sábado, 25 de agosto de 2012


DOMINGO, día 26

Josué 24, 1-2a. 15-17. 18b “… Josué dijo a todo el pueblo: Si no os parece bien servir al Señor escoged a quién servir… Yo y mi casa serviremos al Señor. El pueblo respondió: ¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de Egipto, de la esclavitud…” 

 CLAVES para la LECTURA

 - El libro de Josué narra tres acontecimientos: el paso del Jordán y la conquista de la tierra prometida (capítulos 1-12); la distribución del territorio entre las tribus (capítulos 13-21); las acciones con las que concluye la vida de Josué, en particular su último discurso y la asamblea de Siquén (capítulos 22-24). El pueblo ya ha recibido ahora el don de «una tierra por la que vosotros no habíais sudado, unas ciudades que no edificasteis y en las que ahora vivís; coméis los frutos de las viñas y de los olivos que no habéis plantado» (Jos 24, 13): Dios se muestra fiel a la promesa que había guiado y sostenido los pasos de Abrahán, Isaac, Jacob... (Gn 12, 7; 26, 3; 28, 13...).
 - Josué se despide de Israel y pone al pueblo frente a la responsabilidad de sus propias decisiones. La decisión de adherirse o rechazar a Dios siempre tiene como fundamento la presencia eficaz del Señor. Del mismo modo que en las solemnes profesiones de fe de Dt 6, 21-24; 26, 5-9 y Neh 9, 7-25, también Josué propone a la fe de los presentes el recuerdo de las intervenciones de Dios a favor de su pueblo (vv. 2-13). Por consiguiente, «escoged hoy a quién queréis servir» (v. 15); también podéis rechazar lo que el Señor ha realizado por vosotros (volviendo a los dioses que eran adorados antes de la vocación de Abrahán o escogiendo las divinidades adoradas por los amorreos, a los que vosotros mismos habéis derrotado al conquistar la tierra); por mi parte, yo, con mi casa, escojo y os exhorto a que también vosotros escojáis aceptar la predilección de Dios, sirviéndole «con integridad y fidelidad» (v. 14). La asamblea de Israel escoge a Dios, renueva el acto de fe y concluye una alianza (vv. 16-28).
 - Josué, al proponer la renovación de la alianza, subraya el momento de la decisión: «hoy» (v. 15). La respuesta del pueblo y la estipulación de la alianza siguen la cadencia de la repetición del pronombre de primera persona plural «nosotros», «nuestro» (vv. 16-18. 21. 24. 27). Es interesante señalar que tanto la voz de Dios (Nm 14, 20-23) como el estudio exegético moderno afirman que quienes sancionaron la alianza en Siquén (v. 1) no eran los mismos que atravesaron realmente el desierto, sino que se trata de sus descendientes. Como en todo acto de fe, el que lo realiza hace presente y actualiza para sí la historia de la salvación.


 CLAVES para la VIDA

 - Dejando de lado la historicidad o no de este relato (como ocurre en otros muchos en los libros antiguos), aquí hay un hecho de honda significación en la historia de Israel y que afecta profundamente a su vida: Dios, aquél que ha liberado al pueblo de la promesa de la esclavitud de Egipto y que ha caminado con él a través del desierto, hasta entrar y establecerse en la tierra prometida, ése mismo será el Dios de Israel. Por eso, el pueblo confiesa las acciones liberadoras de Dios y se compromete con Él con una Alianza renovada.- Esta apuesta de Israel, como respuesta a la propuesta de uno de sus líderes más significativos como fue Josué, estará siempre amenazada por los olvidos y las deserciones de ese mismo pueblo y será un constante desafío a través de toda la historia. Fidelidad e infidelidad caminarán juntas. Si bien, las promesas y la fidelidad de Dios permanecerán en pie, a pesar de los pesares. El “es nuestro Dios” (v. 18) en tantos momentos será más un deseo que una realidad; pero Dios no desistirá en su empeño, e Israel volverá a encontrarse con su Dios.
 - Estos relatos me ofrecen algo fundamental y básico, y con validez, también hoy para mi vida: Dios es un inmenso DON para la humanidad, como lo fue para Israel y en su historia, y Él permanece fiel en su empeño de llevar a delante su proyecto de Vida. Esto mismo puedo afirmar en mi/nuestra historia, personal y comunitaria, y en medio de los avatares de hoy y de aquí. Así es Dios. A lo mejor, precisamente por esto es Dios: su fidelidad no tiene límite alguno. ¿Cómo lo sientes tú, hermano/a?

  Efesios 5, 21-32 

“... Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo... Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. En una palabra, que cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete al marido...”  

