1 de Noviembre: TODOS LOS SANTOS
-Solemnidad-
Apocalipsis 7, 2-4.
9-14
“... Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el
sello de Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de
dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: «No dañéis a la tierra ni al mar ni a
los árboles hasta que marquemos en la frente a los siervos de nuestro Dios»...
Oí también el número de los marcados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas
las tribus de Israel. Después, vi una muchedumbre inmensa... Y gritaban con voz
potente: «¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del
Cordero!»... Y uno de los ancianos me dijo: «Ésos que están vestidos con
vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido?». «Éstos son los que
vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre
del Cordero»...”
CLAVES para la LECTURA
-
Sólo «el retoño de David» (Ap 5, 5) puede deshacer
los sellos que cierran el libro. El sexto sello se corresponde con la visión de
un terrorífico trastorno cósmico, bruscamente impedido por un misterioso ángel
que viene de oriente y anuncia la salvación «a los
servidores de nuestro Dios» (v. 3). Los cuatro ángeles
encargados de destruir la tierra tienen que detenerse y esperar a que marquen
con el sello la frente de los elegidos: el «resto» de los hijos de Israel, doce
mil por cada una de las doce tribus. La imagen evoca el Éxodo, cuando el ángel
exterminador «pasó de largo» (Ex 12) por las
casas de los judíos untadas con la sangre del cordero.
- Concluido el
listado de los marcados, habría que esperar la destrucción. En cambio,
inesperadamente irrumpe en la escena una muchedumbre incalculable, que desborda
los confines étnicos de Israel: la salvación alcanza a todos los pueblos y
naciones, caracterizados por los blancos vestidos del bautismo y las palmas del
martirio. Esta muchedumbre inmensa se une al «resto de Israel» y juntos alaban
a Dios y al Cordero. Los ángeles, los ancianos y los cuatro vivientes están
postrados delante del trono de Dios.
- Uno de los
ancianos se dirige al vidente preguntándole: «¿Quiénes
son éstos?» y ofreciéndole, posteriormente, la respuesta: son
los que vienen de la persecución y el martirio (vv. 13ss). Quizá se trate de la
persecución de Domiciano, prototipo de todas las tribulaciones que en cualquier
tiempo y lugar puedan afligir a los creyentes. Es el testimonio de la fe y,
sobre todo, de la sangre redentora de Cristo.
CLAVES para la VIDA
-
“Abrir los sellos” es lo mismo que revelar un
sentido a la historia. Y aquí lo pretende. Se trata del Imperio romano, con
apariencia de solidez y de duración casi perpetua. Resulta que las pequeñas
comunidades cristianas se atreven a desafiar dicha solidez no insertándose en
la mística imperial y de sometimiento. Al contrario, apoyado en la fe en el futuro,
el profeta-poeta de Patmos alza la voz de la esperanza cristiana y comienza a
describir poéticamente el mundo soñado por los creyentes: por encima de las
pretensiones humanas es siempre posible la salvación de Dios.
-
En el marco de una gran liturgia celestial, se proclama la soberanía de Dios, y
del Cordero y de sus seguidores; aquí se superan las fronteras y se elimina
toda discriminación entre los pueblos y entre los hombres, ya que esa salvación
está abierta a todos. Y todos a una alaban el triunfo del Cordero y de los que
han optado por seguir sus huellas, aunque sea compartiendo hasta el martirio.
Ésta es la esperanza que les mantiene en la fidelidad hasta el final.
-
Se me ofrece y posibilita descubrir el secreto y la fuerza de los testigos de
Jesús, incluso llegando hasta el derramamiento de su sangre. La palabra clave
es la FIDELIDAD
ante las situaciones hostiles que se producen, entonces y ahora; entonces de un
estilo, y hoy de estilo diferente, pero con consecuencias similares. La
convicción de que la salvación de Dios tiene una fuerza superior a cualquier
otra realidad, es el GRAN MOTIVO de esperanza. En momentos difíciles como los
actuales, no está de más escuchar esta invitación a la esperanza y experimentar
que las promesas se hacen realidad. ¿De acuerdo, hermano/a?
