sábado, 24 de noviembre de 2012


DOMINGO, día 25

 

Daniel 7, 13-14


“… Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin…”


CLAVES para la LECTURA


- El significado profundo de este fragmento aparece cuando lo consideramos en el contexto del capítulo 7 de Daniel. Al profeta se le ha revelado el misterio de la historia. Ve la sucesión de diferentes reinos, representados simbólicamente por cuatro fieras espantosas, pero su prepotencia está destinada a desaparecer. Mientras los acontecimientos se suceden en el tiempo, en la dimensión copresente al mismo de la eternidad, la historia es juzgada por Dios sobre la base de las acciones de los hombres (vv. 9ss).

- Las potencias de este mundo han sido condenadas y algunas ya sufren la pena (v. 11); otras, en cambio, la ven diferida «sólo hasta un determinado momento» (v. 12). Y he aquí que aparece en la trascendencia divina («sobre las nubes») «un hijo de hombre», a quien Dios le da un poder eterno y un reino invencible, que abarcará a todos los pueblos. Eso significa que su persona y su señorío son celestiales y terrenos, divinos y humanos al mismo tiempo. Contra su reino, que coincide con el Reino de los santos del Altísimo (VV. 17. 32), se levantará aún la violencia de los poderosos de este mundo y parecerá victoriosa (vv. 24ss).

- Ahora bien, cuando el juicio de Dios se haga definitivo, el Reino del Hijo del hombre, o bien de los santos del Altísimo, triunfará para siempre (v. 26). Para expresar de manera eficaz esta realidad, Pablo adoptará la imagen del cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo y los fieles sus miembros.


CLAVES para la VIDA


- Una vez más y aunque sea en un lenguaje “extraño”, el vidente nos ofrece una visión determinada de la historia que es necesario tener en cuenta: si bien las fuerzas del mal (la fieras espantosas, del texto más amplio) parecen que van a triunfar sobre los justos y la historia humana, de hecho no es así. El Reino definitivo tiene un cariz completamente diferente, donde el proyecto de Dios prevalece sobre todas las fuerzas del mal. Las promesas de Dios a través de la historia de la salvación van a hacerse realidad y de forma definitiva.

- Ahora no tienen la figura espantosa de los monstruos, sino una figura de “hombre”, que viene del mismo cielo (esto es, de Dios mismo) y a quien se le concede todo “poder, honor y reino” y ese poder no tendrá fin. Así, la historia de la salvación adquiere su madurez total y plena y ahora sí, aunque sea como anuncio profético, esa presencia es concreta y real y culminará en el Mesías, que todavía el autor del libro de Daniel lo identifica con el pueblo santo del Altísimo, pero que se realizará en Jesús de Nazaret, plenitud de las promesas y presencia definitiva de Dios en medio de la historia.

- Sin quedarnos en el “lenguaje” utilizado por el vidente, es bueno tomar conciencia -una vez más- de que Dios es fiel a sus promesas y las lleva a cabo porque ése es su plan de salvación. Vienen de las “nubes del cielo”, esto es, es DON divino y no creación humana. Por lo tanto, es necesario asumirlo y aceptarlo como don y regalo que se nos ofrece. Tarea nuestra será aceptar ese don y vivir en sintonía con su propuesta. Recordar estos elementos, como síntesis final del Año Litúrgico, es necesario para alimentar nuestra espiritualidad, que tiene su origen en el don de Dios que se nos ofrece en Jesús de Nazaret. ¡No lo podemos olvidar, hermano/a!


Apocalipsis 1, 5-8


“… A Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra. A aquel que nos amó, nos ha liberado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios. su Padre, a Él, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. ¡Mirad! Él viene en las nubes… Dice Dios: Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso…”


CLAVES para la LECTURA


- En estos versículos, tomados del prólogo del Apocalipsis, se presenta esencialmente la realeza de Jesucristo como la realeza del Hijo del hombre («viene entre las nubes»: v. 7a). Aludiendo a la profecía de Daniel, el vidente puede afirmar, por tanto, que Jesús es el revelador del Padre digno de fe («testigo fidedigno»), puesto que procede de Dios mismo. En cuanto Resucitado, es el arquetipo de una nueva estirpe destinada a la vida eterna. Por último, es «soberano de los reyes de la tierra», porque ha venido a traer a la tierra el Reino de Dios al que todos estarán sometidos al final.

- El Hijo del hombre, Jesús, es el crucificado, «traspasado» por la incredulidad y por la violencia de muchos. Y precisamente de este modo ha manifestado su amor por nosotros y nos ha liberado de los pecados (v. 5), dándonos la posibilidad de que se cumpla la antigua promesa: «Si me obedecéis y guardáis mi alianza, vosotros seréis el pueblo de mi propiedad entre todos los pueblos, porque toda la tierra es mía; seréis para mí un reino de sacerdotes, una nación santa» (Ex 19, 6).

- Cuando llegue la hora siempre inminente de su venida gloriosa, hasta los que le han rechazado deberán reconocerle y comprender el mal que han cometido. Ahora bien, los que desde ahora acogen el señorío de Cristo en su vida participan de su función real y sacerdotal. De este modo entran en comunión con Dios, principio y fin de todo lo que existe, origen eterno del tiempo, que, sin embargo, viene a la historia para asumir la fatiga de todas las criaturas y llevarlas con el poder del amor a la libertad y a la salvación (v. 8).


