domingo, 24 de junio de 2012


LUNES, día 25

2 Reyes 17, 5-8. 13-15a. 18

“... El Señor había advertido a Israel y Judá por medio de los profetas: Volveos de vuestro mal camino, guardad mis mandatos y preceptos, siguiendo la Ley que di a vuestros padres, que les comuniqué por medio de mis siervos los profetas... Rechazaron sus mandatos y el pacto que había hecho el Señor con sus padres, y las advertencias que les hizo. El Señor se irritó tanto contra Israel, que los arrojó de su presencia. Sólo quedó la tribu de Judá...”
  
CLAVES para la LECTURA

- «Mira, yo pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia. Si escuchas los mandamientos de Yahvé tu Dios que yo te prescribo hoy, si amas a Yahvé tu Dios, si sigues sus caminos y guardas sus mandamientos, sus preceptos y sus normas, vivirás y te multiplicarás; Yahvé tu Dios te bendecirá en la tierra que vas a entrar a poseer. Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar y te postras ante otros dioses para darles culto, yo os declaro hoy que pereceréis sin remedio y que no viviréis muchos días... » (Dt 30, 15-19). La caída de Samaría no era más que la conclusión lógica de estas premisas puestas por el Deuteronomio. Los autores deuteronomistas han sometido a examen la historia y han constatado, sobre todo a partir del establecimiento de la monarquía, que el pueblo, con los reyes a la cabeza, se precipitaba hacia la ruina.
- Los profetas no lograron detener la marcha del pueblo que se precipitaba hacia la ruina. Lo único que lograron fue retardar algo el desenlace final. A primera vista, la explicación que la teología deuteronomista da de la caída de Samaria aparece demasiado simplista. Parece basarse en el principio de rígida retribución, según el cual el cumplimiento de las cláusulas de la alianza lleva al éxito, mientras la infracción de las mismas lleva a la ruina.
- En el fondo, lo que propiamente han querido decir los deuteronomistas es que a Dios no se le puede acusar de injusto ni de infiel. Es cierto que Dios había hecho unas promesas a los patriarcas, entre las cuales se encontraba la promesa de la tierra. Pero las promesas de Dios no se cumplen de manera mecánica y automática. Exigen la misteriosa colaboración del hombre, que en el caso presente ha fallado. De ahí que la infidelidad no ha sido de Dios sino del pueblo. «Dios es justo cuando habla y sin reproche cuando juzga» (Sal 51, 6).
  
CLAVES para la VIDA
 - La “lectura” del autor sagrado sigue insistiendo en el mismo elemento histórico: la alianza es un hecho bilateral; por eso, a la infidelidad del pueblo sucede el rechazo de Dios. Y eso, a pesar de que Él ha puesto todos los medios a su alcance: les ha enviado profetas y hombres significativos, pero el reino de Samaría, cada vez más deteriorado en su vida social y religiosa, ha caminado hacia la ruina, a pesar de los cuidados de Yahvé.
- Abandonar la religión verdadera, adorar a dioses falsos, no hacer caso a los profetas que el mismo Dios les envía y proceder según las costumbres de los paganos... es el motivo del cataclismo. Por eso, según el autor sagrado el Señor se irritó con Israel (v. 18); es la lectura más humana de la historia, pero es un intento de “explicar” cuanto le sucede al pueblo elegido.
- Para nosotros, tiene validez esta reflexión sapiencial del autor sagrado. La infidelidad a la Alianza, esto es, el pecado y la flojera, nos siguen llevando a desastres, más o menos calamitosos y que tienen una repercusión social y comunitaria bien clara. Tantas opciones y caminos fáciles, nos siguen conduciendo a la esterilidad y al fracaso; y esto en tantos ámbitos de la vida. O... ¿no? Es cuestión de penetrar un poco en nuestra historia personal. ¿Te animas, hermano/a?

Evangelio: Mateo 7, 1-5

“... No juzguéis y no os juzgarán. Porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: Déjame que te saque la mota del ojo, teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita: sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano...”
  
CLAVES para la LECTURA
 - El pasaje del evangelio de hoy empieza también con una orden: «No juzguéis», o dicho de una manera más literal: «Cesad de juzgar». Jesús, que sabe «muy bien lo que hay en el hombre» (Jn 2, 25), nos ordena esto, si queremos vivir en relación con los hermanos la experiencia de la paternidad divina, en la que Él mismo nos introduce al enseñarnos la oración filial por excelencia: el Padrenuestro.
- La perícopa propuesta hoy a nuestra consideración nos sitúa, efectivamente, en el corazón del mensaje evangélico, que, revelándonos a Dios, nos invita a abandonarnos de una manera confiada en su paternal providencia. En apariencia, no existe nexo alguno entre el «no juzgar» y tal actitud, pero, en realidad, no podemos pedirle nada a Dios si no nos mostramos nosotros mismos generosos a la hora de dar a los otros. Por lo demás, la petición de la oración dominical, «perdona nuestras ofensas», nos compromete precisamente a esta reciprocidad.
- El desarrollo del discurso, al considerar la actitud de quien ve la mota en el ojo del prójimo pero no ve la viga que hay en el suyo, va también en la misma línea. No podemos comprender a los otros si estamos llenos de prejuicios y de impedimentos. La comparación entre la viga y la mota es evidente. Nos mostramos hipócritas y falsos cuando, cegados por nuestros vicios, pretendemos ver bien para corregir un defecto leve de nuestro hermano. Ser hijos del Padre de la luz nos pone al descubierto, pues no queda espacio para ninguna tiniebla.
  
CLAVES para la VIDA
 - Continuamos en el marco del Sermón de la Montaña. El Maestro, Jesús, quiere sacar las conclusiones del tipo de oración que ha enseñado a los suyos, donde se proclamaba la paternidad de Dios Padre. El no juzguéis está en esta línea y un “tono” de exigencia que no es posible “negociar”, según la visión y propuesta de Jesús. Aquí hay un planteamiento radical, y mucho más en comparación con las tesis del Antiguo Testamento.
- Pero la originalidad de la propuesta de Jesús está en su misma raíz: en Dios mismo y en su estilo de ser y de actuar. ¡Ésta es la gran revelación! Y es que Dios se nos presenta y ofrece como Padre, como luz capaz de disipar toda tiniebla y de iluminar toda situación hasta la más terrible. Ésta es la hermosa e inmensa visión que Jesús nos presenta. Desde ahí, especialmente, nace una exigencia radical; también el no juzguéis (v. 1).
- ¡Merece la pena abrirme (y abrirnos) a la propuesta de Jesús! Tiene mucho de liberación, de romper estructuras que condenan y encadenan, dejándonos encerrados en nosotros mismos y en nuestros pequeños (o grandes) infiernos personales. Estilo nuevo de ser y de vivir, desde la clave de la fraternidad, porque tenemos un Padre común. Es lo que da un nuevo TALANTE al creyente.

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