DOMINGO, día 26
Josué 24, 1-2a. 15-17. 18b “… Josué dijo a todo el pueblo: Si no os parece bien servir al Señor escoged a quién servir… Yo y mi casa serviremos al Señor. El pueblo respondió: ¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de Egipto, de la esclavitud…”
CLAVES para la LECTURA
- El libro de Josué narra tres acontecimientos: el paso del Jordán y la conquista de la tierra prometida (capítulos 1-12); la distribución del territorio entre las tribus (capítulos 13-21); las acciones con las que concluye la vida de Josué, en particular su último discurso y la asamblea de Siquén (capítulos 22-24). El pueblo ya ha recibido ahora el don de «una tierra por la que vosotros no habíais sudado, unas ciudades que no edificasteis y en las que ahora vivís; coméis los frutos de las viñas y de los olivos que no habéis plantado» (Jos 24, 13): Dios se muestra fiel a la promesa que había guiado y sostenido los pasos de Abrahán, Isaac, Jacob... (Gn 12, 7; 26, 3; 28, 13...).
CLAVES para la VIDA
- Dejando de lado la historicidad o no de este relato (como ocurre en otros muchos en los libros antiguos), aquí hay un hecho de honda significación en la historia de Israel y que afecta profundamente a su vida: Dios, aquél que ha liberado al pueblo de la promesa de la esclavitud de Egipto y que ha caminado con él a través del desierto, hasta entrar y establecerse en la tierra prometida, ése mismo será el Dios de Israel. Por eso, el pueblo confiesa las acciones liberadoras de Dios y se compromete con Él con una Alianza renovada.- Esta apuesta de Israel, como respuesta a la propuesta de uno de sus líderes más significativos como fue Josué, estará siempre amenazada por los olvidos y las deserciones de ese mismo pueblo y será un constante desafío a través de toda la historia. Fidelidad e infidelidad caminarán juntas. Si bien, las promesas y la fidelidad de Dios permanecerán en pie, a pesar de los pesares. El “es nuestro Dios” (v. 18) en tantos momentos será más un deseo que una realidad; pero Dios no desistirá en su empeño, e Israel volverá a encontrarse con su Dios.
Efesios 5, 21-32
“... Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo... Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. En una palabra, que cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete al marido...”
CLAVES para la LECTURA
- Después de haber hablado de una manera difusa sobre la vida nueva de los bautizados (Ef 4, 17 – 5, 20) Pablo concentra ahora su propia atención sobre las relaciones en el interior de la familia (5, 21 – 6, 9). El v. 21 nos ofrece la clave de lectura de toda la sección: el cristiano, unido a Cristo por el bautismo, imprime el servicio y la obediencia a todas sus relaciones con los demás. - Nuestro pasaje considera la relación marido-mujer. Pablo desarrolla una doble comparación: como Cristo ama a la Iglesia, se entrega a sí mismo por ella y le dispensa todas las atenciones, así ha de hacer el marido con su mujer (v. 25); como la Iglesia responde al amor de Cristo con la obediencia y la sumisión, así la mujer respecto al marido (vv. 22-24). El amor de Cristo a la Iglesia ha de ser, por tanto, el modelo de la unión conyugal: éste es el gran misterio que anuncia el apóstol (v. 32).
