viernes, 7 de diciembre de 2012


SÁBADO, día 8:
Fiesta de la INMACULADA CONCEPCIÓN

Génesis 3, 9-15. 20


“... El Señor llamó al hombre: ¿Dónde estás?... Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí... ¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer? La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí... ¿Qué es lo que has hecho...? La serpiente me engañó, y comí... Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza...”


CLAVES para la LECTURA


- En el capítulo tercero del Génesis se describe el drama más profundo de la humanidad: la caída original que introduce la muerte en la creación. Tras la consumación del pecado por Adán y Eva, hay un momento de silencio en el que se oye sólo a Dios acercarse por el jardín. No es precisamente motivo de fiesta y encuentro. Ahora Adán se oculta. Pero la voz le interpela: «¿Dónde estás?» (v. 9b). Adán sale de su escondite, pero no responde a la pregunta, mostrando que no está a la altura, no está ya en Dios. Sus palabras dan testimonio de esta triste realidad. En primer lugar declara abiertamente que le domina el miedo y la vergüenza: la criatura hasta hace bien poco libre se siente ahora esclava. Luego, indirectamente, manifiesta el estado de soledad en el que vive: la relación con la mujer y la creación, antes fundada en la amistad y la ayuda recíproca, ahora está sujeta al engaño, la sospecha, la oposición. Frente al Creador, que había gozado con la belleza de la creación, aparece un universo hecho trizas, radicalmente afectado por el mal.

- Después de escuchar a los tres culpables, Dios pronuncia la sentencia. El lector que ha seguido desde el comienzo el desarrollo del drama sagrado, esperaría la condena a muerte (de acuerdo con Gn 2, 17). Por el contrario, se propone un castigo que aparece como un camino de purificación con vistas a una salvación prometida (v. 15). Dios, que comienza a revelarse como el Misericordioso, se ha puesto de parte del hombre contra la serpiente -símbolo del mal- que recibe la maldición. La humanidad será ciertamente herida, pero sólo en el calcañar, es decir, en una parte no vital y fácil de curar; la serpiente, por el contrario, será herida en la cabeza, derrotada definitivamente. Por eso se ha definido al v. 15 como “protoevangelio”, primer anuncio de la victoria del hombre sobre el pecado y la muerte.

- La victoria se atribuye al «linaje de la mujer». La versión griega de los Setenta comprendió “linaje” en sentido individual y el primitivo cristianismo legó el texto en clave mesiánica, como profecía de la encarnación de Cristo. La Vulgata atribuye directamente la victoria a la mujer; de ahí la difundida representación de María aplastando con el pie la cabeza de la serpiente. Notemos, finalmente, el nombre nuevo que el hombre da a la mujer: Eva, madre de los vivientes (no de los mortales). Podemos ver aquí la prefiguración de María, la nueva Eva que cooperará en la obra de la restauración de la humanidad pecadora y Jesús la consignará como madre de la Iglesia naciente, justo en el momento de su muerte en la cruz.


CLAVES para la VIDA


- Experiencia profunda y dramática la que el autor sagrado nos ofrece desde su fe y como un resumen de lo que su pueblo ha descubierto en su propia historia y caminar peregrino. La armonía se ha vuelto complicada; las mutuas acusaciones han tomado relevo a la convivencia gozosa; el estado de soledad en la criatura es más fuerte que la dicha de la ayuda recíproca; ahora es el miedo y el escondite lo que prevalece... Con todo, Dios sale al encuentro... para SALVAR, no para condenar.

- Desde los orígenes ésta es también una experiencia: Dios se manifiesta salvando, recuperando al hombre herido y ofreciéndole la posibilidad de rehacer el “sueño” primero, lleno de dicha y felicidad. De ahí su PROMESA de salvación, de restauración. Desde el principio, Dios se manifiesta, pues, como el MISERICORDIOSO, como el que se pone de parte del hombre contra el mal (simbolizado por la serpiente). ¡Misterio y revelación lleno de esperanza!

