sábado, 18 de agosto de 2012

DOMINGO, día 19

 Proverbios 9, 1-6

 “… La sabiduría se ha construido su casa plantando siete columnas; ha preparado el banquete, mezclado el vino y puesto la mesa; ha despachado sus criados para que lo anuncien en los puntos que dominan la ciudad… Venid a comer mi pan y a beber el vino que he mezclado, dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia…”

CLAVES para la LECTURA

 - En el capítulo 9 del libro de los Proverbios aparecen, uno a continuación del otro, dos personajes femeninos. El primero es la Sabiduría (vv. 1-6); el segundo, la Necedad (vv. 13-18). La Sabiduría y la Necedad son dos maestras del arte de la vida que invitan a los hombres a su propia escuela. Todo el mundo debe escoger uno de los dos caminos: la vida o la muerte. - El pasaje que hemos leído hoy, deteniéndose en el primer personaje, activo y laborioso, nos presenta la casa de la Sabiduría, acogedora y austera a la vez, donde ha preparado un suculento banquete. La Sabiduría envía a sus criadas para que inviten a comensales, inexpertos y carentes de sabiduría, y participen en su rica mesa. Invitar a alguien a nuestra mesa significa compartir, con la invitación, el alimento y la amistad. - A buen seguro, la parábola está dotada de un significado sapiencial. Con la imagen del banquete, el maestro de sabiduría manifiesta la íntima relación de comunión que debe existir entre él y los invitados. No es difícil vislumbrar en el personaje de la Sabiduría la figura de Dios, que repite la enseñanza de la Ley y los profetas, aunque por medio de una modalidad más escolar y con representaciones intelectuales. Invita, a los comensales discípulos suyos, a los que ha convertido en su familia, a vivir en comunión con él y a saborear el sentido común en el pensar, y la prudencia en la acción. Esto vuelve la vida más serena y alegre, la arraiga en los verdaderos valores humanos y religiosos, fuente de sincero compartir entre los hombres (1, 20-33; 8, 1-21). CLAVES para la VIDA - El autor sagrado saca a relucir lo que lleva dentro y lo que ha mamado en la espiritualidad de su pueblo. Así, personifica a la Sabiduría, que posibilita a las criaturas la experiencia de la fiesta y del encuentro. Claro que detrás del nombre de la Sabiduría está el mismo Dios, que es quien conduce el caminar de cuantos se abren a el y le acogen en sus vidas. - Esa Sabiduría se ofrece, especialmente, a los más débiles, a los aparentemente inexpertos, a los que no cuentan. De ahí que para el Sabio, Dios se ofrece abiertamente y tiene su preferencia por los más pobres. Y es que el proyecto original es crear una FAMILIA, para vivir en comunión y así poder vivir desde la óptica desde la que el mismo Dios se plantea el sentido de la vida y de la existencia. La COMUNIÓN y la FIESTA (expresados en el símbolo del banquete preparado) son las “notas” de esa relación buscada y querida. - Es hermoso descubrir cómo el Sabio de Israel ha ido captando y entendiendo el proceder de Dios y de sus deseos más profundos. A través de expresiones primitivas, nos muestra que es la comunión y la relación profunda y estrecha lo que Dios proyecta para la humanidad. También para mí, hoy y aquí. Y desde ahí podré saborear el sentido profundo y auténtico de la vida y, efectivamente, seré “sabio” porque sabré vivir con sentido mi caminar. ¡Nada menos! ¿Es esta sabiduría la que ilumina hoy tu vida y camino, hermano/a? 

Efesios 5, 15-20 

“… Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos, aprovechando la ocasión, porque vienen días malos… Celebrad constantemente la Acción de Gracias a Dios Padre, por todo, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo…” 