CLAVES para la LECTURA

 - Después de haber hablado de una manera difusa sobre la vida nueva de los bautizados (Ef 4, 17 – 5, 20) Pablo concentra ahora su propia atención sobre las relaciones en el interior de la familia (5, 21 – 6, 9). El v. 21 nos ofrece la clave de lectura de toda la sección: el cristiano, unido a Cristo por el bautismo, imprime el servicio y la obediencia a todas sus relaciones con los demás. - Nuestro pasaje considera la relación marido-mujer. Pablo desarrolla una doble comparación: como Cristo ama a la Iglesia, se entrega a sí mismo por ella y le dispensa todas las atenciones, así ha de hacer el marido con su mujer (v. 25); como la Iglesia responde al amor de Cristo con la obediencia y la sumisión, así la mujer respecto al marido (vv. 22-24). El amor de Cristo a la Iglesia ha de ser, por tanto, el modelo de la unión conyugal: éste es el gran misterio que anuncia el apóstol (v. 32).
 - Las alusiones bautismales (v. 26: consagración, purificación, palabra) motivan e iluminan las exhortaciones. En el bautismo ha mostrado Cristo su amor a la Iglesia haciéndola pura, espléndida, digna de ser su esposa. Nada puede ocultar su belleza o servir de pretexto para el repudio: él lo garantiza (vv. 26a. 27). La exhortación a amar a la esposa dirigida al marido está reforzada con el ejemplo del cuerpo (v. 28): la mujer es parte del cuerpo del hombre, dado que el vínculo matrimonial hace de dos una sola carne, así como la Iglesia forma parte del único cuerpo de Cristo. «Alimentar» y «cuidar» expresan las acciones propias del amor que tutela la vida (vv. 29-31). - La insistencia en la sumisión recomendada a la mujer (vv. 22. 24. 33) tiene que ser comprendida en el contexto de la sociedad patriarcal, en la que la supremacía masculina estaba fuera de discusión y la mujer era considerada propiedad del marido (Ex 20, 17b). Con la fuerte acentuación del paralelismo entre la relación marido-mujer y la relación Cristo-Iglesia, la concepción patriarcal de las relaciones conyugales asume tonos absolutamente nuevos: la sumisión al marido, a quien se exhorta repetidamente a que ame a su mujer, parece asumir el significado de una respuesta al amor ofrecido, más que, el de una pasiva sumisión a una autoridad reconocida como de derecho natural.

CLAVES para la VIDA

- Continúa la reflexión del apóstol, quien ofrece criterios nuevos e interesantes, pero que participa también de la mentalidad patriarcal de su tiempo. Desde ahí se entienden las polémicas surgidas en torno a este texto bíblico y, en concreto, en nuestra cultura. Por eso, es necesario destacar la clave de lectura de esta sección: “guardaos mutuamente respeto en atención a Cristo” (v. 21). Así, la reflexión del apóstol, recordando la voluntad originaria de Dios en los inicios, lo refuerza y lo ilumina desde Cristo Jesús. Es la nueva y definitiva clave.- “... Como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella...” (v. 25) es el nuevo punto de referencia a la hora de valorar la situación y las relaciones entre marido y mujer. Aquí el concepto patriarcal de la supremacía del hombre y la pasiva sumisión de la mujer, quedan en entredicho y son derribados. Es el AMOR el criterio de vida y acción, de servicio y de sumisión mutua. Así es como Cristo ha amado a la Iglesia, entregando absolutamente todo por ella. Desde aquí es necesario entender toda relación. - Todo lo que el apóstol propone es una consecuencia de la nueva situación que se produce desde Cristo y su don de salvación. Y la verdad es que el AMOR de Cristo a su Iglesia tiene poco de romántico y sí mucho de generosidad y entrega. Ésta es la propuesta que siento como válida desde el relato de esta carta a los Efesios. ¡Todo un examen de vida el que se nos sigue proponiendo!.. Porque es muy posible que el “lenguaje” no nos guste, pero quién sabe si las actitudes de fondo en mí, en nosotros, sean similares a las de la cultura del apóstol. El AMOR de Cristo es el CRITERIO para vivir nuestras relaciones mutuas. ¿De acuerdo, hermano/a? 


Evangelio: Juan 6, 60-69

“... Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen... Y dijo: Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede... Entonces Jesús les dijo a los Doce: ¿También vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes Palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios...” 

 CLAVES para la LECTURA

 - Tras la extensa revelación de Jesús sobre el pan de vida en la sinagoga de Cafarnaún, sus discípulos le comunican su malestar por las afirmaciones que resultan difíciles de aceptar desde el punto de vista humano. Frente al escándalo y la murmuración de los discípulos, Jesús precisa que no se debe creer en él sólo después de la visión de una subida de él al cielo, como en Elías y Henoc, porque eso significaría la no aceptación de su origen divino. Es algo que no tendría sentido, dado que él, el “Preexistente”, viene precisamente del cielo (Jn 3, 13-15).- La incredulidad de los discípulos con respecto a Jesús, sin embargo, se pone de manifiesto por el hecho de que “el Espíritu es quien da la vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida” (v. 63). Juan afirma que tan real como la carne de Jesús es la verdad eucarística. Ambas son un don con el mismo efecto: dar la vida al hombre. Con todo, muchos discípulos no quisieron creer y no dieron un paso adelante hacia una confianza en el Espíritu, con lo que no consiguieron liberarse de la esclavitud de la carne.
 - A Jesús no le coge por sorpresa esta actitud de abandono por parte de los que le siguen. Conoce a cada hombre y sus opciones secretas. Adherirse a su persona y a su mensaje en la fe es un don que nadie puede darse a sí mismo. Sólo el Padre lo da. El hombre, que tiene en sus manos su propio destino, es siempre libre de rechazar el don de Dios y la comunión de vida con Jesús. Sólo quien ha nacido y ha sido vivificado por el Espíritu, y no obra según la carne, comprende la revelación de Jesús y es introducido en la vida de Dios. A través de la fe es como el discípulo debe acoger al Espíritu y al mismo Jesús, pan eucarístico, sacramento que comunica el Espíritu y transforma la carne.

