DOMINGO, día 9
Isaías 35, 4-7a
“… Decid a los cobardes de
corazón: Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite,
viene en persona, resarcirá y os salvará…”
CLAVES para la LECTURA
- Al juicio de Dios sobre los pueblos enemigos de Israel (Is 34) le
sirve de contrapaso la gloria del pueblo elegido (Is 35). La prosperidad y la
fecundidad de Israel, fruto de la radical transformación llevada a cabo por la
intervención divina, celebran la magnificencia y el poder de Yahvé. Los que han
sufrido las atrocidades de la opresión enemiga reciben el anuncio de una
palabra de consuelo, una palabra que les invita a tener ánimo porque Dios
intervendrá en su ayuda. La venida de Dios castiga a los culpables y premia a
los inocentes, según la ley del talión.
- La salvación divina aparece descrita, sobre la base de la doctrina de
la retribución temporal, como una curación completa de las enfermedades
físicas: los ciegos ven, los sordos oyen, los cojos brincan, los mudos cantan
(vv. 5-6a). También la naturaleza recibe una nueva vitalidad: el desierto y la
estepa reciben un riego abundante, la tierra árida se vuelve rica en
manantiales (vv. 6b-7a).
- Los profetas contemplan esa perspectiva ideal para expresar el
cumplimiento de la expectativa mesiánica. El Mesías que ha de venir inaugurará
unos tiempos en los que no habrá más sufrimiento y hasta la muerte será
destruida (Is 25, 7ss). Jesús asumirá los signos de la curación radical del
hombre, para introducir a sus oyentes en la comprensión de la verdad de su
persona y de su misión (Mt 11, 2-6).
CLAVES para la VIDA
- El corazón creyente siempre ha “soñado” con ese proyecto original y
esas promesas de Dios que se han producido a través de los tiempos. El profeta,
aquél que lee el corazón de Dios, ahora manifiesta que ve cercano el tiempo en
el que esas promesas se van a hacer realidad y entonces TODO, absolutamente
todo, será transformado para manifestar plenamente la realización de esas
promesas.
- Y es que la fidelidad del Señor no tiene ningún límite; Él lo hará
realidad. Así, todas las situaciones de enfermedad y de limitación quedarán
superadas. La misma naturaleza se prepara para este acontecimiento; por lo
tanto, la vitalidad será un hecho, incluso en aquellas situaciones límite y
donde todo parece estar abocado al fracaso y a la esterilidad. Y es la
presencia nueva y definitiva de Dios la que hace NUEVAS todas las cosas.
- “No temáis”: éste es el mensaje
que “sueña” el profeta y que, hoy, suena para mí, yo que participo ya
plenamente de la NUEVA
realidad que se nos ha dado en la persona de Jesús y en el proyecto que Él pone
en marcha. Volver a escuchar y meditarlo en lo más profundo del corazón… es una
llamada, hoy y aquí, para mí, para toda la comunidad que es portadora de esa
Buena Noticia. Nada menos. ¿Se notará, hermano/a, que somos portadores de esa
Buena Nueva? Acaso…
Santiago 2, 1-5
“... No juntéis la fe en nuestro Señor
Jesucristo glorioso con la acepción de personas... Queridos hermanos, escuchad:
¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y
herederos del reino, que prometió a los que le aman?...”
CLAVES para la LECTURA
- Santiago pide a los cristianos que no contradigan la fe profesada con
un comportamiento incoherente. Interpelando directamente a los destinatarios de
la carta, les invita a no caer en la práctica de favoritismos basándose en la
riqueza: atenciones con los ricos, ninguna consideración con los pobres (v. 3).
Quien muestra semejante actitud demuestra no creer en Jesucristo, Señor de la
gloria (v. 1); son otros sus «señores»: el primero de todos la riqueza. Ésta es
la primera asechanza, contra la cual no se cansaron de lanzar invectivas los
profetas (Am 6, 1-7; Is 5, 8-12; Miq 2, lss), sintetizadas por Jesús en esta
advertencia categórica: «No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6,
24).
- A Jesús se le llama aquí «Señor de la gloria» porque su cuerpo,
después de la resurrección, es un cuerpo glorificado y también porque es la
revelación de la gloria del Padre. La gloria, signo de la presencia de Dios en
medio de su pueblo, se ha hecho carne en Jesús, se ha hecho visible (Jn 1, 14).
Practicar discriminaciones significa no reconocer esta manifestación de Dios y
no acoger la consiguiente revelación de que todos los hombres, criaturas suyas,
son iguales. Esto es algo particularmente grave, dado que tiene lugar con
ocasión de las celebraciones litúrgicas (v. 2), o sea, precisamente cuando más
evidente tenía que ser la identidad cristiana de la comunidad, en su unidad con
Dios y entre los miembros que la componen. Los cristianos que practican el
favoritismo demuestran que siguen teniendo una mentalidad mundana, alejada de
la que se configura con el modo de obrar de Dios, y por eso no es auténtico el
culto que le tributan (Sant 1, 27).
- Dios escoge a los pobres y le da la vuelta a su condición,
enriqueciéndoles con la fe en este mundo y dándoles después la vida eterna (v.
5). A lo largo de toda la revelación, aparece de manera constante la preferencia
de Dios por los pobres, o sea, por esos que, sin buscar la seguridad en el
poder o en los bienes terrenos, cuentan sólo con él; por esos que, indefensos y
despreciados, «le
aman» (v. 5b), es decir, viven con él en un clima de confianza,
de confidencia, de agradecimiento.
