SÁBADO, día 8:
Fiesta de la INMACULADA CONCEPCIÓN
Génesis 3, 9-15. 20
“... El Señor llamó al hombre: ¿Dónde estás?... Oí tu ruido en el
jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí... ¿Quién te informó
de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?
La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí... ¿Qué es lo
que has hecho...? La serpiente me engañó, y comí... Por haber hecho eso, serás
maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre
el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la
mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza...”
CLAVES para la LECTURA
- En el
capítulo tercero del Génesis se describe el drama más profundo de la humanidad:
la caída original que introduce la muerte en la creación. Tras la consumación
del pecado por Adán y Eva, hay un momento de silencio en el que se oye sólo a
Dios acercarse por el jardín. No es precisamente motivo de fiesta y encuentro.
Ahora Adán se oculta. Pero la voz le interpela: «¿Dónde
estás?» (v. 9b). Adán sale de su escondite, pero no responde a
la pregunta, mostrando que no está a la altura, no está ya en Dios. Sus
palabras dan testimonio de esta triste realidad. En primer lugar declara
abiertamente que le domina el miedo y la vergüenza: la criatura hasta hace bien
poco libre se siente ahora esclava. Luego, indirectamente, manifiesta el estado
de soledad en el que vive: la relación con la mujer y la creación, antes
fundada en la amistad y la ayuda recíproca, ahora está sujeta al engaño, la
sospecha, la oposición. Frente al Creador, que había gozado con la belleza de
la creación, aparece un universo hecho trizas, radicalmente afectado por el
mal.
- Después de escuchar a los tres culpables, Dios
pronuncia la sentencia. El lector que ha seguido desde el comienzo el
desarrollo del drama sagrado, esperaría la condena a muerte (de acuerdo con Gn
2, 17). Por el contrario, se propone un castigo que aparece como un camino de
purificación con vistas a una salvación prometida (v. 15). Dios, que comienza a
revelarse como el Misericordioso, se ha puesto de parte del hombre contra la
serpiente -símbolo del mal- que recibe la maldición. La humanidad será
ciertamente herida, pero sólo en el calcañar, es decir, en una parte no vital y
fácil de curar; la serpiente, por el contrario, será herida en la cabeza,
derrotada definitivamente. Por eso se ha definido al v. 15 como
“protoevangelio”, primer anuncio de la victoria del hombre sobre el pecado y la
muerte.
- La
victoria se atribuye al «linaje de la
mujer». La versión griega de los Setenta comprendió “linaje” en
sentido individual y el primitivo cristianismo legó el texto en clave
mesiánica, como profecía de la encarnación de Cristo. La Vulgata atribuye
directamente la victoria a la mujer; de ahí la difundida representación de
María aplastando con el pie la cabeza de la serpiente. Notemos, finalmente, el
nombre nuevo que el hombre da a la mujer: Eva, madre de los vivientes (no de
los mortales). Podemos ver aquí la prefiguración de María, la nueva Eva que
cooperará en la obra de la restauración de la humanidad pecadora y Jesús la
consignará como madre de la Iglesia naciente, justo en el momento de su muerte
en la cruz.
CLAVES para la VIDA
-
Experiencia profunda y dramática la que el autor sagrado nos ofrece desde su fe
y como un resumen de lo que su pueblo ha descubierto en su propia historia y
caminar peregrino. La armonía se ha vuelto complicada; las mutuas acusaciones han
tomado relevo a la convivencia gozosa; el estado de soledad en la criatura es
más fuerte que la dicha de la ayuda recíproca; ahora es el miedo y el escondite
lo que prevalece... Con todo, Dios sale al encuentro... para SALVAR, no para
condenar.
- Desde
los orígenes ésta es también una experiencia: Dios se manifiesta salvando,
recuperando al hombre herido y ofreciéndole la posibilidad de rehacer el
“sueño” primero, lleno de dicha y felicidad. De ahí su PROMESA de salvación, de
restauración. Desde el principio, Dios se manifiesta, pues, como el
MISERICORDIOSO, como el que se pone de parte del hombre contra el mal
(simbolizado por la serpiente). ¡Misterio y revelación lleno de esperanza!
-
Volver a los orígenes y descubrir la amarga experiencia de la ruptura y de la
quiebra; y encontrar, ahí mismo, la promesa de vida por parte de Dios, es algo
que me hace tomar conciencia de la situación de la humanidad y de la propia
experiencia de mi caminar. Pero también te hace encontrarte con el inmenso gozo
de un Dios lleno de misericordia, apostando, por lo tanto, a favor de la vida.
