LUNES,
día 25
2 Reyes 17, 5-8. 13-15a. 18
“... El Señor había advertido a
Israel y Judá por medio de los profetas: Volveos de vuestro mal camino, guardad
mis mandatos y preceptos, siguiendo la
Ley que di a vuestros padres, que les comuniqué por medio de
mis siervos los profetas... Rechazaron sus mandatos y el pacto que había hecho
el Señor con sus padres, y las advertencias que les hizo. El Señor se irritó
tanto contra Israel, que los arrojó de su presencia. Sólo quedó la tribu de
Judá...”
CLAVES para la LECTURA
- «Mira, yo pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y
desgracia. Si escuchas los mandamientos de Yahvé tu Dios que yo te prescribo
hoy, si amas a Yahvé tu Dios, si sigues sus caminos y guardas sus mandamientos,
sus preceptos y sus normas, vivirás y te multiplicarás; Yahvé tu Dios te
bendecirá en la tierra que vas a entrar a poseer. Pero si tu corazón se desvía
y no escuchas, si te dejas arrastrar y te postras ante otros dioses para darles
culto, yo os declaro hoy que pereceréis sin remedio y que no viviréis muchos
días... » (Dt 30, 15-19). La caída de Samaría no era más que la
conclusión lógica de estas premisas puestas por el Deuteronomio. Los autores
deuteronomistas han sometido a examen la historia y han constatado, sobre todo
a partir del establecimiento de la monarquía, que el pueblo, con los reyes a la
cabeza, se precipitaba hacia la ruina.
- Los profetas no
lograron detener la marcha del pueblo que se precipitaba hacia la ruina. Lo
único que lograron fue retardar algo el desenlace final. A primera vista, la
explicación que la teología deuteronomista da de la caída de Samaria aparece
demasiado simplista. Parece basarse en el principio de rígida retribución,
según el cual el cumplimiento de las cláusulas de la alianza lleva al éxito,
mientras la infracción de las mismas lleva a la ruina.
- En el fondo, lo
que propiamente han querido decir los deuteronomistas es que a Dios no se le
puede acusar de injusto ni de infiel. Es cierto que Dios había hecho unas
promesas a los patriarcas, entre las cuales se encontraba la promesa de la
tierra. Pero las promesas de Dios no se cumplen de manera mecánica y
automática. Exigen la misteriosa colaboración del hombre, que en el caso
presente ha fallado. De ahí que la infidelidad no ha sido de Dios sino del
pueblo. «Dios es justo cuando habla y sin reproche
cuando juzga» (Sal 51,
6).
CLAVES para la
VIDA
-
La “lectura” del autor sagrado sigue insistiendo en el mismo elemento
histórico: la alianza es un hecho bilateral; por eso, a la infidelidad del
pueblo sucede el rechazo de Dios. Y eso, a pesar de que Él ha puesto todos los
medios a su alcance: les ha enviado profetas y hombres significativos, pero el
reino de Samaría, cada vez más deteriorado en su vida social y religiosa, ha
caminado hacia la ruina, a pesar de los cuidados de Yahvé.
-
Abandonar la religión verdadera, adorar a dioses falsos, no hacer caso a los
profetas que el mismo Dios les envía y proceder según las costumbres de los
paganos... es el motivo del cataclismo. Por eso, según el autor sagrado “el Señor se irritó con Israel” (v. 18); es la
lectura más humana de la historia, pero es un intento de “explicar” cuanto le
sucede al pueblo elegido.
-
Para nosotros, tiene validez esta reflexión sapiencial del autor sagrado. La
infidelidad a la Alianza ,
esto es, el pecado y la flojera, nos siguen llevando a desastres, más o menos
calamitosos y que tienen una repercusión social y comunitaria bien clara.
Tantas opciones y caminos fáciles, nos siguen conduciendo a la esterilidad y al
fracaso; y esto en tantos ámbitos de la vida. O... ¿no? Es cuestión de penetrar
un poco en nuestra historia personal. ¿Te animas, hermano/a?
Evangelio: Mateo 7, 1-5
“... No juzguéis y no os juzgarán.
Porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán
con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no
reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano:
Déjame que te saque la mota del ojo, teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita:
sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del
ojo de tu hermano...”
CLAVES para la LECTURA
- El pasaje del
evangelio de hoy empieza también con una orden: «No
juzguéis», o dicho de
una manera más literal: «Cesad de juzgar». Jesús, que sabe «muy
bien lo que hay en el hombre»
(Jn 2, 25), nos ordena esto, si queremos vivir en relación con los hermanos
la experiencia de la paternidad divina, en la que Él mismo nos introduce al
enseñarnos la oración filial por excelencia: el Padrenuestro.
- La perícopa
propuesta hoy a nuestra consideración nos sitúa, efectivamente, en el corazón
del mensaje evangélico, que, revelándonos a Dios, nos invita a abandonarnos de
una manera confiada en su paternal providencia. En apariencia, no existe nexo
alguno entre el «no juzgar» y tal actitud, pero, en realidad, no podemos
pedirle nada a Dios si no nos mostramos nosotros mismos generosos a la hora de
dar a los otros. Por lo demás, la petición de la oración dominical, «perdona nuestras ofensas», nos compromete precisamente a esta reciprocidad.
- El desarrollo del
discurso, al considerar la actitud de quien ve la mota en el ojo del prójimo
pero no ve la viga que hay en el suyo, va también en la misma línea. No podemos
comprender a los otros si estamos llenos de prejuicios y de impedimentos. La
comparación entre la viga y la mota es evidente. Nos mostramos hipócritas y
falsos cuando, cegados por nuestros vicios, pretendemos ver bien para corregir
un defecto leve de nuestro hermano. Ser hijos del Padre de la luz nos pone al
descubierto, pues no queda espacio para ninguna tiniebla.
CLAVES para la
VIDA
-
Continuamos en el marco del Sermón de la Montaña. El Maestro, Jesús, quiere sacar las
conclusiones del tipo de oración que ha enseñado a los suyos, donde se
proclamaba la paternidad de Dios Padre. El “no juzguéis”
está en esta línea y un “tono” de exigencia que no es posible “negociar”, según
la visión y propuesta de Jesús. Aquí hay un planteamiento radical, y mucho más
en comparación con las tesis del Antiguo Testamento.
-
Pero la originalidad de la propuesta de Jesús está en su misma raíz: en Dios
mismo y en su estilo de ser y de actuar. ¡Ésta es la gran revelación! Y es que
Dios se nos presenta y ofrece como Padre, como luz capaz de disipar toda
tiniebla y de iluminar toda situación hasta la más terrible. Ésta es la hermosa
e inmensa visión que Jesús nos presenta. Desde ahí, especialmente, nace una
exigencia radical; también el “no juzguéis”
(v. 1).
-
¡Merece la pena abrirme (y abrirnos) a la propuesta de Jesús! Tiene mucho de
liberación, de romper estructuras que condenan y encadenan, dejándonos
encerrados en nosotros mismos y en nuestros pequeños (o grandes) infiernos
personales. Estilo nuevo de ser y de vivir, desde la clave de la fraternidad,
porque tenemos un Padre común. Es lo que da un nuevo TALANTE al creyente.
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