DOMINGO, día 10 Marzo
Josué
5, 9a. 10-12
“… El Señor dijo a Josué: Hoy os
he despojado del oprobio de Egipto… Cuando comenzaron a comer del fruto de la
tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron maná, sino que aquel año
comieron de la cosecha de la tierra de Canaán…”
CLAVES
para la LECTURA
- La historia de la salvación está jalonada por promesas, que van
emplazando siempre a la humanidad hacia nuevas metas. Primero estaba sólo
Abrahán; no había pueblo ni Ley ni tierra. Luego ya hubo pueblo: en Egipto los
clanes patriarcales se convirtieron en “pueblo numeroso”. Después, en el Sinaí,
hubo Ley. Y, ahora, con la entrada en Canaán, hay tierra. Por lo tanto, la
entrada en la tierra constituye una nueva etapa y muy importante.
CLAVES
para la VIDA
- La historia de la salvación continúa paso a paso; las antiguas
promesas van dejando lugar a las acciones liberadoras de Dios en favor de
Israel. Así, Abrahán deja paso a la liberación de la esclavitud de Egipto; a la
liberación se le añade la
Alianza y la posesión de la tierra. De este modo, las
antiguas promesas de Dios van cristalizándose en la realidad y en la historia
vivida. Así lo siente Israel y lo celebra renovando con ello la alianza que le
vincula PARA SIEMPRE con su Dios, a pesar de las constantes infidelidades que
caracterizan su caminar.
- Ahora se inicia una NUEVA ETAPA en esa historia y es que… “Hoy os he despojado del oprobio de Egipto”
(. 9); termina la peregrinación por el desierto, la vida nómada, y empieza la
vida sedentaria, con lo que supone de posesión de la tierra, la “tierra
prometida” a Abrahán. Aquí en la celebración de la Pascua , se renueva la Alianza con ese Dios, que
siempre cumple las promesas realizadas y que se ha mantenido en fidelidad. Los
ritos de la circuncisión y la celebración de la Pascua han renovado los
privilegios de pertenencia al pueblo escogido.
- Por medio de estos “sencillos” relatos, el autor sagrado nos quiere
conducir a vivir la experiencia de pertenencia bajo la “mirada” de la fidelidad
de Dios, que es como transcurre la historia. Tomar conciencia de las promesas
de Dios; ser consciente de su fidelidad; ratificar esa relación por medio de
los “ritos” adecuados… es la manera como la Palabra de Dios quiere conducirnos en la vida.
Ahí nos encontramos, hoy, nosotros, abiertos a que Dios siga realizando sus
promesas de vida y de salvación para nosotros, en nuestras vidas. Hermano/a,
¿estaremos dispuestos/as a dejarle actuar para que lleve a cabo su salvación,
sus planes de vida?
“... Nos apremia el amor de Cristo al considerar que si uno murió
por todos, todos murieron. Cristo murió por todos, para que los que viven, ya
no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos... En nombre de
Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado, Dios lo
hizo expiar nuestros pecados, para que nosotros, unidos a él, recibamos la
salvación de Dios...”
CLAVES
para la LECTURA
- El itinerario de
este fragmento del pensamiento paulino es cristológico con implicaciones
eclesiológicas. La conexión entre
ambas perspectivas, la relación entre Cristo y la Iglesia , se encuentra en
la reconciliación. Sigue siendo vigorosa la convicción de
Pablo, consolidada en su experiencia veterotestamentaria, de que, respecto a
Dios, la humanidad pecadora se merece la indignación divina; esta convicción,
sin embargo, se ha perfeccionado a través del conocimiento mesiánico de Cristo,
el cual se ha convertido en lugar, precio y signo de la reconciliación. En el
texto griego, el sustantivo (katalleghé) y el verbo (katallássô)
significan también «permuta» (por ejemplo, de valores venales como el
dinero), «acuerdo» (alianza) o «concordia» (proyectar conjuntamente). Estos
matices léxicos confirman el acontecimiento de la reconciliación global entre
Dios y el hombre a través de un coste y de un intercambio.
CLAVES
para la VIDA
-
Para el apóstol, el modelo en todo momento de su agitada vida es Jesús: “Nos apremia el amor de Cristo, que murió por todos”
(v. 14); esto es lo que le da ánimos para seguir actuando como apóstol a pesar
de todo. Según Pablo, la reconciliación que realizó Cristo con su muerte, hizo
que todos pudiéramos vivir: “Dios mismo estaba en Cristo reconciliando
al mundo consigo” (v. 18). Y las consecuencias de esta iniciativa son
claras: todo es nuevo, todo ha cambiado de sentido: “el que
es de Cristo es una criatura nueva” (v. 17). Y, además, la
comunidad así reconciliada recibe el encargo y el ministerio de reconciliar.
Pablo se siente particularmente satisfecho de este ministerio.
-
La misión de su comunidad-Iglesia queda descrita con toda nitidez: “nos encargó el servicio de reconciliar” (v.
18). Ser mediadores de la reconciliación de todos con Dios, y de los hombres
entre sí: es la gran misión y la tarea. Y aquí queda “tarea pendiente” en medio
de nuestra cultura, de nuestro mundo y de nuestro pueblo. ¡No podemos mirar a
otra parte!
-
Aquí nos encontramos nosotros que, como el apóstol, hemos tomado a Cristo como
modelo de acción y en quien todo se hace nuevo para nosotros, “... es criatura nueva”: ésta es nuestra
condición y situación. Desde ahí, dejarnos reconciliar y ser constructores de
reconciliación es una de nuestras tareas, como expresión de la esencia misma
del Evangelio. Así lo vivió Pablo; así lo han vivido y lo viven tantos hombres
y mujeres anónimos. Y... ¿tú? Y... ¿yo?
EVANGELIO:
Lucas 15, 1-3. 11-32
“... Un
hombre tenía dos hijos: el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte
que me toca de la fortuna... Empezó él a pasar necesidad y recapacitando se
dijo: Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado
contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo... Su hijo mayor
estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa preguntó qué
pasaba... Y le replicó a su padre: Mira: en tantos años como te sirvo... y
cuando ha venido este hijo tuyo... El padre le dijo... deberías alegrarte,
porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido...”
CLAVES
para la LECTURA
- Se ha definido el de Lucas como el “evangelio de la misericordia”. El
capítulo 15 está precisamente en el centro: comprende tres parábolas de la
misericordia que son similares en la estructura pero están dispuestas in
crescendo: el dracma perdido, la oveja descarriada, el hijo pródigo que pide su
parte de herencia y se va. A mayor lejanía corresponde mayor amor: por la
moneda y la oveja encontradas se celebra una fiesta; por el hijo recobrado se
mata el ternero cebado y se le pone el anillo y el traje real.
CLAVES
para la VIDA
-
¡No es de extrañar que los fariseos y letrados se escandalicen de Jesús! ¡No
era para menos! ¡Mira que dejarles en tan mal lugar…! Lo que no es seguro es
cuál fue el motivo de su escándalo, si porque les identificaba con el “hijo
mayor” o por el rostro de Dios que ofrece y presenta. Desde luego, los motivos
están ahí y será necesario que ellos y nosotros saquemos las consecuencias
pertinentes. ¿Nos atrevemos?
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