Es mi convicción y el motivo de mi esperanza. Así podemos caminar con
seguridad. ¿Cómo te sientes tú, hermano/a?
Efesios 1, 3-6. 11-12
“... Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que desde
lo alto del cielo nos ha bendecido por medio de Cristo con toda clase de bienes
espirituales. Él nos eligió en Cristo antes de la creación del mundo, para que
fuéramos santos e irreprochables ante él por el amor. Llevado de su amor, él nos
destinó de antemano, conforme al beneplácito de su voluntad, a ser adoptados
como hijos suyos por medio de Jesucristo, para que la gracia que derramó sobre
nosotros, por medio de su Hijo querido, se convierta en himno de alabanza a su
gloria. En ese mismo Cristo también nosotros hemos sido elegidos y destinados
de antemano, según el designio de quien todo lo hace conforme al deseo de su
voluntad. Así nosotros, los que tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo,
seremos un himno de alabanza a su gloria...”
CLAVES para la LECTURA
- La
carta a los Efesios se abre con lo que se ha definido como el Magnificat de
Pablo. Él, que está viviendo sus duros años de prisión por la fe, en cuanto
tiene ocasión de escribir a otros cristianos, deja brotar de su corazón un
canto de bendición y alabanza a Dios, invocado no como «Dios de
Abrahán, de Isaac, de Jacob», sino como «Padre
de nuestro Señor Jesucristo». Cristo es el único Mediador.
Cristo es el Mesías, plenitud de la espera de Israel. En el himno se exalta el
plan de salvación, contemplado no siguiendo una exposición ordenada y
doctrinal, sino cantado y admirado en sus múltiples facetas por quien experimenta
su actuación a partir de la propia historia personal.
-
Cuanto Pablo refiere de sí mismo, vale para cualquier cristiano y de modo
preeminente para María. En ella se realiza en plenitud el plan divino de
hacernos «santos e irreprochables ante él por el amor»,
es decir, consagrados exclusivamente a su servicio («santos»),
separados de todo lo que es mundano y pecaminoso («irreprochables»).
Todo esto no por la capacidad humana, sino por puro don. Ningún mérito,
esfuerzo o ascesis podrían jamás reparar el mal que corrompe la humanidad desde
sus raíces. La reparación sólo puede recibirse como «herencia»,
o sea, como un bien recibido gratuitamente, pero que nos hace responsables.
-
María, la Virgen Inmaculada, no es un ser suprahumano, es la elegida para ser
morada del Verbo, ha sido preservada del pecado original «en previsión a los
méritos de Cristo Redentor» -como reza la definición del dogma- en razón de su
propia vocación. Por María llega a cumplimiento el plan del que nos ha «predestinado a ser sus hijos adoptivos». Se
trata de una expresión paulina, que recoge una buena noticia: la vida del
hombre no ha sido abandonada a su suerte, ni está destinada a la nada; tiene un
sentido: es vida de comunión con Dios, vida de plena libertad, en el amor, en
la alabanza, en la gloria.
CLAVES para la VIDA
- ¡Cuántas cosas se expresan en este hermoso himno de
alabanza! ¡Merece la pena aprenderse de memoria para poderlo pronunciar en el
silencio del corazón y con los labios! Y es que CRISTO se ha convertido en el
CENTRO de la nueva situación, de la nueva realidad. Él es el Mediador y la
plenitud de todas las esperas de Israel y de la humanidad. En Él, Dios-Padre
ofrece GRATUITAMENTE todos sus dones a la humanidad. Éste es el principio
rector y el resumen de la Historia de Salvación.
- Y es
que Dios ha decidido hacernos “hijos suyos, hijos
adoptivos” por medio de Cristo, el Señor. Si la experiencia de
los orígenes ha sido la ruptura (primera lectura), ahora se proclama que el
hombre no ha sido abandonado a su suerte, ni destinado a la nada, sino que Dios
quiere y opta por la COMUNIÓN y lo lleva a cabo por medio de Cristo Jesús. Éste
es, pues, el motivo de alabanza y de gloria por siempre.
- ¡Muy hermoso poder escuchar este mensaje y tomar
conciencia de los fundamentos de nuestra fe! Así podemos caminar en la vida con
la garantía que ofrece esa Historia de Amor que el apóstol lo proclama para
nuestra dicha, porque... ¡es verdad y lo puedo disfrutar! Mi vida tiene un
sentido hermoso desde ese amor incomparable de Dios, gratuito y sin mérito por
mi parte. ¡Sólo como respuesta a su amor tiene sentido mi amor y mi entrega!