CLAVES para la VIDA


- Lo que anunciaba el vidente (en la primera lectura), ahora ya se ha hecho realidad en el “testigo fidedigno”, que es Cristo Jesús, en el que el Reino definitivo se ha realizado en plenitud. Las promesas de Dios ya han madurado; sus palabras-promesas no son vacías, sino que se cumplen en la historia y a favor SIEMPRE de la humanidad. En Cristo, que se entrega a favor de los hermanos, Dios derrama todo don y toda bondad a favor de sus hijos, con quienes desea vivir en relación estrecha y comprometida.

- Este Cristo Jesús, muerto y Resucitado, es la plenitud de todo y en Él entramos en comunión con el Dios que salva y que sigue viniendo constantemente al corazón mismo de la historia de los hombres para seguirlo salvando, hasta que esa historia llegue a ser sometida por la fuerza liberadora del Señor Jesús resucitado. De ahí que él es el principio y fin de todo lo que existe y, por supuesto, de cuantos creen en él.

- Se nos sigue ofreciendo el mismo mensaje liberador: en Cristo todo adquiere una nueva perspectiva, porque se hacen realidad todos los anuncios que se han ido produciendo -en forma profética- a través de la historia. Ahora podemos sentir la seguridad total de que las promesas de Dios ya se han hecho realidad. ¡Cuántas veces nos podemos “perder en el lenguaje”, sin gustar y disfrutar de lo que nos quieren decir como don y como regalo! En esta fiesta de Cristo Rey se nos vuelve a recordar, una vez más, lo esencial; es necesario no olvidarlo, con el fin de no perder el sentido de nuestras vidas. ¿De acuerdo, hermano/a?


Evangelio: Juan 18, 33b-37


“… En aquel tiempo, preguntó Pilatos a Jesús: ¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le contestó: ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí? Pilatos replicó: ¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí: ¿Qué has hecho? Jesús le contestó: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí. Pilatos le dijo: Conque, ¿tú eres rey? Jesús le contestó: Tú lo dices: Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz…”


CLAVES para la LECTURA


- El relato del proceso de Jesús ante Pilato tiene un gran relieve en el evangelio de Juan. La reflexión sobre el tema de la realeza está presente en todo el episodio, incluso en la declaración de Pilato: «¡Aquí tenéis a vuestro rey!» (19, 14). Ahora bien, la «pretensión» de ser Hijo de Dios (19, 7) es demasiado elevada para los judíos; ellos prefieren que este Mesías sea crucificado, y, obrando de este modo, reniegan de la historia de Israel y de sus mismas expectativas: «No tenemos otro rey que el César» (19, 15).

- Esta perícopa representa el centro teológico del relato joáneo. Se confrontan aquí conceptos muy diferentes de realeza: Pilato tenía el concepto político-militar que se podía hacer un romano (v. 37), pero aparece también el teocrático y a la vez político de los judíos (vv. 33ss); sin embargo, la realeza de Jesús pertenece a otra esfera: «no es de este mundo»; más aún, puede dejarse aplastar por éste y resultar, de todos modos, vencedora (v. 36). Jesús es verdaderamente rey, pero no «de aquí abajo». Ha venido a este mundo a traer su Reino sobrenatural sin imponer su absoluta superioridad, asumiendo nuestra condición («para eso nací y para eso vine al mundo») para iluminarla con la luz de la verdad y hacer al hombre capaz de elegir el Reino de Dios.

- La venida de Cristo obra, por consiguiente, una discriminación entre los que acogen su testimonio y los que lo rechazan. Es un testimonio verdadero sobre Dios -cuyo rostro revela Jesús en sí mismo- y, al mismo tiempo, sobre el hombre, tal como es según el designio del Padre («¡Ecce homo!»: 19, 5): acogerlo significa entrar ya desde ahora en su Reino. En cambio, el que lo rechaza se somete al príncipe de este mundo (12, 31): no es posible mantenerse en un escepticismo neutral, como intenta hacer Pilato (18, 38). Quien reconoce a Jesús como rey no se preocupa de triunfar en este mundo, sino más bien de escuchar la voz de su Señor y de seguirle (v. 37b), para extender aquí abajo su Reino de verdad y de amor.


CLAVES para la VIDA


- Es el testimonio del “discípulo amado” en este pasaje evangélico, que va mucho más allá del relato mismo, y como síntesis nos quiere ofrecer el modelo de grandeza y de realeza de Jesús. Antes, ha presentado al Maestro limpiando los pies a sus discípulos; ahora lo propone con esa majestuosidad, muy superior al poder de Pilatos y de su secuaces. De ahí que sea lógico que su pueblo y sus dirigentes no acepten a un Mesías de este estilo; esperaban otra cosa y este Mesías no coincide con esa imagen que ellos viven. Hasta tal punto se crea la distancia, que confiesan: “No tenemos otro rey que el César” (v. 15).

- Y es que la realeza que Jesús propone y vive es diferente del todo. Él es capaz de dejarse aplastar por el poder político o militar y, con todo, salir airoso y vencedor, entregando lo más grande que tiene, que es la propia vida. Así lo ve el “discípulo amado”, y por eso mismo la serenidad que presenta es plena y absoluta, aún en los momentos más duros y crueles de la Pasión. Y él ha venido para eso, para “ser testigo de la verdad”: porque éste es el proceder de Dios y no otro (aunque a veces los hombres y la misma Iglesia lo hayamos interpretado de forma muy diferente). “Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”: así de simple, de sencillo y de hermoso.

