lunes, 25 de junio de 2012


MARTES, día 26

2 Reyes 19, 9b-11. 14-21. 31-35a. 36

“... Ezequías tomó la carta de manos de los mensajeros y la leyó; después subió al templo, la desplegó ante el Señor y oró: Señor Dios de Israel, sentado sobre querubines: Tú sólo eres el Dios de todos los reinos del mundo. Tú hiciste el cielo y la tierra. Inclina tu oído, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha el mensaje que ha enviado Senaquerib para ultrajar al Dios vivo... Ahora, Señor Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que sepan todos los reinos del mundo que tú sólo, Señor, eres Dios...”

 CLAVES para la LECTURA
 - Como en el combate de David-Goliat (1 Sam 17) o en el encuentro Judit-Holofernes, la cuestión que se halla planteada en nuestro texto es la tesis de la fe en Yahvé frente a la fuerza de las armas.
- En su oración, Ezequías hace valer la gloria y el buen nombre de Yahvé: Ahora, Señor Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que sepan todos los reinos del mundo que sólo tú, Señor, eres Dios. En virtud de la alianza, Yahvé era el Dios de Israel e Israel, el pueblo de Dios, es decir entre los dos existía un compromiso mutuo y los intereses de uno eran los intereses del otro. Por eso, si el pueblo de Israel se veía humillado y derrotado, la humillación y la derrota recaían en última instancia sobre Dios. De ahí que en ocasiones Dios actuaba no tanto para defender al pueblo cuanto para salvaguardar la gloria de su santo Nombre: «Pero yo he tenido en consideración mi santo nombre, que la casa de Israel profanó entre las naciones donde había ido. Por eso di a la casa de Israel: así dice el Señor Yahvé: no hago esto por consideración a vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, que vosotros habéis profanado entre las naciones donde fuisteis. Yo santificaré mi gran nombre profanado entre las naciones, profanado allí por vosotros» (Es 36, 21-23).
- Es de destacar la intervención del profeta Isaías. Nacido en la ciudad santa, Isaías sentía predilección por su ciudad natal. Tanto con motivo de la guerra siro-efraimita (Is 7) como en esta ocasión, Isaías juega un papel importante, hasta alcanzar el rango de héroe nacional. Por causas no del todo conocidas (posiblemente alguna insurrección en Nínive), Senaquerib se vio obligado a levantar el asedio de Jerusalén y el pueblo interpretó el hecho como un milagro y se confirmó más en la convicción de que la ciudad era inexpugnable e inviolable, debido sobre todo al templo en el que se hacía presente la Gloria de Dios.

CLAVES para la VIDA
- Si en otras ocasiones el autor sagrado ha “leído” la historia y los acontecimientos como “castigo” de Dios, en esta oportunidad mira y contempla el fracaso de Asiria como un triunfo porque, el piadoso rey de Judá, ha recurrido a Dios y éste ha salvado a Israel del poderoso monarca asirio. La actitud del rey se recoge en la hermosa plegaria, implorando la ayuda del mismo Dios. El profeta Isaías será el mediador entre Dios y el monarca, haciéndole saber que el modo de actuar de Dios es de auxilio y de ayuda.
- Yo la protegeré y la salvaré (v. 34): es la síntesis que el mismo Dios hace de su actitud con aquel “resto” fiel a la Alianza. Y es que, una vez más, se nos recuerda que su gozo está en hacer realidad ese proyecto de vida, basado en “su palabra” y su promesa a su siervo David. Ése es el proceder de Dios, a pesar de los pesares. Y lo será a través de los tiempos.
- Plegarias como la de hoy nos hacen recordar a nosotros que Dios sigue atendiendo las necesidades de los que ponen en Él su confianza. Lo que ocurre es que nuestra “fácil” autosuficiencia nos imposibilita abrirnos a Él y aceptarle como un don, un don para nuestras vidas y para nuestro caminar. Profundizar en esa identidad que nos da la relación filial con Él... ¡todo un DESAFÍO para nuestra vida de cada día! ¿Qué tal te sientes, hermano/a? 

