. 1) que la
piedra que tapaba la entrada había sido rodada. Como dominada por la realidad
que ve, no se da cuenta de nada más, y corre enseguida a denunciar la ausencia
del Señor a Pedro -cuya importancia en los acontecimientos pascuales es
realzada por toda la tradición- y «al otro discípulo
a quien Jesús tanto quería», probablemente el mismo Juan a quien
remonta la tradición del cuarto evangelio. Este último fue el primero en llegar
al sepulcro, pero no entró enseguida; también él «captó
con la mirada» (blépei, v. 5) primero las vendas
mortuorias de lino. Llega Pedro, entra y «se detiene a contemplar» (theorêi,
v. 6) las vendas «mortuorias» -lo que permite pensar que se habían quedado en
su sitio, aflojadas por estar vacías del cuerpo que contenían- y el sudario que
cubría el rostro, enrollado en un lugar aparte.
- El evangelista nos suministra unas notas preciosas. Resulta
significativa la diferencia entre estos detalles y los correspondientes a la
resurrección de Lázaro (11, 44). El lento examen a que somete la mirada de
Pedro cada detalle particular dentro del sepulcro vacío crea un clima de gran
silencio, de expectante interrogación... «Entonces entró
también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro. Vio y
creyó» (v. 8). El
verbo usado aquí es êiden; para comprender su significado basta con pensar que de
él procede nuestra palabra «idea». Ahora el discípulo, al ver, intuye lo que ha
sucedido. Pasa de la realidad que tiene delante a otra más escondida, llega a
la fe, aunque se trata aún de una fe oscura, como muestran el v. 9 y la
continuación del relato. De éste se desprende que la fe no es, para el hombre,
una posesión estable, sino el comienzo de un camino de comunión con el Señor,
una comunión que ha de ser mantenida viva y en la que hemos de ahondar más y
más, para que llegue a la plenitud de vida con él en el Reino de la luz
infinita.
CLAVES
para la VIDA
- Es importante que la
liturgia nos ofrezca las “figuras” de la primitiva Iglesia y su proceso de fe
en Jesús, que siempre se inicia en el momento central de la resurrección. El
“discípulo amado” también vive ese camino de búsqueda y de proceso, hasta que “vio y creyó”, y se convierte en testigo de lo
que “hemos visto y oído”. Todo ello como algo
normal y asumido profundamente, vitalmente.
- Pero está claro que a
pesar de todas las señales, lo que prevalece en todo este proceso de fe es el
AMOR: tanto María Magdalena como el “discípulo amado” alcanzan “a ver” porque
su actitud está motivada por el amor con el que se sienten arrastrados hacia el
Señor Jesús. Ellos son todo un símbolo en esa búsqueda con el Resucitado. Y eso
a pesar de la dolorosa experiencia de la tumba vacía y de la ausencia de su
Señor, pero su búsqueda se verá compensada con el ENCUENTRO, que transformará
su camino e iluminará todo.
- Es la invitación que
desde el primer momento se me hace también a mí, a nosotros: ponernos en ese
proceso de búsqueda, animados por el amor, con vistas a poder experimentar el
encuentro con el Señor Resucitado, con aquél que puede y va a transformar
radicalmente (desde la “raíz”) mi/nuestra vida. Y es que ese “camino de
comunión” con el Señor Resucitado es necesario ahondarlo constantemente hasta
alcanzar la plenitud. Hermano/a: algo grande tenemos delante, pero es necesario
ponerse a CAMINAR. ¡Feliz proceso de búsqueda y... FELIZ ENCUENTRO, entrañable
y amoroso, en este tiempo de Pascua!
Día 9, LUNES de la Octava
de Pascua
Hechos de los Apóstoles 2, 14. 22-33
“... El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió
atención y les dirigió la palabra: Judíos y vecinos todos de Jerusalén... Os
hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando
por su medio los milagros signos y prodigios que conocéis... os lo entregaron y
vosotros lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó...”
CLAVES para la LECTURA
- El discurso de Pedro en
Pentecostés presenta el kerigma, el anuncio fundamental:
Jesús, hombre acreditado por Dios en vida con milagros de todo tipo, fue
rechazado por los hombres. Pero Dios ha confirmado la justedad de su causa
y le ha expresado su aceptación exaltándolo con la resurrección. El sello de
Dios sobre Jesús, tanto en vida como en su muerte, está completo.
- Es más, todo estaba
previsto en el plan de Dios, como se deduce del Sal 15, donde expresa David su
esperanza de no verse abandonado a la corrupción de la muerte. Lo que no llegó
a realizarse en David, se realiza ahora en Jesús de Nazaret, al que Dios
resucitó de entre los muertos. “Y de ello somos
testigos todos nosotros”. Pedro anuncia hechos reales, como la
vida ejemplar de Jesús; su muerte como obra conjunta de los presentes y de los
paganos; su resurrección; el testimonio de los apóstoles. Todo ello forma parte
del plan de Dios diseñado en las Escrituras.
- El pasaje ofrece, por
tanto, un ejemplo de la primera predicación apostólica, centrada en Jesús de
Nazaret, sobre su extraordinario acontecimiento humano, sobre la
responsabilidad de quienes le rechazaron, sobre la absoluta presencia de Dios
en su vida.
CLAVES
para la VIDA
- El “tono” de lo que
estamos celebrando ha cambiado. Por eso aquí nos encontramos con la primera
predicación apostólica y lo que será el perenne anuncio de la Comunidad de Jesús. Lo
que es curioso es que aquel Pedro asustado ante los guardias y los criados del
palacio, ahora se ha ENCONTRADO con el Señor Jesús Resucitado, y ha cambiado
radicalmente su vida; su palabra y su testimonio nos aseguran que algo
completamente nuevo ha sucedido y esto hay que proclamarlo y anunciarlo como la GRAN noticia.
