MIÉRCOLES,
día 25: SANTIAGO, apóstol
-Solemnidad-
Hechos de los Apóstoles 4, 33; 5, 12.
27-33; 12, 2
“... ¿No
os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis
llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la
sangre de ese hombre. Pedro y los apóstoles replicaron: Hay que obedecer a Dios
antes que a los hombres. Esta respuesta los exasperó y decidieron acabar con
ellos...”
CLAVES para la LECTURA
-
Es el cuarto discurso de Pedro, también delante del Sanedrín. En él responde a
la doble acusación de haber desobedecido la prohibición terminante de “enseñar en nombre de ése” y haber hecho a los
notables del pueblo responsables de la muerte de Jesús. Es preciso señalar la
alergia que sienten los miembros del Sanedrín hacia “el
nombre ese”, nombre en torno al cual se está llevando a cabo el
giro decisivo.
-
Las características de este breve discurso pueden ser resumidas de este modo:
en primer lugar, Pedro reafirma el deber de someterse a Dios antes que a los
hombres, porque, sólo a quien se somete a Dios, se le concede el Espíritu Santo
(v. 32). En segundo lugar, a Jesús se le vuelve a llamar, una vez más, “Príncipe” (o autor o iniciador) y “Salvador”. Jesús es el nuevo Moisés que guía
al pueblo hacia la liberación y la salvación. En tercer lugar, la obra propia y
originaria de este Príncipe y Salvador consiste en “dar a Israel la ocasión de
arrepentirse y de alcanzar el perdón de los pecados”. Se trata de una
alusión a Jeremías: “Pondré mi Ley en su interior y sobre sus
corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”
(31, 33). Gracias a Jesús, Príncipe y Salvador, han llegado los tiempos de este
don sublime. Por último, el Espíritu Santo es el garante de autenticidad del
testimonio tanto a favor de la vida nueva como de la certeza y el valor que
infunde y de los prodigios que realiza.
-
La reacción, de rabia, es preocupante: tras la eliminación física del Nazareno,
se piensa también en la de los apóstoles.
CLAVES para la VIDA
-
El autor sagrado, en este caso Lucas, nos sigue ofreciendo las peripecias de la
primera Comunidad cristiana, centrada, de manera específica, en los Apóstoles.
Y, desde luego, impresiona la valentía de Pedro, tan cobarde en otros momentos
de su andadura en el seguimiento de Jesús. Pedro y el grupo se sienten forzados
a obedecer a Dios antes que a los hombres, aunque sea el Sanedrín, y es que se
sienten portadores de una Buena Noticia, la buena Noticia que parte de “en nombre de ése”, como le llaman sus enemigos
despectivamente.
- Y
es que Jesús ha dado un giro decisivo a toda la historia y, por supuesto, a
toda la fe, a la comprensión de Dios, a la salvación. De hecho, en este
testimonio se le denomina Salvador, también para Israel, llamado a aceptar esta
nueva situación. Pero que desde luego el Sanedrín, -representante de ese
pueblo-, no está en actitud de acogida, ni mucho menos, de la aportación que se
obra en Jesús.
- Y
en esta labor de anuncio salvador, aquel grupo de Jesús se siente animado y
empujado por el Espíritu que les hace ser testigos. ¡Inmejorable la síntesis
que nos ofrece el apóstol! Aquí nos encontramos también los seguidores de
Jesús: en ocasiones, como acomplejados o acomodados; en otras, encerrados en
nuestras “trincheras”, con excesivas dosis de miedo para anunciar esa Buena
Noticia, en medio de nuestra cultura y entorno, también hoy “hostiles” e
indiferentes a este mensaje.
2 Corintios 4, 7-15
“...
Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan
extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan por todos
lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados
pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por
todas partes llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida
de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo...”
CLAVES para la LECTURA
- En el incipit
de la lectura de hoy, Pablo nos habla de «este tesoro» que llevamos en vasijas de barro. Pablo
tiene identificada en su mente la realidad precisa del «tesoro».
Por consiguiente, éste no se queda en algo genérico, en algo que debamos
adivinar de una manera arbitraria: se refiere a la luz que Dios hace brillar en
nuestro corazón para hacer resplandecer el conocimiento de la gloria divina que
brilla en el rostro de Cristo. Este «tesoro»
es el conocimiento-experiencia de Cristo; la «vasija
de barro» es la
personalidad global del hombre («corazón» equivale a interioridad, conciencia,
sentimiento, identidad total).
- El cursus
de la exposición de Pablo vuelve a la autobiografía, aunque el «nos» puede
implicar, paradigmáticamente, a muchos otros, incluidos los hermanos de la
comunidad de Corinto. En efecto, las situaciones bosquejadas a través de las
automemorias paulinas cubren la historia de las Iglesias y la peripecia
evangélica de muchísimos discípulos del Señor, de aquel tiempo y de todas las
épocas. El símbolo del «tesoro en vasijas
de barro» es muy eficaz -hasta el punto de que se ha convertido
en proverbio- a la hora de sintetizar las distancias entre la preciosidad y la
modestia del recipiente, entre la «fuerza
extraordinaria» que viene de Dios y la desnudez de la impotencia
humana.