- Terminar el Año Litúrgico con esta imagen es realmente sugerente, porque SEGUIR a este Rey… da gusto, al menos en teoría. Aceptar su estilo, que no es otro que el SERVICIO como forma de vida, es un enorme desafío, hoy y aquí, para cada uno de los queremos ser sus seguidores, y el que diga que no… simplemente es un mentirosillo. Y en Él, aceptarle al Dios que propone y presenta, es realmente una gozada, pero algo muy complicado al mismo tiempo. Aquí estamos, hermano/a. ¿Qué tal de ánimos para servir a tal Señor? ¡Es una hermosa posibilidad!


sábado, 17 de noviembre de 2012


DOMINGO, día 18

 

Daniel 12, 1-3


“… Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: Serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora… Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida perpetua, otros para ignominia perpetua…”


CLAVES para la LECTURA


- «En aquel tiempo...»: El tiempo al que alude el profeta es un tiempo en el que la impiedad ha llegado a su cima: en el capítulo 11, en efecto, se revelan los acontecimientos históricos que habían concluido con la muerte de Antíoco Epífanes, figura del enemigo de Dios; sin embargo, cuando el mal que se propaga parezca triunfar, la historia desembocará en el acontecimiento escatológico: éste es precisamente el mensaje de esperanza ofrecido por este fragmento donde se describe el tiempo final. En él ya no serán posibles ni la ambigüedad ni las componendas: todas las cosas aparecerán en su auténtica realidad.

- El conflicto contra las fuerzas del mal se convertirá en lucha abierta, y el pueblo de Dios experimentará la protección extraordinaria del arcángel Miguel. Será, por tanto, un tiempo de extrema angustia y, a la vez, de salvación para quienes hayan sido fieles. El Señor conoce a los suyos uno a uno, sus nombres están escritos en su libro: no podrá olvidarlos (v. 1). Tendrá lugar, por consiguiente, el traslado del tiempo a la eternidad; se profetiza aquí la resurrección universal («muchos» es un semitismo que significa «todos»), en la que cada uno recibirá su destino eterno de vida o de infamia, según su propia conducta. Los sabios, los justos, o sea, los que hayan recorrido el camino de la santidad y ayudado a otros a recorrerlo, resplandecerán con una gloria perenne.

- La fe en la resurrección, en el juicio y en la vida eterna se va delimitando ya cada vez con mayor claridad ahora que estamos en los umbrales del Nuevo Testamento. Con la resurrección de Cristo comenzará el tiempo del fin, y tendrá su consumación en la parusía.


CLAVES para la VIDA


- Las promesas de Dios se va abriendo paso, tanto en la comprensión como en la vivencia de fe de Israel. Y es que Dios es un Dios de vida y ofrece vida a la humanidad. El autor de libro de Daniel es una muestra clara de ese progreso de la revelación y que en la espiritualidad de Israel poco a poco va calando, si bien será necesaria la presencia viva de Jesús de Nazaret para alcanzar esa comprensión plena. Sólo desde la resurrección de Jesús se iluminará definitivamente el camino de la vida.

- “Entonces se salvará tu pueblo…” (v. 1c): porque ésta es la convicción que está en el sustrato de la vida y de la historia de Israel, recorriendo entre los entresijos de su caminar. Que eso se exprese en un lenguaje apocalíptico, o como anuncio gozoso del profeta… poco importa. Toda la historia y el caminar de Israel está sembrado de esa convicción y es que Dios ha dado su palabra y la va a cumplir, a pesar de los pesares. Eso sí: la forma de realizar ese plan diferirá muy mucho de aquello que Israel esperaba, hasta el punto de no reconocer esa presencia definitiva de Dios en Jesús de Nazaret.

- Terminando el Año Litúrgico, es bueno que se me/nos vuelva a recordar que el final no es algo dramático y que produce miedo, si al menos se ha intentado vivir en fidelidad. Las promesas de Dios siguen en pie y no fallan. Y después de recordarnos esto, se nos invita a poner la mirada en lo que es definitivo, que es Jesús de Nazaret; ahí se ilumina plenamente nuestro caminar. Las fuerzas del mal, al final, se verán superadas y vencidas. Y con todo… Él espera de nosotros una ayuda “necesaria” para llevar a cabo esa lucha contra las fuerzas del mal y que tantas expresiones asume a lo largo y ancho de la historia de la humanidad.


Hebreos 10, 11-14. 18


“... Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio: está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies...”


CLAVES para la LECTURA


- El tema central del pasaje es el sacerdocio de Cristo, considerado bajo el aspecto de su eficacia salvífica. También desde este punto de vista el sacrificio realizado por Él es, con mucho, superior a los sacrificios de la antigua alianza. El autor de la carta se dirige a una comunidad judeocristiana. Ésta -como se ve e otros capítulos de la carta- pasa por un momento de crisis y siente nostalgia por el culto antiguo.

- El autor establece una comparación directa entre los sacerdotes del templo y el mismo Cristo. Los primeros aparecen sometidos a una continua y vana repetición de ritos que no llegan nunca a purificar las conciencias ni a liberarlas del pecado: son, efectivamente, sacrificios externos, sólo figura del verdadero sacrificio. Frente a ellos se yergue la figura majestuosa de Cristo: éste, tras ofrecer “una sola vez” su propia vida en obediencia al Padre, “está” ahora en su presencia y “está sentado” a su derecha, esperando que lleguen a su madurez todos los frutos de la obra de salvación que ya ha realizado.

