DOMINGO, día 24
Génesis 15,
1-12. 17-18
“... El
Señor le dijo: Yo soy el Señor que te sacó de Ur de los Caldeos, para darte en
posesión esta tierra. Él replicó: Señor Dios, ¿cómo sabré que voy a
poseerla?... Aquel día el Señor hizo una alianza con Abrahán en estos términos:
A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran
Río...”
CLAVES para la LECTURA
- Nos encontramos
ante un texto en el que confluyen tradiciones muy antiguas, que usan imágenes
arcaicas. Se narra la estipulación del pacto entre Dios y Abrahán, la alianza
que tendrá su continuación en Moisés y encontrará su formulación plena y
definitiva en Cristo.
- Abrahán aparece
presentado como un profeta al que Dios le comunica una palabra en visión. El
oráculo de salvación («No temas»)
contiene la seguridad de la protección divina («Yo soy
tu escudo») y una
promesa («Tu recompensa será muy grande»).
Abrahán, el portador de la promesa, vive en medio de una condición paradójica
que parece anular la promesa misma: no tiene hijos y ha sido muy probado en la
fe. Dios le responde prometiéndole un hijo y una descendencia numerosa. A
Abrahán se le pide, una vez más, que «salga» para «ver» el signo que Dios le
ofrece.
- El v. 6 constituye
el centro de todo este capítulo: Abrahán cree, pero no en algo, sino a alguien,
a Dios, el cual -como los sacerdotes delante de las víctimas sacrificiales que
se ofrecían- atestigua su «justicia».
A la promesa de la tierra le sigue un arcaico rito de juramento con el que
Yahvé se compromete totalmente en favor del hombre. Yahvé, en efecto -y sólo
él, pasando entre las víctimas- invoca sobre sí una automaldición (a saber:
padecer la misma suerte que los animales descuartizados) en el caso de que no
cumpla el juramento formulado. Cuando el sol estaba para ponerse, cayó sobre
Abrahán un «sueño pesado» (es el mismo
término empleado para indicar el sueño de Adán en el momento de la creación de
Eva). Se trata de un estado extraordinario, en el que se entra en contacto con
el misterio inexpresable de Dios.
- La presencia de
las aves rapaces, que intentan impedir que se «concluya» este misterioso pacto
entre Dios y el hombre, constituye también un motivo de turbación. «Un gran terror» se apoderó de Abrahán, pero precisamente en medio de esta profunda
turbación le proclama Dios su inmutable fidelidad.
CLAVES para la VIDA
-
Aunque sea con signos extraños para nosotros, lo que el autor sagrado nos
ofrece es la alianza que Dios pacta con Abrahán. Este hombre, que se ha fiado
de Dios pero que siente “miedo” ante la falta de descendencia y ante la promesa
de la posesión de la tierra, de nuevo se abre a Dios, cree en Él: es la gran
lección que el autor sagrado quiere ofrecernos y a la que nos invita.
- Y
es que la fidelidad, también en Abrahán, es costosa y difícil. Cuando todo
parece abocado a la esterilidad (“no tiene descendencia”), cuando
rondan las dudas y el temor (“temor intenso y
oscuro”), entonces seguir creyendo en las promesas de Dios... no
es fácil. Es entonces cuando resuena para este “Patriarca de la fe” la palabra
del mismo Dios “no temas, Abrahán…”. Y ahí
vuelve a surgir el GRAN creyente que anida en el corazón de aquel hombre, que
cree en esa descendencia que Dios le promete, como también en la promesa de la
tierra.
-
¡Hermosa y sugerente la figura de Abrahán, una vez más, para nosotros, para mí,
hoy y aquí...! ¡Cuántos trabajos sin frutos visibles...! Y cuando todas las
apariencias nos hablan de fracaso... mantenerse en la fidelidad... ¡cuánto
cuesta! Por eso es sugerente su figura y una gran invitación. ¡Buen ánimo y
coraje, hermano/a!