- Ese anuncio
sorprendente no es una idea, sino un hecho, inimaginable e imprevisible, que
muestra, de manera rotunda y clara, la voluntad positiva de Dios con vistas al
mundo y a la historia, su capacidad de reconstruir todo, incluso lo que la
maldad humana había destruido. Éste es el núcleo del anuncio, del hecho de la
resurrección, expresado en palabras humanas, y esto es lo que proclama.
- Todo el tiempo de
Pascua será una llamada a cada uno de nosotros a convertirnos en apóstoles de
este anuncio y de esta realidad: sentirme identificado con él, y repetirlo, en
las mil formas de la vida diaria, que el mal ha sido vencido y que será
vencido; que el amor ha sido y será más fuerte que el odio; que no hay
tinieblas que no puedan ser vencidas por el poder de Dios... porque Cristo ha
resucitado. Anuncio en la vida, actitud positiva hacia la vida, con el
optimismo de quien sabe que el Padre quiere liberarme también a mí, también a
nosotros, “de las ataduras de la muerte”;
vivir como quien sabe que su amor está en acción y le lleva a la VIDA en plenitud. Éste es el
anuncio.
Evangelio: Mateo 28, 8-15
“... Las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro;
impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a sus discípulos. De
pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: Alegraos. Ellas se acercaron,
se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: No tengáis miedo:
id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán...”
CLAVES
para la LECTURA
- El pasaje bíblico
narra dos encuentros diferentes: el primero, entre Jesús y las mujeres, cuando
éstas iban de camino para llevar el mensaje de la resurrección a los discípulos
(vv. 8-10); el segundo, entre los sumos sacerdotes y los guardianes del
sepulcro, que se dirigen a los jefes del pueblo para informarles de las cosas
que han pasado (vv. 11-15). El hecho central sigue siendo la tumba vacía, y,
sobre ésta, Mateo nos ofrece dos posibles interpretaciones: o bien Jesús ha resucitado,
o bien ha sido robado por sus discípulos. Al lector le corresponde la fácil
elección, que no es, ciertamente, la de la mentira organizada por los sumos
sacerdotes, sino la del testimonio dado por las mujeres. A ellas les dice
Jesús: “Id a decir a mis hermanos que vayan a
Galilea, allí me verán” (v. 10). El acontecimiento de la
resurrección es un hecho sobrenatural, y sólo la fe puede penetrarlo, como es
el caso de la fe de las mujeres, discípulas y mensajeras de Cristo resucitado.
- No es difícil ver en
el texto el trasfondo de una polémica entre los jefes del pueblo y los
discípulos de Jesús en torno a la resurrección de Jesús. Mateo escribió su
evangelio cuando todavía estaba vivo el contraste entre la comunidad cristiana
del siglo I, que con la resurrección del Señor ve inaugurados los tiempos del
mundo nuevo e inaugurado el Reino de Dios basado en el amor, y las autoridades
judías, que, una vez más, rechazan a Jesús como Mesías, esperando a otro
salvador.
- La resurrección será
siempre un signo de contradicción para todos y cada uno de los hombres: para
los que están abiertos a la fe y al amor, es fuente de vida y salvación; para
los que la rechazan, se vuelve motivo de juicio y condena.
CLAVES
para la VIDA
- De nuevo, se nos
presenta a Jesús como aquel ante quien se crean bandos diferentes, actitudes
diversas, con sus correspondientes reacciones. Están las mujeres, seguidoras
fieles de ese Jesús, a quien han acompañado en su ministerio, han estado al pie
de la cruz, y ahora reciben el notición y el gozo de encontrarse con el Señor
Resucitado: “alegraos... no tengáis miedo... id a
comunicar a mis hermanos”; ellas se convierten en los primeros
testigos del acontecimiento. Por otro lado, están los guardias y los jefes del
pueblo que una vez más rechazan a Jesús como Mesías y Salvador; para ello,
sobornan y... lo que haga falta.
- El “no está aquí, ha resucitado” es el anuncio,
que de una forma y otra, se repite y se proclama. Todo va a girar en torno a
esa confesión. A unos, esta confesión les abrirá a la fe y al amor,
convirtiéndose en fuente de vida y de salvación, como el mismo Jesús y
compartiendo con Él la misión y el envío; a otros les provocará el rechazo y se
cerrarán al don de Dios que en la resurrección de Jesús se ha hecho definitivo
para cuantos lo acogen.
- Aquí me encuentro yo,
nosotros. Podemos acoger y dejar que ese acontecimiento transforme nuestra vida
de arriba abajo, la haga más positiva y optimista, y eso a pesar de las
dificultades; o nos podemos “dejar sobornar” (por lo que sea) y caminar
abocados a la muerte, al sin sentido, al vacío. ¿Dónde me siento? ¿Dónde te
sientes tú, hermano/a?
Día 10, MARTES de la Octava
de Pascua
Hechos de los Apóstoles 2, 36-41
“... El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos: Todo Israel
esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha
constituido Señor y Mesías... ¿Qué tenemos que hacer, hermanos? Pedro les
contestó: Convertíos y bautizaos todos en
nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis al
Espíritu Santo...”
CLAVES
para la LECTURA
- Pedro concluye su
discurso con cierto énfasis: todos los israelitas deben tener la certeza de que
Jesús es Señor y Mesías. La fe cristiana se fundamenta en el testimonio
apostólico sobre la resurrección, que eleva a Jesús a la condición gloriosa de
Señor y Mesías. Lucas usa aquí precisamente los dos títulos del anuncio de la
buena noticia que llevaron los ángeles a los pastores (Lc 2, 11), títulos
plenamente realizados ahora.
