sábado, 14 de julio de 2012


DOMINGO, día 15
 Amós 7, 12-15
“… En aquellos días dijo Amasías, sacerdote de Casa-de-Dios, a Amós: Vidente, vete y refúgiate en tierra de Judá: come allí tu pan y profetiza allí. No vuelvas a profetizar en Casa-de-Dios porque es el santuario real, el templo del país. Respondió Amós: No soy profeta ni hijo del profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo de Israel…”

CLAVES para la LECTURA

 - El fragmento litúrgico, tomado del libro de Amós, proyecta un rayo de luz sobre la vocación del profeta, en el contexto de su conflicto con Amasías, sacerdote del Reino del Norte. Amós, pequeño propietario de tierras y de ganado en un pueblo cercano a Jerusalén (v. 14; 1, 1), dejó su propio trabajo y su propia tierra para irse a anunciar la Palabra de Yahvé en el norte, en el Reino de Israel, precisamente junto al santuario cismático de Betel (7, 10).
- La palabra que Dios le confía denuncia las graves injusticias que se estaban perpetrando durante el reinado de Jeroboán en perjuicio de los más pobres: la riqueza y el bienestar de los que gozaban algunos eran fruto de la explotación de muchos.
- La amenaza de la destrucción de la casa real anunciada por Amós (7, 9. 11) provoca que sea deferido ante el rey por parte del profeta oficial Amasías, que invita firmemente al profeta a que vuelva a su territorio. En Betel, Amós es un extranjero indeseado porque su palabra pone en peligro las instituciones del Reino. Ésa es la razón de que sea expulsado (v. 13).
- El profeta se marcha de allí, pero no antes de haber afirmado con vigor el origen divino de su propia actividad profética: él no es profeta ni por descendencia ni por necesidad económica, sino sólo a causa de la llamada recibida de Dios (v. 15), cuyo mandato sigue fielmente con fuerza y claridad.
- La conciencia de haber sido llamado personalmente por Dios es la que da fuerza al profeta Amós. Él, pues, no es profeta por interés, ni como un medio de vida. Es Dios quien le ha llamado y él no puede menos que obedecer. Y así, con valentía, sin dejarse acobardar por las amenazas, sigue anunciando cómo será el proceder de Dios para con los dirigentes del pueblo, debido a su corrupción y su materialismo. El profeta no se vende a los poderosos.

CLAVES para la VIDA
- Ve a profetizar a mi pueblo Israel (v. 15): en esta experiencia arranca la nueva realidad que vive el profeta, a quien se le exige abandonar su forma de vida, la que ha ejercido hasta este momento. LLAMADA, pues, de Dios y respuesta incondicional, a pesar de los miedos y temores por parte del profeta, forman un binomio inseparable. El caso de Amós es un caso patente de fidelidad a la vocación profética. Esa fidelidad le llevará a situaciones límite. Pero es igual.
- ¡Inmensas lecciones, y no fáciles de aprender, las que nos siguen ofreciendo estos relatos bíblicos! La experiencia viva de llamada para una MISIÓN-TAREA determinada, es algo vital y necesaria, también en nuestra vida. Si esa conciencia se debilita, muy probablemente la presión del entorno podrá más en nuestra vida, en la de todo creyente. Ésta es la cuestión de fondo y que en momentos de fuerte crisis, como los actuales, aflora de forma singular. ¿Cómo es tu conciencia profética, hermano/a? ¿Cómo te sientes en la tarea...?

Efesios 1, 3-14

“… Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Él nos eligió en la persona de Cristo -antes de crear el mundo- para que fuésemos consagrados e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la Persona de Cristo -por pura iniciativa suya- a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido hijo, redunde en alabanza suya. Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el Misterio de su Voluntad. Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo, cuando llegase el momento culminante; recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra…”


 CLAVES para la LECTURA
- La Carta a los Efesios, que nos presenta la liturgia de hoy, nació probablemente como carta circular dirigida a las diferentes Iglesias de la provincia de Asia por el apóstol Pablo durante el período de su primera prisión en Roma (61-63 d. C.), o bien por alguno de sus discípulos.
- El grandioso himno de bendición que abre la carta a los Efesios celebra el misterio que Dios Padre ha manifestado en Jesucristo: el proyecto salvífico del que todos los hombres están llamados a beneficiarse. La alabanza de la gloria de Dios, que, como un estribillo, marca el ritmo de la celebración (vv. 6b. l2a. l4c), es el objetivo al que tiende toda la obra. Jesucristo es el arquetipo y el artífice del plan eterno de Dios. Todo tiene lugar en él y por medio de él: el don gratuito de la elección y de la adopción filial (vv. 4-6), la redención llevada a cabo a través del perdón de los pecados (v. 7), la revelación de la sabia voluntad de Dios y su actuación en la plenitud de los tiempos (vv. 8-10).
- Este proyecto, impensable para la antigua alianza, implica a todos los hombres: tanto a los cristianos procedentes del judaísmo como a los cristianos procedentes del paganismo. Ambos grupos se han convertido, por libre decisión divina, en propiedad de Dios, y están llamados a compartir su vida eterna en los cielos. Pablo, imitando la práctica litúrgica bautismal, recuerda los pasos por los que se accede a esa riqueza de vida: escucha del anuncio del Evangelio, adhesión de fe, recepción del Espíritu Santo, que, a modo de «sello», garantiza y acredita la pertenencia a Cristo (vv. 11-13).
 - De este modo, los creyentes se encuentran insertados en una realidad dinámica, no estática: Dios tomará la plena posesión del cristiano sólo cuando llegue el momento de su plena manifestación. La vida del creyente en Cristo está ahora en continuo devenir: en ella se va realizando de una manera progresiva la liberación llevada a cabo por Jesús, a quien ya pertenece el cristiano en virtud de los sacramentos.