CLAVES para la VIDA 

- Toda esta reflexión-catequesis termina con una serie de reacciones ante la propuesta de Jesús. Para algunos es “duro”, imposible de admitir; no se sabe qué les escandaliza más, el que Jesús, -en definitiva, para ellos, un obrero del pueblo de al lado, aunque haya mostrado ser buen predicador y haga milagros-, afirme con decisión que él es el enviado de Dios y que hay que creer en él para tener vida; o bien que hay que “comer su carne y beber su sangre”, en clara alusión a la Eucaristía y que ellos no entienden. De hecho, constata el evangelista que “desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él” (v. 66).- Y es que aceptar a Jesús y admitirlo en la propia vida, con todo lo que comporta, no es fácil. Acoge, da vida y consuelo, pero su estilo también supone exigencia que -en más de una ocasión-, entrará en conflicto y contradicción con los gustos que llegan desde el entorno. Y es que adherirse a su persona y a sus propuestas es un DON que viene del mismo Padre, si bien, el hombre puede rechazar ese don y la comunión de vida con Jesús, o aceptarlo y ser vivificado por su Espíritu. - Aquí nos encontramos sus seguidores, invitados a creer en Él, a acogerle, a adherirnos a su visión de Dios, de la vida, de la historia y de los acontecimientos. Esto es “entrar en comunión” con Él, expresado en la Eucaristía y celebrado. ¿Cómo va mi CAMINO de seguimiento? ¿Qué pasos he dado y asumido en estos últimos tiempos, hermano/a?  

sábado, 18 de agosto de 2012

DOMINGO, día 19

 Proverbios 9, 1-6

 “… La sabiduría se ha construido su casa plantando siete columnas; ha preparado el banquete, mezclado el vino y puesto la mesa; ha despachado sus criados para que lo anuncien en los puntos que dominan la ciudad… Venid a comer mi pan y a beber el vino que he mezclado, dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia…”

CLAVES para la LECTURA

 - En el capítulo 9 del libro de los Proverbios aparecen, uno a continuación del otro, dos personajes femeninos. El primero es la Sabiduría (vv. 1-6); el segundo, la Necedad (vv. 13-18). La Sabiduría y la Necedad son dos maestras del arte de la vida que invitan a los hombres a su propia escuela. Todo el mundo debe escoger uno de los dos caminos: la vida o la muerte. - El pasaje que hemos leído hoy, deteniéndose en el primer personaje, activo y laborioso, nos presenta la casa de la Sabiduría, acogedora y austera a la vez, donde ha preparado un suculento banquete. La Sabiduría envía a sus criadas para que inviten a comensales, inexpertos y carentes de sabiduría, y participen en su rica mesa. Invitar a alguien a nuestra mesa significa compartir, con la invitación, el alimento y la amistad. - A buen seguro, la parábola está dotada de un significado sapiencial. Con la imagen del banquete, el maestro de sabiduría manifiesta la íntima relación de comunión que debe existir entre él y los invitados. No es difícil vislumbrar en el personaje de la Sabiduría la figura de Dios, que repite la enseñanza de la Ley y los profetas, aunque por medio de una modalidad más escolar y con representaciones intelectuales. Invita, a los comensales discípulos suyos, a los que ha convertido en su familia, a vivir en comunión con él y a saborear el sentido común en el pensar, y la prudencia en la acción. Esto vuelve la vida más serena y alegre, la arraiga en los verdaderos valores humanos y religiosos, fuente de sincero compartir entre los hombres (1, 20-33; 8, 1-21). CLAVES para la VIDA - El autor sagrado saca a relucir lo que lleva dentro y lo que ha mamado en la espiritualidad de su pueblo. Así, personifica a la Sabiduría, que posibilita a las criaturas la experiencia de la fiesta y del encuentro. Claro que detrás del nombre de la Sabiduría está el mismo Dios, que es quien conduce el caminar de cuantos se abren a el y le acogen en sus vidas. - Esa Sabiduría se ofrece, especialmente, a los más débiles, a los aparentemente inexpertos, a los que no cuentan. De ahí que para el Sabio, Dios se ofrece abiertamente y tiene su preferencia por los más pobres. Y es que el proyecto original es crear una FAMILIA, para vivir en comunión y así poder vivir desde la óptica desde la que el mismo Dios se plantea el sentido de la vida y de la existencia. La COMUNIÓN y la FIESTA (expresados en el símbolo del banquete preparado) son las “notas” de esa relación buscada y querida. - Es hermoso descubrir cómo el Sabio de Israel ha ido captando y entendiendo el proceder de Dios y de sus deseos más profundos. A través de expresiones primitivas, nos muestra que es la comunión y la relación profunda y estrecha lo que Dios proyecta para la humanidad. También para mí, hoy y aquí. Y desde ahí podré saborear el sentido profundo y auténtico de la vida y, efectivamente, seré “sabio” porque sabré vivir con sentido mi caminar. ¡Nada menos! ¿Es esta sabiduría la que ilumina hoy tu vida y camino, hermano/a? 

Efesios 5, 15-20 

“… Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos, aprovechando la ocasión, porque vienen días malos… Celebrad constantemente la Acción de Gracias a Dios Padre, por todo, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo…” 

CLAVES para la LECTURA -

«En otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor» (Ef 5, 8; Jn 3, 20ss; Col l, 12ss; 1 Tes 5, 4-8). Vivir como «hijos de la luz» significa producir los frutos de la luz (vv. 8-10); llevar a la luz a los que se encuentran en las tinieblas (vv. 11-14); buscar con sabiduría la voluntad de Dios vigilando nuestra propia conducta (vv. 15-17); dejarnos llenar del Espíritu Santo (vv. 18-20). 
- «Aprovechando el momento presente» (v. 16): la palabra griega empleada, kairós, tiene un valor más rico que nuestro término “tiempo”. Incluye también el contenido de este tiempo, la situación que crea y las posibilidades que ofrece. No se trata de una realidad anónima o indiferente, sino de un momento favorable, de un tiempo oportuno. El cristiano posee este tiempo decisivo. Como hombre del Espíritu, posee la capacidad de reconocer la presencia de Dios y de realizar su voluntad (Gal 6, 10), viendo la posibilidad de cumplir las exigencias del Espíritu. 
- «Tampoco os emborrachéis, pues el vino fomenta la lujuria. Al contrario, llenaos del Espíritu» (v. 18). La amonestación para que no se emborrachen con vino resulta verdaderamente sorprendente. Y además, si prosiguiera la serie de las exhortaciones particulares iniciada más arriba (Ef 4, 25), cabría esperar, contra el alcoholismo, una invitación a la templanza. Lo que Pablo le opone, sin embargo, es que se llenen del Espíritu (o que se «embriaguen del Espíritu», según algunas traducciones). - A continuación, habla de actividades que no es posible imaginar más que en el contexto de una comunidad litúrgica. El paso no se da de una manera explícita, pero si hemos de arriesgar una interpretación, nos viene a la mente pensar que -de vez en cuando- el hombre necesita ser aliviado de las preocupaciones de todos los días y vivir en «otro mundo». Ahora bien, ha de ser en un mundo en el que el Espíritu pueda aliviarle, dándole un pequeño anticipo de la vida en Dios, hacia la cual nos dirigimos. CLAVES para la VIDA - Sigue el apóstol ofreciendo su comprensión de la nueva situación en la que se encuentra el cristiano desde su incorporación a la vida en Cristo. Y es que este “tiempo” (= kairós) es propicio y adecuado para disfrutar de esta oportunidad. Pues resulta que Dios se ha hecho presente, de manera significativa, llevando a plenitud todas las antiguas promesas. Y esto lo ha realizado en Cristo Jesús. Por eso su seguidor puede vivir en plenitud esta nueva situación. - La consecuencia es evidente: “llenaos del Espíritu” (v. 18), hasta “emborracharse” de ese Espíritu de Cristo Jesús, que es el gran don, otorgado de forma plena. Aquí nace el hombre nuevo, que vive con criterios y al estilo del hombre espiritual por excelencia que es el mismo Cristo Jesús. De ahí que “creer” en él es estar lleno de lo que él mismo está: esa vida de Dios y con una absoluta disponibilidad ante sus planes. - ¡Todo un programa de vida el que me (nos) plantea, una vez más, en su exhortación el apóstol! Así ve él la vida y el seguimiento de ese Jesús, y es lo que desea para sus comunidades. Los principios doctrinales dejan paso a un estilo de vida y de comportamiento, animado por ese Espíritu del Resucitado. ¡Cuántas veces en nuestro caminar creyente hemos olvidado y tergiversado todo esto y nos hemos conformado con “cumplir”! ¡Aún hoy en día sigue siendo una cruda realidad en tantos creyentes! ¿Acaso… en nosotros mismos? O… ¿no, hermano/a?

 Evangelio: Juan 6, 51-58

 “... El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él...” 

