VIERNES,
día 18
Hechos de los Apóstoles 18, 9-18
“... Estando
Pablo en Corinto, durante la noche le dijo el Señor en una visión: No temas,
sigue hablando y no te calles, que yo estoy contigo y nadie se atreverá a
hacerte daño, muchos de esta ciudad son pueblo mío. Pablo se quedó allí un año
y medio, explicándoles la
Palabra de Dios...”
CLAVES
para la LECTURA
- Otras informaciones de
utilidad: los hechos se desarrollan hacia el año 51-52, que es cuando el
procónsul Galión se encontraba en Corinto. Éste actúa de manera
inteligente como «laico»: no quiere entrometerse en cuestiones religiosas. A su
modo de ver, las cuestiones que le someten son discusiones internas al
judaísmo, cuestiones que no tienen nada que ver con su función. Lucas lo
subraya adrede, y da muestras de apreciar tanto la neutralidad de Roma como el
hecho de que las autoridades romanas en general no se mostraran hostiles, en
los comienzos, a los cristianos. Hasta salvaron a Pablo en más de una ocasión
del fanatismo de sus adversarios.
- Los judíos no se dan por vencidos y caldean en exceso
la atmósfera; Pablo continúa llevando una vida difícil. Pero queda confortado y confirmado en su misión: está haciendo lo que
quiere el Señor. Es el Señor quien quiere que se dedique también a los paganos.
Estos continuos subrayados expresan -una vez más- la seriedad del problema del
paso a los paganos para las primeras generaciones cristianas. Es casi una idea
fija: ¿cómo explicar el hecho de que el pueblo de la promesa hubiera rechazado
a Jesús, mientras que éste era acogido por los gentiles, esto es, por los tan
depreciados paganos? Pero es el Señor -nos asegura Lucas- quien dice: «En esta ciudad hay muchos que llegarán a formar parte de mi
pueblo», como en otras
muchas ciudades, un pueblo constituido por algunos judíos y por muchos paganos.
Y en Corinto, donde se encontraba lo mejor y lo peor de la cultura griega, la
confrontación con el paganismo no iba a ser una broma: dieciocho meses en
Corinto representan una verdadera iniciación en la evangelización de los
gentiles.
- Finalmente, concluye Pablo, casi a hurtadillas, su
viaje misionero, embarcándose con sus patronos de trabajo, Priscila y Aquila,
primero con destino a Jerusalén y después hacia Antioquía. A un misionero como Pablo, quedarse durante dieciocho meses en un solo
lugar, aunque fuera con provecho, pudo parecerle excesivo.
CLAVES
para la VIDA
- Una vez más, descubrimos
que el camino del apóstol no fue nada fácil. Más bien, necesita de
esas experiencias del mismo Dios, que se hace cercano en los momentos de
dificultad. El “no temas” de parte de Dios, no
es de simple relleno, sino la expresión cercana de un Dios que vuelve a apostar
por la dedicación y generosidad del apóstol. Pero es que, además, Dios mismo
está empeñado en esa labor evangelizadora: “muchos en esta
ciudad son pueblo mío” (v. 10) y es que el don de Dios, el don
de la vida y de la salvación, no es excluyente sino que se ofrece a todos,
también a las gentes de Corinto, a pesar de su mala fama y de sus costumbres.
- También hoy puede Dios
decirnos: “muchos de esta ciudad son pueblo mío”,
refiriéndose -claro está- a este nuestro mundo, nuestra cultura. Y, por
desgracia, en más de dos ocasiones, nuestra Iglesia, nosotros mismos, podemos
sentirnos enfrentados, en conflicto frontal con esa realidad a la que somos
enviados a proclamar, con palabras y con gestos, la Buena Noticia del
Evangelio. Y eso, a pesar de los fracasos y de los cansancios. ¡Qué fácil es
decirlo!...
- Dios sigue empeñado en
ofrecer a “esta ciudad” el don de la salvación, a pesar de la apatía y de la
poca respuesta que parece ofrecer. Su paciencia es mucho más constante que
nuestros deseos de efectos automáticos e inmediatos. ¿Cómo ando de ánimo en mi
compromiso creyente y pastoral? ¿Comparto el interés de Dios y estoy dispuesto
a ofrecer la vida a “esta ciudad”, a este nuestro mundo?
Evangelio: Juan 16, 20-23a
“... Dijo
Jesús a sus discípulos: Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros,
mientras el mundo estará alegre y vosotros estaréis tristes, pero vuestra
tristeza se convertirá en alegría... También vosotros ahora sentís tristeza;
pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra
alegría. Ese día no me preguntaréis nada...”
CLAVES
para la LECTURA
- Jesús, cuando apenas ha terminado
de señalar una de las constantes de la experiencia cristiana (la dura espera
del encuentro gozoso y definitivo con él: v. 20), se vale de la imagen eficaz y
delicada de la mujer que va a dar a luz un hijo (v. 21) para expresar el paso
de la aflicción a la alegría sobreabundante.
- La alegría de la mujer es doble: han terminado sus
propios sufrimientos y ha dado al mundo un nuevo ser. La
alegría cristiana va unida al dolor, pero desemboca en la vida nueva que es la
pascua del Señor. A continuación, sigue Jesús explicando la comparación en
sentido espiritual (v. 22). El dolor por la muerte oprobiosa del Hijo de Dios
se mudará en gozo el día de la pascua, en una alegría sin fin que «nadie podrá quitar» a los discípulos, porque está arraigada en la fe en Aquel que vive
glorioso a la diestra de Dios.
- Jesús ha hablado del tiempo inaugurado con su
resurrección; en la continuación, añade: «Cuando llegue ese
día, ya no tendréis necesidad de preguntarme nada» (v. 23b). La
expresión «ese día» no se refiere sólo al día de la resurrección, sino a todo el
tiempo que comenzará con ese acontecimiento. Desde ese día en adelante, la
comunidad cristiana, iluminada plenamente por el Espíritu Santo, tendrá una
nueva visión de las cosas y de la vida, y el Espíritu Santo iluminará
interiormente a sus miembros y les hará conocer todo lo que sea necesario.
CLAVES
para la VIDA
- La tristeza de los
discípulos ante la marcha de Jesús está destinada a convertirse en alegría,
aunque ellos todavía no entiendan el cómo. Nosotros, leyéndolo desde
la Pascua , sí
que conocemos que la
Resurrección de Jesús llenará de alegría a la primera
comunidad. Así lo estamos descubriendo en la lectura de los Hechos: es una
historia invadida de dinámica y de energía. La alegría profunda es fruto de esa
Pascua. Si bien a veces pasa por el dolor y la renuncia, la alegría de la Pascua de Cristo pasa a
través de la muerte para alumbrar un mundo nuevo y salvar a la humanidad.
- La
imagen de la mujer que va a dar a luz un hijo se convierte así en todo un
símbolo de la nueva realidad que va a surgir de ese momento de dolor y de
sufrimiento. Desde ese momento, la comunidad estará iluminada plenamente por el
Espíritu de Jesús, quien hará descubrir una nueva visión de las cosas y de la
vida, animará a los seguidores y les ayudará a entender todas las cosas: es la
tarea de Maestro que Él ejercerá.
- Aquí nos encontramos los
seguidores de Jesús: hoy, somos iluminados y animados por ese Espíritu de vida
de manera que Él es el motor de toda nuestra vida, de nuestra acción y de
nuestro compromiso: Él hace posible que la causa del Reino esté viva y con
tantas expresiones diferentes. ¿Cómo te sientes tú, hermano/a?
No hay comentarios:
Publicar un comentario