- El testimonio de Pedro
toca los corazones y se inicia la larga cadena de las conversiones. El apóstol
pide el cambio de mentalidad y de comportamiento (ése es el sentido de metánoia),
y el bautismo “en el nombre de Jesús”,
llamado simplemente “Cristo” (sin artículo): ahora
ya es él el Enviado, el Mesías, el Salvador. El bautismo es signo de la
conversión y apertura a la nueva vida, hecha de la destrucción del pasado de
muerte y de la plenitud de vida que procede del Espíritu Santo. De este modo se
cumplen las promesas tanto para los que están presentes como para los “de
lejos”, es decir, para los que están fuera del judaísmo.
- Aparece, por último,
la invitación a ponerse “a salvo de esta
generación perversa”, esto es, de aquellos que con su
religiosidad legalista no han sido capaces de acoger la novedad revolucionaria
del mensaje y de la realidad de Jesús, y lo hicieron condenar recurriendo a la
mentira. La primera pesca del “pescador de
hombres” fue verdaderamente milagrosa: tres mil personas
recibieron sus palabras y entraron en sus redes, unas redes que llevan a las
aguas de la salvación.
CLAVES
para la VIDA
- No sé si acertaremos a
“saber” lo que ocurrió en el acontecimiento de la Resurrección de
Jesús, pero lo que sí descubrimos es que Pedro, torpe y lento para defender el
proyecto de Jesús antes de la
Pascua , ahora está lúcido y ha madurado en la fe, animado y
conducido por el Espíritu. Ahora resulta que este Jesús (según Pedro) es aquel
a quien sus enemigos han llevado a la muerte, pero que Dios, al resucitarle, le
ha constituido Señor y Mesías; esto es, le ha “autentificado” ante todos. Éste
es el programa del anuncio, del “kerigma” de la primera comunidad y
lo sigue siendo hoy.
- ¿A qué lleva este
anuncio? Al cambio de vida, a abandonar el camino anterior y, ahora, a aceptar
a Jesús, a creer en Él como Señor que ilumina la vida. El bautismo es la
expresión externa de ese cambio. Éste es el fruto de la resurrección de Jesús:
la vida cambia, pues, de perspectiva; el amor y la entrega tienen sentido; el
grano de trigo que muere, producirá frutos abundantes y nuevos.
- La propuesta de la Pascua para mí, para
nosotros, es ENCONTRARNOS con el Señor Resucitado, ACOGER como bueno lo que Él
mismo ha vivido; y comunicarlo, sin miedo ni complejos, a todos lo que están
abiertos a esta buena noticia, porque esa LUZ pascual puede iluminar toda
nuestra vida y en todas sus dimensiones. ¡Ánimo, pues!
Evangelio: Juan 20, 11-18
“... Estaba María junto al sepulcro, fuera, llorando... ve a
Jesús de pie... Jesús le dice: Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas? Ella
le contesta: Señor, si tú te lo has llevado dime dónde lo has puesto y yo lo
recogeré. Jesús le dice: ¡María! Ella se vuelve y dice: ¡Rabboni! (que
significa Maestro). María Magdalena fue y anunció a los discípulos: He visto al
Señor...”
CLAVES
para la LECTURA
- La dinámica narrativa
de Jn 20 está guiada por un ritmo creciente que muestra el nacimiento y la
consolidación de la fe de los primeros discípulos en Jesús resucitado. Tras el
descubrimiento de la tumba vacía (vv. 1-10), donde la fe inicial del discípulo
amado constituye sólo un primer estadio de la plena fe pascual, el fragmento
presenta el segundo estadio, el de la profundización de la fe en el Resucitado
a través de la experiencia personal de la Magdalena : de los signos visibles de la ausencia
de Jesús se pasa a su presencia viva. El discípulo queda invitado a entrar en
la óptica de la fe en la persona del Señor.
- El fragmento se
compone de dos partes: a) la aparición de los ángeles a María (vv. 11-13); b)
la aparición de Jesús a la mujer (vv. 14-18). María necesita ser liberada de
una adhesión aún demasiado sensible al Jesús terreno. La superación de esta
visión terrena permite al discípulo encontrar al Señor. María no llega a la fe
en el Cristo resucitado a través de los ángeles, que sólo tienen una función de
interlocutores: “¿Por qué lloras?” (v. 13),
sino sólo cuando Jesús la llama por su nombre: “¡María!”
(v. 16), inaugurando en ella una nueva vida. María, una vez ha reconocido al “rabboni” (v. 16), es invitada por Jesús a
anunciar a los otros discípulos el acontecimiento de la resurrección. Es ahora
cuando se convierte en el símbolo de la fe plena, haciéndose en misionera y
evangelizadora de la Palabra
de Jesús: “Fue corriendo adonde estaban los discípulos y
les anunció: He visto al Señor” (v. 18).
- El encuentro de Jesús
con María Magdalena y el anuncio llevado por la mujer a los hermanos contiene
un gran mensaje para los discípulos de todos los tiempos: el Señor está vivo, y
cada uno de nosotros debe buscarlo a través de un camino de fe, con la
seguridad de que, si hace lo que le corresponde, el Señor, a su vez, no tardará
en salirle al encuentro y en hacerse reconocer.
CLAVES
para la VIDA
- Los relatos
evangélicos nos van mostrando los diversos procesos de fe que se dieron en los
primeros testigos del Señor resucitado. Los discípulos no es que estuvieran muy
receptivos al acontecimiento; las mujeres lo están mucho más. Es el caso de
María Magdalena, si bien su proceso de fe tampoco fue fácil; así, veremos que
confunde al Señor resucitado con el “hortelano”. Hay un amor profundo hacia
Jesús, pero su mente está embotada.
- Así, de los signos
visibles de ausencia de Jesús (la tumba vacía), también María tiene que pasar
al encuentro personal, a esa presencia viva. Sólo cuando Jesús mismo la llama
por su nombre “¡María!”, es cuando se produce
ese encuentro que transforma, de modo que de los lloros y lamentos y de
confundirle con el hortelano, María pasa a ser testigo: “anda,
vete y diles a mis hermanos...” (v. 17), y va corriendo: “he visto al Señor” (v. 18).
