sábado, 21 de julio de 2012


DOMINGO, día 22

 Jeremías 23, 1-6

 “… ¡Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño! -oráculo del Señor-. Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel: a los Pastores que pastorean a mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no las guardasteis pues yo os tomaré cuenta… Mirad que llegan los días -oráculo del Señor- en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y lo llamarán con este nombre: El-Señor-nuestra-justicia…”

CLAVES para la LECTURA
 - En la Biblia, el pastoreo es fuente muy importante de la economía de Israel. Así aparece en los relatos de Abrahán y de Lot, José y sus hermanos, Saúl y David… Oficio duro, difícil por la escasez de pastos y, con frecuencia, arriesgado. Esta imagen tan sencilla del pastor es asumida por Israel, al igual que por las otras naciones de su entorno, para designar a los dirigentes del pueblo: el Señor, los sacerdotes, los reyes… En el texto de hoy, el pastor es Sedecías, un rey inseguro e inestable y dominado por unos ministros ineptos.
- El presente oráculo forma parte de una colección de denuncias y amenazas dirigidas a los últimos reyes de Judá (Jr 21ss) y a los falsos profetas (Jr 23, 9-40). Tanto el rey como sus ministros, a quienes incumbía el deber de guiar al pueblo y ayudarle a vivir en fidelidad a la alianza, se han desinteresado de las personas a ellos confiadas, las han hecho alejarse, desorientándolas, y, en consecuencia, les han causado la muerte. Esas acciones malvadas no quedarán sin castigo, declara Jeremías (vv. 1). De ahí que el profeta anuncie un cambio radical de situación: Yahvé mismo asumirá la guía del pueblo. Lo reunirá y le dará seguridad y tranquilidad, que son las condiciones para su desarrollo (v. 3); pondrá a su cabeza a quien lo cuide y lo protegerá de las insidias (v. 4).
- El oráculo se abre, por consiguiente, a perspectivas mesiánicas, con la presentación del personaje indicado como «descendiente de David», un soberano cuya suprema sabiduría y justicia constituyen los atributos principales del descendiente davídico vaticinado (Is 9, 5ss) y esperado como verdadero rey del pueblo reunido (Ez 37, 15-28). La salvación que se llevará a cabo por su mediación está compendiada en el nombre con el que será aclamado: «El Señor, nuestra justicia» (vv. 5ss). Por tanto, pondrá en práctica la salvación de Dios o bien obrará de manera conforme a su voluntad.

 CLAVES para la VIDA
- Como en tantos momentos de la historia, el profeta levanta su voz para denunciar las actitudes y los comportamientos de unos dirigentes ineptos y corrompidos, que en lugar de cuidar de su pueblo, lo único que han conseguido es conducirlos al desastre más absoluto. Especialmente, se les denuncia porque han violado la Alianza que unía al pueblo con su Dios, y ahí se encuentra la causa de tantas desgracias como le están sucediendo a este pueblo, amado y querido por Dios.
- Por eso, y aquí se produce la gran noticia, Dios mismo asumirá la tarea de guiar al pueblo por el camino correcto, porque un descendiente davídico, acorde con el corazón y con los planes del mismo Dios, guiará al pueblo de Israel. Todas las promesas anteriores se van a cumplir porque las palabras de Dios son seguras y se realizarán. Así, Israel volverá a ser el pueblo admirado, incluso por sus enemigos, ya que tendrá un protector único y que será Yahvé mismo.
- Denuncias y anuncios que nos invitan a tomar conciencia de la buena nueva de Dios y que ha llevado a cabo Jesús de Nazaret. Las palabras de Jeremías son una enorme invitación a la fidelidad, porque Dios actúa de ese modo y nosotros podemos disfrutar de todos esos dones. Y es que el proyecto de Dios sigue en pie: Él mismo cuida de su rebaño, del que formamos parte. Es el anuncio que nos llena de gozo y al que somos invitados a disfrutar. Meditar esa Palabra, asumirla y hacerla mía, vivir desde Ella… ¡todo un desafío!

 Efesios 2, 13-18

“… Ahora estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos, judíos y gentiles, una sola cosa, derribando con su cuerpo el muro que los separaba: el odio. Él ha abolido la Ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces, para crear, en él, un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él, al odio. Vino y trajo la noticia de la paz, paz a vosotros los de lejos, paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu…”

