sábado, 28 de julio de 2012


DOMINGO, día 29

 2 Reyes 4, 42-44


“… Vino un hombre de Bal-Salisá trayendo en la alforja el pan de las primicias, veinte panes de cebada y grano reciente para el profeta del Señor. Eliseo dijo: Dáselos a la gente para que coman. El criado replicó: ¿Qué hago yo con esto para cien personas? Eliseo insistió: Dáselos a la gente para que coman porque esto dice el Señor: Comerán y sobrará. El criado se los sirvió a la gente; comieron y sobró, como había dicho el Señor…”

 CLAVES para la LECTURA
- Este pasaje pertenece al llamado «ciclo de Eliseo» (2 Re 4, 1-8. 15; 9, 1-13; 13, 14-25), cuya primera parte recoge el relato de unos milagros realizados por el profeta en favor de algunos grupos de profetas, de personas extranjeras o israelitas, y hasta de todo el pueblo. El milagro narrado en la perícopa litúrgica consiste en la multiplicación de veinte panes de cebada -que le habían sido ofrecidos a Elíseo en razón de su ministerio- en una cantidad más que necesaria para saciar el hambre de cien personas.
- A la objeción planteada por el criado sobre la evidente imposibilidad de distribuir aquella poca cantidad de pan entre toda la gente que estaba presente, el profeta responde con la confianza firme en la Palabra del Señor que le ha sido comunicada, y que le ordena realizar esa acción. El milagro que se produce es la confirmación de la autoridad de Eliseo, una autoridad que le viene de la fe y de su obediencia a Yahvé.
- De ahí que el «Así dice el Señor», «como había dicho el Señor», esta fórmula tiene una gran importancia, ya que el autor no quiere presentar un Eliseo político o milagrero, sino un intermediario del poder divino que se derrama sobre la comunidad. Al narrador le interesa mucho más la palabra de Dios que actúa a través del mensajero que el pan material del relato. Dios, pues, cuida a su pueblo no por un político, sino por un profeta: Eliseo.

 CLAVES para la VIDA
- Continúa la acción salvífica de ese Dios, enamorado de su pueblo, y lo lleva a cabo a través de su “mensajero”, el profeta. La historia de la salvación, las promesas de vida, por parte de Dios, se siguen haciendo realidad de forma extraordinaria. Eso sí: siempre a favor de los más débiles, de un pueblo que sufre las consecuencias de una situación de sequía con la hambruna para los pobres.
- Pero también es verdad que la fuerza del profeta no tiene su origen en él mismo, sino que se apoya en otro lugar: Así dice el Señor es el resumen “mágico” donde se sustenta toda su vida, el ser y el hacer del profeta. Como ocurriera con su maestro Elías y como ocurrirá en tantos y tantos profetas, el origen de todas esas acciones prodigiosas esté en el querer y en el proyecto del mismo Señor, que ha prometido cuidar y liberar a su pueblo.
- Relatos sencillos pero que contienen un núcleo esencial también hoy, para nosotros: Dios tiene un proyecto de vida y lo realiza por medio de sus mensajeros. Así de simple y de hermoso. La fuerza, pues, radica en Dios mismo. Como más tarde se nos dirá que “las palabras y acciones” de Jesús expresan claramente los deseos y proyectos del mismo Dios; en eso consiste la “presencia divina” que anida en él. Sentirme mensajero de los proyectos de Dios, apoyándome siempre en Él, en los deseos de su corazón (siempre para bien), es la tarea y misión profética a la que soy invitado. ¿Y tú, hermano/a?

 Efesios 4, 1-6

“... Yo, el prisionero por Cristo, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos; sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz... Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo...”

 CLAVES para la LECTURA
 - Si hasta aquí el tono de la carta era el de un admirado asombro contemplativo, desde esta perícopa en adelante prevalece el tono de la exhortación. Pablo se presenta como «el prisionero por amor al Señor» (v. 1), cuya autoridad deriva no sólo de ser apóstol, sino de haber aceptado también las «cadenas» (6, 20), obedeciendo lo que puede exigir la vocación cristiana. 
- Su invitación no obedece a situaciones particulares de los destinatarios, sino que va dirigida al cristiano en cuanto tal, sin que importe la condición sociopolítica y temporal a la que pertenezca. Se trata, ante todo, de la invitación a dar una respuesta plena y coherente a la belleza y nobleza de la vocación que acaba de describir. Es interesante señalar que las cualidades de una vida comprometida con la realización de esta vocación están ordenadas a la unidad. La humildad, la amabilidad, la paciencia, la aceptación recíproca y cordial (v. 2), son elementos absolutamente necesarios para hacer este camino que es, a renglón seguido, obra de unificación perseguida por el Espíritu, en cada uno y en todos, en todos los ámbitos: el personal, el comunitario y el eclesial.
- El apóstol insiste en este fascinante tema del «uno», pero, a diferencia de los filósofos neoplatónicos, lo hace en clave trinitaria. Uno es «el cuerpo» místico (la Iglesia), una es «la esperanza» -horizonte de luz abierto en nosotros por la llamada-, uno es «el bautismo» y una «la fe»; uno es, a continuación, «el Señor» Jesús, uno es «el Espíritu» y uno solo «el Padre de todos», fuente de amor que obra en todos y por medio de todos. La unidad en la Trinidad es fundamento y exigencia de la unidad visible, práctica a la que deben tender los cristianos bajo todos los cielos y en cualquier época.