- Éste es el camino para
cada discípulo de todos los tiempos: aceptar el testimonio y ponerse en camino
para realizar el proceso de fe, el encuentro con el Resucitado. Sólo desde ahí
será posible el envío. Y los testigos nos dicen que el mismo Señor Resucitado
no tardará en salir al encuentro y en hacerse reconocer. Aquí estoy yo (estamos
nosotros), también necesitado de esa experiencia Pascual. ¿Lo deseo? ¿Lo busco?
Día 11, MIÉRCOLES de la Octava
de Pascua
Hechos de los Apóstoles 3, 1-10
“... Pedro y Juan subían al templo, a la oración de media
tarde, cuando vieron traer... a un lisiado de nacimiento. Pedro, con Juan a su
lado, se le quedó mirando y le dijo: Míranos. Clavó los ojos en ellos esperando
que le darían algo; Pedro le dijo: No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de
Jesucristo Nazareno, echa a andar...”
CLAVES
para la LECTURA
- Pedro continúa la
práctica liberadora de Jesús, no sólo con el anuncio, sino también con las
obras milagrosas. Éstas manifiestan que ha llegado la salvación al mundo. Este
milagro dará ocasión a un nuevo discurso de explicación y de anuncio. También
Pedro, gracias al nombre de Jesús, aparece “acreditado por
Dios mediante milagros, prodigios y signos” y, en consecuencia,
autorizado a anunciar la novedad cristiana.
- El relato es vivaz: el
templo figura aún en el centro de la piedad de la primera comunidad cristiana,
que todavía no ha roto con las costumbres judías. Pedro, ante una de las puertas
más famosas del edificio, encuentra a un mendigo paralítico de nacimiento y,
como no tiene “ni oro ni plata”, le ordena
que se levante y camine: “En nombre de
Jesucristo Nazareno, echa a andar”.
- Lo que sigue es un
relato “de resurrección”: el paralítico entra finalmente en el templo -del que
le había excluido su enfermedad- “saltando y
alabando a Dios”. Es un hombre “reconstruido” física y
espiritualmente el que Pedro restituye a la vida. La resonancia que tuvo esta
curación fue enorme: la gente, llena “de admiración y
pasmo”, acudió en gran cantidad junto al pórtico de Salomón,
donde Jesús discutía con los judíos y donde se reunían los cristianos de
Jerusalén para escuchar las enseñanzas de los apóstoles (Hch 5, 12). Aquí se
dispone Pedro a dar la explicación del acontecimiento.
CLAVES
para la VIDA
- La fuerza salvadora,
que en vida de Jesús brotaba de él, curando a los enfermos y restituyéndoles la
salud y la dignidad de la que habían sido excluidos por su condición de
pecadores (no olvidemos: la enfermedad era consecuencia del pecado, según su
mentalidad), es ahora energía pascual que sigue activa: el Resucitado está
presente, aunque invisible, y actúa a través de su comunidad, en concreto a
través de los apóstoles, a los que había enviado a “proclamar
el Reino de Dios y a curar” (Lc 9, 2). No tendrán medios
económicos pero sí participan de la fuerza del Señor.
- Aquel pobre paralítico
se encontró con la mirada de Pedro, con su mano extendida y unas palabras
llenas de fuerza liberadora: “en nombre de Jesús
Nazareno, echa a andar” (v. 6). Aquel Pedro que había dicho no
conocer a ese arrestado, ahora se siente poseído por su propia fuerza y es
capaz de transmitirla plenamente. También en él se ha dado el proceso de fe, y
su palabra y su vida han sido plenamente transformadas.
- He aquí el final de
ese camino de fe: el discípulo (de cualquier tiempo) poseído por la misma
fuerza de Jesús, por su estilo y mentalidad, realiza las mismas obras y
maravillas del Jesús histórico. Hoy y aquí, con su presencia, con su palabra,
con su vida iluminada por el Resucitado, sigue actualizando en cada situación
su novedad total, la de la
Pascua. El discípulo hoy es ENVIADO a la tarea. Y... ¿tú?
Evangelio: Lucas 24, 13- 35
“... Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día a
una aldea llamada Emaús... Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona
se acercó y se puso a caminar con ellos... Ya cerca de la aldea donde iban, él
hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron diciendo: Quédate con
nosotros porque atardece y el día va de caída... Sentado a la mesa con ellos,
tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les
abrieron los ojos y lo reconocieron...”
CLAVES
para la LECTURA
- El episodio de la
aparición de Jesús resucitado a los discípulos de Emaús presenta el camino de
fe de la vida cristiana basado en el doble fundamento de la Palabra de Dios y de la Eucaristía. Esta
experiencia del Señor aparece descrita a lo largo de dos momentos decisivos: a)
el alejamiento de los discípulos de Jerusalén, es decir, de la comunidad, de la
fe en Jesús, para volver a su viejo mundo (vv. 13-29); b) la vuelta a Jerusalén
con la recuperación de la alegría y la fe por parte de la comunidad de los
discípulos (vv. 30-35).
- En el primer momento
de desconcierto, Jesús, con el aspecto de un viajante, se acerca a los
discípulos desalentados y tristes, y, conversando con ellos, les ayuda, por
medio del recurso a la
Escritura , a leer el plan de Dios y a recuperar la esperanza
perdida: “Y empezando por Moisés y siguiendo por todos
los profetas, les explicó lo que decían las Escrituras” (v. 27).
- La catequesis de Lucas
es muy clara: cuando una comunidad se muestra disponible a la escucha de la Palabra de Dios, que está
presente en las Escrituras, y pone la Eucaristía en el centro de su propia vida, llega
gradualmente a la fe y hace la experiencia del Señor resucitado. La Palabra y la Eucaristía constituyen
la única gran mesa de la que se alimenta la Iglesia en su peregrinación hacia la casa del Padre.
