sábado, 17 de mayo de 2014


 

 

 

DOMINGO, día 18 de Mayo       5ª semana PASCUA

 
 
 
 
 



 












Hechos de los Apóstoles 6, 1-7

 
“... No nos parece bien descuidar la Palabra de Dios para ocuparnos de la admi-nistración... Eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro,  Nicanor, Simón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando...”

 

CLAVES para la LECTURA


 
- El cuadro ideal de la primera comunidad cristiana, presentado por Lucas en los «compendios» de los Hechos de los Apóstoles, da la impresión de que está estropeado por las tintas más oscuras introducidas con el episodio de Ananías y Sátira (5, 1-11) y el relacionado con el descontento de los helenistas a causa de cierto descuido en la distribución de los bienes a los pobres. Sin embargo, estos hechos nos ayudan a comprender la verdadera naturaleza de la Iglesia, que ni está a salvo de las penas ni se compone de santos. La comunión que se busca en ella de manera constante, el bien al que tiende, son resultado de un camino no exento de problemas y dificultades, afrontados y superados mediante una colaboración cotidiana y paciente, dejándose guiar por el Espíritu, que conduce a todos hacia la unidad perfecta a través de la multiplicidad de los carismas y de los ministerios (Ef 4, 11-13).

 - En el fragmento que se nos presenta hoy, se puede percibir el resultado de la atención otorgada por los Doce a las cuestiones planteadas por un grupo de discípulos. El hecho tiene una importancia fundamental: no sólo la dificultad no se vuelve motivo de desencuentro y de división, sino que lleva a los cristianos a tomar una mayor conciencia de su propio papel en la sociedad y a encontrar soluciones nuevas para poder hacerse «todo con todos». Poniéndose a la humilde escucha del Espíritu reciben luz para establecer una primera diferenciación en los servicios eclesiales. Los Doce examinan el problema, convocan a todos los discípulos y proponen una solución (vv. 2-4), que es aprobada y entra en vigor. Con todo ello manifiestan que la Iglesia es una realidad viva, en continuo crecimiento.

 - En esta nueva situación, los apóstoles saben discernir cuál ha de ser su tarea insustituible: presidir la oración, transmitir con fidelidad las enseñanzas de Jesús, orientar a la comunidad para que elija de manera responsable en su seno a los hombres adecuados («de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría») para ejercer un servicio caritativo que no excluya a nadie y difunda por todas partes el buen perfume de Cristo. El versículo con el que concluye la perícopa casi parece su coronación: la sabia articulación de los servicios en el interior de la Iglesia tiene como resultado la difusión de la Palabra de Dios y el incremen-to masivo de la comunidad cristiana con nuevas e inesperadas conversiones.

 

CLAVES para la VIDA


 - Es realmente sugerente descubrir cómo la joven Iglesia se plantea los temas de conflicto y los resuelve desde las necesidades reales que están viviendo sus diversos miembros. Y es que la presencia del Espíritu del Señor resucitado sigue animando la vida de aquel grupo, y lo anima en todos los sentidos de la vida. Por eso, responder a una necesidad económica y cultural de un grupo más “débil” y marginado, lo siente como un deber, lo plantea y ofrece una solución.

 - Y es a partir de ahí de donde afirma... “la Palabra de Dios iba cundiendo... e iba en aumento el número de los discípulos” (v. 7): animados, pues, por el Espíritu, se resitúan los diversos aspectos de la vida y sigue un proceso de crecimiento el anuncio de la Buena Noticia, inaugurada en Cristo Jesús. Los testigos más directos, los apóstoles, seguirán en la tarea del “ministerio de la Palabra”.

 - Enormes “lecciones” las que nos sigue brindando aquella joven Comunidad; por un lado, abierta y sensible a las necesidades concretas de sus miembros; y, por otra, con audacia para abrir nuevos caminos, COMPARTIENDO tareas y ministerios, que no son exclusiva, ni siquiera de los Doce. Es bueno que también hoy se nos recuerden estas cosas para que no nos dejemos vencer por la tentación del “exclusivismo”,  o del acaparar, o cosas parecidas, que a la postre nos bloqueen y ahoguen. O... ¿no?

