sábado, 25 de agosto de 2012


DOMINGO, día 26

Josué 24, 1-2a. 15-17. 18b “… Josué dijo a todo el pueblo: Si no os parece bien servir al Señor escoged a quién servir… Yo y mi casa serviremos al Señor. El pueblo respondió: ¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de Egipto, de la esclavitud…” 

 CLAVES para la LECTURA

 - El libro de Josué narra tres acontecimientos: el paso del Jordán y la conquista de la tierra prometida (capítulos 1-12); la distribución del territorio entre las tribus (capítulos 13-21); las acciones con las que concluye la vida de Josué, en particular su último discurso y la asamblea de Siquén (capítulos 22-24). El pueblo ya ha recibido ahora el don de «una tierra por la que vosotros no habíais sudado, unas ciudades que no edificasteis y en las que ahora vivís; coméis los frutos de las viñas y de los olivos que no habéis plantado» (Jos 24, 13): Dios se muestra fiel a la promesa que había guiado y sostenido los pasos de Abrahán, Isaac, Jacob... (Gn 12, 7; 26, 3; 28, 13...).
 - Josué se despide de Israel y pone al pueblo frente a la responsabilidad de sus propias decisiones. La decisión de adherirse o rechazar a Dios siempre tiene como fundamento la presencia eficaz del Señor. Del mismo modo que en las solemnes profesiones de fe de Dt 6, 21-24; 26, 5-9 y Neh 9, 7-25, también Josué propone a la fe de los presentes el recuerdo de las intervenciones de Dios a favor de su pueblo (vv. 2-13). Por consiguiente, «escoged hoy a quién queréis servir» (v. 15); también podéis rechazar lo que el Señor ha realizado por vosotros (volviendo a los dioses que eran adorados antes de la vocación de Abrahán o escogiendo las divinidades adoradas por los amorreos, a los que vosotros mismos habéis derrotado al conquistar la tierra); por mi parte, yo, con mi casa, escojo y os exhorto a que también vosotros escojáis aceptar la predilección de Dios, sirviéndole «con integridad y fidelidad» (v. 14). La asamblea de Israel escoge a Dios, renueva el acto de fe y concluye una alianza (vv. 16-28).
 - Josué, al proponer la renovación de la alianza, subraya el momento de la decisión: «hoy» (v. 15). La respuesta del pueblo y la estipulación de la alianza siguen la cadencia de la repetición del pronombre de primera persona plural «nosotros», «nuestro» (vv. 16-18. 21. 24. 27). Es interesante señalar que tanto la voz de Dios (Nm 14, 20-23) como el estudio exegético moderno afirman que quienes sancionaron la alianza en Siquén (v. 1) no eran los mismos que atravesaron realmente el desierto, sino que se trata de sus descendientes. Como en todo acto de fe, el que lo realiza hace presente y actualiza para sí la historia de la salvación.


 CLAVES para la VIDA

 - Dejando de lado la historicidad o no de este relato (como ocurre en otros muchos en los libros antiguos), aquí hay un hecho de honda significación en la historia de Israel y que afecta profundamente a su vida: Dios, aquél que ha liberado al pueblo de la promesa de la esclavitud de Egipto y que ha caminado con él a través del desierto, hasta entrar y establecerse en la tierra prometida, ése mismo será el Dios de Israel. Por eso, el pueblo confiesa las acciones liberadoras de Dios y se compromete con Él con una Alianza renovada.- Esta apuesta de Israel, como respuesta a la propuesta de uno de sus líderes más significativos como fue Josué, estará siempre amenazada por los olvidos y las deserciones de ese mismo pueblo y será un constante desafío a través de toda la historia. Fidelidad e infidelidad caminarán juntas. Si bien, las promesas y la fidelidad de Dios permanecerán en pie, a pesar de los pesares. El “es nuestro Dios” (v. 18) en tantos momentos será más un deseo que una realidad; pero Dios no desistirá en su empeño, e Israel volverá a encontrarse con su Dios.
 - Estos relatos me ofrecen algo fundamental y básico, y con validez, también hoy para mi vida: Dios es un inmenso DON para la humanidad, como lo fue para Israel y en su historia, y Él permanece fiel en su empeño de llevar a delante su proyecto de Vida. Esto mismo puedo afirmar en mi/nuestra historia, personal y comunitaria, y en medio de los avatares de hoy y de aquí. Así es Dios. A lo mejor, precisamente por esto es Dios: su fidelidad no tiene límite alguno. ¿Cómo lo sientes tú, hermano/a?