Los discípulos de Emaús, a través de la experiencia que tuvieron con Jesús,
comprendieron que el Resucitado está allí donde se encuentran reunidos los
hermanos en torno a Simón Pedro.
CLAVES
para la VIDA
- ¡Enorme Catequesis la
que nos ofrece Lucas como testimonio de su fe y el de la Comunidad en la que
participa! Todos los detalles están recogidos con exquisita sensibilidad y
sicología. Los discípulos, desanimados y desmoronados en su fe mal fundamentada
(sus “ideas” del Mesías), emprenden el viaje de ida, vuelven a su viejo mundo: “nosotros esperábamos...” (v. 21); ahora están
tristes y derrotados; y, además, sus ojos están embotados y no le reconocen. Al
contrario, el viaje de vuelta es completamente diferente: llenos de alegría,
los ojos abiertos ahora a la inteligencia de las Escrituras, comentando entre
ellos la experiencia vivida, impacientes por anunciarla a la comunidad, y el
encuentro con los hermanos. Todo un camino recorrido.
- Las Escrituras, su
comprensión y profundización, les ayudan a aceptar la presencia nueva del
Resucitado; el “partir el pan”, la Eucaristía , termina por
abrirles los ojos y... “lo reconocieron”
(v. 31). Las Escrituras han despertado su corazón; la Eucaristía ha
transformado la visión de su vida. Desde ahí, emprenden el retorno a la Comunidad , a los
hermanos, que seguían reunidos, experimentando también la presencia nueva del
Resucitado.
- Lucas nos ofrece los
elementos necesarios para poder realizar el camino de encuentro con el
Resucitado: garantizando que él se hará presente (aunque no le reconozcamos, a
la primera), ahí están las Escrituras, ahí está la Eucaristía o fracción
del pan; ahí está la
Comunidad y los hermanos. Ahí se hace presente y... ¡de qué
forma! el Resucitado.
Día 12, JUEVES de la Octava
de Pascua
Hechos de los Apóstoles 3, 11-26
“... Pedro, al ver a la gente, les dirigió la palabra:
Israelitas, ¿qué os llama la atención?, ¿de qué os admiráis?, ¿por qué nos
miráis como si hubiéramos hecho andar a éste con nuestro poder o virtud?... el
Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros
entregasteis y rechazasteis, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y
nosotros somos testigos...”
CLAVES
para la LECTURA
- Con este discurso,
bastante articulado, pretende convencer Pedro de su error a los que rechazaron
a Cristo, ofreciéndoles la posibilidad de arrepentirse. Pedro establece una
distinción importante: antes de la resurrección era el tiempo de la ignorancia,
el tiempo en que era posible cometer errores. Fue el tiempo que permitió a Dios
dar cumplimiento a las profecías.
- Pero después del hecho
clamoroso de la resurrección ya no se admite la ignorancia, porque aquel que
fue crucificado por los hombres ha sido resucitado por Dios, y los que lo
rechazan merecen ser excluidos del pueblo de Dios, como reincidentes. Por otra
parte, el arrepentimiento y la aceptación de Jesús pueden apresurar los tiempos
de las bendiciones mesiánicas, cuando Dios, al final del mundo, enviará a Jesús
por segunda vez, a fin de que tanto sus enemigos como los incrédulos le
reconozcan como Mesías. Ahora está en el cielo, desde su ascensión, hasta la
restauración final.
- Pedro habla también de
Moisés, que había dicho: “El Señor Dios
vuestro os suscitará de entre vuestros hermanos un profeta como yo”.
Lucas lee “suscitará” en el sentido de
“volver a suscitar” un profeta como Moisés, es decir, Jesús. A éste hay que
escuchar. Y el que no lo haga será excluido del pueblo santo. Podemos señalar
que mientras Mateo considera a los cristianos como un pueblo nuevo que
sustituye al antiguo de Israel, Lucas subraya la continuidad del pueblo de Dios
a través de los judíos que acogen a Jesús. Pedro afirma, por último, que sus
oyentes forman parte del pacto a través del cual serán bendecidas todas las
naciones en la descendencia de Abrahán. En suma, con su resurrección, Jesús
trae la bendición a los judíos y la oportunidad de la conversión.
CLAVES
para la VIDA
- ¡Es curioso lo que ha
ocurrido con Pedro, porque ahora resulta que todo lo ve diferente! En este discurso-predicación
lo vemos: ahora es capaz de ver toda la historia de la Salvación con una clave
acertada; todo culmina en Cristo y en él se constituye la comunidad mesiánica.
Ese Cristo a quien Israel ha rechazado (también Pedro y su grupo) y con ello han
asesinado al autor de la vida. Pero ahora Pedro, que ya ha madurado claramente
en su fe, ahora sí entiende lo que nunca había entendido: que el Mesías tenía
que pasar por la muerte y la cruz; antes no lo había entendido; tampoco Israel.
Pero “ahora” ya no es posible escudarse en la “ignorancia”, ya no valen las
excusas.
- Ha cambiado totalmente
el panorama que nos siguen ofreciendo las primeras comunidades cristianas:
desde el acontecimiento de la
Resurrección de Jesús, la visión de todo es completamente
diferente y es que Cristo Jesús se ha convertido en el Salvador de todos y, por
lo tanto, es necesario convertirnos a él, acogerle y aceptarle como el que
ilumina nuestra vida.
- También hoy, para ti,
para mí, la oferta es la misma: en Cristo Resucitado alcanzamos la plenitud.
Hacer de este acontecimiento el núcleo y la razón de ser de nuestra vida, es el
objetivo de la Pascua.
Mensaje reiterativo, testimonios directos de quienes así lo
han experimentado es lo que se nos sigue ofreciendo como invitación sugerente.
¿Nos animaremos, tú y yo, hermano/a?