- Otra página para que el seguidor vaya “configurándose” con ese estilo
propio y adecuado. De ahí que nada de “acepción de personas” o mostrar preferencias
en razón de su simpatía o de sus riquezas. Y es que llevar el “nombre”, supone
adecuar los sentimientos y acciones precisamente a ese nombre de Jesús, y que
el seguidor ha asumido desde el mismo bautismo.
- La razón de fondo es que Dios mismo ha elegido a los pobres para
hacerlos ricos y herederos del Reino (v. 5). Así se recoge el núcleo del
Evangelio y que en ese intento de adoptar el “estilo” del seguidor, no puede
faltar. Las preferencias de Dios y Jesús mismo no dejan lugar a dudas. Aquí se
encontrará aquel seguidor que quiera hacer buena la propuesta evangélica.
- ¡Cuántas aplicaciones concretas en nuestra vida de creyentes y
seguidores de este Jesús! Porque... ¡cuánta discriminación (a veces, hasta
“involuntaria”) hemos creado y producido en nuestra vida, en nuestras
comunidades cristianas!.. “Queridos hermanos, escuchad” (v. 5) es la
invitación que el apóstol me dirige, hoy, aquí. “Escuchad”
para descubrir “los caminos de Dios” y no dejarme engañar por la falacia.
¿Vale?..
Evangelio: Marcos 7, 31-37
“… Y le presentaron un sordo,
que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él,
apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la
saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá. Y al
momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba
sin dificultad…”
CLAVES para la LECTURA
- La sección del evangelio en la que se encuentra el fragmento
litúrgico de hoy está atravesada por el tema de la incomprensión de que es
objeto la persona de Jesús. El sordomudo que recobra el pleno uso de sus
facultades sensoriales, que le permitirán escuchar la Palabra reveladora y
comunicarla a su vez, se convierte en signo de aquel que se abre a la acogida
del misterio de Jesús. El hombre que recibe el milagro es un pagano que ha sido
llevado a Jesús mientras este último atravesaba el territorio de la Decápolis (v. 31),
situado al este del lago de Tiberíades, hasta donde había llegado la fama del
Maestro como taumaturgo.
- El relato de esta curación es propio del evangelio de Marcos. No se
alude a la fe del que recibe el milagro ni del que le acompaña (v. 32): es la
totalidad de la persona del hombre la que se abre a la fe y al reconocimiento
de quien le cura. Jesús obra el milagro apartándolo de la gente (v. 33) y
ordenándole guardar silencio sobre lo ocurrido (v. 36): la consigna del
«secreto mesiánico» recibe aquí un énfasis particular. El anuncio del Evangelio
y la adhesión de fe deben ser los únicos «signos» inequívocos de la
inauguración de los tiempos mesiánicos.
- El milagro va acompañado de una gran riqueza de gestos: la
introducción de los dedos en los oídos, el contacto con la saliva (elemento
considerado como medicamentoso en la antigüedad), el suspiro, la palabra
transmitida por el evangelista en arameo (vv. 33ss). Algunos de estos gestos se
han conservado en el rito del bautismo.
- En virtud de la enorme admiración provocada por el milagro (v. 37),
la muchedumbre no guarda la consigna del silencio (v. 36). La admiración está
expresada con una afirmación que recuerda los relatos de la creación y de la
liberación de la esclavitud. «Todo lo ha hecho bien» (v. 37a) remite a la
expresión del libro del Génesis según la cual Dios vio que eran buenas todas
las cosas creadas (Gn 1). «Hace oír a los sordos y hablar a los mudos»
(v. 37b) y, por consiguiente, cumple la promesa del rescate de la esclavitud de
Babilonia y del retorno a la patria anunciado por el profeta Isaías (Is 35,
1-10). Jesús, por tanto, lleva a cabo una nueva creación y la salvación
definitiva.
- Lo que el profeta mostraba como “sueño” en la primera lectura de este
domingo, aquí ya se hace realidad y se vuelve efectivo. Incluso sobre una
persona “pagana”, esto es, que no pertenece al pueblo de la promesa, pero es
que las promesas de Dios no entienden de límites, ni de exclusiones (por otra
parte, muy propias de las mentalidades humanas; también del pueblo escogido).
- Ahora sí, aquel pobre hombre es capaz de abrirse plenamente al
proyecto salvador de Dios que se le ofrece en Jesús. Él se convierte en todo un
símbolo del que se abre al misterio y a la Buena Noticia que se
ofrece en Jesús. Tanto es así que los que los que se encuentran con esa
novedad, desconcertados proclaman: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los
mudos” (v. 37) Ahora sí, todo ha sido recreado para acoger sin
límites el don de Dios que se ofrece en Jesús.
- Muy sugerente el relato evangélico y la serie de detalles que nos
ofrece. Ahora sí, aquel “pagano” (esto es, excluido) está en condiciones de
abrirse al don pleno de Dios. A esto mismo soy invitado: ABRIRME para que todo
quede transformado en mí. Ese “Ábrete”
es un algo entre mezcla de mandato y de necesidad para que la situación se
vuelva completamente nueva y distinta. Hoy se pronuncia sobre mí, sobre mi
vida, la misma palabra liberadora de Jesús. Hermano/a, ¿acogeremos, con corazón
abierto, el don salvador de Jesús?
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