CLAVES para la LECTURA
- El apóstol Pablo, tras haber hablado del designio salvífíco establecido por el Padre en Cristo (Ef 1, 3-14), invita a los destinatarios de la carta -cristianos procedentes del paganismo- a que tomen conciencia de que también ellos están llamados a participar en él, y eso por puro don de Dios (2, 4-5. 8). Por tanto, les exhorta a recordar su situación inicial (2, 11ss) y, siendo conscientes de lo que les ha acaecido (2, 13-18: el fragmento de hoy), a que caigan en la cuenta de su nueva condición (2, 19-22).
- El fragmento litúrgico de hoy presenta precisamente la consecuencia del acontecimiento salvífico para los creyentes: la muerte de Jesús les ha permitido acercarse a Dios (v. 13), de quien estaban alejados, dado que por ser paganos no le conocían (v. 12). Este es el acontecimiento fundamental, gracias al cual judíos y paganos, separados de hecho por la mentalidad y por el culto, excluyéndose recíprocamente y desconfiando los unos de los otros, se han convertido en un solo pueblo por ser miembros del único cuerpo de Cristo, prototipo de la humanidad nueva (v. 14). Jesús, con su encarnación-muerte-glorificación, ha reconciliado a todos con el Padre, ha eliminado la pesada casuística de la ley judía que señalaba la línea de aislamiento de los judíos con respecto a todos los demás pueblos, ha proclamado a todos la paz, la plenitud de todo bien que es él mismo, y lo puede gozar todo el que acoja su don (vv. 15-17).
- Judíos y paganos, no ya divididos, sino formando parte del mismo pueblo de Dios que es la Iglesia, han accedido al Padre y están animados por el único y mismo Espíritu (v. 18).
  

CLAVES para la VIDA

 - El apóstol va ir sacando las consecuencias que se producen desde la salvación aportada por Cristo Jesús. Una es que Él ha hecho de todos un solo pueblo: provengan del paganismo o pertenezcan al pueblo de Israel, ahora todos se encuentran unidos por el mismo Jesús y es que se ha derribado el muro que los separaba; Él ha hecho las paces entre judíos y no judíos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte en él, al odio (v. 16).
- La clave es que todos forman un solo edificio, donde Cristo es la piedra angular: ciudadanos del pueblo de Dios y miembros de la familia de Dios: ésta es la NUEVA REALIDAD, donde -entre todos- formamos el templo del Señor y la morada de Dios. Es la tesis central, reflejo del don inmenso que se nos ofrece en Cristo Jesús. De ahí que es posible afirmar con enorme gozo: Cristo es nuestra paz (v. 14): esto ofrece una perspectiva nueva y llena de esperanza para cuantos le acogen.
- ¡Muy hermosa toda la reflexión de Pablo y que también ilumina profundamente mi (nuestro) caminar de creyente! Desde el ENCUENTRO con Cristo Jesús, me convierto en hombre nuevo, a su estilo y semejanza. Experimentar todo esto como un inmenso don a vivir y a cuidar... ¡ésta es una TAREA necesaria, y de no descuidar en ningún momento! ¿Lo sientes así, hermano/a? ¡Buen ánimo!
  

Evangelio: Marcos 6, 30-34

 “... Él les dijo: Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco... Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron... Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma...”

 CLAVES para la LECTURA
 - En este fragmento se transparenta la ternura humana y divina de Jesús. Con ella envuelve a los apóstoles, que regresan entusiasmados de su primera misión: el Maestro comprende su alegría, pero intuye también la necesidad de revigorizar el cuerpo y el alma en la intimidad con Él (v. 31a). Por eso les propone una pausa para reposar lejos de la gente, que les apremia constantemente.
- Sin embargo, también esa gente, que les sigue por todas partes con su propio fardo de penas y de esperanzas, suscita en Jesús una compasión todavía mayor (v. 34). Detrás de aquella multitud de rostros y de historias hay una única necesidad: encontrar el camino de la Vida, el sentido y la meta de la existencia.
- La muchedumbre no tienen quien les guíe con seguridad por este camino. De ahí que Jesús -Camino, Verdad y Vida- tenga piedad de ellos: Y se puso a enseñarles muchas cosas, saciando su hambre más profunda con la verdad de Dios, un Dios de ternura infinita.

 CLAVES para la VIDA
 - Jesús no solo nos manifiesta su profundidad cuando obra un milagro. También muestra, y cómo, su ternura y su sensibilidad más exquisita en momentos como los que relata el pasaje evangélico. Así, invita a su grupo a descansar y reposar, a saciar su espíritu estando de nuevo a solas con Él; pero también siente compasión de la multitud que busca “algo” que sacie su hambre, la más profunda, pero que se encuentra como oveja que no tiene pastor, que no tiene quien le sacie y le alimente. Por eso, se puso a enseñarles muchas cosas (v. 34).
- Es hermoso, de veras, descubrir a un Jesús tan humano, tan delicado con la situación de cada persona. En ocasiones, parece que tiene prisa por anunciar el proyecto del Padre; en otras, invita a ir a un despoblado a descansar; pero su capacidad de compasión es realmente exquisita y se deja arrastrar por ella. ¡Hermoso, muy hermoso!
- Todo un modelo, sin duda alguna, para quien -hoy y aquí- está llamado a ejercer el ministerio del pastoreo, compartiéndolo con el mismo Jesús. Pero sugerente para todo seguidor suyo, ya sea para vivirlo y ejercerlo él mismo, como también para saber que ahí está Jesús, dispuesto a enviarnos y también para invitarnos a descansar junto a Él y así reponernos. ¡Vaya lección!

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