Evangelio: Lucas 24, 35-48
“... Contaban los discípulos lo que les había pasado por el
camino... Se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: Paz a vosotros.
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver a un fantasma. Él les dijo: ¿Por
qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y
mis pies: soy yo en persona... ¿Tenéis ahí algo que comer? Ellos le ofrecieron
un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos...”
CLAVES
para la LECTURA
- El tema del fragmento
evangélico, que completa el relato de la aparición a los dos discípulos de
Emaús, subraya las pruebas sobre la realidad de la resurrección de Jesús.
También la primera comunidad cristiana pasó por dificultades para penetrar en
el misterio del Señor resucitado, y las superó empleando una doble prueba. La
prueba real y material del contacto físico de los discípulos con Jesús,
poniendo de relieve la corporalidad del Cristo pascual: “Ved mis
manos y mis pies; soy yo en persona. Tocadme y convenceos” (v.
39), así como la iniciativa del Señor de comer algo ante los suyos: “¿Tenéis algo de comer?” (v. 41). La otra prueba es la espiritual, basada en la comprensión
de la Palabra
en las Escrituras: “Estaba escrito” (vv. 46s).
- Lucas precisa que la
historia de Israel adquiere su sentido y se comprende sólo si culmina en el
acontecimiento histórico de Jesús de Nazaret muerto y resucitado. Y, por otra
parte, nos enseña que sólo cuando los hombres se abren a la conversión y
experimentan el perdón de Dios pueden comprender del todo el triunfo de la
pascua del Señor.
- La salvación está
abierta a todos, y la Iglesia
tiene la tarea de anunciar la realidad física de la pascua del Señor y su valor
como nuevo inicio de la historia humana, a través de la acogida del perdón de
Dios. La resurrección de Jesús es el dato cierto sobre el que se asienta la fe
de los creyentes y la historia de los hombres.
CLAVES
para la VIDA
- Los discípulos de
Emaús van contando su experiencia de encuentro con el Resucitado y cómo le
habían reconocido al partir el pan; lo están narrando al resto del grupo, de la
comunidad, y en ese mismo momento se aparece de nuevo Jesús, saludándoles y
ofreciéndoles la PAZ. Las
dudas y los miedos de antes desaparecen, y Él “les
abrió el entendimiento” (v. 45) y empiezan a entender las
Escrituras y cuanto en ellas afirmaban acerca de Él. Y así, poco a poco, el
Espíritu de Jesús Resucitado va iluminando las mentes y los corazones de sus
amigos y convirtiéndolos -como a Pedro- en testigos audaces de la Buena Nueva.
- Y es que en Jesús la
historia adquiere toda su plenitud, queda iluminada; se da un nuevo inicio de
la historia humana; la misma muerte queda rota y superada. Éste es el mensaje,
repetido incansablemente por los testigos. Testigos que son portadores de la
misma PAZ que el Resucitado -como regalo y don suyo- les ofrece, y así, ahora,
viven con las mismas claves que ha vivido el Maestro y Señor.
- Hoy, nosotros, estamos
llamados a esta misma experiencia. Las Escrituras, la Eucaristía , los
hermanos reunidos, la
Comunidad , son los medios para ayudarnos en esa tarea. Y todo
con el objetivo de “abrirnos el entendimiento” que
nos posibilita a un encuentro personal y que transforma. Sólo desde ahí
podremos sentirnos ENVIADOS. ¡Buen ánimo!
Día 13, VIERNES de la
Octava de Pascua
Hechos de los Apóstoles 4, 1-12
“... ¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso?
Pedro, lleno de Espíritu Santo, respondió: Jefes del pueblo y senadores,
escuchadme... quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el
nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios
resucitó de entre los muertos...”
CLAVES
para la LECTURA
- Dos son los temas
principales de este fragmento: la reacción de los jefes de Israel ante el éxito
de los apóstoles y las importantes afirmaciones del discurso de Pedro.
- Primer tema:
sorprendentemente, el “caso de Jesús” no se cerró con la crucifixión. Sus
seguidores hacen prosélitos. Más aún, predican en el templo, convirtiéndose en
maestros del pueblo (tarea reservada a los doctores de la Ley ), y anuncian la
resurrección de los muertos (lo que parece particularmente inoportuno a los
saduceos). Los jefes del pueblo, sorprendidos y exasperados, se les echan
encima y los meten en la cárcel. Ésta fue la primera persecución, a la que
siguió un ulterior incremento numérico de discípulos. El Sanedrín, el mismo que
pocas semanas antes había juzgado a Jesús, se reúne. En él se concentran los
diferentes poderes: el religioso, el económico, el teológico, el social y lo
que queda del poder político. Unos poderes que se sentían amenazados por el
mensaje subversivo de Jesús y que, ahora, deben ocuparse nuevamente de la
cuestión.
- El segundo tema es el
breve y vigoroso discurso de Pedro. Éste, “lleno del Espíritu
Santo”, tal como había prometido Jesús, habla con una gran parresía,
es decir, con una audacia y un coraje inauditos, plantando cara a los jefes del
pueblo y poniéndoles en una situación seriamente embarazosa. Parte del hecho de
la curación para anunciar la salvación, la curación radical. Las afirmaciones
de Pedro son solemnes y claras: aquel a quien vosotros condenasteis a muerte ha
sido resucitado por Dios; y la piedra que vosotros desechasteis Dios la ha
convertido en la piedra fundamental del nuevo edificio que pretende construir.
Jesús, a quien los jefes rechazaron y mataron, ha sido elegido por Dios para
dar cumplimiento a sus promesas. El conjunto está dominado por el “nombre de Jesús”; en ningún otro nombre hay
salvación.