CLAVES para la LECTURA

 - Este fragmento, que sirve de conclusión al “Discurso del pan de vida”, va unido a lo que el evangelista nos ha dicho antes. Sin embargo, el mensaje se vuelve aquí más profundo y se hace más sacrificial y eucarístico. Se trata de hacer sitio a la persona de Jesús en su dimensión eucarística. Él es el pan de vida, no sólo por lo que hace, sino especialmente en el sacramento de la Eucaristía, lugar de unión del creyente con Cristo. Jesús-Pan se identifica con su humanidad, la misma que será sacrificada en la cruz para la salvación de los hombres. Jesús es el pan -como Palabra de Dios y como víctima sacrificial- que se hace don por amor al hombre. La ulterior murmuración de los judíos: “¿Cómo puede éste darnos de comer su carne?” (v. 52), denuncia la mentalidad incrédula de los que no se dejan regenerar por el Espíritu y no tienen intención de adherirse a Jesús.
 - Éste insiste con vigor, exhortando a consumir el pan eucarístico para participar de su vida: “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros” (v. 53). Más aún, anuncia los frutos extraordinarios que recibirán los que participen en el banquete eucarístico: el que permanece en Cristo y toma parte en su misterio pascual permanece en él con una unión íntima y duradera. El discípulo de Jesús recibe como don la vida en Cristo, una vida que supera toda expectativa humana porque es resurrección e inmortalidad (vv. 39. 54. 58). - Ésta es la enseñanza profunda y autorizada de Jesús en Cafarnaún, cuyas características esenciales versan, más que sobre el sacramento en sí, sobre la revelación gradual de todo el misterio de la persona y de la vida de Jesús.CLAVES para la VIDA - Este final del “Discurso del Pan de Vida” en Cafarnaún, toma claramente un tono “eucarístico”, esto es, de comer y beber la carne y sangre de Jesús que va a entregar su vida para reconciliar al mundo: en la Eucaristía, se celebrará ese memorial de la cruz. Y el fruto del comer y del beber es el mismo que el de creer en Él: participar de su vida, “el que come de este pan vivirá para siempre” (v. 58). Es la culminación del discurso.
 - Pero, además, se nos ofrecen dos versículos que describen de modo admirable las consecuencias que la Eucaristía va a tener en nosotros, según el pensamiento de Cristo Jesús: “el que come mi carne y bebe mi sangre permanece (habita) en mí y yo en él” (v. 56): la intercomunicación entre el Resucitado y sus fieles en la Eucaristía. Y, además, añade una comparación impresionante: “el Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí” (v. 57). La unión de Cristo con su Padre es misteriosa, vital y profunda; pues así quiere que sea la de los que le reciben y le comen: “vivirá por mí”; más tarde hablará de los sarmientos que permanecen unidos a la vid.
 - Toda esta reflexión-catequesis lleva a proponernos una relación única, personal y vital con el Señor Jesús. La Eucaristía: un camino para expresar y vivir esta nueva relación. Ahí radica la VIDA del creyente y seguidor de este Maestro. ¡Cuán lejos están de esta propuesta esas celebraciones “enfermizas” de cumplimiento o algo parecido! ¿Cómo es mi relación con este Señor Jesús? ¿MARCA mi vida y la define?

 

martes, 14 de agosto de 2012


MIÉRCOLES, día 15:

LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

-Solemnidad-

 Apocalipsis 11, 19a; 12, 1-6a. 10ab

 “... Se abrieron las puertas del templo celeste de Dios y dentro de él se vio el Arca de la Alianza... Hubo rayos y truenos y un terremoto: una tormenta formidable. Después apareció una figura portentosa en el cielo: una mujer vestida del sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Estaba encinta, le llegó la hora, y gritaba entre los espasmos del parto... Apareció otro portento en el cielo... Dio a luz un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios... «Ya llega la victoria, el poder y el reino de nuestro Dios, y el mando de su Mesías».

 CLAVES para la LECTURA

 - El drama de la historia humana está representado aquí, como en otros lugares del Apocalipsis, con imágenes cósmicas. Esta historia -la de la lucha continua entre el bien el mal- lleva en sí misma la semilla de un niño, de una vida nueva, esto es, de la vida encarnada en Jesús y vivida para siempre junto a Dios. El arca de esta nueva alianza, que la perícopa de hoy conecta con la figura de una mujer encinta que está a punto de dar a luz, aparece en el cielo junto con los signos que describen la experiencia de lo divino: «En medio de relámpagos, de retumbar de truenos, de temblores de tierra y de fuerte granizada» (11, 19). - La mujer, cargada con el niño divino, anuncio y promesa de salvación, se encuentra de la parte de Dios. Tiene «la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza» (12, 1): estos signos nos permiten identificarla como figura de la nueva creación, del nuevo pueblo de Dios, la Iglesia. Frente a ella se encuentra al acecho «un enorme dragón de color rojo», que representa a los que contrastan con el anuncio del Evangelio, a todos los que dieron comienzo a las persecuciones de los primeros tiempos de la Iglesia. El tiempo de la persecución (los «mil doscientos sesenta días» son la duración de la persecución apocalíptica: 11, 3; Dn 7, 25) contemplará aún a la mujer-Iglesia viviendo en el desierto, donde, paradójicamente, encuentra refugio y alimento.

- El himno final anuncia la derrota definitiva del dragón («el diablo y Satanás»: 12, 9) por parte de Miguel y de sus ángeles: de ahora en adelante nadie podrá encontrar ya una culpa, «acusar» (2, 10) a los creyentes ante Dios.

 CLAVES para la VIDA

 - Como acostumbra el libro del Apocalipsis, con ese lenguaje tan “extraño” para nosotros, nos ofrece un mensaje claro: la “mujer” es el pueblo de Dios (Israel = Iglesia) y se encuentra con dolores de parto; esto es, grandeza y miseria, luces y sombras se dan en esa Iglesia naciente y en la situación de persecución en la que vive (como lo estaba siendo cuando el vidente escribe el texto sagrado). Pero tiene la presencia del “niño”, el Mesías, que es quien le libera del “dragón”, de las fuerzas del mal. De ahí la proclamación final: “... se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo...”.

 - Una vez más, se insiste en la existencia de la lucha entre las fuerzas del bien y del mal y que la victoria definitiva de esa situación sólo se produce con la presencia salvadora de Cristo Jesús. Y es que el proyecto de salvación de Dios ha llegado a su plenitud en la persona y en la obra de Jesús, el Mesías. En Él encuentra el Nuevo Pueblo -aún en situación complicada y de persecución- el motivo de esperanza en el triunfo definitivo, pleno y total.