 

1 Pedro 2, 4-9

 
“... Acercándose al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construc-ción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado para ofrecer sacrifi-cios espirituales que Dios acepta por Jesucristo...”

 

CLAVES para la LECTURA


 
- El tema de la santidad, vocación propia de todos y cada uno de los cristianos, compromiso inderogable para el bautizado, es un tema central en la Primera carta de Pedro. Tras haber tratado el asunto desde el punto de vista espiritual (1, 13-21) y práctico (1, 22 - 2, 1), fija ahora el apóstol su atención en el punto fundamental.

 - Santidad no es sinónimo de «buena conducta», ni tampoco simplemente de «lucha contra el pecado», sino de vida en Cristo, fuente de la «perfección», camino que conduce a ella. El autor, para explicar su pensamiento, se sirve de numerosas referencias bíblicas y, en particular, se refiere a la imagen de la «piedra angular», que aparece con distintos matices de significado en Is 28, 16 y 8, 14s, así como en el Sal 118, 22. Jesús resucitado es la piedra viva, preciosa, sobre la que todos los que se adhieren a él son edificados como otras tantas piedras vivas, para formar un único templo espiritual en el que mora Dios. Así es como se constituye la comunidad nueva del nuevo y auténtico éxodo (v. 5b; Ex 19, 5s).

 - Ésta, en su conjunto, se presenta como un organismo sacerdotal en el que cada miembro está llamado a ofrecer a Dios sacrificios espirituales gracias a la mediación de Jesucristo, sacerdote eterno que se ha inmolado a sí mismo para la salvación del hombre. Unido a él, el pueblo de los creyentes -adquirido a un precio elevado- no sólo lleva una vida que tiene como horizonte el cielo, sino que se convierte a su vez en cooperador de la salvación «para anunciar las grandezas» llevadas a cabo por Cristo, que ejerce su sacerdocio ya sea como servicio cultual en la liturgia de alabanza a Dios, ya sea como servicio de la Palabra, anuncio del Evangelio, apoyado por el testimonio eficaz de una vida arrancada de las tinieblas del pecado, para volverse radiante por la admirable luz de Dios.

 
CLAVES para la VIDA

 - El apóstol, desde su misma vivencia y experiencia, vuelve a insistir en lo nuclear de la fe: no sólo es cuestión de una “buena conducta”, sin más; el cristiano ha entrado en otra esfera desde su bautismo, y la nueva realidad consiste en vivir en Cristo, que “os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (v. 9). Aquí está la clave de esa NUEVA existencia y desde ahí todo cambia. Si no se lleva a cabo esa EXPERIENCIA de vivir en Él, todo es baldío y sin contenido; todo suena a hueco. ¡Ahí es nada!

 - Es desde esa EXPERIENCIA desde donde el cristiano puede participar plenamente del sacerdocio de Cristo, porque, también su vida -con todo lo que conlleva-, es ofrenda agradable con el mismo Jesús. Así participa de la acción salvífica de su mismo Señor. “Linaje escogido, sacerdocio regio y nación santa, pueblo adquirido...” (v. 9) es el intento de descripción de esta nueva realidad. El cristiano necesita, pues, tener conciencia clara y explícita de su nueva condición para testimoniarlo con su vida, y para disfrutarlo como don y regalo de su Señor.

 - Es realmente sugerente, y todo un estímulo, escucharle al apóstol y reflexionar sobre la propuesta, porque soy invitado a participar plenamente de esa vida nueva que se me ofrece en Cristo Jesús. ¡Claro que sí! Creer en Jesús es mucho más que realizar unos ritos y prácticas religiosas; no haber pasado de ese estadio, es no haber disfrutado de LO MEJOR. Vivir esta nueva realidad, pero como experiencia profunda; expresarlo en la vida, viviéndolo como culto lleno de contenido y que impregna todo mi caminar; ofrecerlo así a los hermanos para que lo conozcan, lo experimenten y, también, lo vivan... ¡todo un QUEHACER para mi caminar de creyente! ¿Nos animamos, una vez más, hermano/a?

 

Evangelio: Juan 14, 1-12

 
“... Que no tiemble vuestro corazón: creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio... Jesús le responde: Yo soy el cami­no, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí...

 Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre... ¿Cómo me pides que os muestre al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Lo que os digo no son palabras mías. Es el Padre, que vive en mí, el que está realizando su obra...”

 


CLAVES PARA LA LECTURA


 
- Los apóstoles, reunidos en torno a Jesús en el ce­náculo, después del anuncio de la traición de Judas, de las negaciones de Pedro y de la inminente partida del Maestro, han quedado profundamente afectados. El desconcierto y el miedo han inundado la comunidad. Jesús lee en el rostro de sus discípulos una fuerte tur­bación, un peligro para la fe, y por eso les anima a que tengan fe en el Padre y en él (v. 1).

 - Si el Maestro exhorta a sus discípulos a la confian­za es porque él está a punto de irse a la casa del Padre a prepararles un lugar. No deben entristecerse por su partida, porque no los abandona; más aún, volverá para llevarlos con él (vv. 3s). Los apóstoles no comprenden las palabras de Jesús. Tomás manifiesta su absoluta incomprensión: no sabe la meta hacia la que se dirige Jesús ni el camino para llegar a ella; y es que entiende las cosas en un sentido material. Jesús, en cambio, va al Padre y precisa el medio para entrar en contacto personal con Dios: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (v. 6).

 - Esta fórmula de revelación es una de las cumbres más elevadas del misterio de Cristo y de la vida trini­taria: el hombre-Jesús es el camino porque es la ver­dad y la vida. En consecuen-cia, la meta no es Jesús-verdad, sino el Padre, y Jesús es el mediador hacia el Padre. La función mediadora del hombre-Jesús hacia el Padre está explicitada por la verdad y por la vida. El Señor se vuelve así, para todos los discípulos, en cami­no al Padre, por ser la verdad y la vida. Él es el revela­dor del Padre y conduce a Dios, porque el Padre está presente en él y habla en verdad. Él es el «lugar» don­de se vuelve disponible la salvación para los hombres y éstos entran en comunión con Dios.

 - Sólo mediante la fe es posible comprender la copresencia entre Jesús y el Padre. De ahí que lo único que pueda pedir el hombre sea la fe y esperar con confianza ese don. El Señor, en su llamada a la fe, fundamenta la verdad de su enseñanza en una doble razón: su autoridad personal, que los discípulos han experimentado en otras ocasiones al vivir con Jesús, y el testimonio de “las obras que hago” (v. 11). La obra que Jesús ha inaugurado con su misión de revelador es sólo un comienzo. Los discípulos proseguirán su misión de salvación. Más aún: harán obras semejantes a las suyas e incluso mayores. Por último, el Maestro se ocupa de animar a los suyos y a todos los que crean en Él a participar en la obra de la evangelización y en su misma misión.

 
CLAVES para la VIDA

 - Una vez más, como en tantas, el “discípulo amado” vuelve a destacarnos ese mundo de relación entre el Padre y el Hijo como la fuente de donde mana una situación NUEVA y DISTINTA: desde Jesús y por Jesús es posible la comunión plena con Dios-Padre y es que Jesús es el rostro y el espejo del Padre. De ahí que “conocer” (algo experiencial) a Jesús es conocer al Padre, sus proyectos, su vida en plenitud. Es la insistencia del evangelista, éste que constantemente nos empuja hacia esa experiencia, tan vital como profunda.

 - “Es el Padre, que vive en mí, el que está realizando su obra”: es el núcleo; es lo que permanece; es lo que da consistencia. Desde ahora ya no es posible decir que no sabemos nada de Dios; sería falso. Todo cuanto Jesús dice y hace nos muestra al Padre. Los mismos discípulos proseguirán esta misión de vida y de salvación, compartiendo con Jesús el proyecto del Padre.

 - Ésta es también mi (nuestra) tarea, hoy y aquí: compartir con el mismo Jesús el proyecto del Padre. Aquí nace el APÓSTOL; y sin esto no hay ENVÍO que valga, ni MISIÓN que cumplir. Si me falta este encuentro y experiencia, no me distingo del charlatán que vende “productos de higiene”, o algo parecido. ESTAR con Jesús; ENAMORARME de su misión; COMPARTIR desde la amistad su quehacer: he ahí la razón de ser del testimonio.

 

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