CLAVES
para la VIDA
- ¡Impresiona el
“cambiazo” de estos seguidores de Jesús! Poco antes habían huido; ahora, con
enorme valentía, anuncian a ese Jesús en quien reside la plenitud de la
salvación. La acusación a las autoridades es clara y rotunda: han desechado la
piedra angular; esto es, han escogido el camino equivocado, según los planes de
Dios. Ésta es la paradoja: los “guardianes” de Dios, ellos son los que han
rechazado a los enviados por ese Dios. Se repite la historia que se había producido
con los profetas.
- Ahora, los NUEVOS
testigos, el nuevo pueblo que acoge los planes de Dios, anuncian con audacia y
coraje: Dios ha dado la razón a Jesús y a su estilo de ser y de vivir. Este
testimonio les traerá consecuencias, como la cárcel y la tortura. Pero ahora ya
no les importa; todo es diferente y todo está dominado por el “nombre de Jesús”. ¡Algo grande ha ocurrido y
lo acontecido cambia radicalmente la situación!
- Ahí nos encontramos,
hoy, nosotros: Jesús es quien da razón y sentido a nuestra vida, como a Pedro,
y a Juan y aquel grupo. Él se ha convertido en el motor de nuestra existencia,
de nuestro trabajo y de nuestro anuncio evangelizador. Si esto no nos ha
ocurrido, la Pascua
no significa NADA para nosotros; no estamos en mejor situación que el Sanedrín,
quien se siente amenazado por el mensaje “subversivo” del Jesús Resucitado.
Evangelio: Juan 21, 1-14
“... Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al
lago de Tiberíades... les dice: Echad la red a la derecha de la barca y
encontraréis. La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de
peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: Es el Señor.
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se
echó al agua... Al saltar a tierra, ven brasas con un pescado puesto encima y
pan. Jesús les dice: Traed de los peces que acabáis de coger... Jesús se
acerca, toma el pan, se lo da, y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez
que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los
muertos...”
CLAVES
para la LECTURA
- La “pesca
milagrosa” presenta la tercera aparición del Resucitado a los
discípulos-pescadores, reunidos junto a la orilla del lago Tiberíades. El
encuentro de Jesús con los suyos, que habían vuelto a su trabajo, describe de
manera simbólica la misión de la
Iglesia primitiva y el retrato de cada comunidad. Éstas
permanecen estériles cuando se quedan privadas de Cristo, pero se vuelven
fecundas cuando obedecen a su Palabra y viven de su presencia. El texto se
compone de dos fragmentos en el ámbito de la redacción: a) ambientación de la
aparición en Galilea (vv. 1-5); b) la pesca milagrosa y el reconocimiento de
Jesús (vv. 6-14).
- El reducido grupo de
los discípulos, con Pedro a la cabeza, representa a toda la Iglesia en misión. Pero
sin Jesús en la barca, el fracaso de la “pesca”
(= misión) es total y anda a tientas en la “noche”
(v. 3). Frente a la conciencia de no triunfar por sí solos en la empresa,
interviene Jesús -“al clarear el día” (v. 4)- con
el don de su Palabra, premiando a la comunidad que ha perseverado unida en el
trabajo apostólico: “Echad la red al lado derecho de la barca y
pescaréis” (v. 6). La obediencia a la Palabra produce el
resultado de una pesca abundante. Los discípulos se fiaron de Jesús y
experimentaron con el Señor la desconcertante novedad de su vida de fe. Jesús
les invita después al banquete que él mismo ha preparado: “Venid a
comer” (v. 12).
- En el banquete, figura
de la Eucaristía ,
es el mismo Jesús quien da de comer, haciéndose presente de una manera
misteriosa. Los discípulos son ahora presa del escalofrío que les produce el
misterio divino. La conclusión del evangelista es una invitación a la comunidad
eclesial de todos los tiempos para que vuelva a encontrar el sentido de su
propia vocación y ponga a Jesús como Señor de la vida, de suerte que, a través
de la escucha de la Palabra
y de la Eucaristía
(= las dos mesas), la Iglesia
haga fructuosos todos sus compromisos entre los hombres.
CLAVES
para la VIDA
- Es el cuadro de la
comunidad de Jesús: ellos eran los “especialistas” en el arte de la pesca; pero
después de una noche de trabajo, no han conseguido nada; y es que “sin Jesús”,
aquel grupo no puede nada; cuando obedece a su palabra, entonces sí que es posible
la nueva situación, la plenitud mesiánica (los 153 peces pueden simbolizar esa
plenitud). Es, pues, la situación de la primera comunidad tras la muerte de
Jesús: necesita de su NUEVA PRESENCIA, aunque les cueste reconocerle, como se
insiste en el relato evangélico.
- En la escena del
almuerzo preparado por el mismo Jesús, y después de haberse fiado de su
palabra, se produce el milagro, e incluso le “reconocen”: “es el
Señor” (v. 7), ahora son invitados a comer. Sin duda alguna, es
la figura de la Eucaristía ,
donde Jesús se hace presente en medio de los suyos. Su Palabra y la Eucaristía serán los
dos caminos para encontrarse con Él. Son las “dos mesas” a las que son
invitados todos sus seguidores.
- Saber que necesito
encontrarme con Él, es la primera conclusión de la Pascua. Saber que su
Palabra (fiándome de ella) y la
Eucaristía (como presencia nueva de Jesús) son dos
instrumentos y medios para ese encuentro, es la gran lección a aprender y a
vivir para todo creyente. También para mí, para nosotros, sus seguidores, hoy y
aquí.
Día 14, SÁBADO de la Octava
de Pascua
Hechos de los Apóstoles 4, 13-21
“... Los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas
estaban sorprendidos, viendo el aplomo de Pedro y Juan, sabiendo que eran
hombres sin letras ni instrucción, y descubrieron que habían sido compañeros de
Jesús... Los llamaron y les prohibieron en absoluto predicar y enseñar en
nombre de Jesús. Pedro y Juan replicaron: ¿Puede aprobar Dios que os
obedezcamos a vosotros en vez de a él?...”