 CLAVES para la VIDA
- Sin quedarnos en la discusión sobre la autoría de la carta (Pablo o alguien posterior), la misma nos ofrece esa síntesis fenomenal del plan salvador de Dios, quien nos ha bendecido con toda clase de bendiciones en Cristo Jesús. Eso sí: todo es iniciativa del mismo Dios, que desde siempre nos ha querido como hijos y lo lleva a cabo por medio de Cristo Jesús. Todo sucede, pues, por iniciativa suya y lo realiza en Cristo Jesús. ¡Hermosa expresión de lo nuclear de la fe, para nosotros, para todos!
- La convicción de que todo lo hace nuevo y lo lleva a plenitud es, pues, ésta: la bondad de Dios no tiene límites (antes de la creación del mundo y con toda clase de bienes: vv. 3- 4); aquí se compendia todo el misterio de esa historia de la salvación. Todas las promesas antiguas alcanzan su realización, pero de forma absolutamente plena, hasta el punto de que el corazón humano no había soñado; sólo el corazón de Dios lo alcanzaba y lo planificaba. Y, todo ello, se realiza en Cristo Jesús, en su entrega, realizando así plenamente la redención.
- ¡Toda una inmensa confesión de fe la que se nos ofrece en este himno litúrgico de la Carta a los Efesios! Una confesión de fe que tantas veces resulta mucho más asequible que los utilizados por nuestra liturgia actual. Saber que yo, cada uno, hemos sido “soñados” por el amor y el corazón de Dios y que esto lo ha llevado a cabo, en plenitud, por medio de Cristo Jesús... ¡algo que no puedo olvidar ningún instante de mi vida! Si lo olvidara, perdería el sueño original sobre mi vida, perdería mis raíces y con ello el sentido que puede dar “color y sabor” a toda mi existencia y caminar como persona y como creyente. ¿Estás de acuerdo, hermano/a?

Evangelio: Marcos 6, 7-13

“... Llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más... Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban...”

 CLAVES para la LECTURA

 - Jesús había elegido a los Doce para que estuvieran con él (3, 14), pero también para enviarles a predicar. Marcos nos muestra ahora que ha llegado el momento de la misión. Jesús les da indicaciones concretas al respecto. Irán juntos, como testigos del amor que les ha llamado, para vencer, con el poder que les ha sido conferido, a los espíritus inmundos.
- Les ordenó...”: es la primera vez que Jesús manda explícitamente algo, y está relacionado con la pobreza. Quiere que los suyos evangelicen dando testimonio del rostro de quien les envía, el cual de rico como era se hizo pobre por nosotros (2 Cor 8, 9) y demuestra que el Padre escoge siempre lo pequeño y lo impotente para obrar sus grandes maravillas. Por eso, no deben tomar nada consigo y tienen que apoyarse únicamente en la confianza en aquel que les envía. Aceptarán la hospitalidad y aceptarán también que los rechacen.
- Los discípulos, por consiguiente, van a dar testimonio de que el Reino de Dios ha llegado y es la hora de convertirse; su anuncio va acompañado de la victoria sobre el antiguo adversario y de las curaciones que prosiguen la obra de Jesús, que pasó haciendo el bien. Con la humildad y la predicación queda abierto el acceso a la Jerusalén de arriba, que es nuestra madre.

 CLAVES para la VIDA
 - Jesús ha trabajado a su grupo, han estado con Él, han convivido, le han escuchado, han aprendido. Ahora les envía con la autoridad que Él mismo tiene, la de expulsar los espíritus inmundos, como el gran signo de que el Reino de Dios ha llegado. Por lo tanto, aquel grupo comparte la misma MISIÓN que Jesús; ése será su quehacer. Eso sí, quiere que esa tarea la realicen con los medios que el Padre mismo ama y por los que ha optado: con los medios más pobres, incluso aceptando la posibilidad de ser rechazados. ¡Qué escalofrío, Dios mío!
- Estar con Él es el secreto, ésa es la ESCUELA donde se puede aprender en toda su profundidad el contenido y la esencia de la Misión. Ahí se podrá palpar la urgencia de ir “ligeros de equipaje” como el mejor medio, y como el estilo que debe caracterizar a sus enviados. Jesús prefiere a los suyos más peregrinos que instalados (= bloqueados).
- Estamos en la Escuela de la Misión: necesito participar en esta escuela y en sus actividades. Será la única forma de experimentar la fuerza de la confianza puesta en el Padre, en la presencia singular y única del mismo Jesús. Sólo así aprenderé a despojarme de tanto equipaje que impide “ser enviado” y caminar, como Él, hasta el fin. ¿Deseas participar de esta Escuela, hermano/a?

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