CLAVES para la VIDA
- Continúa la reflexión del apóstol, quien ofrece criterios nuevos e interesantes, pero que participa también de la mentalidad patriarcal de su tiempo. Desde ahí se entienden las polémicas surgidas en torno a este texto bíblico y, en concreto, en nuestra cultura. Por eso, es necesario destacar la clave de lectura de esta sección: “guardaos mutuamente respeto en atención a Cristo” (v. 21). Así, la reflexión del apóstol, recordando la voluntad originaria de Dios en los inicios, lo refuerza y lo ilumina desde Cristo Jesús. Es la nueva y definitiva clave.- “... Como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella...” (v. 25) es el nuevo punto de referencia a la hora de valorar la situación y las relaciones entre marido y mujer. Aquí el concepto patriarcal de la supremacía del hombre y la pasiva sumisión de la mujer, quedan en entredicho y son derribados. Es el AMOR el criterio de vida y acción, de servicio y de sumisión mutua. Así es como Cristo ha amado a la Iglesia, entregando absolutamente todo por ella. Desde aquí es necesario entender toda relación. - Todo lo que el apóstol propone es una consecuencia de la nueva situación que se produce desde Cristo y su don de salvación. Y la verdad es que el AMOR de Cristo a su Iglesia tiene poco de romántico y sí mucho de generosidad y entrega. Ésta es la propuesta que siento como válida desde el relato de esta carta a los Efesios. ¡Todo un examen de vida el que se nos sigue proponiendo!.. Porque es muy posible que el “lenguaje” no nos guste, pero quién sabe si las actitudes de fondo en mí, en nosotros, sean similares a las de la cultura del apóstol. El AMOR de Cristo es el CRITERIO para vivir nuestras relaciones mutuas. ¿De acuerdo, hermano/a?
Evangelio: Juan 6, 60-69
“... Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen... Y dijo: Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede... Entonces Jesús les dijo a los Doce: ¿También vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes Palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios...”
CLAVES para la LECTURA
- Tras la extensa revelación de Jesús sobre el pan de vida en la sinagoga de Cafarnaún, sus discípulos le comunican su malestar por las afirmaciones que resultan difíciles de aceptar desde el punto de vista humano. Frente al escándalo y la murmuración de los discípulos, Jesús precisa que no se debe creer en él sólo después de la visión de una subida de él al cielo, como en Elías y Henoc, porque eso significaría la no aceptación de su origen divino. Es algo que no tendría sentido, dado que él, el “Preexistente”, viene precisamente del cielo (Jn 3, 13-15).- La incredulidad de los discípulos con respecto a Jesús, sin embargo, se pone de manifiesto por el hecho de que “el Espíritu es quien da la vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida” (v. 63). Juan afirma que tan real como la carne de Jesús es la verdad eucarística. Ambas son un don con el mismo efecto: dar la vida al hombre. Con todo, muchos discípulos no quisieron creer y no dieron un paso adelante hacia una confianza en el Espíritu, con lo que no consiguieron liberarse de la esclavitud de la carne.
CLAVES para la VIDA
- Toda esta reflexión-catequesis termina con una serie de reacciones ante la propuesta de Jesús. Para algunos es “duro”, imposible de admitir; no se sabe qué les escandaliza más, el que Jesús, -en definitiva, para ellos, un obrero del pueblo de al lado, aunque haya mostrado ser buen predicador y haga milagros-, afirme con decisión que él es el enviado de Dios y que hay que creer en él para tener vida; o bien que hay que “comer su carne y beber su sangre”, en clara alusión a la Eucaristía y que ellos no entienden. De hecho, constata el evangelista que “desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él” (v. 66).- Y es que aceptar a Jesús y admitirlo en la propia vida, con todo lo que comporta, no es fácil. Acoge, da vida y consuelo, pero su estilo también supone exigencia que -en más de una ocasión-, entrará en conflicto y contradicción con los gustos que llegan desde el entorno. Y es que adherirse a su persona y a sus propuestas es un DON que viene del mismo Padre, si bien, el hombre puede rechazar ese don y la comunión de vida con Jesús, o aceptarlo y ser vivificado por su Espíritu. - Aquí nos encontramos sus seguidores, invitados a creer en Él, a acogerle, a adherirnos a su visión de Dios, de la vida, de la historia y de los acontecimientos. Esto es “entrar en comunión” con Él, expresado en la Eucaristía y celebrado. ¿Cómo va mi CAMINO de seguimiento? ¿Qué pasos he dado y asumido en estos últimos tiempos, hermano/a?
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