CLAVES para la
LECTURA
- Pedro y Juan han
recibido en verdad, según la promesa de Jesús, “una
elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos
vuestros adversarios”: estos últimos se encuentran,
evidentemente, en dificultades.
- El fragmento está
dominado, por una parte, por la fuerza de los hechos que se imponen y, por
otra, por la voluntad de ocultarlos. Los hechos son la curación constatada y
clamorosa; son todo lo que Pedro y Juan han visto y oído. Por otra parte, está
el poder que quiere defenderse de la irrupción de los hechos, con su poder de
desestabilización. Los hechos están acreditados por “hombres
del pueblo sin cultura”, que pasan de acusados a acusadores.
- Frente a la idea de
prohibir “enseñar en el nombre de Jesús”
-y en esto se muestra perspicaz el sanedrín, porque el peligro procede de ese
“nombre”, la verdadera novedad-, la respuesta de Pedro y Juan es la apelación a
la evidencia: no pueden callar lo que han visto y oído. Se trata de la
conciencia de que hablar de estas cosas era voluntad de Dios, un mandato divino
frente al cual los preceptos humanos pierden su consistencia. No hay amenaza
humana que pueda oponerse a la fuerza del testimonio de los apóstoles, porque
está con ellos la fuerza irresistible de Dios.
CLAVES
para la VIDA
- “No
podemos menos de contar lo que hemos visto y oído” (v. 20): éste
es el secreto de aquellos hombres; al menos, así lo formulan; lo que ha
ocurrido y el cómo, no terminan de aclararnos, pero el hecho sí que lo es: dan
testimonio claro y explícito de Jesús, un Jesús vivo y, en su nombre, se
sienten con fuerza para dar vida y libertad al paralítico, y su testimonio ante
unas autoridades desconcertadas ante lo ocurrido. Los “sabios” no entienden
nada; los “sencillos” y los ignorantes, con valentía y aplomo y a pesar de las
prohibiciones, dan testimonio claro y explícito. ¡Cómo han cambiado las
cosas!...
- El proceso de fe de
aquellos hombres ha sido lento y complicado, pero cuando se ha producido el
ENCUENTRO todo ha cambiado: es el caso de Pedro, de Juan, de aquel grupo. Y es
que ahora se sienten poseídos por la fuerza irresistible de Dios mismo. Sólo
así se puede -humanamente- entender algo de lo que está ocurriendo: “hombres del pueblo y sin cultura” (v. 13) son
los que anuncian la NUEVA
realidad. ¡Ahí es nada!
- Descubrir esta nueva
situación, acercarnos a estos testigos vivos y decididos, compartir con ellos
lo vivido y experimentado, escuchar con ellos la Palabra y obedecerle...
todo un programa, también hoy, para mí, para nosotros. Si no conseguimos esta
“etapa”, no pasaremos de ser los “charlatanes” del Resucitado.
Evangelio: Marcos 16, 9-15
“... Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la
semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete
demonios... Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban
caminando a una finca... Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando
estaban a la mesa... Y les dijo: Id al mundo entero y predicad el Evangelio a
toda la creación...”
CLAVES
para la LECTURA
- El texto es un añadido
que sirve de conclusión al evangelio de Marcos. Está redactado por otra mano,
aunque pertenece a la época apostólica. Incluye la aparición de Jesús
resucitado a María Magdalena, que fue a anunciar a los discípulos incrédulos el
acontecimiento de la resurrección (vv. 9-11); la aparición del Señor con
aspecto de peregrino a los dos discípulos de Emaús, que volvían a su pueblo
(vv. 12s) y, por último, la aparición del Resucitado a los Once, reunidos en
torno a la mesa, esto es, recogidos en la celebración Eucarística, a quienes
reprocha su incredulidad y su actitud refractaria ante el testimonio de algunos
discípulos (vv. 14s).
- Sólo la presencia
directa de Jesús liberará a los apóstoles de su dureza de corazón y los
transformará en verdaderos creyentes. Al subrayar la incredulidad de los
discípulos, típica de todo el evangelio de Marcos, el evangelista pretende
poner de relieve que la resurrección no es fruto de una imaginación ingenua o
de alguna sugestión colectiva de los seguidores del Nazareno, sino don del
Padre a favor de aquel que se había hecho obediente hasta la muerte para la
salvación de toda la humanidad.
- Como conclusión, el
Resucitado envía a los discípulos al mundo para que prolonguen su misión y
desarrollen la actividad evangelizadora junto con el Señor: “Id por todo el mundo y proclamad la buena noticia a toda
criatura” (v. 15).
CLAVES
para la VIDA
- De nuevo, se nos
insiste, por medio del testimonio evangélico, que el proceso de fe de los
amigos de Jesús no fue nada fácil; hasta el punto de que no creerán los
testimonios de otra persona; sólo la presencia directa del mismo Jesús liberará
a aquellos hombres de la ceguera y de la dureza del corazón: Él mismo y su
Palabra les abrirá la mente para que puedan entender lo anunciado en las
Escrituras. ¡Todo un camino!
- Pero el ENCUENTRO con
Él, siempre conlleva el ENVÍO, la necesidad de prolongar su misión y su
actividad evangelizadora; esto es, su acción curativa y liberadora de toda
situación infrahumana, sea cual fuera la causa de esa situación. Ésta es la
tarea de quienes han acogido la nueva presencia del Señor Resucitado.
- Ésta es también
nuestra situación: no estamos llamados para “estar mirando al cielo”, sino para
continuar la misión y el quehacer del mismo Jesús. Por eso, toda
“espiritualidad” que nos impida o dificulte esa misión liberadora en favor del
hombre y de la humanidad, será contraria a los planes de Dios (ésta es la
situación del Sanedrín, de los “jefes”). Jesús nos ENVÍA con la garantía de su
presencia y el don de su Espíritu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario