sábado, 11 de enero de 2014


DOMINGO, día 12 de Enero:  EL BAUTISMO DE JESÚS

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


 
Isaías 42, 1-4. 6-7

“... Así dice el Señor: Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones... Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he tomado de la mano, te he formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas...”

 

CLAVES para la LECTURA

- El primero de los cuatro cánticos del “Siervo doliente” (Is 42, 1-7; 49, 1-6; 50, 4-9a; 52, 13 – 53, 12) es obra de un discípulo del Segundo Isaías, cuya descripción nos reporta a los tiempos del exilio o inmediatamente después. Se nos presenta, en efecto, un personaje misterioso, el Ungido del Señor, que por sus rasgos encarna al pueblo elegido, o bien a algunos personajes históricos de Israel. El Nuevo Testamento verá en las características de este personaje la historia y los acontecimientos trágicos de Jesús de Nazaret.

- Aquí el Siervo es presentado en el acto de cumplir su misión, esto es, de restaurar la alianza con Dios y de reportar al pueblo del exilio a su patria. Por esto tal personaje ha sido formado desde el vientre materno, elegido por Dios y lleno del Espíritu, para llevar a todas las gentes la Palabra y la novedad de Dios (v. 1). Se presentará con una actitud llena de humildad y de benevolencia sin apagar ninguna tentativa de bien; tendrá coraje en las pruebas y en los sufrimientos que no le faltarán, y sus armas serán las de la paz (vv. 2-4). Sus prerrogativas son las de rey, sacerdote y profeta. Como rey está llamado a proclamar «el derecho con firmeza» y a establecer la «justicia», es decir, a realizar la salvación que viene de Dios (v. 6a). Como sacerdote cumplirá su misión haciéndose «alianza del pueblo», y como profeta comunicará la voluntad de Dios y será «luz de las naciones» (v. 6b; Lc 1, 79; 2, 29-32; Jn 8, 12).

- Su misión, animada por el Espíritu, tendrá ante todo el objetivo de librar de todo mal al hombre en su ser más íntimo. Los ciegos que viven en las tinieblas, entonces, recuperarán la vista para reemprender el justo camino hacia la verdadera vida. Los prisioneros recobrarán su libertad, la de hijos de Dios redimidos y amados (v. 7).
 
CLAVES para la VIDA

- Una vez más, en los anuncios proféticos, se nos ofrece la figura del Siervo, con un objetivo claro: renovar la Alianza hecha con Israel. Y es que el pueblo ha abandonado tantas veces a su Dios... Pero Dios se mantiene fiel e, incluso, quiere renovarla desde la raíz misma. Por eso, la repatriación de los desterrados será un signo claro de esta voluntad salvífica de Dios, y el restablecimiento de una religión verdadera será la consecuencia de esta nueva situación.

- “Yo te he formado... te he tomado de la mano...”, y es que Dios es quien establece la Misión del Siervo; Dios mismo será quien sostenga con su misma fuerza y espíritu a éste, su elegido. Porque el objetivo es realizar en plenitud un proyecto de vida: ofrecer la luz a los que caminan en las tinieblas; la libertad a los que se encuentran esclavizados por tantas realidades. Esto es, liberar al hombre desde su misma raíz y hacer nueva la estrecha amistad entre Dios y la humanidad.

- Realmente sugerente la visión del profeta con vistas a realizar el plan salvífico de Dios a favor nuestro, de todos los hombres. Yo (nosotros) participo plenamente de esta nueva realidad, que alcanza su culmen y plenitud en Jesús de Nazaret. Soy (somos) invitado(s) a vivir una alianza estrecha con el Dios de la vida; se me ofrece la luz que ilumina mis ojos “ciegos” en tantos momentos; se me brinda la inmensa posibilidad de participar de la condición de los “hijos”, libre de las ataduras y esclavitudes... Todo esto y más sugiere esta visión profética en esta fiesta del Bautismo de Jesús... ¡Buen ánimo, hermano/a y ten el coraje de asumir este don y regalo!

 

Hechos de los Apóstoles 10, 34-38

“... Pedro tomó la palabra y dijo: Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió sus palabras a los israelitas anunciando la paz que traería Jesucristo, Señor de todos... Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él...”

 

CLAVES para la LECTURA

- Es la introducción del discurso de Pedro en Cesárea, en casa de Cornelio, que prepara el bautismo del Centurión, ejemplo del universalismo del Evangelio. Pedro ha sido enviado por el Espíritu a Cesárea para dar inicio a la conversión de los paganos, comenzando por el hombre romano, piadoso y temeroso de Dios.

- La palabra de Pedro es introducida por una idea clara: «Dios no hace acepción de personas» (v. 34); ante Dios no existen preferencias de razas ni de posición social: todos son igualmente hijos amados e iguales en la dignidad, sean judíos que paganos, porque Jesús los ha unificado a todos en un solo pueblo de Dios, sin exclusión alguna (Hch 15, 7-9; Dt 10, 7; Rom 2, 11). Cristo ha traído la paz a la tierra por medio de su “alegre nueva”. A cuantos se adhieren a su Palabra y lo reconocen Hijo de Dios les son perdonados sus pecados.

- Su predicación, en efecto, desde el bautismo recibido en el Jordán y confirmado por la Palabra del Padre que lo ha reconocido «Hijo predilecto» (Lc 3, 22), hasta el momento de su retorno al Padre con su muerte y resurrección, ha sido un anuncio de salvación para la humanidad entera. Toda la vida de Jesús, marcada por la unción del Espíritu de Dios, ha sido un paso entre los hombres para comunicarles el amor del Padre, hasta el don de su vida, para el perdón de los pecados y para la salvación de todos, incluidos los paganos, sobre los que se manifiesta el Espíritu con poder, como en la casa del centurión Cornelio.