- El camino de acceso al cielo -el verdadero “Santo de los santos”- está ahora abierto, y así queda para siempre. Este carácter definitivo es considerado por el autor como la realización de la profecía de Jeremías (31, 33ss) referente a la “nueva alianza”: Dios ha escrito su ley en el corazón del hombre y ha perdonado todos sus pecados. En el Hijo amado, cada hombre es ahora, potencialmente, hijo de Dios.


CLAVES para la VIDA


- Se nos sigue ofreciendo el mensaje central de esta carta a los Hebreos: Cristo es el CENTRO de la nueva realidad y en Él todo adquiere una nueva dimensión y una eficacia de salvación insospechada para la humanidad. De ahí que nuestra actitud debe ser de una acogida en plenitud a lo que en Él se nos ofrece. He aquí la gran TAREA del creyente.

- Y es que en Cristo, Dios se compromete con nosotros con una NUEVA ALIANZA, pero muy distinta a la antigua. Y si es verdad que los profetas lo habían anunciado (así, Jeremías), ahora se da en plenitud: nace desde el CORAZÓN, en el interior de la persona, donde se anida el Espíritu del mismo Dios, y cambia la situación en su totalidad. Todo ha sido posible por la entrega y ofrenda de Jesús, que ahora está en la tarea de intercesión en favor nuestro.

- Vivir esta NUEVA SITUACIÓN es la tarea que se nos propone, hoy, a los creyentes. Ya el pecado no es lo que domina sobre nosotros (según la carta) sino la vida nueva y la liberación que se nos da en Cristo. Vivir, pues, esta situación como DON, como inmenso regalo, produce una espiritualidad y un estilo determinados. ¿Lo estaré viviendo? ¿lo estaré disfrutando? ¡Necesito analizar mi vida!


Evangelio: Marcos 13, 24-32


“… En aquellos días, después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán. Entonces verán venir al Hijo del Hombre sobre las nubes con gran poder y majestad… Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán. El día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre…”


CLAVES para la LECTURA


- Con este fragmento culmina el discurso escatológico de Jesús, que, en el evangelio de Marcos, tiene una extensión sorprendente (capítulo 13). Los «últimos tiempos» están descritos a partir de la predicción de acontecimientos históricos que, efectivamente, podrán constatar los discípulos, puesto que tuvieron lugar en el tiempo de aquella generación (v. 30).

- Con todo, el horizonte es más amplio: la intensificación de guerras y cataclismos no es más que «el comienzo de los dolores» (así el v. 7 al pie de la letra). Será el signo de que tanto para la historia como para la creación empieza un grandioso trabajo de parto, un trabajo que llevará consigo un sufrimiento inaudito (vv. 19-20. 24a), pero concluirá con la venida gloriosa del Hijo del hombre profetizado por Daniel, un personaje apocalíptico con el que Jesús se identifica. Como juez de la historia y vencedor de las fuerzas del mal, inaugurará definitivamente el Reino de Dios para todos sus «elegidos», esto es, para los que se hayan mantenido fieles en la persecución (vv. 9-13) y hayan resistido a las seductoras perspectivas ofrecidas por los falsos cristos, que aparecerán numerosos en los últimos tiempos (vv. 21-23).

- En este discurso se entrelazan, pues, acontecimientos históricos y elementos apocalípticos, expresados con imágenes tomadas de los profetas: Jesús quiere hacer comprender que el misterio pascual ahora presente -su «hora» en el lenguaje joáneo- será el comienzo de la fase final de los tiempos. De ahí que invite a los discípulos, ya desde ahora, a la vigilancia, a escrutar los acontecimientos sabiendo captar en ellos la proximidad del Hijo del hombre, es decir, de su retorno glorioso (vv. 28ss) y a adherirse plenamente a su Palabra, más estable que los cielos y la tierra, que también «pasarán»; sin embargo, la pregunta concreta de algunos discípulos: «¿Cuándo...?» (v. 4), queda sin respuesta. Jesús, mientras se revela como el Hijo, muestra que no puede disponer ni del día ni la hora del fin. Por eso, en cuanto Hijo y hombre, se confía él mismo por completo al designio de amor y salvación del Padre (v. 32).


CLAVES para la VIDA


- Una vez más, hechos históricos y reflexiones del evangelista se entremezclan en un mismo texto, como ocurre en este relato evangélico. La comunidad cristiana, que está viviendo una situación concreta y determinada de persecución, donde las fuerzas del mal parecen imponerse inexorablemente, ahora recuerda las palabras del maestro y hace suyas las propuestas allí recogidas y expuestas. Y permanece la convicción: el Hijo del Hombre llevará a plenitud esa historia de la salvación, a pesar de las apariencias de fragilidad que parecen mostrarse en estos momentos.

- De ahí que se exprese de manera clara y rotunda: “El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán” (v. 31), y eso a pesar de desconocer el “cuándo” de esa manifestación plena y definitiva. El, Jesús, es lo definitivo y por eso mismo llevará a plenitud todas y cada una de las promesas donde Dios ha empeñado su palabra y que a través de los tiempos ha mantenido viva la fe y la esperanza de Israel.