  Efesios 5, 21-32 

“... Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo... Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. En una palabra, que cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete al marido...”  

CLAVES para la LECTURA

 - Después de haber hablado de una manera difusa sobre la vida nueva de los bautizados (Ef 4, 17 – 5, 20) Pablo concentra ahora su propia atención sobre las relaciones en el interior de la familia (5, 21 – 6, 9). El v. 21 nos ofrece la clave de lectura de toda la sección: el cristiano, unido a Cristo por el bautismo, imprime el servicio y la obediencia a todas sus relaciones con los demás. - Nuestro pasaje considera la relación marido-mujer. Pablo desarrolla una doble comparación: como Cristo ama a la Iglesia, se entrega a sí mismo por ella y le dispensa todas las atenciones, así ha de hacer el marido con su mujer (v. 25); como la Iglesia responde al amor de Cristo con la obediencia y la sumisión, así la mujer respecto al marido (vv. 22-24). El amor de Cristo a la Iglesia ha de ser, por tanto, el modelo de la unión conyugal: éste es el gran misterio que anuncia el apóstol (v. 32).
 - Las alusiones bautismales (v. 26: consagración, purificación, palabra) motivan e iluminan las exhortaciones. En el bautismo ha mostrado Cristo su amor a la Iglesia haciéndola pura, espléndida, digna de ser su esposa. Nada puede ocultar su belleza o servir de pretexto para el repudio: él lo garantiza (vv. 26a. 27). La exhortación a amar a la esposa dirigida al marido está reforzada con el ejemplo del cuerpo (v. 28): la mujer es parte del cuerpo del hombre, dado que el vínculo matrimonial hace de dos una sola carne, así como la Iglesia forma parte del único cuerpo de Cristo. «Alimentar» y «cuidar» expresan las acciones propias del amor que tutela la vida (vv. 29-31). - La insistencia en la sumisión recomendada a la mujer (vv. 22. 24. 33) tiene que ser comprendida en el contexto de la sociedad patriarcal, en la que la supremacía masculina estaba fuera de discusión y la mujer era considerada propiedad del marido (Ex 20, 17b). Con la fuerte acentuación del paralelismo entre la relación marido-mujer y la relación Cristo-Iglesia, la concepción patriarcal de las relaciones conyugales asume tonos absolutamente nuevos: la sumisión al marido, a quien se exhorta repetidamente a que ame a su mujer, parece asumir el significado de una respuesta al amor ofrecido, más que, el de una pasiva sumisión a una autoridad reconocida como de derecho natural.

CLAVES para la VIDA

- Continúa la reflexión del apóstol, quien ofrece criterios nuevos e interesantes, pero que participa también de la mentalidad patriarcal de su tiempo. Desde ahí se entienden las polémicas surgidas en torno a este texto bíblico y, en concreto, en nuestra cultura. Por eso, es necesario destacar la clave de lectura de esta sección: “guardaos mutuamente respeto en atención a Cristo” (v. 21). Así, la reflexión del apóstol, recordando la voluntad originaria de Dios en los inicios, lo refuerza y lo ilumina desde Cristo Jesús. Es la nueva y definitiva clave.- “... Como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella...” (v. 25) es el nuevo punto de referencia a la hora de valorar la situación y las relaciones entre marido y mujer. Aquí el concepto patriarcal de la supremacía del hombre y la pasiva sumisión de la mujer, quedan en entredicho y son derribados. Es el AMOR el criterio de vida y acción, de servicio y de sumisión mutua. Así es como Cristo ha amado a la Iglesia, entregando absolutamente todo por ella. Desde aquí es necesario entender toda relación. - Todo lo que el apóstol propone es una consecuencia de la nueva situación que se produce desde Cristo y su don de salvación. Y la verdad es que el AMOR de Cristo a su Iglesia tiene poco de romántico y sí mucho de generosidad y entrega. Ésta es la propuesta que siento como válida desde el relato de esta carta a los Efesios. ¡Todo un examen de vida el que se nos sigue proponiendo!.. Porque es muy posible que el “lenguaje” no nos guste, pero quién sabe si las actitudes de fondo en mí, en nosotros, sean similares a las de la cultura del apóstol. El AMOR de Cristo es el CRITERIO para vivir nuestras relaciones mutuas. ¿De acuerdo, hermano/a? 


