viernes, 13 de julio de 2012


SÁBADO, día 14

Isaías 6, 1-8
CLAVES para la LECTURA
CLAVES para la VIDA
Evangelio: Mateo 10, 24-33
CLAVES para la LECTURA
CLAVES para la VIDA

“... Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: Mira: esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado. Entonces escuché la voz del Señor, que decía: ¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí? Contesté: Aquí estoy, mándame...”

- Esta perícopa del profeta Isaías es importantísima para comprender su mensaje. Fue escrita en torno al año 724 a. de C., año de la muerte del rey Ozías. Marca la conclusión de un período de prosperidad y de autonomía para Israel y le sirve al profeta para destacar un tema que le es propio: la santidad y la gloria eterna de un Dios que trasciende con mucho toda grandeza humana y es «el Santo de Israel» por excelencia. Es por este Dios por quien se siente llamado Isaías. El escenario es el templo de Jerusalén y la antropomórfica descripción del Señor sobre el trono, rodeado por los serafines (criaturas con semejanza humana, pero dotadas de seis alas), refleja las representaciones del Oriente próximo, si bien la solemnidad y el arrebato de Isaías dicen mucho más.
- La triple repetición del «Santo, santo, santo» intenta expresar la infinita santidad de Dios, su trascendencia, su absoluta diferencia respecto a aquello que, por ser terreno, se corrompe o sólo es limitado. El sentido de la presencia de Dios lo proporciona tanto el temblor de las puertas del templo como el humo (v. 4), semejante, en la función de significar la gloria de Dios, a la nube que cubría el tabernáculo durante el tiempo que permaneció Israel en el desierto. En este punto queda Isaías como turbado, abrumado por el sentido de su indignidad, ligada a su pecado y al del pueblo, frente a la infinita pureza y santidad de Dios. Viene a la mente Ex 33, 20: «No podrás ver mi cara, porque quien la ve no sigue vivo». Sin embargo, Dios no quiere la muerte del hombre e interviene a través de un acto simbólico de purificación, con el que expresa que se trata siempre, ante todo, de una iniciativa de Dios y no del hombre (vv. 7ss).
- El Señor se dirige aún a la asamblea de los serafines, que son consultados sobre el gobierno del mundo (v. 8a); sin embargo, de manera indirecta, la voz del Señor interpela y llama a Isaías para que, investido por la gloria y por la santidad de Dios, vaya a profetizar en su nombre: «Aquí estoy yo, envíame» (v. 8b). Es la plena disponibilidad de quien se deja invadir por un Dios que salva.
- Durante seis días, a partir de hoy, vamos a escuchar al profeta Isaías. En el Adviento aceptábamos sus anuncios de los tiempos mesiánicos; aquí, los capítulos de su vocación como profeta en Judá, en aquellos tiempos calamitosos. Contemporáneo de Oseas su acción se centra en Jerusalén. No todo el libro atribuido a Isaías parece que es suyo, sino que hay aportaciones de sus discípulos. Las lecturas de esta semana pertenecen al primer bloque (capítulos 1-39) del auténtico Isaías.
- También en esta ocasión, la iniciativa es de Dios. El amor que Dios tiene a su pueblo pone en marcha la dinámica de una vocación; en este caso la de Isaías. Y a pesar de la pobreza del llamado, de su conciencia de ser indigno, el mismo Dios lo prepara para la tarea, purificándole de cuanto le dificulta para la misión. Aquí estoy yo, envíame (v. 8b) es la actitud del que se siente poseído por Dios y por su causa.
- Muy sugerente relato el que se nos ofrece hoy para nuestra vida y caminar. Ser consciente de que la iniciativa es de Él; Él mismo me prepara y me purifica para la misión; y... disponibilidad abierta ante la “invasión” por parte de Dios... todo un CAMINO a vivir y experimentar. ¡Necesario revivirlo también, hoy, en mi vida, en tu vida, hermano/a!



“... Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo, ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido, que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche, decidlo en pleno día, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma... Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo...”


- Mateo recuerda, de una manera decididamente explícita, las coordenadas esenciales entre las que el discípulo «permanece» en su vocación. Lo hace a través de algunas situaciones que caracterizan el acontecer de los enviados. En primer lugar, se trata de ser como el Maestro (v. 25), de encontrar en él el único motivo y el único modelo de nuestra propia existencia y de nuestra propia misión; de tener, como él, fe en el Padre, de abandonarnos con confianza a su voluntad. La adhesión al Señor crucificado y la confianza en la providencia divina constituyen los términos de la relación vital que libera al discípulo de todo miedo (el triple «no temáis»: vv. 26. 28. 31) y de los condicionamientos humanos, y dirigen su libertad a optar por servir al Evangelio.
- El discípulo sabe que el servicio al Evangelio no es un proyecto de vida en el que desaparecen ingenuamente la conflictividad y las rupturas. Éstas podrán llegar incluso a las relaciones familiares, porque sólo es posible anunciar el Evangelio en la medida en que vivimos el seguimiento y la adhesión a Cristo de una manera radical (Mt 10, 37).
- Anunciar el Evangelio es «confesar a Jesús ante los hombres», una actitud exactamente contraria a la de Pedro, que la noche del arresto renegó del Maestro, jurando que no le conocía (27, 74). El don de la comunión con él, ofrecido por Cristo a sus discípulos («Eligió a doce para que estuvieran con él»: Mc 3, 12), es algo que no debemos olvidar, ni siquiera frente al peligro de perder la vida. De esta solidaridad con el Hijo del hombre, un don que viene de lo alto, depende el juicio sobre la vida del discípulo (vv. 32ss).
- Continuamos con la catequesis misionera de Jesús a los suyos en la que no les oculta la existencia de dificultades y persecuciones, como le ha ocurrido a él mismo. Y de nuevo, aunque de forma velada, se pone él mismo como ejemplo a imitar: él, a pesar de las persecuciones, se ha puesto en manos del Padre que cuida hasta de los gorriones del campo. Ésta es la actitud que deben adoptar sus discípulos y caminar con ese aire y convencimiento, porque el mismo Jesús saldrá en ayuda de los suyos “... yo también me pondré de su parte ante el Padre...” (v. 32)
- Por eso, el no tengáis miedo...” (vv. 26. 28. 30), frase repetida de forma reiterada en esta reflexión, es la clave que ofrece para afrontar la tarea evangelizadora y la vida. No les promete éxitos fáciles, ni que todo el mundo la va a recibir bien; al contrario, el discípulo no será más que el Maestro. Pero... no tengáis miedo”: quiere convencerles de esta verdad.
- Y quiere convencerme a mí, a nosotros, de esto mismo y de cara a la tarea a realizar. Ésta es la oferta del Señor Jesús: estará con nosotros aún en medio de las mayores dificultades y oscuridades. Ojala me abra y acoja su propuesta de presencia y de cercanía... ¡Cuánto bien puede hacerme! ¿Nos animaremos, hermano/a?

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