- Confiar plenamente en el designio de amor y de salvación del Padre (como el mismo Jesús); fiarme de que sus palabras alcanzarán su plenitud, a pesar de las apariencias de fragilidad; vivir, pues, en la profunda convicción de que todo alcanza su máxima plenitud, aunque el poder del mal aparente ser más fuerte que todo el resto… ¡he ahí la conclusión que se me exige y se me pide! No es, pues, cuestión de pasar miedo ni pánico ante lo que se avecina, sino vivir preparados ante la NOVEDAD que se aproxima. ¿Cómo lo vives tú, hermano/a?

sábado, 10 de noviembre de 2012


DOMINGO, día 11

 

1 Reyes 17, 10-16


“... Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba. Mientras iba a buscarlo, le gritó: Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan. Respondió ella: Te juro por el Señor tu Dios, que no tengo ni pan... Respondió Elías: No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mi un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después... Ella se fue, hizo lo que había dicho Elías y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó: como lo había dicho el Señor por medio de Elías…”


CLAVES para la LECTURA


- La mano del Dios de Israel obra también en tierra pagana y guía a Elías hacia una localidad costera del Líbano, donde tendrá asegurado el alimento. El prodigio que realiza es el signo que da autenticidad a su misión. No es, por tanto, Jezabel y sus falsos dioses, sino una viuda inerme quien puede dar testimonio de la intervención de Yahvé en favor de los que en él confían. Y, puesto que se trata de una extranjera, el episodio abre una perspectiva universalista que tomará cuerpo con el Nuevo Testamento: la viuda de Sarepta se convierte en el tipo de los paganos llamados a la mesa del Reino.

- El sentido del episodio podemos tomarlo de la cita del mismo por Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lc 4, 24-26): el profeta a quien no escuchan los suyos tiene más crédito en tierras paganas. Por otra parte, podemos establecer una comparación entre la viuda de Sarepta y la del evangelio (Mc 12, 41-44; Lc 21, 1-4), para subrayar su gran generosidad. Pero no sólo esto: la viuda se contrapone asimismo a Jezabel, cuya insaciable avidez condena el autor sagrado (1 Re 21, lss).

- Pero, el contexto de este relato es la batalla al baalismo y, además, en su propio terreno. Baal era considerado el dios de la lluvia y, consiguientemente, el abogado de la fertilidad y de las buenas cosechas. Aquí se atribuyen a Yahvé los mismos títulos y actividades que el pueblo idólatra aplicaba a Baal. Toda esta pedagogía entraba dentro de un esfuerzo titánico por salvar del naufragio la fe yahvista.


CLAVES para la VIDA


- El autor sagrado nos sigue refiriendo esa “historia” que sigue siendo una historia cargada de presencia divina y que se manifiesta, incluso de forma prodigiosa, para salvar a su profeta. Y es que Elías, para quien “Yahvé es mi Dios”, ser presencia salvadora de Dios en medio de su pueblo, es el quehacer y compromiso máximo. De ahí que el mismo Dios cuide de su profeta, aunque para ello tenga que servirse de una mujer, “viuda y extranjera”: el colmo de la situación.

- Y es que en esta sencilla mujer y en el profeta se entreven valores que se irán convirtiendo en nucleares para la fe más auténtica. El profeta en contra de toda apariencia, se fía de la Palabra de Dios; la viuda obedece la palabra del profeta y se produce el prodigio, “no faltará harina en la tinaja ni aceite en la orza...” (v. 14). Asimismo, se destaca la generosidad de la viuda. Y como respuesta a todo ello, la providencia del mismo Dios a favor de sus siervos fieles.

- Se me siguen ofreciendo rasgos y elementos de una enorme validez para nuestras vidas; inmensas enseñanzas que están indicándonos el camino hacia lo mejor: Dios no se dejará ganar en generosidad si nuestro estilo de acción es como el de la mujer del relato, capaz de correr la aventura de dar hasta lo último que posee. En estos tiempos... ¡cuán difícil recorrer este camino! ¿Qué tal te sientes de ánimo, hermano/a?

 

 

Hebreos 9, 24-28


“... Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres…Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces, como el sumo sacerdote que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena… Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado para salvar definitivamente a los que lo esperan...”


CLAVES para la LECTURA


- En continuidad con las precedentes afirmaciones sobre la “novedad” traída por Cristo a la historia, el autor de la carta a los Hebreos considera ahora un ulterior aspecto de la doctrina cristiana, refiriéndose siempre a la ley antigua. Así como el sumo sacerdote entraba, en nombre de todo el pueblo, en relación directa con Dios mediante los sacrificios de víctimas animales, le presentaba las ofrendas y llevaba a la asamblea la bendición divina en señal de reconciliación, así también Cristo es mediador entre Dios y la humanidad.

- Sin embargo, la continuidad termina aquí y comienza la novedad. En efecto, Jesús es al mismo tiempo sacerdote y víctima. Él -puro de toda mancha de pecado- se entrega en su pasión a Dios por los pecadores; no ofrece una sangre ajena, sino la suya propia. De la perfección del sacrificio deriva su unicidad y la unicidad de la alianza que, mediante Él, se establece.

- Con su muerte en la cruz, Jesús consuma su actividad sacerdotal; con su ascensión entra no en el “Santo de los santos”, no en un templo construido por mano de hombres, sino en el mismo cielo, y allí permanece como Cordero erguido ante Dios para interceder en favor de nosotros (Ap 5, 6). Ahora le ha sido arrebatada toda la fuerza al pecado y se nos ha abierto a cada uno el “camino nuevo” (Heb 10, 20) para volver al Padre.


CLAVES para la VIDA


- Se nos sigue ofreciendo la reflexión del autor de la carta a los Hebreos donde se muestra la superioridad del sacerdocio de Cristo, el “mediador de la nueva alianza” (v. 15), como lo proclama, una vez más. Y para ello, argumenta en las mismas acciones que ejercía el sumo sacerdote, que entraba una vez al año en el “santísimo” para ofrecer sacrificios por sí mismo y por el pueblo. No así en Cristo, que lo realiza una vez para siempre, entregándose a sí mismo.