 - De nuevo se nos vuelve a recordar (una y otra vez) lo esencial y fundamental de la nueva situación en la que vivimos: Dios ha llevado a plenitud su obra de salvación en Cristo Jesús. Ésta es la CLAVE definitiva para leer la historia. Y aquí me encuentro yo (nosotros). En esta fiesta de la Asunción de María se nos recuerda también que Ella, junto a Cristo Jesús, camina con este Nuevo Pueblo, participando en sus luchas y sufrimientos, en sus gozos y alegrías. ¡Disfruta, hermano/a, de esta nueva situación a la que somos invitados a participar!

 1 Corintios 15, 20-27a

 “... Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida... Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte... Y así Dios lo será todo para todos...”

 CLAVES para la LECTURA

 - El capítulo 15 de la primera carta a los Corintios pretende responder a algunas objeciones respecto a la resurrección planteadas tanto por ciertas actitudes de miembros de la comunidad como de procedencia exterior.

 - La primera afirmación de Pablo se basa en un dato de hecho: la resurrección de Jesús, cuyo anuncio forma parte del núcleo originario del anuncio cristiano (15, 3ss).

 - La segunda afirmación parte, a continuación, de un dato de fe: sin la resurrección, el credo cristiano perdería su sentido. Dejaría de ser un anuncio de salvación, porque el «último enemigo» (v. 26), la muerte, no sería vencido y con él seguiría en vida el miedo que nos ata y nos hace esclavos de nuestra historia y de nuestros modelos de comportamiento.

 - La dialéctica Adán-Cristo le sirve a Pablo para subrayar el modo de la resurrección, esto es, cómo la vida de la resurrección comporta un cambio real en la naturaleza de nuestro cuerpo: ya no es un cuerpo que lleva en sí la muerte, sino un cuerpo colmado de vida y capaz de darla (15, 20-21. 42ss), un cuerpo «espiritual» (vv. 44ss); ya no es un cuerpo a imagen «del hombre terreno», sino uno a imagen «del hombre de los cielos» (v. 49), una humanidad que se encuentra de parte de Dios.

 CLAVES para la VIDA

 - Y es que el hecho fundante de todo -según Pablo y la predicación apostólica- está en el hecho de la Resurrección de Jesús, que es lo que cambia todo y para siempre. El “pecado” y la “muerte” (para Pablo están en el mismo lote) han sido vencidos definitivamente en el hecho de la resurrección del Señor Jesús. Él como primicia; todos los cristianos participando con Él; Él, el “nuevo Adán”, arrastrará a sus seguidores a la resurrección. Es lo central.

 - Pero entre el hecho “primicial” de la resurrección de Cristo y el acontecimiento final de la resurrección de “los de Cristo” tiene que haber una historia hacia arriba, toda ella dominada por distintos avatares de una lucha entre Cristo y las “potencias”: “Pues Él tiene que reinar hasta que logre poner a sus enemigos bajo sus pies” (v. 27). Aquí participa plenamente también su seguidor en el empeño de asemejarse al hombre nuevo, al mismo Señor Jesús, y haciendo que la humanidad se encuentre con el Dios de la Vida.

 - También yo/nosotros participamos de este don inmenso que se nos ofrece desde la resurrección de Jesús. También yo/nosotros, revestidos de la fuerza del Señor resucitado, tomamos parte ¿activa? en esa tarea de hacer que la humanidad se encuentre con el Dios de la Vida, y que se nos anuncia y proclama en el acontecimiento de la resurrección. También yo/nosotros, codo a codo con el Señor resucitado y que camina hoy a nuestro lado, luchamos y nos empeñamos en una humanidad más acorde con el proyecto salvador de Dios, amante y enamorado de los hombres y mujeres de toda raza y condición. También yo/nosotros... ¿Es verdad, hermano/a? ¿Lo vivo así cada día y en las circunstancias concretas de mi caminar?

 Evangelio: Lucas 1, 39-56

 “... Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!... ¡Dichosa tú, que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá!.. Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava...”

 CLAVES para la LECTURA

 - El encuentro entre dos madres se convierte, en los relatos de la infancia del evangelio según Lucas, en un momento importante de conexión y de continuidad entre la historia de la salvación contada en el Antiguo Testamento y la nueva historia que está a punto de empezar con el nacimiento de Jesús; por eso, Isabel saluda en María a la madre «de su Señor» (v. 43) y la proclama bienaventurada por su fe, exultando junto con su propio hijo por impulso del Espíritu Santo (vv. 41-45). La presencia misteriosa del Espíritu nos muestra ya que ambas madres forman parte de un mismo plan de salvación, mediante el cual el designio de Dios sobre el mundo encuentra su cumplimiento no a través de las grandes gestas de la historia -aunque sí en su interior-, no a través de las grandes intuiciones de los filósofos o de los matemáticos griegos -aunque sí junto a ellos-, sino a través de la esperanza de dos mujeres de Israel, que reconocen en todo lo que les está pasando una obra que les supera. No por nada se convierte el cántico mariano en elenco de esta historia que está por detrás y frente a la historia de los manuales, exaltando a su Autor misterioso (v. 47).

