Domingo 25: La NATIVIDAD DEL SEÑOR
Isaías 52, 7-10
“… ¡Qué hermosos
son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva , que
pregona la victoria, que dice a Sión: Tu Dios es Rey!...”
CLAVES para la LECTURA
- El profeta Isaías expone el contenido salvífico
del mensaje comenzando por la presentación de los centinelas de la ciudad
santa, que divisan a Dios volviendo a Jerusalén para salvarla. Estos centinelas anuncian «alegres noticias» de paz y salvación
al pueblo, diciendo que el Señor ha vuelto y ha retomado su puesto sobre la
colina de Sión, estableciendo su morada definitiva entre los suyos (vv. 7-8;
Rom 10, 15; Ez 43, 1-5).
- Pero el Señor no sólo vive con el pueblo; también,
como un esposo atento y solícito obra y actúa por su esposa. De hecho, Isaías expone la
actividad salvífica de Dios utilizando tres verbos significativos: «Consuela, rescata, manifiesta su poder»
(vv. 9-10). Estos tres verbos iluminan la acción amorosa, providente y
vigilante en defensa del pueblo, especialmente contra los enemigos que lo
hostigan.
- El anuncio profético concluye con la constatación
de que todos los pueblos de la tierra han podido ver que el Señor no abandona a
su pueblo, sino que está siempre dispuesto para salvarlo (v. 10; Mt 28, 28). La Iglesia , utilizando este texto estalla de alegría porque
ve que el Señor ha cumplido la espera del nacimiento del Mesías, anunciada en
los siglos precedentes.
- Es necesario no olvidar que este anuncio
del profeta se realiza cuando el pueblo de Israel se encuentra en el destierro,
por lo que está lamentando su suerte. Y a la petición angustiosa del pueblo, responde el
Señor por boca del profeta, anunciando al pueblo la buena noticia de la
liberación. Y así es visto, en un precioso “sueño” poético: las caravanas de
los desterrados se acercan a Jerusalén y los vigías lo anuncian a gritos. Es
como un segundo Éxodo y es motivo de fiesta, de celebración y de alabanza.
Nadie debe quedar indiferente ante este inmenso acontecimiento; y es que la
proeza alcanza hasta los confines de la tierra.
- Dios se vuelve a mostrar con las notas más
especiales y cualificadas: “consuela”, “rescata” y así cumple todas las
promesas. No
sólo no abandona a este pueblo, al que ama de forma entrañable, sino que va a
realizar maravillas en su favor, de modo que todos los pueblos lo contemplen y
alaben a este Dios liberador y salvador. Su fidelidad (la de Dios) está
asegurada y va a llevar a cabo cuanto el corazón creyente ha soñado a través de
los tiempos y en circunstancias tan complicadas. Así es Dios.
- ¡Cuántas veces podemos vivir una
experiencia similar a la del pueblo de Israel…! Podemos sentirnos, también, como
abandonados de Dios, dejados de su mano y no entendiendo su silencio ante tanto
sufrimiento como hay en el mundo. Pero entrando hasta dentro, a menudo,
descubrimos que no es Dios quien queda indiferente ante el dolor y el
sufrimiento de los hombres, sino que somos nosotros mismos quienes quedamos
indiferentes, para así no implicarnos en el tema. ¿Qué mensaje proclamamos en
su nombre? Hoy celebramos al que se hace UNO DE NOSOTROS, que comparte nuestra
historia y nuestro caminar… ¿cómo podemos pensar o decir que nos ha abandonado,
que no nos hace caso? ¿Qué más podemos pedirle…? Hermano/a, Dios está CON
NOSOTROS. No lo olvidemos, por favor.
Hebreos 1, 1-6
“... En distintas ocasiones y de muchas
maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los Profetas. Ahora, en
esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de
todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo... Pues, ¿a
qué ángel dijo jamás: Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado...?”
- Esta carta a los Hebreos, de autor desconocido, pero, sin duda,
inspirada en la doctrina de San Pablo, escrita hacia el año 67 después de
Cristo, está dirigida a los cristianos que provienen del judaísmo, -por eso lo
de “hebreos”-, y que aparecen cansados o afectados de una cierta añoranza por
lo que han dejado: el templo, el sacerdocio, los sacrificios, el culto, la ley
de Moisés. Su fe se ve que es débil y superficial, y “sueñan” con un pasado,
sin duda más glorioso, según ellos.
