domingo, 13 de mayo de 2012


LUNES, día 14:  San Matías, apóstol


Hechos de los Apóstoles 1, 15-17. 20-26
“Pedro se puso en pie en medio de los hermanos y dijo: Hermanos, tenía que cumplirse lo que el Espíritu Santo, por boca de David, había predicho, en la Escritura, acerca de Judas, que hizo de guía a los que arrestaron a Jesús... Hace falta, por tanto, que uno se asocie a nosotros como testigo de la resurrección de Jesús... Echaron suertes, le tocó a Matías y lo asociaron a los once apóstoles...”
 CLAVES para la LECTURA
- En correspondencia con la presentación de los grandes personajes centrales del Evangelio, Juan bautista y Jesús (Lc 1-2), Lucas consagra la primera parte de los Hechos de los Apóstoles a la presentación de las dos grandes comunidades, la iglesia de Jerusalén, de origen arameo y tradición judía (en paralelo con Juan Bautista), y la iglesia de Antioquía de origen helenista y tradición “cristiana” (en paralelo con Jesús, el Mesías). La constitución de la comunidad hebrea (Hch 1, 15ss) comprende la elección de Matías, la irrupción del Espíritu y el discurso de Pedro. Aquí nos encontramos.
- Los hermanos, “ciento veinte (múltiplo de doce) personas reunidas con el  mismo propósito” ( v. 15), pretenden completar el número de doce, para dar validez perenne al Israel mesiánico. El “propósito” común no es otro que el erigirse en los verdaderos representantes de Israel. Pedro recurre al libro de los Salmos para justificar la acción que van a llevar a cabo (v. 16. 20). El duodécimo miembro tiene que haber sido testigo presencial de toda la vida pública de Jesús y, en particular, de su resurrección (v. 21s).
- La misión es “compartir el ministerio apostólico”; esto es, un servicio, una responsabilidad con los demás apóstoles y es que ellos son el enlace entre la vida de Jesús y la vida de la Iglesia; por eso tiene que haber compartido con él durante su ministerio y tiene que dar testimonio de su resurrección. Aquí es elegido Matías.
  CLAVES para la VIDA
- La joven Iglesia sigue construyéndose después de la debacle de la muerte de Jesús. Así nos lo presenta Lucas: todavía claramente sobre las bases judías, pero abriéndose -poco a poco- a la nueva realidad que se le presenta. De hecho, la elección de Matías es un signo claro de esta línea de apertura: era un desconocido, no se dice nada de él; el otro candidato, tiene todos los pronunciamientos a favor: nombre arameo, de sobrenombre “Justo”, pero... comienza algo nuevo.
- El criterio que se propone para la elección es muy interesante: haber compartido o sido testigo de la vida pública de Jesús y de su resurrección. Es la CLAVE de todo: el contacto personal, el conocimiento vital de Jesús, de cuanto vivió y del proyecto que ofreció a cuantos se abrían a este don de Dios. Y es que no es cuestión de “doctrinas”, sino de una vida que se contagia y se transmite.
- En este clima Pascual y celebrando la fiesta de un apóstol, también para nosotros, el dilema es el mismo: para ser su apóstol y testigo, para prestar este “servicio”, es necesario haber compartido con Jesús, tener experiencia vital y personal. Esta clave, que se nos repite hasta la saciedad, es fundamental: nadie puede ser testigo si no ha vivido y experimentado. ¿Cómo me encuentro de “experiencia” personal del Señor Jesús? ¿Estoy “preparado” para este “servicio apostólico”?

Evangelio: Juan 15, 9-17
“... Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el da la vida por sus amigos..."
 CLAVES PARA LA VIDA
- La perícopa evangélica prosigue y profundiza en el tema planteado: el del amor. Jesús, prosiguiendo con la analogía de la vid y los sarmientos, añade matices siempre nuevos para hacer comprender cuál es la relación que le une al Padre y a los hombres. La expresión “permanecer en él” (vv. 4-7) se explica ahora en el sentido de “permanecer en su amor”, es decir, en esa circulación de caridad, de pura donación, que es la vida trinitaria en sí misma y en su apertura al hombre (v. 9).
- A Jesús, como bien atestiguan sus parábolas, no le gusta el lenguaje abstracto. Si habla, es para ofrecer palabras que son «espíritu y vida» y, por consiguiente, tienen que poder ser comprendidas y vividas por todos. Permanecer en su amor es así sinónimo de «observar sus mandamientos». Una vez más es la vida trinitaria el modelo que se propone al hombre: Jesús permanece en la caridad del Padre y es una sola cosa con él porque acoge, ama y realiza plenamente su voluntad (v. 10). Como dice el himno cristológico de Flp 2, «se hizo obediente hasta la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó...». Esta unión de voluntades, con la seguridad de que el designio del Padre es el verdadero bien, es la alegría del Hijo, y él, al pedir la observación de sus mandamientos, no hace otra cosa que invitar al discípulo a participar de su misma alegría (v. 11).
- Su mandamiento es el amor recíproco, hasta estar dispuesto a ofrecer la vida por los otros (vv. 12s). Ese amor es el que hace caer todas las barreras, hace «prójimo» a todo hombre, hace nacer una amistad que sabe compartir las cosas más importantes. Su realización perfecta se encuentra en Jesús, que, antes de morir, dice a sus discípulos: «Ya no os llamo siervos, sino amigos», aunque sabe que muy pronto le dejarían solo.
 CLAVES para la VIDA
- Nos encontramos en una de estas Catequesis profundas y vitales que el discípulo amado nos ofrece para comprender todo el misterio de la persona de Jesús. Y aquí hallamos, una vez más, la clave maestra de toda la vida de Jesús: es su relación con el Padre, pero no como algo teórico y racional, sino algo profundamente vital. Hasta tal punto es así, que realizar la voluntad del Padre es para Jesús “el alimento”, y es la causa de su alegría, la fuente de todas sus satisfacciones. Ahí llega su comunión con él.
- Por eso “permanecer en él” es la clave para el discípulo porque es en esa unión profunda donde adquirirá el conocimiento, la experiencia que necesita y que moverá su vida. Ahí aprenderá el discípulo que el “amor” y permanecer en ese amor, es lo que  le hará parecerse a Jesús y vivir lo que él mismo vivió: “Ya no os llamo siervos, sino amigos”: he ahí la nueva realidad a la que Jesús invita a sus seguidores.
- Por lo tanto, su invitación es bien concreta: a compartir con él cuanto él mismo ha vivido en su comunión con el Padre; su alegría reside en vivir esa relación filial; el discípulo, hoy, yo/nosotros, somos invitados a gustar y experimentar esa misma relación y a expresarlo en el amor a los hermanos. Es la GRAN invitación ¿Te animas, hermano/a?

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