MIÉRCOLES,
día 11: San BENITO, Patrono de Europa
Fiesta
- Lecturas propias
CLAVES para
CLAVES para
Evangelio: Mateo 19, 27-29
“...
Hijo mío, si aceptas mis palabras y conservas mis consejos, prestando oído a la
sensatez y prestando atención a la prudencia; si invocas a la inteligencia y
llamas a la prudencia; si la procuras como el dinero y la buscas como un
tesoro, entonces comprenderás el temor del Señor y alcanzarás el conocimiento
de Dios. Porque es el Señor quien da sensatez, de su boca proceden saber e
inteligencia. Él atesora acierto para los hombres rectos, es escudo para el de
conducta intachable, custodia la senda del deber, la rectitud y los buenos
senderos. Entonces comprenderás la justicia y el derecho, la rectitud y toda
obra buena...”
-
Nos hallamos ante un texto bien construido por el autor con un ritmo propio.
Empieza con tres oraciones condicionales (vv. 1-4); luego viene la oración
principal (v. 5: “entonces comprenderás el temor del Señor...”),
seguida de dos causales. La última oración (v. 9) es paralela a la oración
principal.
-
La primera estrofa: el padre o maestro habla y manda con autoridad. El
discípulo no puede adoptar una actitud meramente pasiva frente a esas
enseñanzas, sino que debe prestar su colaboración: primero escuchando
dócilmente, después llamando, finalmente buscando. El orden no es algo
cronológico, sino representa aspectos diversos y complementarios. Y suenan a
plegaria, porque los libros sapienciales presentan la sabiduría como un don de
Dios que hay que pedir.
-
En la oración principal la sabiduría viene identificada con el “temor del Señor” y el “conocimiento
de Dios”. Ambos términos tienen en la Biblia un sentido pleno y
profundo. Implican y comprometen el comportamiento de la persona en su
totalidad frente a Dios: entendimiento, voluntad y obras al servicio del Señor.
-
En las oraciones causales (vv. 6-8) nos dicen que esa sabiduría que es un don
de Dios, se otorga no como algo neutral y separado de la vida, sino como algo que
compromete al hombre en su totalidad. Y crea en el hombre, unas disposiciones
naturales con el don que recibe: sensatez, saber, inteligencia, conducta
intachable. Así, en el v. 9, resume los frutos de la sabiduría: justicia y
derecho, rectitud y una vida ética y honesta.
-
Las reflexiones del sabio, sin duda alguna, son sugerentes para nuestro
caminar. Antes que nada, nos recuerda que la Sabiduría no son
conocimientos ni datos, sino algo que afecta a la vida desde su misma raíz. Por
eso, es don de Dios, y es necesario suplicar y pedir, para poder poseerlo. Así,
ella iluminará la vida del creyente, transformándola según los deseos del mismo
Dios.
-
Porque el objetivo final es el “temor de Dios”, “el conocimiento de Dios”: esto
es, descubrir los caminos de Dios y sus razones al crear el mundo; sus motivos
para mantenerlo; escrutar y gustar de su historia de amor y de salvación;
experimentar su amor eterno para conmigo, criatura de sus manos y el sentido de
mi vida... He ahí el “conocimiento de Dios” que abarca todo y lo ilumina con
creces.
-
En la fiesta de un hombre de claustro, San Benito, se nos presenta este
“cuadro” delante para animarnos a esa búsqueda profunda y plena; en el fondo, para
preguntarnos por el sentido de nuestra vida, por la sabiduría que la ilumina.
¿Son mis/nuestros caminos los caminos del Señor? ¿Su Luz ilumina mi caminar?
“...
Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué nos va a tocar? Jesús
les dijo: Os aseguro, cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se
siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido,
os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por
mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras,
recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna...”
CLAVES para la LECTURA
- Después de que el
joven rico se hubiera ido triste, también Jesús, entristecido por el hecho, lo
comenta con tono grave. Nadie puede «servir a Dios y al
dinero» (Mt 6, 24). El
Reino de los Cielos es de los «pobres en el
espíritu» (5, 3): por
eso difícilmente entran en él los ricos; primero tienen que hacerse pobres. La
elocuente imagen del camello contribuye a dar un mayor énfasis a esta
afirmación. Se comprende que los discípulos se quedaran turbados y
desconcertados. Jesús penetra con la mirada su corazón y se da cuenta de su
perplejidad. Sí, no han comprendido mal. Seguir a Cristo de una manera radical
es difícil, incluso imposible, cuando se cuenta sólo con las fuerzas humanas,
pero deben recordar que el sujeto de la obra no son ellos, sino Dios, para
quien «todo es posible».
- Llegados aquí,
Pedro, con la franqueza y el carácter impulsivo que le caracterizan, descubre
con sorpresa la diferencia de su situación con respecto a la del joven rico.
Ellos han acogido el don divino, lo han abandonado todo para seguir a Jesús,
¿qué les espera? (v. 27). El joven rico se fue triste porque había respondido
«no», pero ¿qué le sucede a quien responde «sí»? Ya conocen el final de los que
optan por el dinero, pero ¿qué obtendrán los que optan por Dios?
- Jesús no es un
vendedor de mercancías y no necesita hacer una lista de todo lo que recibirán
sus discípulos por el precio que han pagado. Sin embargo, como conoce la pequeñez
del corazón humano, necesitado de seguridades y de alientos, asegura que la
recompensa será grande tanto en este tiempo como en la eternidad. En efecto, «Dios es más grande que nuestro corazón» (1 Jn 3, 20); a cambio del poco al que
se haya renunciado por su amor, se dará «una buena medida,
apretada, rellena, rebosante»
(Lc 6, 38).
CLAVES para la VIDA
-
Ahora continúa la reflexión sobre el relato del joven rico, quien se encuentra
atrapado por sus propios bienes que le quitan libertad, le maniatan, y, lógicamente,
le imposibilitan un seguimiento que supone generosidad y radicalidad. Y es que
aquel hombre quiere auto-salvarse, auto-justificarse, sin necesidad del don que
proviene de Dios: hasta para eso se siente “rico”, con capacidad para... Y ahí
se estrella. La propuesta de Jesús va más allá de nuestra capacidad humana.
-
Tampoco la actitud de Pedro y el resto parece muy “gratuita” que se diga. El “qué nos va a tocar” lleva un “tono” no
precisamente de gratuidad. Con todo la respuesta de Jesús (la del mismo Dios)
es espléndida, plena de generosidad. Y es que la apuesta del Reino da plenitud
y significado a todo, incluso a la pequeñez humana. Para Dios “todo es posible”: ésta es la diferencia.
-
La verdad es que Jesús no se anda con “chiquitas”; su propuesta es grande,
requiere generosidad, pero con la promesa de una recompensa que merece la pena.
Por lo tanto, es una apuesta a “una carta”. Y aquí está la dificultad para mi
pobre corazón, especialmente cuando quiero “salir adelante” con mis propias fuerzas
y capacidades. ¡Difícil lección a aprender, y cuán necesaria...! ¿Has entendido
el mensaje, hermano/a?
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