- De ahí que este pasaje de hoy nos introduce directamente, sin demasiados
preámbulos, al misterio más profundo de Cristo, el Señor glorificado: “el Hijo”, “heredero de todo”, el que
nos revela quién es Dios (“reflejo de la
gloria del Padre”), el que “sostiene
el universo con su palabra poderosa”, “supera a los ángeles”, el que “habiendo realizado la purificación de los
pecados” con su muerte y resurrección, está ahora “sentado a la derecha de Dios”.
- En estos versículos iniciales, encontramos todo un resumen de la
carta. En esta primera página se compara a Jesús con los profetas del Antiguo
Testamento, para decirnos que si Dios nos había hablado entonces por medio de
esas personas, ahora, en la plenitud del tiempo, nos ha hablado enviándonos a
su propio hijo, Cristo, el Maestro, el Profeta.
- Estamos en la “plenitud de los tiempos”, en la Navidad , y en la liturgia
de hoy se nos vuelve a insistir en el mismo mensaje: Dios nos ha dirigido su
Palabra definitiva. No es un Dios mudo. Es cercano. Sale de sí y nos habla.
Antes lo hacía por medio de los profetas; ahora, en Cristo Jesús, ha
pronunciado su Palabra final. Éste es el dato. Es la Buena Noticia.
- Nosotros conocemos a Cristo: hemos tenido esta gran suerte.
- ¿Qué respuesta estamos dispuestos a dar a este don que es Cristo, el
Señor? ¿Asumo su presencia como Palabra definitiva? ¿Seguimos cada día
aprendiendo de su estilo, de su mentalidad? ¿Hago mía su escala de valores?
O... ¿me dejo guiar por otros “maestrillos”? ¡Cuántas preguntas (y más) en este
marco inmenso de la Navidad.
¡Menos mal que tenemos unos cuantos días para gustar y profundizar en todo esto
que se nos anuncia!
Evangelio: Juan 1, 1-18
“... En el principio ya existía la Palabra , y la Palabra estaba junto a
Dios, y la Palabra
era Dios. Por medio de la
Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se
ha hecho y por él todos vinieran a la fe... La Palabra era la luz
verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el
mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y
los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron les dio poder de
hacerse hijos de Dios... Y la
Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y
hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de
gracia y de verdad...”
- El prólogo de Juan es una síntesis meditativa de todo el misterio de
Navidad, porque el Niño de Belén es la revelación de Dios, la verdad de Dios y
del hombre, y reflexionando sobre este evento nos ponemos en tesitura de
comprender quién es el que ha nacido y quiénes somos nosotros.
- El núcleo del prólogo está en el v. 14: «Y
- El inicio, pues, es la afirmación que nos sitúa fuera del tiempo en
el misterio de Dios: «En el principio
era la Palabra »
(v. 1a) y nos habla de una existencia sin comienzo ni devenir. Después en
la frase: «La Palabra estaba junto al
Padre» (v. 1b), el evangelista precisa la situación del Logos (= la Palabra ), que existe desde
siempre, en parangón con Dios: el Verbo, en su ser más profundo, está en
actitud de escucha y obediencia, completamente vuelto hacia el Padre.
- Jesús,
- Es realmente interesante iniciar este tiempo navideño con esta
profunda reflexión y confesión de nuestra fe, porque este texto evangélico lo
es en forma hermosa y poética. Y es que la Navidad es luz y gracia para quienes como don,
puro don, hemos aceptado y acogido este inmenso regalo de Dios, que es su Hijo
encarnado, hecho cercano y caminando en mi propia historia.
- La gran oferta que siento y descubro en el “discípulo amado” y en
esta profesión de cuanto él mismo ha descubierto y experimentado, es que toda
la historia y el camino entero queda iluminado por la luz de
- Una oportunidad especial para pararme y contemplar su “tienda”
plantada junto a la mía; y Él, con un interés especial, por cuanto me afecta y
me “puede”; Él que me ofrece su gloria y la posibilidad de compartir la
condición de ser de la familia misma de Dios. ¡Todo es nuevo! ¡Todo es
ADMIRABLE! Así lo siente el “discípulo amado”; así me lo ofrece, para que
también yo lo pueda seguir ofreciendo. ¡Feliz caminar, hermano/a!
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