CLAVES para la LECTURA -

«En otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor» (Ef 5, 8; Jn 3, 20ss; Col l, 12ss; 1 Tes 5, 4-8). Vivir como «hijos de la luz» significa producir los frutos de la luz (vv. 8-10); llevar a la luz a los que se encuentran en las tinieblas (vv. 11-14); buscar con sabiduría la voluntad de Dios vigilando nuestra propia conducta (vv. 15-17); dejarnos llenar del Espíritu Santo (vv. 18-20). 
- «Aprovechando el momento presente» (v. 16): la palabra griega empleada, kairós, tiene un valor más rico que nuestro término “tiempo”. Incluye también el contenido de este tiempo, la situación que crea y las posibilidades que ofrece. No se trata de una realidad anónima o indiferente, sino de un momento favorable, de un tiempo oportuno. El cristiano posee este tiempo decisivo. Como hombre del Espíritu, posee la capacidad de reconocer la presencia de Dios y de realizar su voluntad (Gal 6, 10), viendo la posibilidad de cumplir las exigencias del Espíritu. 
- «Tampoco os emborrachéis, pues el vino fomenta la lujuria. Al contrario, llenaos del Espíritu» (v. 18). La amonestación para que no se emborrachen con vino resulta verdaderamente sorprendente. Y además, si prosiguiera la serie de las exhortaciones particulares iniciada más arriba (Ef 4, 25), cabría esperar, contra el alcoholismo, una invitación a la templanza. Lo que Pablo le opone, sin embargo, es que se llenen del Espíritu (o que se «embriaguen del Espíritu», según algunas traducciones). - A continuación, habla de actividades que no es posible imaginar más que en el contexto de una comunidad litúrgica. El paso no se da de una manera explícita, pero si hemos de arriesgar una interpretación, nos viene a la mente pensar que -de vez en cuando- el hombre necesita ser aliviado de las preocupaciones de todos los días y vivir en «otro mundo». Ahora bien, ha de ser en un mundo en el que el Espíritu pueda aliviarle, dándole un pequeño anticipo de la vida en Dios, hacia la cual nos dirigimos. CLAVES para la VIDA - Sigue el apóstol ofreciendo su comprensión de la nueva situación en la que se encuentra el cristiano desde su incorporación a la vida en Cristo. Y es que este “tiempo” (= kairós) es propicio y adecuado para disfrutar de esta oportunidad. Pues resulta que Dios se ha hecho presente, de manera significativa, llevando a plenitud todas las antiguas promesas. Y esto lo ha realizado en Cristo Jesús. Por eso su seguidor puede vivir en plenitud esta nueva situación. - La consecuencia es evidente: “llenaos del Espíritu” (v. 18), hasta “emborracharse” de ese Espíritu de Cristo Jesús, que es el gran don, otorgado de forma plena. Aquí nace el hombre nuevo, que vive con criterios y al estilo del hombre espiritual por excelencia que es el mismo Cristo Jesús. De ahí que “creer” en él es estar lleno de lo que él mismo está: esa vida de Dios y con una absoluta disponibilidad ante sus planes. - ¡Todo un programa de vida el que me (nos) plantea, una vez más, en su exhortación el apóstol! Así ve él la vida y el seguimiento de ese Jesús, y es lo que desea para sus comunidades. Los principios doctrinales dejan paso a un estilo de vida y de comportamiento, animado por ese Espíritu del Resucitado. ¡Cuántas veces en nuestro caminar creyente hemos olvidado y tergiversado todo esto y nos hemos conformado con “cumplir”! ¡Aún hoy en día sigue siendo una cruda realidad en tantos creyentes! ¿Acaso… en nosotros mismos? O… ¿no, hermano/a?

 Evangelio: Juan 6, 51-58

 “... El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él...” 

CLAVES para la LECTURA

 - Este fragmento, que sirve de conclusión al “Discurso del pan de vida”, va unido a lo que el evangelista nos ha dicho antes. Sin embargo, el mensaje se vuelve aquí más profundo y se hace más sacrificial y eucarístico. Se trata de hacer sitio a la persona de Jesús en su dimensión eucarística. Él es el pan de vida, no sólo por lo que hace, sino especialmente en el sacramento de la Eucaristía, lugar de unión del creyente con Cristo. Jesús-Pan se identifica con su humanidad, la misma que será sacrificada en la cruz para la salvación de los hombres. Jesús es el pan -como Palabra de Dios y como víctima sacrificial- que se hace don por amor al hombre. La ulterior murmuración de los judíos: “¿Cómo puede éste darnos de comer su carne?” (v. 52), denuncia la mentalidad incrédula de los que no se dejan regenerar por el Espíritu y no tienen intención de adherirse a Jesús.
 - Éste insiste con vigor, exhortando a consumir el pan eucarístico para participar de su vida: “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros” (v. 53). Más aún, anuncia los frutos extraordinarios que recibirán los que participen en el banquete eucarístico: el que permanece en Cristo y toma parte en su misterio pascual permanece en él con una unión íntima y duradera. El discípulo de Jesús recibe como don la vida en Cristo, una vida que supera toda expectativa humana porque es resurrección e inmortalidad (vv. 39. 54. 58). - Ésta es la enseñanza profunda y autorizada de Jesús en Cafarnaún, cuyas características esenciales versan, más que sobre el sacramento en sí, sobre la revelación gradual de todo el misterio de la persona y de la vida de Jesús.CLAVES para la VIDA - Este final del “Discurso del Pan de Vida” en Cafarnaún, toma claramente un tono “eucarístico”, esto es, de comer y beber la carne y sangre de Jesús que va a entregar su vida para reconciliar al mundo: en la Eucaristía, se celebrará ese memorial de la cruz. Y el fruto del comer y del beber es el mismo que el de creer en Él: participar de su vida, “el que come de este pan vivirá para siempre” (v. 58). Es la culminación del discurso.
 - Pero, además, se nos ofrecen dos versículos que describen de modo admirable las consecuencias que la Eucaristía va a tener en nosotros, según el pensamiento de Cristo Jesús: “el que come mi carne y bebe mi sangre permanece (habita) en mí y yo en él” (v. 56): la intercomunicación entre el Resucitado y sus fieles en la Eucaristía. Y, además, añade una comparación impresionante: “el Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí” (v. 57). La unión de Cristo con su Padre es misteriosa, vital y profunda; pues así quiere que sea la de los que le reciben y le comen: “vivirá por mí”; más tarde hablará de los sarmientos que permanecen unidos a la vid.
 - Toda esta reflexión-catequesis lleva a proponernos una relación única, personal y vital con el Señor Jesús. La Eucaristía: un camino para expresar y vivir esta nueva relación. Ahí radica la VIDA del creyente y seguidor de este Maestro. ¡Cuán lejos están de esta propuesta esas celebraciones “enfermizas” de cumplimiento o algo parecido! ¿Cómo es mi relación con este Señor Jesús? ¿MARCA mi vida y la define?

 

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