Aquí estamos y aquí nos encontramos! ¿Qué tal te sientes tú, hermano/a? ¿Cómo
vives esta proclamación del apóstol?
Evangelio: Lucas 1, 26-38
“... El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea,
llamada Nazaret, a una Virgen desposada con un hombre llamado José, de la
estirpe de David; la Virgen
se llamaba María... Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita
tú entre las mujeres... No temas, María, porque has encontrado gracia ante
Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre
Jesús... El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del altísimo de cubrirá
con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios... Aquí
está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra...”
CLAVES para la LECTURA
-
Leyendo la perícopa de la anunciación en la solemnidad de la Inmaculada
Concepción, merecen particular atención dos expresiones del saludo del ángel
Gabriel a María. Entrando en su presencia, la llama: «Llena
de gracia». El término griego, kecharitoméne, explica
bien el significado de la palabra: literalmente significa “la agraciada”, que
ha sido colmada de gracia. María es la criatura humana redimida por Dios de
modo radical, perfecto. Su inmaculada concepción es obra de la gracia del
Redentor, que en ella ofrece a todos los hombres la imagen y modelo de la
vocación de la humanidad.
- Luego
el ángel dice a María: «El Señor está
contigo», usando la expresión tan frecuente en el Antiguo
Testamento y que ha acompañado el caminar del pueblo elegido a lo largo de los
siglos. El Señor siempre ha estado con su pueblo, aunque el pueblo no siempre
ha estado con su Dios. Frecuentemente se alejó, dudó, se sintió abandonado,
como en la ocasión emblemática de la rebelión en el desierto, llegando a su culmen
en aquella pregunta: «¿Está Dios con
nosotros, o no?» (Ex 17, 7b). Aquí estas palabras asumen un
sentido pleno, como si el ángel dijera: «Tú estás siempre con el Señor; tú
estas unida a él en la medida en que es posible a una criatura». No se trata de
un momento de gracia particular, que lentamente se debilita; al contrario, es
una unión que se va haciendo más y más íntima.
- A las
palabras del ángel -indica el evangelista- María «se
turbó» (v. 29). No es el temor que tuvo Adán, consciente de su
pecado; aquí se trata del sagrado temor ante la misteriosa realidad de Dios; es
el sentimiento que invade tanto más a la criatura cuanto más pura es. En su
perfecta humildad, María comprende la grandeza de la misión recibida, la
gratuidad del don, la desproporción entre la propia debilidad y la omnipotencia
divina.
- El sí
que María da como respuesta resuena como la alabanza perfecta de la criatura,
eco fiel del «aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad»
(Sal 39, 8) con el que el mismo Jesús se adhiere a la voluntad salvífica de
Dios. En el encuentro de estas dos obediencias se cumple el plan de salvación.
CLAVES para la VIDA
-
En esta escena descubrimos, en toda su fuerza, por un lado el “sí” salvador de
Dios y, por otro, la humanidad, representada por María, que responde con su
“sí” de acogida: “hágase en mí según tu palabra”.
Del encuentro de estos dos síes, brota, por obra del Espíritu, el Salvador
Jesús, el verdadero Dios-con-nosotros. Entra en escena el nuevo Adán, cabeza de
esa nueva humanidad. Y a su lado aparece, con un “sí” en los labios, en
contraste con la primera, la nueva Eva. Así lo ha leído y vivido la tradición
cristiana.
-
María, una humilde muchacha de Nazaret, es la elegida por Dios para ser la
madre del Esperado. Ella es la “llena de gracia”,
la “bendita entre las mujeres”; y empieza a
dibujarse así, en las páginas del evangelio, el mejor retrato de esta mujer,
cuya actitud de disponibilidad para con Dios, “hágase
en mí”, no será sólo de este momento, sino de toda la vida,
incluida su presencia dramática al pie de la Cruz.
-
María aparece ya desde ahora como la mejor muestra de vida cristiana. El más
acabado modelo de todos lo que, a lo largo de los siglos, habían dicho “sí” a
Dios ya en el Antiguo Testamento y, sobre todo, de los que han creído en Cristo
Jesús y le han seguido. Contemplarla y seguir su estilo y actitudes es la
invitación que recibimos en estos días inmediatos al acontecimiento del
Nacimiento del Esperado de los tiempos. ¿De acuerdo, hermano/a?
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