- Y aquí radica no sólo la diferencia con todo lo anterior, sino también las ventajas de la nueva realidad. Y es que Cristo se ha convertido en el gran Mediador para todos nosotros, un mediador siempre dispuesto a interceder por nosotros. Ésta es la buena noticia, que debe de impregnar nuestra historia de cada día.

- De ahí, la significación que pueda tener la celebración de la Eucaristía en la vida de los creyentes: “cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa anunciáis ...” (1 Cor 11, 26). Y es que, de esta manera, recuperamos toda la fuerza del “haced esto en memoria mía”: es aceptar todo su sentido y renovar su mediación para con la humanidad. ¿Será así como la vivimos, o... nos “pueden” otras cosas, como la rutina, la superficialidad, la tibieza?..


Evangelio: Marcos 12, 38-44


“... Estando Jesús sentado enfrente del cepillo del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo: Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir...”


CLAVES para LECTURA


- El pasaje evangélico de hoy está compuesto por dos cuadros contrapuestos: por una parte, el comportamiento de los maestros de la Ley; por otra, el comportamiento de una viuda pobre. Los dos cuadros representan la falsa y la verdadera religiosidad.

- «Tened cuidado con los maestros de la Ley» (v. 38): vanidad, ostentación, una práctica religiosa contaminada por la avidez y por la hipocresía, éstas son las tres deformaciones de los maestros de la Ley contra las que Jesús quiere ponernos en guardia. La expresión «tened cuidado con» pone de relieve la gravedad particular del peligro en el que pueden caer los discípulos. Marcos (en 8, 15) usa la misma expresión para poner en guardia contra la levadura de los fariseos y de Herodes, y en 13, 15 para poner en guardia contra los falsos profetas.

- «Sentado frente al lugar de las ofrendas» (v. 41): en el atrio del templo, al que también podían acceder las mujeres, estaban alineadas las cestas en las que se echaban las monedas. Probablemente, los oferentes declaraban en voz alta al sacerdote que estaba de servicio la entidad del don y la finalidad para la que lo ofrecían. De este modo, el gesto se hacía público y se prestaba a la vanidad.

- «Jesús llamó entonces a sus discípulos» (v. 43): hay muchos ricos que hacen opíparas ofrendas, y hay una viuda pobre que ofrece sólo dos monedas de escaso valor, todo lo que posee. Jesús se da cuenta y llama la atención de los discípulos con unas palabras que el evangelio reserva para las enseñanzas más importantes: «Os aseguro que». Jesús ha encontrado un gesto auténtico y quiere que sus discípulos lo aprendan. Lo que ha sorprendido a Jesús no es sólo la falta de ostentación, sino sobre todo la totalidad del don: esa mujer no ha dado lo superfluo -es decir, lo que le sobra después de haber asegurado su vida dentro de unos amplios márgenes de seguridad-, sino «todo lo que tenía para vivir» (v. 44).


CLAVES para la VIDA


- Este Maestro, de las situaciones más triviales de la vida, es capaz de sacar las lecciones más interesantes y llenas de contenido. Y ante el deseo de los “primeros puestos”, de la ostentación de los Maestros de la Ley, Jesús advierte la enorme gravedad que conlleva esa forma de actuación, ese estilo de práctica contaminada. Esa religiosidad está falseada en su misma raíz y no vale más que para engañarse uno mismo, y acaso a los demás, pero no a Dios.

- Y tomando buena cuenta del “estilo” de la viuda, este Maestro llama a sus discípulos y les plantea claramente la actitud válida: la que parte desde el corazón y no tiene ni siquiera en cuenta su propia situación: “todo lo que tenía para vivir” (v. 44). Todo ello sin ninguna ostentación; sólo llevado por el amor, callado y profundo de la pura gratuidad. ¡Es el núcleo del Evangelio!

- ¡Ahí es nada para el que lo quiera aprender y vivir! ¡Cuántas lecciones se me siguen ofreciendo y de forma continuada! ¿Estaré dispuesto/a a aprender, a hacerlas mías? No dejarme llevar ni vivir el estilo de los “maestros de la Ley”; aprender de la pobre y sencilla viuda; hacer mías las propuestas de Jesús... ¡Toda una TAREA!..


sábado, 3 de noviembre de 2012


DOMINGO, día 4

 

Deuteronomio 6, 2-6


“… Escúchalo Israel, y ponlo por obra para que te vaya bien y crezcas en número. Ya te dijo el Señor Dios de tus padres: es una tierra que mana leche y miel. Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con todo el alma, con todas las fuerzas…”


CLAVES para la LECTURA

- Este fragmento expresa en síntesis el corazón de la espiritualidad bíblica: se trata de las enseñanzas que el libro del Deuteronomio pone en labios de Moisés, intermediario entre Dios y el pueblo (v. 1). Éstas se resumen en la exhortación a permanecer fieles a la alianza sancionada con el Señor a través de la observancia de sus leyes, y la motivación que las acompaña se repite como un estribillo: «Para que seas dichoso» (v. 3), es decir, fecundo, próspero y longevo. El fin de estas normas es, por consiguiente, la verdadera felicidad del hombre, una felicidad que procede de Dios, su fuente; por eso es menester sentir hacia él aquel «temor» que, en el lenguaje deuteronómico, es sinónimo de adhesión, escucha reverente y obediencia amorosa (v. 2).
- Los vv. 4-6 constituyen el núcleo central de la oración que todavía hoy todo judío piadoso recita tres veces al día, y que recibe el nombre de Shema por la palabra con que empieza: «Escucha». Se trata de una profesión de fe en el único Dios que mantiene con todo el pueblo y con cada uno de sus miembros una relación particular, personal: «El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno». De ahí nace la exigencia de corresponder a este sagrado vínculo con un amor indiviso: todas las facultades y las actividades del hombre han de estar orientadas íntegramente a corresponder con amor al Bien que es el Señor, que es para nosotros y que obra para nosotros queriendo que seamos felices para siempre.
- Esta elección gratuita por parte de Dios es un don inmenso del que el pueblo nunca debe perder la conciencia: la memoria continua de él, de sus beneficios y de sus preceptos se vuelve para todo Israel -también para nosotros, hijos de Abrahán según la promesa- compromiso de una vida conforme a su voluntad y fuente de toda bendición (v. 6; vv. 7-19).

