miércoles, 18 de julio de 2012


JUEVES, día 19

Isaías 26, 7-9. 12. 16-19

“... Tú allanas el sendero del justo; en la senda de tus juicios, Señor, te esperamos, ansiando tu nombre y tu recuerdo. Mi alma te ansia de noche, mi espíritu en mi interior madruga por ti, porque tus juicios son luz de la tierra, y aprenden justicia los habitantes del orbe. Señor, tú nos darás la paz, porque todas nuestras empresas nos las realizas tú. Señor, en el peligro acudíamos a ti, cuando apretaba la fuerza de tu escarmiento...”

CLAVES para la LECTURA
- La plegaria de Is 26,7-19, de la que están tomados los versículos que constituyen el texto litúrgico de hoy, forma parte del así llamado «Apocalipsis de Isaías», considerado como posterior a la profecía del Isaías histórico. Se trata de un bloque de capítulos (24-27) formado por liturgias proféticas, anuncios apocalípticos, cantos y plegarias de lamento y de acción de gracias.
- El centro de atención está constituido por la ruina de la ciudad excelsa, cuya identificación resulta problemática, y por el juicio que pronuncia Dios sobre ella y sobre toda la tierra, un juicio en el que están implicadas asimismo todas las fuerzas de la naturaleza. Entre los trastornos cósmicos y las perspectivas de la paz definitiva, se invita al pueblo a que confíe en el Señor, que mantiene su promesa y cuida de los pobres y de los oprimidos. Del mismo modo que devasta las ciudades paganas, haciendo impracticables sus caminos, allana la senda de quien conforma la vida a sus preceptos (vv. 7ss). Dios realiza sus grandes obras entre las naciones, a fin de que todos puedan conocerle y vivir según su voluntad.
- La esperanza que el orante pone en Yahvé alimenta el deseo de estar en comunión con aquel que le concederá -está seguro de ello- la plenitud de todos los bienes y llevará a buen puerto las iniciativas emprendidas (vv. 9. 12). Eso mostrará, no obstante, la débil fe del pueblo, cuya oración está exenta de contenido y de fuerza vital (vv. 16-18). La intervención de Dios volverá a dar energía vivificadora a un pueblo de «muertos», para una nueva existencia jubilosa (v. 19). La que proclama el orante es una esperanza cierta, expresión de la fe en aquél a quien sabe pertenecer.

 CLAVES para la VIDA
 - El profeta pone una hermosa oración en boca del pueblo en un momento de profunda lucidez. Es como un salmo o una profecía hecha oración: te esperamos Señor... mi alma te ansía de noche...” (vv. 8-9). Y es que a pesar de tantos esfuerzos e intentos, el pueblo es consciente de que no ha sido capaz de aportar la salvación que ansiaban y buscaban: concebimos, nos retorcimos y dimos a luz... viento (v. 18). Es la toma de conciencia de que la ruina está próxima dada la situación a la que han llegado.
- Por eso, tú nos darás la paz, porque todas nuestras empresas nos las realizas tú (v. 12): llegar a esa plegaria es lo que el profeta desea de su pueblo, ya que entonces será posible rehacer la Alianza y mantenerse fiel a ese mutuo compromiso. Así, todo será diferente (según la lectura profética). Sólo la intervención de Dios, nueva y vivificadora, será capaz de crear una existencia jubilosa (v. 19) para ese pueblo y su historia.
- Repetidos mensajes de esperanza los que se me (nos) siguen ofreciendo día tras día. Y es que “con Dios” toda la realidad es diferente. ¡Inmensa lección de Israel para nosotros y para todos los tiempos! También para mí, tantas veces caminante solitario y vacilante... Tú nos darás la paz...” (v. 12) es la oración y la confesión hermosa del corazón creyente. ¿Lo deseo? ¿Lo busco? ¿Lo pido y lo acojo?..

 Evangelio: Mateo 11, 28-30

“... En aquel tiempo, Jesús exclamó: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera...”

 CLAVES para la LECTURA
 - La brevísima perícopa evangélica de hoy es una alhaja que se encuentra sólo en Mateo. Se trata de uno de los fragmentos más consoladores, más alentadores y más esperanzadores del mensaje de Jesús y del ejemplo de su vida. Se trata de una invitación que está dirigida a todos los que se encuentran «fatigados y agobiados», una condición humana, material o espiritual, en la que se puede hallar cualquier hombre, hasta aquel que se considera más libre y más perfecto. La fatiga acompaña al hombre a lo largo de toda su vida, y la opresión, en sus mil formas diferentes -moral, psicológica, social, familiar-, no permite que el hombre goce plenamente de la perenne libertad a la que ha sido llamado. Por eso, la invitación de Jesús va dirigida a todos los hombres de todos los tiempos: se trata de una invitación maravillosa, la más necesaria de todas. Jesús nos facilita el motivo de su invitación: él mismo nos aliviará, nos consolará, nos reanimará.
- Viene, a continuación, una orden: la de imitarle en aquello que constituye el fondo de su corazón, la expresión de su persona: su sencillez y su humildad. Jesús no dice que le imitemos en su caridad o en su entrega, cosa que nos haría ver la absoluta desproporción que media entre su generosidad y nuestra mezquindad. Habla de una actitud interior más fácil, más factible cuando nos sentimos ayudados por la gracia del Espíritu; nos pide que le sigamos en su sencillez y en su humildad, sin pretender grandes cosas o metas excelsas, sin considerarnos demasiado perfectos o santos.
- Se trata, por consiguiente, de la otra cara de una segunda invitación: la de que carguemos con su yugo (v. 29). El yugo une a dos bueyes para el trabajo. En esta comparación, el yugo de Jesús nos une a él con cada uno de nosotros. Esta asociación en la misma suerte de Jesús hace al alma feliz, porque «mi yugo es suave y mi carga ligera» (v. 30) y el alma es capaz de caminar y trabajar con Jesús, que le abre el camino de la paz y del alivio.

 CLAVES para la VIDA
 - ¡Consoladoras realmente las palabras de Jesús para todo aquel que quiere escucharle desde el fondo de su ser, de su corazón! Porque la fatiga y el agobio forman parte del entramado del caminar humano. Cualquier propuesta de aliento, de alivio en esa situación, es un don y algo que nos anima y estimula. Jesús en persona se propone reanimarnos, aliviarnos, consolarnos. Es su invitación y oferta.
- Pero... ¡qué curioso! Sólo los sencillos y humildes lo podrán captar y entender, y por lo mismo, aceptar su invitación. Y es que la raíz del orgullo, de la autosuficiencia o de la “tontera” del hombre está plenamente presente y... ¡con qué fuerza!.. Estar unidos a Él, en el mismo yugo, corriendo la misma suerte que Él, sintiendo su cercanía, su “aliento”... en el esfuerzo común, es la invitación grandiosa que nos está proponiendo este evangelio.
- Aquí me encuentro; aquí nos encontramos, tú y yo. ¿Qué tal te sientes ante estas propuestas e invitaciones? ¿No crees que merecen la pena? Bajar de nuestros pedestales, de nuestras pequeñas o grandes idioteces, y sentirnos acompañados, animados, estimulados... ¡He aquí la propuesta!

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