JUEVES,
día 5
“... Amasías, sacerdote de Casa-de-Dios, envió un mensaje a
Jeroboán, rey de Israel: Amós conjura contra ti en medio de Israel; la tierra
ya no puede soportar sus palabras. Porque así predica Amós: Morirá a espada
Jeroboán. Israel saldrá de su país al destierro... Respondió Amós: No soy
profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó
de junto al rebaño, y me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo de Israel...”
CLAVES para la LECTURA
- La persuasión de
tener a Dios de su parte comporta inmediatamente, en el caso de Israel, una
gran dificultad para tomar en serio las palabras del profeta. El choque entre
el sacerdote Amasías y el profeta Amós, que alcanza con gran probabilidad a la
dura experiencia histórica de Amós, documenta -no obstante- la reducción de la
función profética de Amós en el «dossier» que Amasías presenta a Jeroboán: el
profeta aparece en él sólo como alguien que «atenta» contra la casa real y la
instalación del pueblo en su propia tierra. No dedica ni siquiera una palabra
al verdadero fundamento de las amenazas, o sea: a la denuncia del pecado y a la
exigencia de la conversión.
- Frente a esta
acción de deslegitimación y de intento de proscripción, responde Amós con el
testimonio de una identidad transformada y querida por Dios. De boyero y
cultivador de higueras, quiso Dios convertirlo en profeta, es decir, que
pusiera voz a su Palabra. Por eso lo tomó y le «hizo
dejar el rebaño» para que profetizara, del mismo modo que había
hecho con David, «de detrás de las ovejas» (2 Sm
7, 8).
- La identidad del
profeta deriva, por tanto, del señorío absoluto de Dios, de su poder, que ha
transformado su vida e impuesto una tarea. Lo que el sacerdote había referido
al rey como cargos contra el profeta lo repite éste como «castigo de Dios» y
afirmación del señorío de Dios.
CLAVES para la VIDA
-
La conciencia de haber sido llamado personalmente por Dios es la que da fuerza
al profeta Amós. Él, pues, no es profeta por interés, ni como un medio de vida.
Es Dios quien le ha llamado y él no puede menos que obedecer. Y así, con
valentía, sin dejarse acobardar por las amenazas, sigue anunciando cómo será el
proceder de Dios para con los dirigentes del pueblo, debido a su corrupción y
su materialismo. El profeta no se vende a los poderosos.
- “Ve a profetizar a mi pueblo Israel” (v. 15):
en esta experiencia arranca la nueva realidad que vive el profeta, a quien Dios
le exige abandonar su forma de vida, la que ha ejercido hasta este momento.
LLAMADA, pues, de Dios y respuesta incondicional, a pesar de los miedos y
temores por parte del profeta, forman un binomio inseparable. El caso de Amós
es un caso patente de fidelidad a la vocación profética. Esa fidelidad le
llevará a situaciones límite. Pero es igual.
-
¡Inmensas lecciones, y no fáciles de aprender, las que nos siguen ofreciendo
estos relatos bíblicos! La experiencia viva de llamada para una MISIÓN-TAREA
determinada, es algo vital y necesaria, también en nuestra vida. Si esa
conciencia se debilita, muy probablemente la presión del entorno podrá más en
nuestra vida, en la de todo creyente. Ésta es la cuestión de fondo y que en
momentos de fuerte crisis, como los actuales, afloran de forma singular. ¿Cómo
es tu conciencia profética, hermano/a? ¿Cómo te sientes en la tarea?..
Evangelio: Mateo 9, 1-8
“... Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo
la fe que tenían, dijo al paralítico: ¡Ánimo, hijo!, tus pecados están
perdonados...”
CLAVES para la LECTURA
- Jesús, después de
haber estado en territorio pagano, vuelve a Cafamaún, «su» ciudad, en la que
desarrolla ahora el ministerio. Le llevan a un paralítico. La descripción del
episodio en el relato paralelo de Marcos (2, 1-12) -integrado en una disputa de
Jesús con los maestros de la Ley
sobre el poder de perdonar los pecados- es muy rica en detalles particulares.
Los camilleros, en efecto, abren el techo y bajan al enfermo para que llegue a
Jesús.
- Mateo omite todo
esto. Centra su atención en la palabra autorizada de Jesús: «Ánimo, hijo, tus pecados te son perdonados»
(9, 2), donde el uso de la pasiva divina identifica a Jesús con Dios, el único
que puede perdonar. Los maestros de la
Ley captan de inmediato la grave «blasfemia»,
puesto que perdonar es una prerrogativa divina (Ex 34, 6ss; Sal 25, 18; 32,
1-5). Sin embargo, Jesús, desenmascarando la maldad de sus corazones, afirma
con claridad la razón de sus milagros: son un signo para mostrar el poder que
tiene Dios de perdonar los pecados, un gesto con el que el hombre que está
bloqueado en la parálisis -una parálisis que anticipa ya la muerte- puede
recobrar su identidad de viator, llamado a caminar para
llegar a su verdadera casa: el amor del Padre, único lugar en el que puede
saborear la paz y el reposo.
-
La admiración de la muchedumbre, que da gloria a Dios por haber “dado tal poder a los hombres” (v. 7), cierra
de manera significativa este episodio de la curación del paralítico. En él, la
acción de Jesús tiene que vérselas de modo radical con el pecado y con la
curación del hombre. En esta dimensión se encuentra la Iglesia a sí misma.
CLAVES para la VIDA
-
La acción salvífica, que Jesús aporta, abarca a la persona, ya que el proyecto
de Dios es a favor de TODAS las personas. Para el evangelista Mateo, es
necesario que el poder de Jesús alcance al pecado, como aquello que bloquea a
las personas para toda acción positiva. Por eso, el primer mensaje al enfermo
es precisamente ése: “tus pecados quedan
perdonados”. A partir de ahí, vendrá el resto. Aquí radica la
“autoridad” de Jesús.
-
Volvemos a encontrarnos con un hecho que tanto destacan los evangelistas: la
gente sencilla, la del pueblo “glorifica a Dios
por haber dado tal poder...” (7); mientras, los maestros de la Ley están en otra onda
distinta, acusando y rechazando el poder y la presencia de Dios en Jesús y en
su obra salvífica. Contraste patente: quienes “sabían” mucho, no aciertan a
descubrir el misterio de vida que Jesús aporta; al contrario, los sencillos se
encuentran plenamente con la
Buena Nueva de Dios y la acogen con gozo.
-
Como la gente que acoge y admira las obras que Jesús realiza en bien de la
humanidad, así nosotros somos invitados a vivir el mismo proceso. La tentación
de los “maestros de hoy” anida también en nosotros, en lo más profundo de
nuestro ser. Dejarme reconciliar, para anunciar y ofrecer la vida de Dios, que
conlleva el perdón y la paz, es la
TAREA que está a mi alcance y se me ofrece constantemente.
¿Lo estoy deseando? ¿Lo busco?..
No hay comentarios:
Publicar un comentario