domingo, 17 de marzo de 2013


DOMINGO, día 17 de Marzo

 


Isaías 43, 16-21

 “… Así dice el Señor, que abrió camino en el mar y senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, tropa con sus valientes: caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue… No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo…”

 

CLAVES para la LECTURA

 
- Los capítulos 40-55 del libro del profeta Isaías se atribuyen a un discípulo suyo al que se llama Segundo Isaías, que vivió la experiencia del destierro babilonense. Dirige la palabra consoladora de Dios a un pueblo sin esperanza, “sordo” y “ciego” (Is 43, 8).

 - El fragmento, que forma parte de un oráculo de salvación, comienza con un recuerdo glorioso del Éxodo. Como entonces Dios, para el que nada es imposible (Gn 18, 14), “abrió un camino en el mar” (v. 16), así también ahora, incluso con más fuerza, se hace presente en la vida de Israel. Su intervención es hasta tal punto portadora de novedad (v. 19) que hará pasar a segundo plano los prodigios del primer Éxodo. Todo el cosmos está comprometido en esta transformación, anticipo y presagio de la novedad verdaderamente absoluta que tendrá lugar con la restauración que se aproxima.

 - Pues bien, viene a decir el profeta, olvidaos de todo aquello porque de hecho lo olvidaréis cuando contemplen vuestros ojos lo que Yahvé está a punto de realizar. Aquella liberación no será sino la sombra de lo que va a llevar a cabo vuestro Dios con vosotros. Es, pues, necesario mirar hacia lo que está por venir. Es algo nuevo, algo que ya está germinando. ¿No lo veis? Si bien, no es en razón de los merecimientos del pueblo durante el período del destierro, sino por el amor gratuito del mismo Dios, y eso a pesar de las infidelidades de Israel.

 


CLAVES para la VIDA

 
- El profeta, con esa capacidad de “leer” el corazón de Dios como tiene, vislumbra algo grande, nuevo y hermoso que se acerca en el horizonte y ésta sí que será una liberación definitiva. Eso sí: recordar las gestas de Dios a través de la historia, especialmente en el Éxodo, le lleva a profundizar en su convicción de que Él siempre cumple sus promesas, que son de vida y de plenitud. Hasta la misma naturaleza se une para vivir la nueva situación que se acerca.

 - “… No penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo…” y es que la prueba del destierro, a causa de la infidelidad de Israel, llega a su fin y la vuelta a la patria es anuncio del acontecimiento que el profeta ya lo contempla. De ahí que no es posible quedarse anclados en el pasado, por muy glorioso que fuere; la mirada de Dios se dirige hacia el futuro, porque así es el corazón de Dios que “sueña” con algo nuevo y definitivo. Aquí se anuncia la presencia del Mesías, el libertador por excelencia.

 - Se nos siguen recordando los pilares de toda la espiritualidad veterotestamentaria: las promesas de Dios, siempre a favor de la humanidad; la fidelidad del Señor a la palabra dada; la realización de acciones liberadores, pero que anuncian y apuntan a algo definitivo y que se dará en Jesús de Nazaret… Por ahí sigue dirigiéndonos la Palabra de Dios, con vistas a afianzar la confianza en los corazones de los creyentes. También nosotros somos invitados a vivir estas dimensiones de la fe. Hermano/a, ¿cómo es nuestro caminar? ¿Mirando al pasado (anclados en él) o… abiertos a ese futuro que Dios nos propone?

 
Filipenses 3, 8-14

 
“… Hermanos: Todo lo estimo pérdida, comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo… Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús…”

 

 CLAVES para la LECTURA

 

- La perícopa nos ofrece el testimonio de un hombre tocado por la novedad de Dios. Pablo, que quizás como ningún otro podría jactarse de su pasado glorioso en el seno del judaísmo, cogido por Cristo, no duda en considerar basura lo que hasta ahora había sido para él motivo de prestigio.

 - Libre prisionero del amor de Cristo (v. 12), se presenta como un atleta que llega a la recta final de la meta en la carrera por la vida eterna (v. 14). Y ante los “espectadores” judaizantes, orgullosos de la justicia proveniente de la Ley, el apóstol traza magistralmente su biografía (vv. 4-14): el orgulloso fariseo de antaño (vv. 4-6) ha visto invertido paradójicamente su modo de entender ganancias y pérdidas (vv. 7s).

 - “Conquistado por Jesucristo”, creciendo en intimidad con “su” Señor (v. 8), ahora aspira exclusivamente a ganar (v. 8), conocer (v 10), conquistar (v. 12), con la intensidad inefable de quien encuentra descanso e impulso siempre renovado al pregustar un premio inestimable (vv. 8. 14).

