SÁBADO,
día 7
Amós 9, 11-15
“… Aquel día levantaré la choza
caída de David, taparé sus brechas, levantaré sus ruinas como en otros tiempos.
Para que posean las primicias de Edom y de todas las naciones donde se invocó
mi nombre…”
CLAVES para la LECTURA
- Después de tanta denuncia, de tantos oráculos conminatorios, de tan
duras y amargas predicciones, no podía terminar el libro de Amós sin unas
palabras de aliento y esperanza, sin una ilusión con perspectivas de futuro. Es
la esperanza mesiánica de un Israel ideal en «aquel
día» prefijado en los eternos designios de Dios. Resulta
imposible a los exegetas precisar si este oráculo esperanzador y mesiánico es
de Amós o de alguno de sus discípulos, que conocieron la ruina de Jerusalén en
el 587. Las mismas razones de contenido, estilo y vocabulario conducen a una y
otra conclusión. En tanto no poseamos nuevos elementos de juicio, bástenos,
como creyentes, saber que estamos ante un oráculo profético inspirado, sea
quien fuere su autor y la época de su escritura.
- Como previsión similar a la de Israel o como acontecimiento ya
pasado, el profeta contempla la
Casa de David convertida en choza agrietada y caída, en un
montón de ruinas. Pero Dios la «levantará»,
en perfecta armonía con tantos oráculos de restauración davídica. Y este
resurgimiento está expresado con las plásticas imágenes del dominio de la Casa de David sobre todas las
naciones, entre las que se encuentra Edom, por su proverbial enemistad con
David (Edom era la Idumea
de tiempos de Jesús, la zona nórdica de la península del Sinaí, con Berseba por
capital).
- La última parte de la lectura y del libro de Amós representa la
clásica imagen de la época mesiánica pintada con todos los caracteres de
felicidad idílica paradisíaca. Era el lenguaje más apropiado, el único que
podían comprender aquellas mentes judías acostumbradas a mirar a la tierra. Son
un conjunto de bendiciones en contrapunto con las maldiciones de 5, 11. Una
enseñanza implícita de cómo el trabajo del hombre se vuelve fecundo bajo la
bendición de Dios. Un eslabón más en la cadena de profecías de restauración
mesiánica, con su doble elemento de instauración de la dinastía davídica y la
proverbial sobreabundancia de bienes temporales.
CLAVES para la VIDA
-
Aquel profeta “pillado” por dentro por Dios y su mensaje, no puede menos que
ofrecer lo que “lee” en el corazón mismo de ese Dios: el “castigo” no es la
última palabra ni mucho menos. Ése no es el proceder ni el estilo de ese Dios;
su proyecto no camina por esos derroteros. Más bien espera cualquier gesto por
parte de Israel para poner en marcha de nuevo todo el proceso salvador y
benefactor a favor de su pueblo. Así es Dios. A lo mejor… ¡por esto es Dios!
- Por
lo tanto, el “sueño” mesiánico vuelve a despertar el corazón del profeta y lo
anuncia a gritos a su pueblo. La nueva realidad será hermosa y llena de
bendiciones y de felicidad, y es que Dios (dice el profeta) no desea otra cosa
que esa plenitud para su pueblo amado y querido. Es Dios mismo quien llevará a
cabo esta obra de vida y de salvación: “levantará la choza
caída…”: he ahí el proyecto definitivo que mueve a Dios.
- Es
hermoso y sugerente escuchar, en lo más profundo del corazón, estos anuncios
que pueden llenarme de nueva vida, la que proviene del Él, la que puede
restaurar y rehacer todo en mí (como se nos narraba en el evangelio de ayer con
Mateo, el recaudador). Gustar este regalo; dejar que impregne toda mi vida, en
todos sus extractos, en cada una de sus capas; y una vez digerido, ofrecerlo
GRATUITAMENTE, sin condiciones a los demás… es la gran enseñanza que ya se
adelanta en el Antiguo Testamento y que en Jesús de Nazaret adquiere una fuerza
extraordinaria, hasta el punto de llegar a ser el objetivo de su vida (¿y de la
mía?). ¿Animado/a, hermano/a?
Evangelio: Mateo 9, 14-17
“...
¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos
no ayunan? Jesús les dijo... Llegará un día en que se lleven al novio y
entonces ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto
pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor...”
CLAVES para la LECTURA
- En casa de Mateo,
el publicano, además de otros colegas suyos, hay también fariseos. Estos
últimos -como hemos visto en el fragmento de ayer- se muestran escandalizados
por el comportamiento de Jesús porque come -índice de comunión de vida- con los
publicanos y los pecadores. La polémica vuelve a encenderse ahora con un grupo
de discípulos del Bautista. Éstos, como su maestro, llevaban una vida de
austeridad y penitencia, y se muestran sorprendidos de que los discípulos de
Jesús no practiquen el ayuno.
- Jesús toma
entonces la defensa de los suyos, que, en este momento, son «los hijos de las bodas», es decir, los invitados a estar junto al Esposo, a gozar de su
voz (Jn 3, 29), porque Jesús está con ellos. Ya llegará el momento en que el
Esposo será «arrebatado de la tierra de los vivos» (Is 53, 8), y entonces vendrá el tiempo
del ayuno.
- Vienen, a
continuación, dos ejemplos en los que se subraya que la alegría de las bodas,
de la festiva novedad traída por Jesús, no puede mezclarse con las antiguas
prácticas ascéticas. Se trata de realidades irreductibles: la venida de Cristo
contiene una novedad absoluta. Los tiempos se han cumplido, las cosas de antes
han pasado para dejar sitio a unos cielos nuevos y a una tierra nueva, mientras
que los de antes se han enrollado como un vestido viejo e inservible sobre el
que no se puede poner ningún remiendo. Con todo, lo antiguo no ha sido abolido,
sino recuperado, porque los odres nuevos están hechos para contener vino nuevo,
pero el vino envejecido también es bueno. La realidad nueva, significada por la
presencia de Jesús, el Emmanuel, el Dios con su pueblo, es el tesoro que lo hace
todo precioso.
CLAVES para la VIDA
-
El ayuno, además de tener un carácter penitencial y de austeridad, era un signo
de la espera mesiánica. Por lo tanto, en este relato de hoy, hay una
controversia acerca de si se acepta a Jesús como el enviado de Dios o no. Éste
es el telón de fondo del asunto. (Como en tantas ocasiones, la intencionalidad
del evangelista va mucho más allá de lo que a primera vista parece; necesario
tenerlo en cuenta para no falsear el mensaje).
- Y
es que Jesús es la novedad plena y absoluta. Éste es el mensaje que se nos
ofrece. Por eso, sus amigos están de boda, de fiesta. Y ante este
acontecimiento no sirven los apaños, los arreglillos. Es una situación nueva y
requiere actitudes y formas nuevas; esto es, son necesarios “odres” nuevos para
este vino nuevo, que es Jesús.
-
Si la gratuidad de Dios es tal (como veíamos ayer), hoy se nos recuerda que
aceptarlo requiere en mí, en nosotros, un estilo nuevo, diferente, como Él
mismo nos invita. ¡No hay vuelta de hoja! Vivir en Cristo es una novedad
radical, supone cambio de mentalidad, tener un corazón nuevo. Seguir a Cristo
afecta a toda nuestra vida, y no es sólo cuestión de unas prácticas. ¿Me habré
enterado? ¿Te has enterado, hermano/a? Ahí nos encontramos.
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