 

CLAVES para la VIDA


- El compromiso de Dios para con su pueblo es firme y estable, por lo que se manifiesta de forma reiterada, de manera que Israel lo recuerde y corresponda con fidelidad a la misma fidelidad de Dios. En este contexto se encuadra este texto que la liturgia hoy nos ha ofrecido. Es una hermosa e inmensa confesión de la fe y de la espiritualidad bíblica, de la que han mamado todos los grandes representantes del caminar de Israel.
- Y el objetivo es “para que seas dichoso” (v. 3): a pesar de las expresiones pobres que en ese camino encontramos, fruto de las limitaciones en la comprensión y en la vivencia de Israel, lo que Dios desea, quiere y persigue es que ese pueblo, al que ama entrañablemente, sea “dichoso”, una felicidad que estará condicionada por la relación estrecha y vivida en fidelidad por parte del pueblo. La fidelidad de Dios está garantizada; su objetivo de ser la causa de esa felicidad, está asegurada. ¿Lo deseará y querrá Israel? Será el dilema a lo largo de la historia.
- Páginas como ésta ayudan a descubrir toda la belleza y la profundidad de ese amor de Dios para con su pueblo, con nosotros. Porque aquel proyecto, recogido en el viejo libro, ahora avalado por la presencia del Hijo amado, de Jesús, está garantizado del todo para mí, para nosotros, creyentes y seguidores de este Jesús de Nazaret. Precisamente ésta va a ser la gran revelación de este Hijo amado, y nos enseñará -con palabras y obras-, hasta qué punto es verdad y se ha hecho realidad ese proyecto del amor de Dios-Padre. Aquí nos encontramos, hermano/a. ¿Qué tal te sientes ante esta Noticia?


Hebreos 7, 23-28


“… Tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. El no necesita ofrecer sacrificios cada día -como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo-, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo…”


CLAVES para la LECTURA


- El autor de la carta a los Hebreos, prosiguiendo la comparación con las instituciones judías, subraya la excelencia del sacerdocio de Cristo con respecto al levítico, motivando su absoluta superioridad a la luz del misterio pascual. En efecto, el carácter mortal de los sumos sacerdotes hacía provisional su servicio y precaria su intercesión, de suerte que para asegurar la continuidad del culto debían sucederse los unos a los otros. Cristo, en cambio, es el Resucitado que vive para siempre: dado que su función sacerdotal no conoce límites de tiempo y su intercesión es incesante, cuantos en todos los tiempos se confían a su mediación pueden ser perfectamente salvados (vv. 23-25).
- Por otra parte, la resurrección es considerada como el sello con el que Dios atestigua la santidad de Cristo (Hch 3, 13-15; Rom 1, 4) y la eficacia de su sacrificio, por eso es Jesús el verdadero sumo sacerdote del que todos los otros no eran más que figura imperfecta. Es el único sacerdote «que nos hacía falta», es decir, el que necesitábamos para nuestra salvación, por sus características absolutamente excepcionales (vv. 26ss). Sólo él carece de pecado, y por eso no necesita como los otros sacerdotes una purificación personal antes de ejercer su propio servicio cotidiano; al contrario, ha podido ofrecer de una vez por todas su propia vida como el santo sacrificio expiatorio que obtiene un perdón eterno a la humanidad.
- El sacerdocio de Cristo es también superior al levítico por su fundamento: este último fue instituido, en efecto, por la Ley, que, sin embargo, no ha llevado nada a la perfección (v. 19), puesto que se apoya en hombres débiles y falibles (v. 28). El sacerdocio de Cristo, en cambio se funda en un juramento del mismo Dios, del Dios fiel que después de haber revelado a su Hijo (Sal l09, 3ss), lo constituyó único mediador entre él y los hombres. Su mediación es, por consiguiente, única, perfecta, indefectible: sólo él puede permitirnos el acceso a Dios.


CLAVES para la VIDA


- En aquel pueblo en el que el Sacerdocio había tenido una significación tan especial y singular, el autor de la carta a los Hebreos sigue empeñado en ofrecer la superioridad del sacerdocio de Cristo y su función. Al ofrecerse a sí mismo y hasta la entrega de su vida, esa ofrenda se convierte en definitiva y agradable: “aquí estoy para hacer tu voluntad”. ¡Es lo máximo!
- Pero es necesario, también redescubrir su acción de MEDIADOR ante el Padre. Él que ha asumido en plenitud nuestra realidad humana y, por lo tanto, sabe de nuestras necesidades, ahora realiza una inmensa misión de mediación. Además de abrirnos el camino al Padre, constantemente está presentándole nuestra realidad, intercediendo por nosotros.
- Una vez más, una llamada a CRISTOLOGIZAR mi vida, nuestra vida. Esto es, asumir (como nuestros) las claves, el estilo y talante de Jesús; su forma de ver y entender la vida y la historia; su peculiar modo de acoger al Padre y de relacionarse con él; su constante empeño en vivir y construir la NUEVA fraternidad. Por ahí siento que va la invitación. Sólo así nuestra vida tomará un “color” adecuado. ¡Ánimo, hermano/a!