Filipenses 3,
17 – 4, 1
“... Seguid
mi ejemplo y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en mí. Porque,
como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay
muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la
perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas... Nosotros, por el
contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador...”
CLAVES para la LECTURA
- Pablo señala dos
caminos posibles a los cristianos de Filipos, que desean hacerse discípulos del
Crucificado: uno es aquel por el que caminan «los
enemigos de la cruz de Cristo» (3, 18). Son esos cuyo «paradero es la
perdición; su dios, el vientre; se enorgullecen de lo que debería avergonzarles
y sólo piensan en las cosas de la tierra» (v. 19) y están completamente absorbidos por los intereses
terrenos. Para ésos, «su paradero es la
perdición» (v. 19a). Resulta fácil entrever en esta categoría de
personas a un grupo de cristianos que, a pesar de haberlo recibido ya, se han
olvidado del bautismo y, sobre todo, se han perdido en una práctica de vida
contraria al Evangelio.
- El otro camino es
el recorrido e indicado por el mismo Pablo y por los que se han mantenido
fieles a la «regla de vida» que han aprendido. Pablo no siente pudor a la hora
de ponerse como «ejemplo» (v. 17) no tanto por
los dones naturales que ha recibido como por el don de la gracia que le
sorprendió en el camino de Damasco y le descompuso literalmente su vida,
dándole una nueva orientación: nueva según la novedad de Cristo muerto y
resucitado.
- Los fieles de
Filipos están invitados, por tanto, a realizar su elección libre y consciente
no sólo en virtud del ejemplo que tienen delante, sino también y sobre todo en
virtud de la esperanza que alimentan, a saber: «Tenemos
nuestra ciudadanía en los cielos, de donde esperamos como salvador a
Jesucristo, el Señor» (v. 20). Es tal el bien que espero (se
dibuja aquí la patria celestial, lugar de alegría indefectible y de comunión
amistosa) que acepto por él cualquier pena (ésa es la dura batalla que cada uno
está llamado a librar en los días de su vida terrena). Se advierte así la
dinámica del ya pero todavía no que caracteriza la experiencia de todo
creyente.
CLAVES para la VIDA
-
Al apóstol Pablo, en otras ocasiones, le hemos contemplado como ejemplo de los
que han sabido descubrir a Cristo en su vida y dejar por él otras
posibilidades. Hoy se vuelve a poner como ejemplo en cuanto ESTILO de VIDA. Y
es que Pablo ha sufrido una transformación total desde su encuentro con Jesús
en el camino de Damasco, hasta el punto de que este Jesús condiciona totalmente
su vida, su forma de pensar, sus planteamientos... ¡TODO!
- “Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo”
(v. 20): ésta es la razón por la que el seguidor de Jesús queda afectado en la
manera de vivir, en el estilo de conducta. No sólo en cuanto a los
comportamientos de tipo moral y costumbres, sino porque vive en actitud de
esperanza y vigilancia de cara al futuro: “aguardamos un
Salvador” (v. 20), y esto crea un hombre/mujer con mirada más
profunda, que va “más allá”, no dejándose anular por lo inmediato, por lo más
cercano.
-
Toda una invitación la que sigue ofreciendo el apóstol para los seguidores de
todos los tiempos; también para mí, sin duda alguna. Eso sí y me lo deja claro:
todo parte del “ENCUENTRO” con Jesús, sea en “Damasco” o... en el rincón que
fuere. Sólo desde ahí y desde una vivencia del mismo, será posible vivir con
esos criterios y estilo de vida, que difieren -en muchos casos- de los que
rigen en nuestro entorno y en nuestra cultura. Aquí me encuentro, pues, mirando
hacia ese Señor y deseando revivir ese encuentro transformante y decisivo.
Hermano/a: ¿existe en ti ese deseo profundo de ENCUENTRO? ¿lo “alimentas” y
dejas que vitalice toda tu existencia?