 

CLAVES para la VIDA
 

- Una vez más aparece la figura de Pablo, con ese grafismo en su exposición. La antítesis “ganancia-pérdida” era muy conocida. De ahí que el apóstol toma ese lenguaje para describir su situación actual: aquí no hay privilegios que valgan (según mentalidad en el judaísmo), sino que en Cristo había que empezar desde cero, y vale tanto para el judío de siempre, como para el gentil recién llegado. Él, Pablo, no es más por su pasado intachable en el judaísmo, sino por la gracia del encuentro con el Señor Jesús que transforma TODO en él.

 - ¿Cuál es, pues, la nueva referencia? “La excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (v. 4); no es un conocimiento intelectual y especulativo, sino animado de un vitalismo eficiente, como la “sabiduría” de los antiguos libros sapienciales y que transforma la forma de ver, sentir y vivir la vida del apóstol. Por lo tanto, no es un conocimiento de escuela (Pablo sabía mucho de ello ya que estaba formado en las mejores escuelas de Jerusalén y del judaísmo), sino que afecta a las mismas entrañas de este testigo, haciendo que toda su vida quede iluminada desde la luz de este Señor Jesús, resucitado, y esto le lleva a considerar todo “basura” comparado con la nueva situación. Ésta es la “carrera” personal y a la que invita con todas sus fuerzas.

 - De nuevo es este apóstol el que me (nos) invita a vivir la NUEVA REALIDAD. Eso sí: desde la experiencia del encuentro (acaso, mejor, “encontronazo”) con este Señor Jesús. Aquí fundamenta su vida de apóstol; y ahora sí corre para alcanzar la meta que le ofrece tal Señor. Todo parece claro, sencillo y sugerente, también para nosotros, ante esta propuesta. Pero resulta que sólo desde el ENCUENTRO será posible vivir cuanto se plantea. Si no hay tal encuentro, si no se alimenta con mimo ese encuentro… todo será engañoso e inútil, incluso equivocado. Hermano/a, no lo perdamos de vista.

 

Evangelio: Juan 8, 1- 11

 
“... Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio... El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra... Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, hasta el último... Jesús se incorporó y le preguntó: Mujer, ¿ninguno te ha condenado? Ella contestó: Ninguno, Señor. Jesús dijo: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más...”

  

CLAVES para la LECTURA

 - Aunque de origen sinóptico -probablemente lucano-, el pasaje no desentona en el capítulo 8 del evangelio de Juan; incluso se impone como una roca en un lugar solitario. Es una especie de ejemplarización del tema de todo el capítulo: Cristo-luz (v. 12) ejecuta inevitablemente un juicio (v. 15) no según las apariencias, sino de acuerdo a la verdad más profunda del corazón de cada uno.

- La trama es sencillísima: al amanecer (v. 2), después de pasar la noche orando en el monte de los Olivos (7, 53 – 8, 1), escribas y fariseos someten al juicio del rabí a una mujer sorprendida públicamente en adulterio (8, 3-9a). ¿Con qué intención? Para tender una trampa a Jesús (v. 6), obligándole subrepticiamente (Jr 17, 13) a pronunciarse o contra la Ley de Moisés, que manda la lapidación en tales casos, o contra el derecho romano, que desde el año 30 d. C. ha privado al sanedrín del “jus gladii”, reservándose el poder de declarar las condenas a muerte.

 - Todo el fragmento converge en la pregunta: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores?... Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”. En el desierto creado por el pecado irrumpe la novedad: fluye un río de misericordia (Is 43, 19s) que purifica y sana a su alrededor (Ap 21, 5), haciendo nueva a toda criatura.

 

CLAVES para la VIDA

 
- En el relato evangélico se nos presenta, además de la mujer acusada, a un Jesús, el Justo, rodeado por sus perseguidores. Porque no olvidemos que ése es el objetivo que persiguen sus enemigos: tenderle una trampa. Jesús, pues, está cada vez más solo; sólo porque ha decidido llevar su misión hasta las últimas consecuencias, llegando donde nadie ha llegado y nadie más que el Padre le puede ayudar. Y es admirable que, precisamente en esa hora de mayor soledad, él manifieste la grandeza de su amor por los hermanos, por los más débiles. El pasaje de hoy es una muestra de ello.

 - La escena, de todas formas, es impresionante: los acusadores con todos los datos a su favor; las personas curiosas, la mujer acusada, que es culpable, y Jesús. El dilema es claro: si le condena, perderá popularidad; si la absuelve, va contra la ley. Pero Jesús ha proclamado que ha venido a perdonar y a salvar a los pecadores. Y aquí encontramos a la mujer pecadora bajo su mirada misericordiosa. Desde ahí va a ser renovada: “Anda y no peques más” (v. 11).

 - Impresionante la actitud y la postura de Jesús: no le importará que le condenen a él para salvar a la mujer, esto es, a la humanidad, merecedora del castigo. Aquí nos volvemos a encontrar con un Jesús profundamente convencido de su misión, que es la del Padre, y que no se doblega ante ninguna presión, aunque ello le suponga la condena (por parte de las autoridades) y la inevitable entrega hasta el final. Está cerca la Semana Santa.

 

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