- Volver a los orígenes y descubrir la amarga experiencia de la ruptura y de la quiebra; y encontrar, ahí mismo, la promesa de vida por parte de Dios, es algo que me hace tomar conciencia de la situación de la humanidad y de la propia experiencia de mi caminar. Pero también te hace encontrarte con el inmenso gozo de un Dios lleno de misericordia, apostando, por lo tanto, a favor de la vida. Es mi convicción y el motivo de mi esperanza. Así podemos caminar con seguridad. ¿Cómo te sientes tú, hermano/a?


Efesios 1, 3-6. 11-12


“... Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que desde lo alto del cielo nos ha bendecido por medio de Cristo con toda clase de bienes espirituales. Él nos eligió en Cristo antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables ante él por el amor. Llevado de su amor, él nos destinó de antemano, conforme al beneplácito de su voluntad, a ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, para que la gracia que derramó sobre nosotros, por medio de su Hijo querido, se convierta en himno de alabanza a su gloria. En ese mismo Cristo también nosotros hemos sido elegidos y destinados de antemano, según el designio de quien todo lo hace conforme al deseo de su voluntad. Así nosotros, los que tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, seremos un himno de alabanza a su gloria...”


CLAVES para la LECTURA


- La carta a los Efesios se abre con lo que se ha definido como el Magnificat de Pablo. Él, que está viviendo sus duros años de prisión por la fe, en cuanto tiene ocasión de escribir a otros cristianos, deja brotar de su corazón un canto de bendición y alabanza a Dios, invocado no como «Dios de Abrahán, de Isaac, de Jacob», sino como «Padre de nuestro Señor Jesucristo». Cristo es el único Mediador. Cristo es el Mesías, plenitud de la espera de Israel. En el himno se exalta el plan de salvación, contemplado no siguiendo una exposición ordenada y doctrinal, sino cantado y admirado en sus múltiples facetas por quien experimenta su actuación a partir de la propia historia personal.

- Cuanto Pablo refiere de sí mismo, vale para cualquier cristiano y de modo preeminente para María. En ella se realiza en plenitud el plan divino de hacernos «santos e irreprochables ante él por el amor», es decir, consagrados exclusivamente a su servicio («santos»), separados de todo lo que es mundano y pecaminoso («irreprochables»). Todo esto no por la capacidad humana, sino por puro don. Ningún mérito, esfuerzo o ascesis podrían jamás reparar el mal que corrompe la humanidad desde sus raíces. La reparación sólo puede recibirse como «herencia», o sea, como un bien recibido gratuitamente, pero que nos hace responsables.

- María, la Virgen Inmaculada, no es un ser suprahumano, es la elegida para ser morada del Verbo, ha sido preservada del pecado original «en previsión a los méritos de Cristo Redentor» -como reza la definición del dogma- en razón de su propia vocación. Por María llega a cumplimiento el plan del que nos ha «predestinado a ser sus hijos adoptivos». Se trata de una expresión paulina, que recoge una buena noticia: la vida del hombre no ha sido abandonada a su suerte, ni está destinada a la nada; tiene un sentido: es vida de comunión con Dios, vida de plena libertad, en el amor, en la alabanza, en la gloria.


CLAVES para la VIDA


- ¡Cuántas cosas se expresan en este hermoso himno de alabanza! ¡Merece la pena aprenderse de memoria para poderlo pronunciar en el silencio del corazón y con los labios! Y es que CRISTO se ha convertido en el CENTRO de la nueva situación, de la nueva realidad. Él es el Mediador y la plenitud de todas las esperas de Israel y de la humanidad. En Él, Dios-Padre ofrece GRATUITAMENTE todos sus dones a la humanidad. Éste es el principio rector y el resumen de la Historia de Salvación.

- Y es que Dios ha decidido hacernos “hijos suyos, hijos adoptivos” por medio de Cristo, el Señor. Si la experiencia de los orígenes ha sido la ruptura (primera lectura), ahora se proclama que el hombre no ha sido abandonado a su suerte, ni destinado a la nada, sino que Dios quiere y opta por la COMUNIÓN y lo lleva a cabo por medio de Cristo Jesús. Éste es, pues, el motivo de alabanza y de gloria por siempre.

