DOMINGO, día 16 de Marzo
Génesis 12, 1-4a
“...
El Señor dijo a Abrahán: Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu
padre hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré,
haré famoso tu nombre, y será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan,
maldeciré a los que maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias
del mundo...”
CLAVES para
la LECTURA
- Al mandato de Dios (“Sal
de tu tierra...”) sigue una promesa de bendición sobreabundan-te: en dos
versículos aparece cinco veces, y tal repetición indica los tres ámbitos de la
acción de Dios en favor de Abrahán.
- El primero es la promesa de una posteridad
humanamente imposible (Gn 11, 30), acompa-ñada de un gran nombre impuesto por
Dios (como contraposición a Gn 11, 4). El segundo ámbito, manifestado en el v.
3a, amplía el horizonte a todos los que reconozcan y acojan la historia de
salvación que Dios inaugura a partir de Abrahán: se convertirán en hijos de la
promesa. Por el contrario, quien pretenda obstaculizarla, no logrará su intento
(Nm 22-24). En el v. 3b el horizonte se universaliza: el tercer ámbito de la
acción benéfica de Dios con Abrahán es la inclusión de todas las razas de la
tierra en la historia de salvación. En
Cristo, la promesa de Dios se ha dilatado a todas las gentes (Gal 3, 15-18)
hasta el cumplimiento escatológico.
- Al mandamiento de Dios
sigue la obediencia de Abrahán, dejando que Dios disponga de sí y de su
destino. Fiándose de él marchó como le había dicho el Señor. En esta marcha, no
sólo Israel, sino todos los “hijos de la promesa” reconocen el prototipo de las
sucesivas “salidas” que el Señor pedirá a los suyos: el Éxodo, la vuelta de
Babilonia, el seguimiento de los discípulos, el compromiso de vivir como
extranjeros y peregrinos en este mundo. La fe obediente de Abrahán quedará para
todos como paradigma de la respuesta a la propia vocación.
- Después de la alianza establecida con Noé, con la
que Dios juró fidelidad a lo creado (Gn 9), los hombres siguen inclinándose al
mal (Gn 11). Pero Dios continúa buscando la comunión con los hombres: a la
dispersión de Babel sigue la vocación de Abrahán, llamado significativamente a
romper todo vínculo social y de clan para poder seguir incondicional-mente los
caminos del Señor (Gn 12, 1).
CLAVES para la VIDA
- La vocación de Abrahán nos muestra la decisión
del mismo Dios de formar un pueblo según su corazón, con una visión monoteísta
y que atraiga las mismas bendiciones divinas para la humanidad. Y como no podía
ser de otra forma, en el inicio de este camino, un hombre bueno, abierto a
Dios, del que se fía hasta extremos increíbles; un hombre abierto al futuro y
no apegado al pasado. De ahí que Abrahán se convierte en el prototipo de creyente
para tantas personas a lo largo de los tiempos.
- Eso sí, esa vocación le lleva a Abrahán a
liberarse de todo tipo de vínculos y de ataduras, por muy sagradas que
parecieran. Solo así, poniendo su corazón y, como consecuencia, su vida al
servicio de los planes de Dios, se convertirá en bendición para la humanidad.
Aquí nace un nuevo pueblo, llamado a vivir en fidelidad de Alianza con Dios.
- “Contemplar” -desde dentro- a esta figura y
símbolo de la fe más atrevida, es una buena actitud para caminar en esta
Cuaresma. Así, podré descubrir la inmensidad del amor de este Dios “loco” por
la humanidad, y la respuesta significativa de personas como Abrahán. Y es que
la llamada de Dios, hoy, me alcanza a mí, llega a mi vida y me propone
planteamientos similares... ¿Cuál será mi actitud? ¿Y la tuya, hermano/a?
2 Timoteo 1, 8b-10
“...
Toma parte en los duros trabajos del Evangelio... Él nos salvó y nos llamó a
una vida santa no por nuestros méritos, sino porque antes de la creación, desde
tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo...”
CLAVES para la LECTURA
- Desde Roma Pablo, en la
cárcel como un delincuente vulgar (2, 9), envía a su querido discípulo Timoteo,
obispo de Éfeso, una desgarradora llamada con tono de último mensaje. A la
prisión, se añade el sufrimiento moral (1, 12), pero no debe ser motivo de
vergüenza o desaliento para el hijo espiritual (1, 8). Es, más bien, el momento
oportuno para reavivar el carisma recibido mediante la imposición de las manos
de los presbíteros y obtener el espíritu de fortaleza, amor y sabiduría que
permite afrontar victoriosamente la hora de la prueba (v. 6s). Es inevitable
que los discípulos de Cristo deban sufrir a causa de su fe (2, 3), pero no
están solos en la persecución: la gracia de Dios sostiene en el momento de dar
testimonio (v. 8b) y hace que incluso la debilidad humana concurra a la salvación
(2, 10-12a).
- En el breve v. 10 aparece
el núcleo del kerygma: la encarnación, la muerte y la resurrección del
Salvador. Él nos ha abierto un acceso a la luz, venciendo la muerte; siguiendo
sus huellas y las huellas de todos los santos que han seguido fielmente a
Jesús, también Timoteo (y, como él, cualquier cristiano) podrá afrontar con fe
y amor los sufrimientos por el Evangelio (v. 13).
- La nostalgia de la
separación (v. 4), la timidez humana (v. 7) de Timoteo, la “escandalosa”
situación en la que Pablo se encuentra, las reiteradas alusiones a la cárcel y
a la defección de los cristianos (v. 15), podrían arrojar una oscura sombra en
la vida del discípulo, por eso el apóstol -con un vocabulario que evoca la
luminosidad (v. 10)- alienta: Cristo sacó a la luz la vida inmortal.