- La «humildad de su sierva», a la que el Señor dirige su mirada (vv. 48-50), no se queda en una simple indicación exterior. Se trata de la humildad de quien está tan bajo que ve mejor la semilla que está a punto de nacer, de quien se pone en una posición de pura acogida (Lc 1, 38), de modo que consigue ver la profundidad de todo lo que está sucediendo y no se deja distraer por otros acontecimientos más ruidosos pero menos reales. En el fondo, se trata de la humildad de quien acoge en sí la verdad de la historia. Precisamente por eso, la humildad de María no le impide reconocerse incluso como destinataria privilegiada del amor de Dios y profetizar que la historia la recordará por esto (y con ello se inserta una vez más en el ejército de todos los orantes del Antiguo Testamento).

 - De esta perspectiva parte el recuerdo de las obras realizadas por el verdadero Señor de la historia (vv. 51-53). Y esta historia se cumple en la salvación llevada a quienes históricamente no tienen salvación -los humildes, los hambrientos- y en la dispersión de cuantos tienen una salvación confeccionada por ellos a su medida y, por eso, no pueden confiar en la obra de Otro (como los soberbios, los poderosos, los ricos...). Estos dos aspectos de la historia parecen combatirse recíprocamente: «Desplegó la fuerza de su brazo» (v. 51) es una expresión dotada de connotaciones militares (Sal 118, 16); sin embargo, la profecía de María descubre, en realidad, en la historia un único aspecto de salvación; a saber: la proximidad del Señor. Tanto más por el hecho de que este Señor demuestra ser fiel también a sus propias promesas (vv. 54ss) y, por consiguiente, digno asimismo de confianza. Para quien tiene ojos humildes, capaces de ver la humildad de la historia de la salvación, el Dios en quien se puede confiar permanece como confirmación de la bendición que él mismo ha dirigido a Israel y a su pueblo, de la promesa que el niño que da saltos en el seno de Isabel y el niño que está creciendo en el seno de María llevan con ellos.

 - El Magníficat, canto de los pobres, es una de las más bellas oraciones del Nuevo Testamento, con múltiples reminiscencias veterotestamentarias (1 Sm 2, 1-18; Sal 110, 9; 102, 17; 88, 11; 106, 9; Is 41, 8-9). Es significativo que el texto se ponga en labios de María, la criatura más digna de alabar a Dios, culmen de la esperanza del pueblo elegido. El cántico celebra en síntesis toda la historia de la salvación que, desde los orígenes de Abrahán hasta el cumplimiento en María (imagen de la Iglesia de todos los tiempos) siempre es guiada por Dios con su amor misericordioso, manifestado especialmente con los pobres y pequeños.

 - El cántico se divide en tres partes: María glorifica a Dios por las maravillas que ha hecho en su vida humilde, convirtiéndola en colaboradora de la salvación cumplida en Cristo su Hijo (vv. 46-49); exalta, además, la misericordia de Dios por sus criterios extraordinarios e impensables con que desbarata situaciones humanas, manifestada con seis verbos («Desplegó.., dispersó.., derribó.., ensalzó.., colmó.., auxilió...»), que reflejan el actuar poderoso y paternal de Dios con los últimos y menesterosos (vv. 50-53); finalmente recuerda el cumplimiento amoroso y fiel de las promesas de Dios hechas a los Padres y mantenidas en la historia de Israel (vv. 54-55). Dios siempre hace grandes cosas en la historia de los hombres, pero sólo se sirve de los que se hacen pequeños y procuran servirle con fidelidad en el ocultamiento y en el silencio de adoración en su corazón.

 CLAVES para la VIDA

 - El encuentro de estas dos madres y del Mesías con su Precursor constituyen la expresión de un único cántico de alabanza y acción de gracias a Dios por su presencia salvadora en medio de los hombres. Ahora nos toca a nosotros, siguiendo el ejemplo de María y de Isabel, abrirnos a la acción gozosa y fecunda del Espíritu y responder al don de Dios. María es el modelo de apertura de corazón a la acción del Espíritu. Ella con el don de la maternidad no se aisló en una autocomplacencia, sino que, cual verdadera “arca de la alianza”, que encierra en sí la fuente de la vida, se pone en marcha para servir a los demás en una caridad traducida en humilde servicio. ¡Inmensa lección para los creyentes de hoy, para nosotros!

- María en casa de Isabel, después de escuchar las alabanzas de su pariente, prorrumpe en un cántico de admiración, alegría y gratitud a Dios. Es el MAGNIFICAT. Canta agradecida lo que Dios ha hecho en Ella y, sobre todo, lo que ha hecho y sigue haciendo por Israel, con el que Ella se solidariza plenamente y es que... “dispersa a los soberbios, derriba del trono a los poderosos, enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”: magnífico resumen de la actitud de fe de Israel en la espera mesiánica, que contemplamos a través de la liturgia.

 - Este cántico del Magnificat puede ser la expresión hermosa que sale de nuestros labios y corazones para unirnos a la alabanza de la Madre, y con más razón en este día tan especial en el que volvemos a descubrir y comprobar que las maravillas de Dios no tienen límite alguno cuando se trata de realizar sus proyectos de vida y de amor. María lo ha entendido mejor que nadie. El evangelista Lucas, al poner en los labios de María este cántico, así nos lo quiere dar a entender. Rezamos con María.