1 Juan 3, 1-3
“... Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para
llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le
conoció a Él. Queridos: ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo
que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque
le veremos tal cual es...”
CLAVES para la LECTURA
- Ya hemos oído
anunciar, en el evangelio de san Juan, la posibilidad de que alguien renazca «del agua y del Espíritu» como condición para
entrar en el Reino de Dios (Jn 3, 5). Estas palabras proceden de la misma
experiencia que se refiere en el fragmento de la primera carta de Juan. Hablar
de filiación divina equivale a reconocer que esta posibilidad es real en la
vida de cada cristiano y de cada cristiana («y en
verdad lo somos»: v. 1).
- La justificación
de esta conclusión procede, en el fragmento que nos presenta la liturgia, de la
constatación de que «ser cristiano» coincide con «conocer a Dios». El
conocimiento de Dios no afecta sólo a la esfera intelectual, ni siquiera
únicamente al comportamiento moral, sino que se convierte en la realidad que
sirve de soporte a la misma existencia, pues no es posible conocer a Dios y
permanecer extraños a él. Más aún, el conocimiento de Dios tiene que ser vivido
antes que nada como un don, puesto que el mundo «no lo
ha conocido a él» (v. 1). No hay ninguna otra posibilidad de
conocer a Dios, sino que él mismo se revele, que entre en comunión con
nosotros.
- Nuestro ser hijos
e hijas de Dios por gracia constituye un camino progresivo, a cuyo término se
nos dice que veremos a Dios «tal cual es»
(v. 2). Como es evidente, no podemos precisar mejor el misterio de Dios ni
comprender a qué se refiere exactamente esta expresión. Con todo, sí podemos
comprender que nuestra mirada, en la visión, estará completamente penetrada y
transformada por aquel a quien veremos, sin mediación de criatura alguna, sino
totalmente penetrados por el amor que nos ha engendrado.
CLAVES para la VIDA
-
En esta fiesta tan cargada de visión de futuro, se nos sigue ofreciendo la NUEVA PROPUESTA,
la definitiva, porque quien acepta a Jesús vive un nuevo nacimiento y es
llamado a ser como el Padre. Ésta es la nueva moral que se nos propone. Ha sido
superado el antiguo planteamiento; éste es el nuevo camino para la vida.
-
Además, entramos a formar parte de una NUEVA familia: “somos
ya hijos de Dios” (v. 2). Esta es la espiritualidad que alimenta
la vida del creyente. ¡Cuántos hombres y mujeres, hoy, sin haber experimentado
este regalo de Dios! Nosotros, quienes hemos tenido la suerte de conocerlo,
descubrirlo y experimentarlo, tenemos una inmensa tarea: que los hermanos sepan
y lo disfruten.
-
Es bueno que se nos recuerde, desde diversos ángulos y puntos de vista, la NUEVA REALIDAD que
se nos da gratuitamente. Es necesario ser conscientes de ello: es gratis, sin
ningún merecimiento de nuestra parte. ¡Inmenso...! Pero que conlleva un
compromiso vital y existencial de comunicarlo a tantos otros hijos (y hermanos)
que lo desconocen y, por eso mismo, no lo saborean ni disfrutan. ¡Queda tarea
por realizar...!
Evangelio: Mateo 5, 1-12a
“... Subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos; y
Él se puso a hablar enseñándolos: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque
de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos los sufridos, porque ellos
heredarán la tierra. Dichosos los que lloran porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán
saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que
trabajan por la paz, porque ellos se llamarán “los hijos de Dios”. Dichosos los
perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los
Cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan, y os calumnien de
cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra
recompensa será grande en el cielo…”
CLAVES para la LECTURA
- El evangelio según
Mateo puede ser estructurado en torno a cinco grandes discursos que acompasan
el discurrir de los capítulos. El primer gran discurso, que tiene su comienzo
en este fragmento, amplifica y despliega el anuncio profético originario de
Jesús: «Convertíos, porque el Reino de los Cielos
está cerca» (Mt 4, 7; 3, 2; 10, 7). Es como una gran
incrustación en la que temas y palabras se reclaman formando un cuadro global
de gran efecto.
