MARTES,
día 26
2 Reyes 19, 9b-11. 14-21. 31-35a. 36
“... Ezequías tomó la carta de manos de los mensajeros y la leyó;
después subió al templo, la desplegó ante el Señor y oró: Señor Dios de Israel,
sentado sobre querubines: Tú sólo eres el Dios de todos los reinos del mundo.
Tú hiciste el cielo y la tierra. Inclina tu oído, Señor, y escucha; abre tus
ojos, Señor, y mira. Escucha el mensaje que ha enviado Senaquerib para ultrajar
al Dios vivo... Ahora, Señor Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que sepan
todos los reinos del mundo que tú sólo, Señor, eres Dios...”
CLAVES para la LECTURA
- Como en el combate
de David-Goliat (1 Sam 17) o en el encuentro Judit-Holofernes, la cuestión que
se halla planteada en nuestro texto es la tesis de la fe en Yahvé frente a la
fuerza de las armas.
- En su oración,
Ezequías hace valer la gloria y el buen nombre de Yahvé: “Ahora,
Señor Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que sepan todos los reinos del
mundo que sólo tú, Señor, eres Dios”. En virtud de la alianza,
Yahvé era el Dios de Israel e Israel, el pueblo de Dios, es decir entre los dos
existía un compromiso mutuo y los intereses de uno eran los intereses del otro.
Por eso, si el pueblo de Israel se veía humillado y derrotado, la humillación y
la derrota recaían en última instancia sobre Dios. De ahí que en ocasiones Dios
actuaba no tanto para defender al pueblo cuanto para salvaguardar la gloria de
su santo Nombre: «Pero yo he tenido en consideración mi santo
nombre, que la casa de Israel profanó entre las naciones donde había ido. Por
eso di a la casa de Israel: así dice el Señor Yahvé: no hago esto por
consideración a vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, que
vosotros habéis profanado entre las naciones donde fuisteis. Yo santificaré mi
gran nombre profanado entre las naciones, profanado allí por vosotros»
(Es 36, 21-23).
- Es de destacar la
intervención del profeta Isaías. Nacido en la ciudad santa, Isaías sentía
predilección por su ciudad natal. Tanto con motivo de la guerra siro-efraimita
(Is 7) como en esta ocasión, Isaías juega un papel importante, hasta alcanzar
el rango de héroe nacional. Por causas no del todo conocidas (posiblemente
alguna insurrección en Nínive), Senaquerib se vio obligado a levantar el asedio
de Jerusalén y el pueblo interpretó el hecho como un milagro y se confirmó más
en la convicción de que la ciudad era inexpugnable e inviolable, debido sobre
todo al templo en el que se hacía presente la Gloria de Dios.
CLAVES para la
VIDA
- Si en otras ocasiones el autor sagrado ha “leído” la historia y los
acontecimientos como “castigo” de Dios, en esta oportunidad mira y contempla el
fracaso de Asiria como un triunfo porque, el piadoso rey de Judá, ha recurrido
a Dios y éste ha salvado a Israel del poderoso monarca asirio. La actitud del
rey se recoge en la hermosa plegaria, implorando la ayuda del mismo Dios. El
profeta Isaías será el mediador entre Dios y el monarca, haciéndole saber que
el modo de actuar de Dios es de auxilio y de ayuda.
- “Yo la protegeré y
la salvaré” (v. 34): es la síntesis que el mismo Dios hace de su
actitud con aquel “resto” fiel a la Alianza. Y es que, una vez más, se nos recuerda
que su gozo está en hacer realidad ese proyecto de vida, basado en “su palabra”
y su promesa a su siervo David. Ése es el proceder de Dios, a pesar de los
pesares. Y lo será a través de los tiempos.
-
Plegarias como la de hoy nos hacen recordar a nosotros que Dios sigue
atendiendo las necesidades de los que ponen en Él su confianza. Lo que ocurre
es que nuestra “fácil” autosuficiencia nos imposibilita abrirnos a Él y
aceptarle como un don, un don para nuestras vidas y para nuestro caminar.
Profundizar en esa identidad que nos da la relación filial con Él... ¡todo un
DESAFÍO para nuestra vida de cada día! ¿Qué tal te sientes, hermano/a?
Evangelio: Mateo 7, 6. 12-14
“... Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto
consiste la Ley y
los profetas. Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el
camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la
puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos...”
