martes, 10 de julio de 2012


MIÉRCOLES, día 11: San BENITO, Patrono de Europa
Fiesta - Lecturas propias

Proverbios 2, 1-9
CLAVES para la LECTURA
CLAVES para la VIDA
Evangelio: Mateo 19, 27-29

“... Hijo mío, si aceptas mis palabras y conservas mis consejos, prestando oído a la sensatez y prestando atención a la prudencia; si invocas a la inteligencia y llamas a la prudencia; si la procuras como el dinero y la buscas como un tesoro, entonces comprenderás el temor del Señor y alcanzarás el conocimiento de Dios. Porque es el Señor quien da sensatez, de su boca proceden saber e inteligencia. Él atesora acierto para los hombres rectos, es escudo para el de conducta intachable, custodia la senda del deber, la rectitud y los buenos senderos. Entonces comprenderás la justicia y el derecho, la rectitud y toda obra buena...”
  
 - Nos hallamos ante un texto bien construido por el autor con un ritmo propio. Empieza con tres oraciones condicionales (vv. 1-4); luego viene la oración principal (v. 5: entonces comprenderás el temor del Señor...”), seguida de dos causales. La última oración (v. 9) es paralela a la oración principal.
- La primera estrofa: el padre o maestro habla y manda con autoridad. El discípulo no puede adoptar una actitud meramente pasiva frente a esas enseñanzas, sino que debe prestar su colaboración: primero escuchando dócilmente, después llamando, finalmente buscando. El orden no es algo cronológico, sino representa aspectos diversos y complementarios. Y suenan a plegaria, porque los libros sapienciales presentan la sabiduría como un don de Dios que hay que pedir.
- En la oración principal la sabiduría viene identificada con el temor del Señor y el conocimiento de Dios. Ambos términos tienen en la Biblia un sentido pleno y profundo. Implican y comprometen el comportamiento de la persona en su totalidad frente a Dios: entendimiento, voluntad y obras al servicio del Señor.
- En las oraciones causales (vv. 6-8) nos dicen que esa sabiduría que es un don de Dios, se otorga no como algo neutral y separado de la vida, sino como algo que compromete al hombre en su totalidad. Y crea en el hombre, unas disposiciones naturales con el don que recibe: sensatez, saber, inteligencia, conducta intachable. Así, en el v. 9, resume los frutos de la sabiduría: justicia y derecho, rectitud y una vida ética y honesta.
  
 - Las reflexiones del sabio, sin duda alguna, son sugerentes para nuestro caminar. Antes que nada, nos recuerda que la Sabiduría no son conocimientos ni datos, sino algo que afecta a la vida desde su misma raíz. Por eso, es don de Dios, y es necesario suplicar y pedir, para poder poseerlo. Así, ella iluminará la vida del creyente, transformándola según los deseos del mismo Dios.
- Porque el objetivo final es el “temor de Dios”, “el conocimiento de Dios”: esto es, descubrir los caminos de Dios y sus razones al crear el mundo; sus motivos para mantenerlo; escrutar y gustar de su historia de amor y de salvación; experimentar su amor eterno para conmigo, criatura de sus manos y el sentido de mi vida... He ahí el “conocimiento de Dios” que abarca todo y lo ilumina con creces.
- En la fiesta de un hombre de claustro, San Benito, se nos presenta este “cuadro” delante para animarnos a esa búsqueda profunda y plena; en el fondo, para preguntarnos por el sentido de nuestra vida, por la sabiduría que la ilumina. ¿Son mis/nuestros caminos los caminos del Señor? ¿Su Luz ilumina mi caminar?
  

“... Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué nos va a tocar? Jesús les dijo: Os aseguro, cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna...”

CLAVES para la LECTURA
 - Después de que el joven rico se hubiera ido triste, también Jesús, entristecido por el hecho, lo comenta con tono grave. Nadie puede «servir a Dios y al dinero» (Mt 6, 24). El Reino de los Cielos es de los «pobres en el espíritu» (5, 3): por eso difícilmente entran en él los ricos; primero tienen que hacerse pobres. La elocuente imagen del camello contribuye a dar un mayor énfasis a esta afirmación. Se comprende que los discípulos se quedaran turbados y desconcertados. Jesús penetra con la mirada su corazón y se da cuenta de su perplejidad. Sí, no han comprendido mal. Seguir a Cristo de una manera radical es difícil, incluso imposible, cuando se cuenta sólo con las fuerzas humanas, pero deben recordar que el sujeto de la obra no son ellos, sino Dios, para quien «todo es posible».
- Llegados aquí, Pedro, con la franqueza y el carácter impulsivo que le caracterizan, descubre con sorpresa la diferencia de su situación con respecto a la del joven rico. Ellos han acogido el don divino, lo han abandonado todo para seguir a Jesús, ¿qué les espera? (v. 27). El joven rico se fue triste porque había respondido «no», pero ¿qué le sucede a quien responde «sí»? Ya conocen el final de los que optan por el dinero, pero ¿qué obtendrán los que optan por Dios?
- Jesús no es un vendedor de mercancías y no necesita hacer una lista de todo lo que recibirán sus discípulos por el precio que han pagado. Sin embargo, como conoce la pequeñez del corazón humano, necesitado de seguridades y de alientos, asegura que la recompensa será grande tanto en este tiempo como en la eternidad. En efecto, «Dios es más grande que nuestro corazón» (1 Jn 3, 20); a cambio del poco al que se haya renunciado por su amor, se dará «una buena medida, apretada, rellena, rebosante» (Lc 6, 38).

 CLAVES para la VIDA
 - Ahora continúa la reflexión sobre el relato del joven rico, quien se encuentra atrapado por sus propios bienes que le quitan libertad, le maniatan, y, lógicamente, le imposibilitan un seguimiento que supone generosidad y radicalidad. Y es que aquel hombre quiere auto-salvarse, auto-justificarse, sin necesidad del don que proviene de Dios: hasta para eso se siente “rico”, con capacidad para... Y ahí se estrella. La propuesta de Jesús va más allá de nuestra capacidad humana.
- Tampoco la actitud de Pedro y el resto parece muy “gratuita” que se diga. El qué nos va a tocar lleva un “tono” no precisamente de gratuidad. Con todo la respuesta de Jesús (la del mismo Dios) es espléndida, plena de generosidad. Y es que la apuesta del Reino da plenitud y significado a todo, incluso a la pequeñez humana. Para Dios todo es posible: ésta es la diferencia.
- La verdad es que Jesús no se anda con “chiquitas”; su propuesta es grande, requiere generosidad, pero con la promesa de una recompensa que merece la pena. Por lo tanto, es una apuesta a “una carta”. Y aquí está la dificultad para mi pobre corazón, especialmente cuando quiero “salir adelante” con mis propias fuerzas y capacidades. ¡Difícil lección a aprender, y cuán necesaria...! ¿Has entendido el mensaje, hermano/a?

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