Evangelio: Juan 6, 60-69

“... Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen... Y dijo: Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede... Entonces Jesús les dijo a los Doce: ¿También vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes Palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios...” 

 CLAVES para la LECTURA

 - Tras la extensa revelación de Jesús sobre el pan de vida en la sinagoga de Cafarnaún, sus discípulos le comunican su malestar por las afirmaciones que resultan difíciles de aceptar desde el punto de vista humano. Frente al escándalo y la murmuración de los discípulos, Jesús precisa que no se debe creer en él sólo después de la visión de una subida de él al cielo, como en Elías y Henoc, porque eso significaría la no aceptación de su origen divino. Es algo que no tendría sentido, dado que él, el “Preexistente”, viene precisamente del cielo (Jn 3, 13-15).- La incredulidad de los discípulos con respecto a Jesús, sin embargo, se pone de manifiesto por el hecho de que “el Espíritu es quien da la vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida” (v. 63). Juan afirma que tan real como la carne de Jesús es la verdad eucarística. Ambas son un don con el mismo efecto: dar la vida al hombre. Con todo, muchos discípulos no quisieron creer y no dieron un paso adelante hacia una confianza en el Espíritu, con lo que no consiguieron liberarse de la esclavitud de la carne.
 - A Jesús no le coge por sorpresa esta actitud de abandono por parte de los que le siguen. Conoce a cada hombre y sus opciones secretas. Adherirse a su persona y a su mensaje en la fe es un don que nadie puede darse a sí mismo. Sólo el Padre lo da. El hombre, que tiene en sus manos su propio destino, es siempre libre de rechazar el don de Dios y la comunión de vida con Jesús. Sólo quien ha nacido y ha sido vivificado por el Espíritu, y no obra según la carne, comprende la revelación de Jesús y es introducido en la vida de Dios. A través de la fe es como el discípulo debe acoger al Espíritu y al mismo Jesús, pan eucarístico, sacramento que comunica el Espíritu y transforma la carne.

CLAVES para la VIDA 

- Toda esta reflexión-catequesis termina con una serie de reacciones ante la propuesta de Jesús. Para algunos es “duro”, imposible de admitir; no se sabe qué les escandaliza más, el que Jesús, -en definitiva, para ellos, un obrero del pueblo de al lado, aunque haya mostrado ser buen predicador y haga milagros-, afirme con decisión que él es el enviado de Dios y que hay que creer en él para tener vida; o bien que hay que “comer su carne y beber su sangre”, en clara alusión a la Eucaristía y que ellos no entienden. De hecho, constata el evangelista que “desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él” (v. 66).- Y es que aceptar a Jesús y admitirlo en la propia vida, con todo lo que comporta, no es fácil. Acoge, da vida y consuelo, pero su estilo también supone exigencia que -en más de una ocasión-, entrará en conflicto y contradicción con los gustos que llegan desde el entorno. Y es que adherirse a su persona y a sus propuestas es un DON que viene del mismo Padre, si bien, el hombre puede rechazar ese don y la comunión de vida con Jesús, o aceptarlo y ser vivificado por su Espíritu. - Aquí nos encontramos sus seguidores, invitados a creer en Él, a acogerle, a adherirnos a su visión de Dios, de la vida, de la historia y de los acontecimientos. Esto es “entrar en comunión” con Él, expresado en la Eucaristía y celebrado. ¿Cómo va mi CAMINO de seguimiento? ¿Qué pasos he dado y asumido en estos últimos tiempos, hermano/a?  

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