MARTES,
día 24
Mi 7,14-15.18-20: Arrojaré a lo hondo del mar
todos nuestros delitos.
Pastorea a tu pueblo con el cayado, a las ovejas de tu
heredad,
a las que habitan apartadas en la maleza, en medio del Carmelo.
Pastarán en Basán y Galaad como en tiempos antiguos;
como cuando saliste de Egipto y te mostraba mis prodigios.
¿Qué Dios hay como tú, que perdonas el pecado y absuelves la culpa al resto de tu heredad?
No mantendrá por siempre la ira, pues se complace en la misericordia.
Volverá a compadecerse y extinguirá nuestras culpas, arrojará a lo hondo del mar todos nuestros delitos.
Serás fiel a Jacob, compasivo con Abrahán, como juraste a nuestros padres en tiempos remotos.
a las que habitan apartadas en la maleza, en medio del Carmelo.
Pastarán en Basán y Galaad como en tiempos antiguos;
como cuando saliste de Egipto y te mostraba mis prodigios.
¿Qué Dios hay como tú, que perdonas el pecado y absuelves la culpa al resto de tu heredad?
No mantendrá por siempre la ira, pues se complace en la misericordia.
Volverá a compadecerse y extinguirá nuestras culpas, arrojará a lo hondo del mar todos nuestros delitos.
Serás fiel a Jacob, compasivo con Abrahán, como juraste a nuestros padres en tiempos remotos.
Evangelio: Mateo 12, 46-50
“... Estaba Jesús hablando a la gente cuando su madre y sus hermanos se
presentaron fuera, tratando de hablar con él. Uno se lo avisó: Oye, tu madre y
tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo. Pero él contestó al que le
avisaba: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y señalando con la mano
a los discípulos, dijo: Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la
voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre...”
CLAVES para la LECTURA
- Jesús
estaba hablando a la gente cuando llegan sus familiares a hablar con él. Y
Jesús, al plantear la cuestión de quiénes son sus parientes, declara la
condición de los nuevos vínculos de los que son engendrados de Dios, y no de la
carne y de la sangre (Jn 1, 13): la escucha y la puesta en práctica de su
Palabra.
- Los
fariseos y los maestros de la Ley, que no creen en Él, quedan encerrados en la
búsqueda de un signo y no se dan cuenta de que está presente la realidad misma,
mucho mayor que cualquier signo (Mt 12, 38-42). Los discípulos, que escuchan su
Palabra, se abren a la comunión más profunda posible con Él, según la
experiencia humana: la que mantenemos con nuestra madre y nuestros
consanguíneos.
- Jesús
mismo es la Palabra: quien le recibe llega a ser en Él hijo del Padre. Hacer la
voluntad del Padre es la condición que debe cumplir el hijo auténtico; como Él,
que ha venido al mundo no para hacer su propia voluntad, sino la del Padre , que le ha
enviado (Jn 6, 38). Al decir esto, pone Jesús de relieve la grandeza de su
madre, María, que lo engendró según la carne precisamente haciéndose discípula,
acogiendo la voluntad del Padre: «Aquí
está la esclava del Señor, que me suceda según dices» (Lc 1, 38).
CLAVES para la VIDA
- Este
sencillo relato nos plantea, sin duda alguna, una de las claves de vida de
Jesús: libre de toda atadura, incluso familiar (de significación especial en
aquella cultura), Jesús se siente abierto completamente a la nueva realidad, no
vinculada ya a la carne y sangre, sino surgida desde la oferta de Dios y
realizada en la acogida abierta al proyecto del Padre. Ya no es la Ley, ni la
pertenencia a un pueblo lo que prima, sino...
la apertura al don de Dios.
- La
clave para entender la vida es: “cumplir
la voluntad del Padre del cielo...” (v. 50). El mismo Jesús siente su vida
en estrecha vinculación con el Padre y su proyecto; de ahí que es capaz de
proponer esta clave como señal para su seguimiento y para pertenecer a la nueva
condición, a la
NUEVA FAMILIA. Aquí radica también la grandeza de María como
la que ha asumido plenamente el querer de Dios (Lc 1, 38).
- Se me
ofrece la posibilidad de participar de esta nueva realidad, de la nueva
familia. Y... ¿cuál es la condición?
Acoger a Jesús como Palabra definitiva de Dios y de su voluntad, y caminar tras
sus huellas. Así se pertenece a un nuevo status. María es todo un MODELO de
esta nueva situación, también para mí. “Habla, Señor, que tu hijo escucha”,
puede ser la hermosa plegaria.
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