CLAVES para la VIDA
- Inmenso testimonio y lleno de energía el de este
gran apóstol, que abandonado de todos y a las puertas ya del sacrificio supremo
de su vida, no desaprovecha -a pesar del cansancio- la oportunidad de anunciar
lo que él siente como lo primordial y esencial: “la promesa de vida que está en
Jesucristo” (v. 10). Es la profunda convicción de este testigo cualificado.
- Desde lo que él ha vivido y siente, invita a su
discípulo querido, a que “avive el fuego de la gracia” (v. 6) para que no se
acobarde ante las situaciones que le van a tocar vivir. “Toma parte en los
duros trabajos del Evangelio” (v. 8): toda una actitud a vivir, como el mismo
Pablo ha vivido, incluso en esta situación de prisión y de limitación. “Sé de quién me he fiado” será la
conclusión de este inmenso apóstol y luchador hasta el final.
- ¡Todo un cuadro y un espejo donde poderme mirar
el de este apóstol, grande donde los haya...! A lo largo de su vida, ha
entregado todo y ahora, en el momento cumbre, también. ¡Vaya lección...! Ante
esas actitudes de abandono, productos del cansancio y de la dificultad... ahí
está el apóstol “provocándome” a lo mejor, hasta la entrega final. ¡Casi
nada...! ¿Qué te sugiere a ti, hermano/a?
Evangelio: Mateo 17, 1-9
“...
Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan... Se transfiguró
delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol... Y se les aparecieron
Moisés y Elías conversando con él. Pedro dijo a Jesús: Señor, ¡qué hermoso es
estar aquí!... Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con
su sombra, y una voz desde la nube decía: Éste es mi Hijo el amado, mi
predilecto. Escuchadle...”
CLAVES para la LECTURA
- En el texto de Mateo, la
narración de la transfiguración comienza con una indicación cronológica -“Seis
días después”- que lo vincula con lo precedente, es decir, con la profesión de
fe de Pedro, con el primer anuncio claro por parte de Jesús de su pasión y con
la declaración de que para ser discípulos es necesario seguirle por el camino
de la cruz. “Seis días después” el Maestro lleva a tres de sus discípulos a una
montaña alta para concederles la experiencia anticipada de la gloria prometida
después de padecer.
- En aquella elevada soledad
Jesús les muestra su aspecto divino “cambiando de aspecto” (v. 2). Mateo
insiste particularmente en la luz y el fulgor que emanan de él, evocando la
figura del Hijo del hombre de Dn 10 y la narración de la manifestación de Yahvé
en la cumbre del Sinaí (Ex 34, 29-33). Las continuas alusiones a las teofanías
del Antiguo Testamento (Ex 19, 16; 24, 3; 1 Re 19, 11) indican que está pasando
algo extremadamente importante: en Jesús la antigua alianza va a transformarse
en “nueva y eterna alianza”. La aparición de Moisés y Elías testimonia que
Jesús es el cumplimiento de la Ley y los Profetas, el que guiará al pueblo a la
verdadera tierra prometida y lo restablecerá en la integridad de la fe en Dios.
- La intervención de Pedro
(v. 4) indica el contexto litúrgico de la fiesta de los Tabernáculos, la más
alegre y respladeciente de luces, que conmemoraba el tiempo del Éxodo, cuando
Dios bajaba en medio de su pueblo morando también él en una tienda, la tienda
del encuentro. La Nube de la Presencia (shekhînah), que ahora desciende y
envuelve a los presentes, actualiza y lleva a la plenitud la liturgia: como
declara la voz que se oye desde el cielo, Jesús es el profeta “más grande”
preanunciado por el mismo Moisés (Dt 18, 15), y lo es por ser el Hijo
predilecto de Dios.
- Ante esta manifestación
extraordinaria de gloria, un gran temor se apodera de los discípulos. Jesús los
reanima con su gesto y su palabra (v. 7) como el Hijo del hombre de la visión
de Daniel. Se vuelve más desconcertante e incomprensible a los discípulos lo
que Jesús, ya sólo, les dice: el Hijo del hombre -la figura gloriosa esperada
como conclusión de la historia- deberá afrontar la muerte y resucitar.
CLAVES para la VIDA
- Se nos vuelve a insistir: en el nacimiento de la
Nueva Alianza, hay también una experiencia y un testimonio directo y personal:
los tres amigos de Jesús han podido “contemplar” (“templar-con”) su vida desde
la nueva luz de Jesús. Si en el bautismo es el mismo Jesús quien era afirmado y
confirmado en su Misión, ahora son sus amigos quienes reciben ese don y regalo
y contemplan su gloria.
- Toda la historia del pueblo elegido es recogida,
como síntesis, en este relato: la “voz”, la “nube”, los “personajes” históricos
y... el “nuevo pueblo” representado por los tres amigos. Antes era Dios el
compañero de camino de ese pueblo; ahora, el Nuevo Pueblo tiene una presencia
(si cabe) más cercana y tangible: Jesús se hace compañero de camino para
siempre, aunque para ello tenga que experimentar el amargor de la entrega y de
la muerte (algo, por ahora, incomprensible para su “nuevo Pueblo”).
- Y aquí estamos nosotros, compartiendo con
aquellos testigos la experiencia de su presencia nueva y cercana para siempre. Porque
ésta es la conclusión a la que remite el pasaje evangélico: “escuchadlo” es la sugerencia,
propuesta y que aquí suena a “mandato”. ¿Quieres
escucharle, hermano/a? ¿Siempre...?
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