 

lunes, 13 de agosto de 2012


MARTES, día 14:


Primera Lectura: Ezequiel 2, 8-3, 4
"Me dio a comer el volumen, y me supo en la boca dulce como la miel"

Así dice el Señor: Tú, hijo de Adán, oye lo que te digo: ¡No seas rebelde, como la casa rebelde! Abre la boca y come lo que te doy."
Vi entonces una mano extendida hacia mí, con un documento enrollado. Lo desenrolló ante mí: estaba escrito en el anverso y en el reverso; tenía escritas elegías, lamentos y ayes.
Y me dijo: Hijo de Adán, come lo que tienes ahí, cómete este volumen y vete a hablar a la casa de Israel." Abrí la boca y me dio a comer el volumen, diciéndome: Hijo de Adán, alimenta tu vientre y sacia tus entrañas con este volumen que te doy." Lo comí, y me supo en la boca dulce como la miel. Y me dijo: Hijo de Adán, anda, vete a la casa de Israel y diles mis palabras".

Evangelio: Mateo 18, 1-5. 10. 12-14
"Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños"
En aquel momento, se acercaron los discípulos de Jesús y le preguntaron: ¿Quien es el más importante en el reino de los cielos?
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí.
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial.
¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.
Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños".


  El P. Kolbe, misionero franciscano en Japón, se encontró en su tierra polaca con la llamada del Señor a vivir lo que había anunciado: La bienaventuranza de los pobres. Detenido por las fuerzas de ocupación e internado en el campo de concentración de Auschwitz, entregó su vidaa cambio de un padre de familia condenado a muerte, el 14 de agosto de 1941. Tuvo el valor de asemejarse a Jesucristo, incluso hasta la muerte.

En nuestro entorno no es difícil ver la marca en la frente de los que gimen afligidos por las injusticias. También llegan a nuestro templo para recordarnos que la Gloria del Señor está por encima de ellos. Siguiendo el pensamiento de Sábato de ayer, "se me encoge el alma al ver a la humanidad en este vertiginoso tren en que nos desplazamos, ignorantes atemorizados sin conocer la bandera de esta lucha, sin haberla elegido... Una de las metas de esta carrera parece ser la productividad, pero ¿acaso son estos productos verdaderos frutos? Estamos en camino pero no caminando, estamos encima de un vehículo sobre el que nos movemos sin parar... Ya nada anda a paso de hombre... y quizás, la aceleración haya llegado al corazón que ya late en clave de urgencia para que todo pase rápido y no permanezca. Este común destino es la gran oportunidad, pero ¿quién se atreve a saltar afuera?".
Creyentes, como Maximiliano, dan el salto. Sigue hablando Sábado: "Uno se anima a llegar al dolor del otro y la vida se convierte en un absoluto. La más de las veces, los hombres no nos acercamos, siquiera, al umbral de lo que está pasando en el mundo, de lo que nos está pasando a todos, y entonces perdemos la oportunidad de habernos jugado, de llegar a morir en paz, domesticados en la obediencia a una sociedad que no respeta la dignidad del hombre... Pero las heridas de los hombres nos reclaman".

El P. Kobe muere de hambre de pan, pero saciado en la generosidad. Supo en su aislamiento de silencio y de grito, de oración. Quizá, "tampoco sabemos ya rezar porque hemos perdido el silencio y también el grito".


sábado, 4 de agosto de 2012


DOMINGO, día 5:



Ex 16,2-4.12-15: Yo haré llover pan del cielo.

En aquellos días, la comunidad de los israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo:
- «¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta comunidad.»
El Señor dijo a Moisés:
- «Yo haré llover pan del. cielo: que el pueblo salga a recoger la ración de cada día; lo pondré a prueba a ver si guarda mi ley o no. He oído las murmuraciones de los israelitas. Diles: "Hacia el crepúsculo comeréis carne, por la mañana os saciaréis de pan; para que sepáis que yo soy el Señor, vuestro Dios."»
Por la tarde, una banda de codornices cubrió todo el campamento; por la mañana, había una capa de rocío alrededor del campamento. Cuando se evaporó la capa de rocío, apareció en la superficie del desierto un polvo fino, parecido a la escarcha. Al verlo, los israelitas se dijeron:
- «¿Qué es esto?»
Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo:
- «Es el pan que el Señor os da de comer.»




Ef 4,17.20-24: Vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios.

Hermanos: Esto es lo que digo y aseguro en el Señor: que no andéis ya como los gentiles, que andan en la vaciedad de sus criterios. Vosotros, en cambio, no es así como habéis aprendido a Cristo, si es que es él a quien habéis oído y en él fuisteis adoctrinados, tal como es la verdad en Cristo Jesús; es decir, a abandonar el anterior modo de vivir, el hombre vicio corrompido por deseos seductores, a renovaros en la mente y en el espíritu y a vestiros de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.



Jn 6,24-35: El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed.

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús., Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
- «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»
Jesús les contestó:
- «Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.»
Ellos le preguntaron:
- «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?»
Respondió Jesús:
- «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.»
Le replicaron:
- «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo."»
Jesús les replicó:
- «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.»
Entonces le dijeron:
- «Señor, danos siempre de este pan.»
Jesús les contestó:
- «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»