Evangelio:
Lucas 9, 28b-36
“... Jesús se llevó a Pedro, a Juan y a
Santiago... para orar. Y mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos
brillaban blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y
Elías, que aparecieron con gloria... Maestro, qué hermoso es estar aquí.
Haremos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías... Todavía
estaba hablando cuando llegó una nube que los cubrió... Una voz desde la nube
decía: Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle...”
CLAVES para la LECTURA
- Como en los otros
evangelios sinópticos, también en el de Lucas la trasfiguración está en
relación con los acontecimientos precedentes (vv. 18-27). Son los mismos
hechos, pero se relatan con una perspectiva particular que ayuda a profundizar
en su significado. Jesús sube al monte con los tres discípulos privilegiados “para orar” (v. 28). También los
acontecimientos precedentes estaban enmarcados en la oración de Jesús “aparte”
con los suyos. Después de orar, el Maestro había preguntado a los discípulos
para saber hasta qué punto habían comprendido su identidad y enseñarles lo
referente a ello. Ahora en la oración ofrece la confirmación extraordinaria a
su palabra: el coloquio orante con el Padre transfigura a Jesús y su aspecto es
“otro”. Su resplandor hace que lo reconozcamos como el Hijo del hombre
profetizado y esperado.
- Moisés y Elías, la Ley y los Profetas son los testimonios
de la veracidad del evento. Hablan con Jesús de su éxodo: como los dos
grandes reveladores de Dios, también Jesús está llamado a “salir”, a pasar
decididamente unos límites. Para él será el límite extremo, el de la vida
terrena. Un sopor se apodera de los discípulos, como sucederá en Getsemaní: el
hombre no puede soportar el peso de lo divino en sus manifestaciones, sean de
gloria o de sufrimiento.
- La nube que cubre
con su sombra a los presentes indica que Jesús es el cumplimiento de la historia
y los ritos de Israel: ahora es él la tienda del encuentro de Dios con el
hombre. La voz divina desde la nube lo proclama Hijo elegido: es el título del
Siervo de Yahvé en Is 42, 1, título atribuido al Hijo del hombre en la
apocalíptica judía contemporánea a Jesús. Así es como el Padre testimonia la
identidad y misión de Cristo, mandando que lo escuchemos. Cuando se desvanece
la visión, Jesús se queda solo con los suyos. De nuevo el camino de la fe, una
fe que nace de la escucha-obediencia (Rom 10, 17) y se lleva a la práctica en
la fidelidad del seguimiento.
CLAVES para la VIDA
-
Es necesario descubrir el “marco” en el que se producen este cambio y
transfiguración de Jesús: se había retirado
“para orar”
es la afirmación del evangelista. Jesús necesita ESTAR en comunión profunda con
el Padre y sus proyectos y es tal esa comunión... “que el
aspecto de su rostro cambió...”. Todo en Él se transforma al
estar con el Padre; es una comunión en plenitud, aunque ello suponga entrega e,
incluso, muerte sacrificial.
- “Es mi Hijo, el escogido, escuchadle” (v.
35): es la propuesta por parte del mismo Dios. Y es que Dios mismo se complace
en Jesús, en su actitud y en la plena disponibilidad que ofrece. De ahí que, de
ahora en adelante, la “tienda del Encuentro” de Dios con el hombre tiene un
nombre propio: JESÚS, el Hijo amado, al que merece la pena “escuchadle”. Ésta
es la propuesta de la
Transfiguración.
-
Mucho más allá de los datos “anecdóticos” del relato, la invitación que se me
realiza es a descubrir en Jesús al “Hijo amado y escogido”, a vivir
constantemente una actitud, la única válida: “escuchadle”.
Todo un camino a hacer; toda una actitud a vivir; todo un estilo a cultivar y
cuidar. ¡Feliz experiencia de Encuentro, hermano/a!