DOMINGO, día 13 de Octubre
- Entonces vuelve donde Eliseo y le dice: «Reconozco que no hay otro Dios en toda la tierra, fuera del
Dios de Israel» (v. 15). Es el punto culminante del relato. El
milagro tenía como fin obtener esta confesión de fe. El orgulloso adversario
del ejército enemigo se ve obligado a reconocer que hay un único Dios y es el
de Eliseo.
- El profeta no acepta ninguna recompensa,
porque los dones de Dios son gratuitos y han de ser concedidos de manera
gratuita. Sin embargo, da su consentimiento para que Naamán se lleve consigo un
poco de tierra de Israel para continuar reconociendo, una vez que haya vuelto a
su patria, al Dios de Israel como único Dios. En efecto, Naamán ya no quiere
realizar holocaustos o sacrificios sobre una tierra en la que se practica un
culto idolátrico: por eso se lleva con él tierra pura para honrar sobre ella al
Dios verdadero, al que ha conocido en Israel y al que pretende ser fiel a
partir de ahora.
- La enfermedad de la lepra es considerada una
maldición, ya que a pesar del poder y capacidades de Naamán, significa
separación y marginación, impureza y castigo divino; esto es, una situación sin
salida alguna y sin esperanza. Es aquí, en la situación límite de la vida, en
la marginación, donde Dios se hace presente por medio de su profeta. ¡Está
claro que para el proyecto salvador de Dios no hay barreras, ni de religión, ni
sociales, ni culturales!
- Esa salvación se desarrollará en plenitud en la
presencia liberadora de Jesús de Nazaret, quien quebrará, de manera manifiesta
y sorprendente, tantas barreras que imposibilitaban que el don de Dios abarcara
a tantas personas, socialmente marginadas (por motivos diversos). Es cuestión
de ACOGERLE como el don supremo de Dios y... ¡así alcanzar la plenitud en Él!
- La referencia a la casa de David indica la
pertenencia de Jesús al pueblo elegido, pero aún más su pertenencia al género
humano, premisa de su kénosis,
es decir, de su vaciamiento de sí mismo. Afirmar que ha resucitado significa
expresar su condición gloriosa y la manifestación de su divinidad. Por el
anuncio de este misterio de salvación, expresado aquí en una síntesis lapidaria,
sufre Pablo, sin que por ello esté encadenada la Palabra.
- Sigue una cita, tomada probablemente de un
antiguo himno cristiano, en la que se confirma, a través de un uso eficaz del
paralelismo semítico, que Jesús «permanece fiel» (v. 13). Nuestra
infidelidad, nuestra traición, se estrellan contra la fidelidad y el amor de
Cristo, que nunca se cansa de perdonar y de ir en busca del pecador (Lc 15,
4-6).
- Participar de esa nueva realidad del resucitado es el objetivo
final: “si
morimos con él, viviremos con él”, y ésta es también la garantía,
“él permanece
fiel, porque no puede negarse a sí mismo” (v. 13). Aquí radica
la nueva situación. Y es que Cristo es la palabra definitiva de Dios para con
la humanidad. Todas las promesas antiguas alcanzan ya la plenitud y de esta
plenitud participa el seguidor de Jesús de Nazaret. Tener clara esta doctrina
es necesario para Timoteo, manteniéndose en lo que el apóstol denomina “éste ha sido mi
Evangelio” (v. 10).
- Seguir escuchando atentamente al apóstol; aceptar su testimonio y el
anuncia de la Buena Nueva ;
asumir la absoluta primacía de Cristo en la vida de todo seguidor que se tache
como tal… ¡sigue siendo necesario, también hoy! Y, desde ahí, sacar las
consecuencias para la vida… ¡es una necesidad! Sólo así podré ser consecuente,
hermano/a, de cuanto proclamamos que es Buena Noticia. Por lo tanto, “hacer
memoria” es mucho más que un mero recuerdo vago. Más bien, el Señor resucitado
es el que lo plenifica todo y da sentido a nuestro caminar.
- Los leprosos, condenados por Dios y por los
hombres a la marginación, se dirigen a Jesús, cuyo nombre significa «Dios
salva», gritándole: «Ten piedad de nosotros» (v. 13). Se trata de
la oración que el israelita piadoso dirige a Yahvé para que se acuerde del
pobre y del menesteroso. Su petición es audaz y está llena de confianza; al
invocar al Maestro, invocan la vida. Apenas los ve Jesús, los envía al
sacerdote, que, según la ley, una vez comprobada la desaparición de la
enfermedad, puede iniciar los ritos de purificación que permiten su reingreso
en el seno de la comunidad. Y he aquí que, yendo de camino, se curan. Por
consiguiente, Jesús muestra que es el Mesías esperado, que habría de eliminar
precisamente esta enfermedad. Pero sólo uno, un samaritano, «al verse curado,
volvió alabando a Dios en alta voz» (v. 15) y le agradeció a
Jesús la curación. El samaritano, el hereje, el no judío, reconoció el poder de
Dios en el Maestro, y en Jesús al Mesías esperado, que habría de vencer también
la lepra, la enfermedad impura por excelencia.
- Aquí pone Lucas de relieve la decepción de
Jesús, una decepción que se manifiesta en unas preguntas apremiantes que no
tienen respuesta en el texto evangélico. Estas preguntas nos interpelan y, en
consecuencia, piden nuestra respuesta. «¿No quedaron limpios los diez? ¿Dónde están los otros
nueve? ¿Tan sólo ha vuelto a dar gracias a Dios este extranjero?»