Evangelio: Mateo 7, 6. 12-14
 “... Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas. Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida!  Y pocos dan con ellos...”

 CLAVES para la LECTURA
 - Hallamos aquí algunos dichos del Señor reunidos por el evangelista en el magno «sermón del monte». El texto litúrgico omite los versículos relativos a las «cosas buenas» que los hombres intercambian entre ellos y que el Padre celestial concede a quienes se las piden.
- El primero de los dichos referidos tiene que ver con el uso de lo «santo». El sentido de esta expresión no está claro, aunque podemos sobrentender con ella la Palabra evangélica y, en último extremo, la Eucaristía (Didajé 9, 5). Parece que se bosqueja aquí lo que será definido como «la disciplina del arcano». Consiste ésta en no revelar los santos misterios a los extraños y menos aún a las personas indignas. Con el término «perros» se designaba de modo despreciativo a los paganos, considerados idólatras por definición (Mt 15, 26ss, donde apenas se atenúa la palabra poniéndola en diminutivo, «perrillos»). A los cerdos, considerados proverbialmente como animales impuros, eran equiparados los que mantenían una conducta contraria a la Ley (ambas categorías de animales se encuentran en 2 Pe 2, 21ss).
- Frente a la bondad divina, los hombres son «malos»; sin embargo, son capaces de dar pan y pescado. Pues bien, ¿qué «pan» y qué «pescado» no nos dará el Padre con el don de su Hijo? Estas «cosas buenas» son ciertamente, ante todo, los bienes superiores, el Reino y la justicia de Dios. Lc 11, 13 dice dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan. El Espíritu Santo es el don por excelencia, siempre conforme a la voluntad de Dios, y se concede siempre a los que lo piden: espíritu de vida y de regeneración, inteligencia de las Escrituras, discernimiento espiritual, carismas varios en la comunidad.
- El v. 12 (Tratad a los demás como queréis que ellos os traten…”) constituye la «regla de oro» del obrar cristiano. La encontramos, aunque formulada de manera negativa, en Tob 4, 15 y no falta tampoco en las antiguas tradiciones espirituales. Hemos de señalar aún la insistencia en el hacer, que se repite más veces en este último capítulo del sermón del monte (vv. 12; 17; 19; 21; 24; 26).
- Por último, están las dos puertas y los correspondientes caminos a los que dan acceso. La doctrina de los dos caminos estaba formulada ya en el Antiguo Testamento (Dt 30, 15-20) y fue recuperada en la primera catequesis cristiana (Didajé 1,1). La imagen de la puerta y del camino remite al mismo Cristo (Mt 22, 16), que se atribuye a sí mismo esta doble realidad (Jn 10, 7; 14, 6), así como a los Hechos de los apóstoles, donde aparece con bastante frecuencia.

CLAVES para la VIDA
- Continúan las enseñanzas del Maestro; en ocasiones utilizando lenguajes no fáciles para nosotros, y en otras, con lecciones tan claras y exigentes, que casi preferimos aquellas que no se entendían de forma tan clara. Y con todo, lo que el Padre nos da, de forma generosa y gratuita, es el Don del Hijo y, en él, el acceso a todos los otros regalos y posibilidades. En el trasfondo de este relato puede que esté ese sentido de no despreciar o desperdiciar el DON por excelencia que se nos ha dado.
- Desde ahí, y sólo desde ahí, se nos exige la “regla de oro” para la vida: tratad a los demás como queráis que ellos os traten (v. 12). Es la conclusión y se recogen una serie de exigencias que hacen que quienes acogen esa propuesta de Jesús, sean hombres y mujeres con talante realmente distinto, con calidad de vida y de testimonio.
- ¡Está claro que el seguimiento del Maestro no es cualquier cosa!.. Y, al mismo tiempo, ser conscientes de que somos portadores del incomparable don que el Padre nos hace al darnos a su Hijo y, en Él, al darnos todo lo imaginable. Cada día asumir esta condición, agradecerlo y gustarlo, vivir desde su fuerza y sus exigencias... ¡toda una manera de plantearme la vida y la existencia! Dichosos los sencillos que lo entiendan y acojan... ¿Y tú, hermano/a?

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