- ¡Muy hermoso poder escuchar este mensaje y tomar conciencia de los fundamentos de nuestra fe! Así podemos caminar en la vida con la garantía que ofrece esa Historia de Amor que el apóstol lo proclama para nuestra dicha, porque... ¡es verdad y lo puedo disfrutar! Mi vida tiene un sentido hermoso desde ese amor incomparable de Dios, gratuito y sin mérito por mi parte. ¡Sólo como respuesta a su amor tiene sentido mi amor y mi entrega! Aquí estamos y aquí nos encontramos! ¿Qué tal te sientes tú, hermano/a? ¿Cómo vives esta proclamación del apóstol?


Evangelio: Lucas 1, 26-38


“... El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una Virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la Virgen se llamaba María... Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres... No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús... El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del altísimo de cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios... Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra...”


CLAVES para la LECTURA


- Leyendo la perícopa de la anunciación en la solemnidad de la Inmaculada Concepción, merecen particular atención dos expresiones del saludo del ángel Gabriel a María. Entrando en su presencia, la llama: «Llena de gracia». El término griego, kecharitoméne, explica bien el significado de la palabra: literalmente significa “la agraciada”, que ha sido colmada de gracia. María es la criatura humana redimida por Dios de modo radical, perfecto. Su inmaculada concepción es obra de la gracia del Redentor, que en ella ofrece a todos los hombres la imagen y modelo de la vocación de la humanidad.

- Luego el ángel dice a María: «El Señor está contigo», usando la expresión tan frecuente en el Antiguo Testamento y que ha acompañado el caminar del pueblo elegido a lo largo de los siglos. El Señor siempre ha estado con su pueblo, aunque el pueblo no siempre ha estado con su Dios. Frecuentemente se alejó, dudó, se sintió abandonado, como en la ocasión emblemática de la rebelión en el desierto, llegando a su culmen en aquella pregunta: «¿Está Dios con nosotros, o no?» (Ex 17, 7b). Aquí estas palabras asumen un sentido pleno, como si el ángel dijera: «Tú estás siempre con el Señor; tú estas unida a él en la medida en que es posible a una criatura». No se trata de un momento de gracia particular, que lentamente se debilita; al contrario, es una unión que se va haciendo más y más íntima.

- A las palabras del ángel -indica el evangelista- María «se turbó» (v. 29). No es el temor que tuvo Adán, consciente de su pecado; aquí se trata del sagrado temor ante la misteriosa realidad de Dios; es el sentimiento que invade tanto más a la criatura cuanto más pura es. En su perfecta humildad, María comprende la grandeza de la misión recibida, la gratuidad del don, la desproporción entre la propia debilidad y la omnipotencia divina.

- El sí que María da como respuesta resuena como la alabanza perfecta de la criatura, eco fiel del «aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad» (Sal 39, 8) con el que el mismo Jesús se adhiere a la voluntad salvífica de Dios. En el encuentro de estas dos obediencias se cumple el plan de salvación.


CLAVES para la VIDA


- En esta escena descubrimos, en toda su fuerza, por un lado el “sí” salvador de Dios y, por otro, la humanidad, representada por María, que responde con su “sí” de acogida: “hágase en mí según tu palabra”. Del encuentro de estos dos síes, brota, por obra del Espíritu, el Salvador Jesús, el verdadero Dios-con-nosotros. Entra en escena el nuevo Adán, cabeza de esa nueva humanidad. Y a su lado aparece, con un “sí” en los labios, en contraste con la primera, la nueva Eva. Así lo ha leído y vivido la tradición cristiana.

- María, una humilde muchacha de Nazaret, es la elegida por Dios para ser la madre del Esperado. Ella es la “llena de gracia”, la “bendita entre las mujeres”; y empieza a dibujarse así, en las páginas del evangelio, el mejor retrato de esta mujer, cuya actitud de disponibilidad para con Dios, “hágase en mí”, no será sólo de este momento, sino de toda la vida, incluida su presencia dramática al pie de la Cruz.

- María aparece ya desde ahora como la mejor muestra de vida cristiana. El más acabado modelo de todos lo que, a lo largo de los siglos, habían dicho “sí” a Dios ya en el Antiguo Testamento y, sobre todo, de los que han creído en Cristo Jesús y le han seguido. Contemplarla y seguir su estilo y actitudes es la invitación que recibimos en estos días inmediatos al acontecimiento del Nacimiento del Esperado de los tiempos. ¿De acuerdo, hermano/a?

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