- Las situaciones
enumeradas ponen de manifiesto lo que decimos. Cada una de ellas presenta
verificaciones autobiográficas y narrativas documentadas (cartas: por ejemplo, los
capítulos 10-12 de esta misma carta; Hechos de los apóstoles). En medio de
tanta agitación, en el itinerario de una vida que podría parecer sumamente
desgraciada, la «invulnerabilidad» es
una especie de salvavidas conceptual y existencial vencedor. Ese término
moderno, invulnerabilidad, no forma parte del vocabulario paulino; sin embargo,
pinta de maravilla la convicción y la vida diaria de Pablo: la «invulnerabilidad»
es como el ámbito «cultural» más firme en la mentalidad del dinámico y
monolítico apóstol. Está convencido y sabe por experiencia que, por llevar en
el cuerpo la muerte de Jesús, también su vida se manifestará en el mismo
cuerpo. La fe fundamental en Cristo resucitado convence de la propia
resurrección, como él y con él. La «fuerza
extraordinaria» de
Dios es razón y certeza de nuestra propia invulnerabilidad.
CLAVES para la VIDA
-
¡Páginas como éstas nos muestran el interior de una persona y nos ofrecen -como
en un espejo- algo que cada uno llevamos dentro!: “Una
fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros” (v. 7), es la convicción del apóstol,
aquel que ha experimentado en su propia carne la debilidad propia y las
múltiples dificultades que ha encontrado en su camino. En todo ello se siente
unido a Cristo, con quien se ha solidarizado en los sufrimientos, con la
esperanza de que también participará de su vida (v. 10).
-
La clave del apóstol es FIARSE de Dios; además, plenamente, porque es
consciente de que lleva “un tesoro en
vasijas de barro”. Aquí es donde Pablo se convierte en ejemplo
magnífico de valentía y de generosidad, siguiendo los pasos del mismo Jesús,
quien se entregó totalmente por salvar a los demás. El destino de Pablo está
unido al de Cristo Jesús. Desde ahí dirá con aquella rotundidad “creí, por eso hablé” (v. 13).
-
¡Magnifica invitación! ¡Casi una provocación para nosotros, hoy y aquí! ¡Cuántas
veces, las dificultades y contrariedades de la vida nos achican y sentimos el
deseo de “encerrarnos”, desaparecer. Aquí surge el testimonio de Pablo y de
tantos otros que nos empujan hacia delante, a la tarea. Pero, todo parte del
ENCUENTRO con el Señor Jesús; ahí está el secreto: mensaje que se nos ha
recordado constantemente a lo largo de las celebraciones de Pascua. ¿Qué tal te
sientes, hermano/a? ¿Te animas a la “lucha”, convencido/a de su presencia?
¿Sí...? ¡Él nos llama, nos sigue animando!
Evangelio: Mateo 20, 20-28
“... No
sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber? ... No
será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea
vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro
esclavo...”
CLAVES para la LECTURA
-
Jesús, de peregrinación a Jerusalén, sube a la ciudad santa perfectamente
consciente del final de su camino humano y por tercera vez predice a sus
discípulos la pasión. Y lo hace del modo más explícito y desconcertante para la
mentalidad de los contemporáneos: no sólo se identifica con el Hijo del hombre,
figura celeste y gloriosa esperada para inaugurar el Reino escatológico de
Dios, sino que, con audacia y autoridad, funde este personaje con otra figura bíblica
de signo aparentemente opuesto, la del Siervo doliente (vv. 18-19. 28).
-
Los discípulos no estaban preparados para comprenderlo. Prefieren abrigar -para
el Maestro y para sí mismos- perspectivas de éxito y poder (vv. 20-23). Y Jesús
les explica el sentido de su misión y del seguimiento: ha venido a “beber la copa” (v. 22), término que en el
lenguaje profético indica el castigo divino reservado a los pecadores.
-
Quien desee los puestos más importantes en el Reino debe, con él, estar
dispuesto a expiar el pecado del mundo. Éste es el único “privilegio” que él
puede conceder. No le incumbe establecer quién debe sentarse a su derecha o a
su izquierda (v. 23). Él es el Hijo de Dios, pero no ha venido a dominar, sino
a servir, como Siervo de Yahvé, ofreciendo la vida como rescate (lytron),
para que todos los hombres esclavos del pecado y sometidos a la muerte sean
liberados.
CLAVES para la VIDA
-
Lo que los profetas anunciaron, ahora es asumido, con creces, por Jesús de
Nazaret. Consciente de su camino, aceptando los planes de Dios y su deseo de
solidaridad hasta el extremo, se dirige a la entrega de su propia vida. Y
aunque no le entiendan para nada ni sus discípulos, ésa es la propuesta de
Jesús para todo aquel que quiera seguirle: “No he venido a ser
servido, sino a dar la vida por los demás” (v. 28). ¡Está claro,
muy claro! Al menos, si se quiere entender.
- Y
ésa es la oferta de Jesús para quienes acogen el don y el regalo del Reino. Es
necesario cambiar de mentalidad y de criterios, y aceptar “ser servidor”. No
hay más caminos, aunque parezca ridícula la oferta. No es de extrañar que le
tacharan de no estar en sus cabales; no es de extrañar que su grupo se sienta
ofendido porque algunos quieran coger los puestos de privilegio.
-
¡Vaya opción la que se me ofrece! Porque aquí me encuentro yo y ésta es su
propuesta. ¡Vaya propuesta...! Pues nada, éste es el “privilegio” que Él me
ofrece, diciéndome, además, que seré feliz y pleno aceptándolo y realizándolo
en mi vida. Realmente, necesito estar enamorado de este Jesús y de lo que vive,
para seguirle en estas condiciones. Ahí se plantea, HOY, mi conversión, la
vital.
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