 
CLAVES para la VIDA

- Anuncio realmente gozoso el que -desde los primeros momentos- en la Comunidad de Jesús se ofrece: Dios no hace acepción de personas y su don de vida no depende, ni siquiera, de la pertenencia al pueblo escogido. Y si es verdad que por medio de este pueblo ha ido llevando adelante y realizando su plan de salvación, ahora, al llegar a la plenitud de los tiempos, la oferta es universal y abierta a cuantos se abren a su don con corazón sincero.

- Y es que en el “Hijo predilecto”, Dios ofrece la filiación a cuantos se abren a Él: éste es el gran don-regalo que en Jesús de Nazaret se realiza definitivamente y PARA SIEMPRE. Este “Hijo predilecto” del Padre, que “pasó haciendo el bien y curando...” (v. 38) es el que ha triunfado sobre las fuerzas del mal que arrastran a la humanidad lejos del proyecto de Dios, quebrando la Alianza deseada y pretendida, de forma insistente, por este Dios. Ahora en Jesús se restablece esa Alianza y PARA SIEMPRE.

- Recordemos lo esencial del don que Dios-Padre me (nos) realiza en Jesús, a cuantos le buscan con sincero corazón. Revivir el Bautismo (en esta fiesta del Bautismo de Jesús) es algo que afecta a la raíz de mi condición de hijo, también amado y predilecto, y con posibilidad de caminar por la vida con esta convicción. ¿La consecuencia de esta experiencia...? Como Jesús, el Hijo predilecto, pasar “haciendo el bien”: inmensa definición y descripción de una vida plena. Hermano/a: a esto somos invitados. ¿Ya...?

 

Evangelio: Marcos 1, 7-11

“… Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo. Yo no soy digno ni… desatar la correa de sus sandalias. Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo… Por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio rasgarse los cielos y al Espíritu descender sobre él como una paloma. Se oyó entonces una voz desde los cielos: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco…”

 
CLAVES para la LECTURA

- La figura del Bautista es presentada en este pasaje con algunos de los rasgos típicos del verdadero profeta: hombre pobre y austero, que proclama la Palabra de Dios, pero también independiente de la mentalidad que lo rodea y del mundo. Jesús se presenta al Bautista, mezclado entre las filas de sus penitentes, pero el profeta lo reconoce y lo presenta como superior a sí mismo: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo. Yo no soy digno ni de postrarme ante él para desatar la correa de sus sandalias» (v. 7).

- Jesús, como un hombre cualquiera, se presenta al bautismo de conversión y comparte con humildad la condición del pecador, e incluso «se hace pecado» (2 Cor 5, 21). Pero la voz del Padre, dirigiéndose directamente al Hijo, lo proclama inocente y pone de relieve su naturaleza divina: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco» (v. 11).

- La humanidad y la divinidad de Jesús se armonizan en una síntesis ideal: el Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Por esto el bautismo de Juan se diferencia del practicado por Jesús. El del Precursor es realizado «con agua», mientras que el del Cristo lo es «con Espíritu Santo» (v. 8). Y Jesús recibe el bautismo de Juan, pero, mientras sale del agua, el Espíritu Santo lo inviste con su poder y su fuerza, con vistas a la misión que le espera. Él es el “Siervo” poseído en su intimidad por el Espíritu de Dios (Is 42, 1) que sale, no como Moisés de las aguas del Nilo, sino como nuevo Moisés del agua del Jordán (Is 63, 11). Él guiará a su pueblo hacia pastos fecundos de paz, de salvación y de justicia (Is 63, 14).

 

CLAVES para la VIDA

- Además del testimonio de Juan y su declaración de que no es el Mesías esperado (cortando de raíz toda especulación sobre su persona, pues muchos pensaban que él era el Mesías), el Bautista no presenta al Esperado, que llega al Jordán como un judío más. Pero, al mismo tiempo, con esa fuerza especial que anuncia la llegada de los tiempos nuevos, la etapa final de la historia de la salvación. Y es que Dios mismo se hace presente en Jesús de Nazaret.

- De hecho, la proclamación del Padre (“la voz celeste”) es clara y contundente: “Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto” (V. 11). ¡He aquí la clave de todo! Antes, han sido los sencillos (María, José, Simeón, Ana…), o los marginados (los pastores), o los “buscadores” de Dios (unos Magos de Oriente) quienes se han encontrado y han dado testimonio de éste que es el Esperado. Pero ahora es DIOS MISMO quien presenta a Jesús y lo anuncia para que todos lo tengan en cuenta. Ahora es el tiempo de la plenitud y las promesas se han hecho realidad. Ahora ya se sabe dónde mirar para encontrarse con lo mejor de Dios.

- ¡Qué consecuencias más claras y directas para mi (para nosotros) ofrece este acontecimiento y esta proclamación de Dios mismo en el Jordán! ¡Ahora sé dónde puedo encontrar definitivamente a Dios y cuanto me ofrece! Tengo que MIRAR a Jesús y descubrir en Él el ROSTRO y el CORAZÓN de Dios. Ahora sé cuáles son (por si hubiere alguna duda) los proyectos de Dios: Jesús se presenta curando y salvando a la humanidad. ¡Éste es el plan de Dios! Hermano/a, aquí nos encontramos tú y yo, y somos invitados a participar de esta misma MISIÓN de Jesús, desde el momento mismo que participamos de su Bautismo...

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