CLAVES para la LECTURA
- Hallamos aquí
algunos dichos del Señor reunidos por el evangelista en el magno «sermón del
monte». El texto litúrgico omite los versículos relativos a las «cosas buenas»
que los hombres intercambian entre ellos y que el Padre celestial concede a
quienes se las piden.
- El primero de los
dichos referidos tiene que ver con el uso de lo «santo».
El sentido de esta expresión no está claro, aunque podemos sobrentender con
ella la Palabra
evangélica y, en último extremo, la Eucaristía (Didajé 9, 5). Parece que se bosqueja
aquí lo que será definido como «la disciplina del arcano». Consiste ésta en no
revelar los santos misterios a los extraños y menos aún a las personas
indignas. Con el término «perros»
se designaba de modo despreciativo a los paganos, considerados idólatras por
definición (Mt 15, 26ss, donde apenas se atenúa la palabra poniéndola en
diminutivo, «perrillos»). A los cerdos,
considerados proverbialmente como animales impuros, eran equiparados los que
mantenían una conducta contraria a la
Ley (ambas categorías de animales se encuentran en 2 Pe 2,
21ss).
- Frente a la bondad
divina, los hombres son «malos»;
sin embargo, son capaces de dar pan y pescado. Pues bien, ¿qué «pan» y qué «pescado»
no nos dará el Padre con el don de su Hijo? Estas «cosas buenas» son
ciertamente, ante todo, los bienes superiores, el Reino y la justicia de Dios.
Lc 11, 13 dice “dará el Espíritu Santo” a los
que se lo pidan. El Espíritu Santo es el don por excelencia, siempre conforme a
la voluntad de Dios, y se concede siempre a los que lo piden: espíritu de vida
y de regeneración, inteligencia de las Escrituras, discernimiento espiritual, carismas
varios en la comunidad.
- El v. 12 (“Tratad a los demás como queréis que ellos os traten…”)
constituye la «regla de oro» del obrar cristiano. La encontramos, aunque
formulada de manera negativa, en Tob 4, 15 y no falta tampoco en las antiguas
tradiciones espirituales. Hemos de señalar aún la insistencia en el hacer, que
se repite más veces en este último capítulo del sermón del monte (vv. 12; 17;
19; 21; 24; 26).
- Por último, están
las dos puertas y los correspondientes caminos a los que dan acceso. La
doctrina de los dos caminos estaba formulada ya en el Antiguo Testamento (Dt
30, 15-20) y fue recuperada en la primera catequesis cristiana (Didajé 1,1). La
imagen de la puerta y del camino remite al mismo Cristo (Mt 22, 16), que se
atribuye a sí mismo esta doble realidad (Jn 10, 7; 14, 6), así como a los
Hechos de los apóstoles, donde aparece con bastante frecuencia.
CLAVES para la
VIDA
-
Continúan las enseñanzas del Maestro; en ocasiones utilizando lenguajes no
fáciles para nosotros, y en otras, con lecciones tan claras y exigentes, que
casi preferimos aquellas que no se entendían de forma tan clara. Y con todo, lo
que el Padre nos da, de forma generosa y gratuita, es el Don del Hijo y, en él,
el acceso a todos los otros regalos y posibilidades. En el trasfondo de este
relato puede que esté ese sentido de no despreciar o desperdiciar el DON por
excelencia que se nos ha dado.
-
Desde ahí, y sólo desde ahí, se nos exige la “regla de oro” para la vida: “tratad a los demás como queráis que ellos os traten” (v. 12). Es la conclusión y se recogen
una serie de exigencias que hacen que quienes acogen esa propuesta de Jesús,
sean hombres y mujeres con talante realmente distinto, con calidad de vida y de
testimonio.
-
¡Está claro que el seguimiento del Maestro no es cualquier cosa!.. Y, al mismo
tiempo, ser conscientes de que somos portadores del incomparable don que el
Padre nos hace al darnos a su Hijo y, en Él, al darnos todo lo imaginable. Cada
día asumir esta condición, agradecerlo y gustarlo, vivir desde su fuerza y sus
exigencias... ¡toda una manera de plantearme la vida y la existencia! Dichosos
los sencillos que lo entiendan y acojan... ¿Y tú, hermano/a?
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