(vv. 17ss). Jesús está decepcionado, porque el único que se muestra agradecido
no es un judío; los otros dan la impresión de «pretender» la curación por ser
miembros del pueblo elegido y, por consiguiente, no se abren a recibir el don
del Dios, que, en Jesús, se acerca a cada hombre a fin de hacerle plenamente
«vivo» para gloria de Dios. «Levántate, vete; tu fe te ha salvado» (v.
19), dice Jesús al leproso curado. «¡Levántate, resucita!», dice Jesús a todo
el que se acerca a él con fe, reconociéndole como el Emmanuel, el
Dios-con-nosotros.
2 Reyes 5, 14-17
“…
Y su carne quedó limpia de la lepra, como la de un niño. Volvió con su comitiva
al hombre de Dios y se le presentó diciendo: Ahora reconozco que no hay Dios en
toda la tierra más que el de Israel. Y tú acepta un presente de tu servidor.
Contestó Eliseo: Juro por Dios, a quien sirvo, que no aceptaré nada…”
CLAVES para la LECTURA
- Naamán, jefe del ejército de Aram, enemigo
de Israel, siguiendo las indicaciones de una joven hebrea, esclava suya, va a
Samaría. Allí el profeta Eliseo le manda sumergirse siete veces en el río
Jordán, si quiere curarse de la lepra. Aunque primero se muestra reticente,
Naamán se pliega después a la reflexión de sus siervos y sigue la orden del
hombre de Dios. De este modo, obtiene no sólo la desaparición de la enfermedad,
sino que su piel queda como la de un niño.
CLAVES para la VIDA
- Una vez más, el autor sagrado es capaz de
descubrir en un hecho histórico, acaecido a alguien ajeno y enemigo de Israel,
la mano salvadora de su Dios. Y es que, por más que prevalece la preferencia de
Dios por su pueblo, el don de la salvación y de la vida es algo universal, que
no tiene fronteras. Y en esa acción salvífica, Dios se sirve de mediaciones
pobres, pero que tienen una importancia significativa: la joven cautiva, el
profeta Eliseo, los siervos...
2 Timoteo 2, 8-13
“…
Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje
de David. Éste ha sido mi Evangelio, por el que sufro hasta llevar cadenas,
como un malhechor… Si morimos con él, viviremos con él. Si perseveramos,
reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él
permanecerá fiel, porque no puede negarse a sí mismo…”
CLAVES para la LECTURA
- El apóstol Pablo se encuentra en Roma, «encadenado como
malhechor» a causa del Evangelio. Escribe a su fiel discípulo
Timoteo exhortándole a perseverar en la fe, sea cual sea el precio que deba
pagar. Para llevarlo a cabo, debe ser más importante para Timoteo el recuerdo
de Jesucristo, «del linaje de David», «resucitado de entre los muertos»
(v. 8), que la comparación con el buen soldado, el atleta o el agricultor.
CLAVES para la VIDA
- El apóstol, que sufre cadenas a causa de Cristo, vuelve a ofrecer su
testimonio de vida, y es que no puede hacer otra cosa. Encontrado por Él en el
camino de Damasco, Pablo no puede dejar de anunciar que el centro y el culmen
de todo está en Cristo, el Señor, que ahora sigue presente en la comunidad
desde su nueva condición de resucitado. De ahí que las cadenas y las mazmorras
no pueden acallar la voz del testigo encarcelado, ni mucho menos.
Evangelio: Lucas 17,
11-19
“…
Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se
pararon a lo lejos y a gritos le decían: Jesús, maestro, ten compasión de
nosotros. Al verlos, les dijo: Id a presentaros a los sacerdotes. Y mientras
iban de camino quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se
volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de
Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano…Y los otros nueve, ¿dónde
están?...”
CLAVES para la LECTURA
- Este episodio sólo lo recoge Lucas, y lo sitúa
durante el viaje de Jesús hacia Jerusalén. Le salen al encuentro diez leprosos,
que se mantienen a distancia, tal como prescribe la ley, que los consideraba
impuros, desde el punto de vista ritual, y excluidos de la comunidad civil.
Hasta de Dios estaban alejados, puesto que su enfermedad era considerada un
castigo.
CLAVES para la VIDA
- Pero hay, también, un segundo elemento que es
significativo: una vez más, la acción misericordiosa y curativa de Jesús es a
favor de unos marginados en aquella sociedad (y en tantas otras); un grupo de
leprosos son “tocados” por la acción salvadora de Jesús. Pero, eso sí: sólo un
extranjero, un “super-marginado” (samaritano para más señas), alcanza la
salvación en plenitud y es capaz de reconocer en Jesús el don de la Vida. Él sí que es capaz de
volver y reconocer en Jesús la presencia de Dios.
- Sencilla y hermosa estampa evangélica, pero con
preguntas serias para mí, para nosotros, hoy, seguidores de ese Jesús. “Caminando con Él”,
con lo que ello supone... ¿qué tal me siento? ¿voy entendiendo su estilo, sus
claves, sus propuestas? Es curioso cómo Él se acerca a los más marginados, a
los más necesitados... Es su propuesta, hoy, para mí, para nosotros. ¿Dónde nos
vamos encontrando tú y yo, hermano/a? ¿Estamos con los más necesitados?
- De este relato evangélico, hay dos elementos que,
sin duda alguna, el evangelista quiere destacar: uno es que Jesús “de camino hacia Jerusalén” (v. 11), con todo
lo que significa de entrega, de cruz y de resurrección; en ese camino va
instruyendo a los suyos, presentándoles las claves de la vida y de sufrimiento;
ellos comparten el camino con Él, pero en tantas ocasiones, no entienden sus
propuestas, su estilo, el que vive y el que les propone.
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