 CLAVES para la VIDA
- El apóstol, que ha presentado con entusiasmo el misterio de Cristo y de la Iglesia, ahora, a partir de este capítulo, toma un tono más exhortativo y práctico. Y es que se trata de la aplicación del misterio a la vida: andemos como pide la vocación a la que hemos sido convocados (v. 1). Y la primera consecuencia que saca Pablo es la necesidad de vivir la unidad en la comunidad de Jesús. Es una necesidad y una urgencia.
- La raíz última de esta unidad es que todos tenemos un solo Espíritu, un solo Señor y un solo Dios y Padre. Esto es, es la clave trinitaria la que está en la base de todo. Si bien, conlleva elementos muy concretos y que afectan a la vida: humildad, amabilidad, paciencia, la aceptación recíproca y cordial (v. 2). No es, pues, una proclamación teológica y doctrinal, sino una unidad que tiene mucho que ver con la vida misma.
- Una vez más, este gran testigo de Jesús, sabe dónde apretar para hacerme consciente de lo que soy portador y de las consecuencias que supone esta participación en la vida de Cristo. La vida de Dios que se me ofrece, requiere un nuevo estilo de vida y de actitudes, y que afectan a mi realidad comunitaria y de vida fraterna. No es cuestión de proclamas y enunciados doctrinales; la caridad y el amor son los que producen la credibilidad, tanto en la vida como en la dimensión apostólica. Lo demás... ¡ya vendrá! ¿Estás de acuerdo, hermano/a?

 Evangelio: Juan 6, 1-15

“... Jesús entonces levantó los ojos y al ver que acudía mucha gente dice a Felipe: ¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?... Uno de sus discípulos, Andrés, le dice: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces. Jesús dijo: Decid a la gente que se siente... Se sentaron: sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes dijo la acción de gracias y los repartió...”

 CLAVES para la LECTURA
- El milagro de la multiplicación de los panes introduce, de manera simbólica, en el magno “discurso del pan de vida” y está situado en el centro de la actividad pública de Jesús. Se trata de un signo querido por el Maestro para revelarse a sí mismo. Sin embargo, Juan presenta el signo como el nuevo milagro del maná (Ex 16), hecho por Jesús, nuevo Moisés, en un nuevo Éxodo, y como símbolo de la Eucaristía, cuya institución durante la última cena, a diferencia de los sinópticos, no cuenta el cuarto evangelio.
- El fragmento manifiesta un significado cristológico y sacramental preciso. Este sentido no es tanto saciar el hambre de la muchedumbre, como revelar la gloria de Dios en Jesús, Palabra hecha carne. El texto está dividido de este modo:
a) introducción histórica (vv. 1-4);
b) diálogo entre Jesús y los discípulos (vv. 5-10);
c) descripción del signo-milagro (vv. 11-13);
d) incomprensión de la muchedumbre y soledad de Jesús, que se retira a rezar en el monte (vv. 14s).
- Para Juan, Jesús es aquel en quien se cumple el pasado y se realizan todas las esperanzas de Israel. En efecto, el pan que el Maestro va a dar al pueblo, perfecciona (superándola) la pascua judía y pone el gran milagro bajo el signo del banquete eucarístico cristiano. Jesús habla, en primer lugar, a la gente que le sigue de la nueva alianza con Dios y de la vida eterna (a la que está destinada la humanidad). A continuación, toma la iniciativa y llama la atención del apóstol Felipe sobre la dificultad del momento. La solución humana no basta para saciar las necesidades del hombre (v. 7). Es Jesús quien va a satisfacer en plenitud todas las necesidades. El alimento se multiplica en sus manos. Todos quedan alimentados hasta tal punto que, por indicaciones de Jesús, se recoge lo que ha sobrado en doce cestos para que no se pierda nada (vv. 12s). Con el signo del pan, Jesús se presenta como el Mesías esperado que sacia el hambre de su pueblo, en base al proyecto que el Padre ha trazado.

 CLAVES para la VIDA
- Aquí nos encontramos con el discurso sobre el Pan de la Vida, algo que el “discípulo amado” destaca de manera muy singular y que pone en el centro mismo de toda actividad o ministerio de Jesús. No es, pues, casual ni el lugar ni la forma (la extensa catequesis) que hará y nos va a ofrecer, y es que para Juan este relato es importante para entender la persona de Jesús y, en concreto, el lugar que el binomio Fe y Eucaristía ocupan en la comunidad cristiana.
- Y es que para Juan, Jesús es el que sacia el hambre más vital. Este signo no sólo es el nuevo milagro del maná que alimenta a su pueblo, perfeccionando la pascua judía, sino quien satisface en plenitud las necesidades de las personas. Y todo ello queda significado y recogido en la Eucaristía. Así se cumplen y se realizan todas las esperanzas de Israel. Dios, pues, en Jesús nos ofrece la respuesta definitiva.
- En este marco, se nos invita a reflexionar y profundizar sobre la EUCARISTÍA, su significado más vital y experiencial y que presenta, en Juan y en su comunidad, una significación muy especial. Tomar conciencia y revisar nuestras actitudes y formas sobre este hecho de importancia central en nuestra vida cristiana y de seguidores de este Jesús, es, pues, una necesidad y una urgencia. ¡Ojalá lo vivamos! ¿Te animas, hermano/a?

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