- En nuestro
fragmento se puede subrayar, en primer lugar, la fórmula de las
bienaventuranzas: todas están construidas siguiendo un modelo semejante. Se
parte de la proclamación de la bienaventuranza, que se dirige siempre a
categorías «débiles» en la historia, para anunciar que esta debilidad está
puesta en las manos de Dios (éste es el sentido de la forma pasiva y del tiempo
futuro de los verbos). En todas ellas, en efecto, la promesa contenida en la
segunda parte corresponde a la expectativa de la primera. A los que lloran les
corresponde el consuelo de Dios (v. 4); a los humildes, Dios les entregará la
tierra (v. 5); a quienes tienen hambre y sed de hacer la voluntad de Dios (de
justicia, según otras traducciones), Dios los saciará; con los que tienen un
corazón misericordioso, Dios se mostrará misericordioso (v. 7); se mostrará
plenamente transparente a los que tienen limpio el corazón (v. 8); tomará como
hijos e hijas a quienes construyen la paz (v. 9).
- De este esquema
general se apartan, en cierto modo, la primera y la octava bienaventuranzas,
que forman una gran inclusión, puesto que ambas prometen a «los
pobres en el espíritu» (v. 3) y a «los
perseguidos por hacer la voluntad de Dios» (la justicia, según
otras traducciones) (v. 10) el Reino de los Cielos. Estas dos bienaventuranzas
adquieren así una densidad especial, mientras que la última aplica este anuncio
evangélico a la situación de persecución por la que pasa la comunidad cristiana
(vv. 11ss). El «Reino de los Cielos» se
convierte de este modo en el código que permite comprender las bienaventuranzas
y, además, todo el Evangelio (a título de ejemplo, las parábolas que se
encuentran en Mt 13).
- Finalmente,
podemos subrayar el hecho de que haya una última expresión ligada al Reino de
los Cielos: se trata de la expresión «voluntad de Dios»
(«justicia», según otras traducciones) (5, 10; 6, 33). Su sentido no
corresponde a ninguna actitud legalista, que, en 5, 20, está incluso condenada
expresamente. Voluntad de Dios o justicia remiten, aquí y en otros lugares, al
designio del Padre sobre la historia y a la transformación que Dios mismo
provoca en la misma; de ahí que la exhortación final de esta primera parte del
evangelio, a primera vista excesiva, sea en realidad anuncio de la verdad del
cristiano como hijo de Dios: «Vosotros sed
perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (v. 48).
CLAVES para la VIDA
- Nos encontramos en
el “Sermón de la montaña”, donde Jesús comienza su tarea de MAESTRO y, como
“primera lección”, ofrece las exigencias éticas de todo su planteamiento, de su
Buena Nueva y lo que supone su seguimiento. Jesús, pues, es presentado como el
nuevo Moisés, fundador de un nuevo pueblo, a quien ofrece su proyecto. Por eso,
el monte de las Bienaventuranzas es el eco del monte Sinaí. Aquí todo alcanza
su plenitud.
- El núcleo del
mensaje es presentar la “LÓGICA” de Dios, ya que -aunque parezca extraña- éste
es el modo de ver y de actuar de Dios. Por eso, aquí se nos ofrece la Carta Magna del Reino:
Dios opta por los aparentemente débiles y marginados para este mundo. Dios se
pone del lado de aquellos que son menospreciados y no valorados. Además, éste
es el camino de la plena felicidad. Sólo el Mesías esperado puede proclamarlas
con sentido y en toda su validez.
- Efectivamente,
aquí me encuentro con la
Carta Magna para mi vida de participante activo del Reino.
Muchos son los interrogantes que me propone la escucha y meditación de este
proceder de Dios y que Jesús las vivió de forma intensa. En el fondo me surge
la pregunta base: ¿está mi vida bien planteada para alcanzar la felicidad, la
que me proponen las Bienaventuranzas? ¿Tú qué dices, hermano/a? ¡Ser signos de
este Reino es la tarea, hoy y siempre!
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