Evangelio: Marcos 12, 28b-34


“... ¿Qué mandamiento es el primero de todos? Respondió Jesús: El primero es: Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos... Jesús viendo que había respondido sensatamente le dijo: No estás lejos del Reino de Dios...”


CLAVES para la LECTURA

- El intento de recoger los muchos preceptos en una síntesis no es nuevo. El objetivo de este intento no es hacer un resumen de la Ley, sino más bien indicar su centro y su esencia. Jesús, al responder a la pregunta del maestro de la Ley, cita dos textos que se repiten con frecuencia en la oración y en la meditación de Israel: un pasaje del Deuteronomio («Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas») y un pasaje del Levítico («Amarás a tu prójimo como a ti mismo»). El Maestro invita al hombre a no perderse en el laberinto de los preceptos, porque la esencia de la voluntad de Dios es simple y clara: amar a Dios y a los hombres. Es justo que la ley se ocupe de los muchos y variados casos que se presentan en la vida, a condición, sin embargo, de que no pierda de vista el centro que da impulso a toda la estructura. Este centro es el amor.
- Jesús responde al maestro de la Ley que el primero de los mandamientos no es uno solo, sino dos: estrictamente unidos, como las dos caras de una misma realidad. En la capacidad de mantener unidos los dos amores -el amor a Dios y el amor al prójimo- reside la medida de la verdadera fe y de la genialidad cristiana. Hay quien para amar a Dios se aparta de los hombres, y hay quien para estar al lado de los hombres se olvida de Dios. La experiencia bíblica se declara convencida de que estas dos actitudes introducen en la vida de los hombres y de las comunidades una profunda mentira: allí donde se separan los dos amores hay siempre falsedad e idolatría. En consecuencia, es importante captar el vínculo entre las primeras palabras («Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor») y las que siguen («Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón»). La afirmación de que Dios es el único Señor constituye la base de donde brota el deber de amarle. Un deber que se reviste inmediatamente de dos cualidades: la totalidad y la gratitud.
- La totalidad: Dios es el único Señor, y esto incluye el rechazo de cualquier otro que, sustituyéndole, pretendiera nuestro asentimiento incondicional; la pertenencia al Señor no es divisible con la pertenencia a cualquier otro; no se va a Dios con algo de nosotros, sino enteramente, con todas nuestras raíces. Y la gratitud: Dios es nuestro Señor, Aquel que nos ama, nos libera y nos espera. Si bien es verdad que el hombre pertenece a Dios, también lo es que Dios pertenece al hombre. El señorío de Dios no es extraño a nuestro ser, a nuestra libertad o a nuestra identidad. Es, al contrario, la meta a la que tiende nuestro ser, y de la que tenemos una irreprimible nostalgia. Por todo esto, el amor a Dios (precisamente en el sentido de una adhesión incondicional) no es esclavitud, sino gratitud y recuperación de nuestra propia identidad.
- Los dos amores (a Dios y al prójimo) están, tal como hemos visto, estrechamente unidos: el uno es la verificación del otro. Sin embargo, también son diferentes. La medida de nuestro amor a Dios es la totalidad; la medida del amor al prójimo, no («como a ti mismo»), A Dios le corresponde la pertenencia total e incondicionada; al hombre, no. El prójimo no es el Señor, no es la razón última de nuestra búsqueda.


CLAVES para la VIDA


- ¡Lección magistral la de Jesús, auténtico pedagogo y nuevo Maestro, en medio de las endiabladas discusiones en las que viven sumidas las enseñanzas de los responsables de su pueblo! Y, de nuevo, una referencia al origen de la vida, donde está presente Dios, se hace necesaria y es aquí donde es posible realizar una síntesis porque así lo decidió la voluntad original y amorosa del mismo Dios: el amor a Dios y el amor al prójimo se vuelven inseparables el uno del otro, a pesar de las discusiones, si no se quiere caer en un falsedad o en la idolatría.
- De ahí que el “Escucha Israel” es la actitud a vivir en el caminar de la vida, porque este proyecto original es irrenunciable. La convicción de que hay una pertenencia a Dios y de que este Dios nos ama, nos libera y nos espera, es la raíz fundante de todo el resto y crea una adhesión amorosa e incondicional. Desde ahí, el amor al prójimo es la expresión y la verificación de ese amor. De ahí su inseparabilidad, según el sentir, vivir y pensar de Jesús. Con ese doble amor podremos alcanzar la meta a la que tiende todo nuestro ser como una irreprimible nostalgia de infinito, de búsqueda.
- Sabe bien este Jesús, maestro, sintetizar las cosas y ponerlas en su sitio para que no nos engañemos ni nos “perdamos” en el camino. ¡Cuántas veces habremos, acaso, intentado separar ambos amores y nos habremos quedado tan tranquilos! Pero, según Jesús, la originalidad cristiana se encuentra en esta síntesis, en esta doble realidad inseparable. ¡No hay más vueltas que dar, hermano/a! Un profundo y sereno examen de conciencia es lo que requiere, también HOY, esta página evangélica. ¡Adelante!..