sábado, 9 de marzo de 2013


DOMINGO, día 10 Marzo

 

Josué 5, 9a. 10-12

 

“… El Señor dijo a Josué: Hoy os he despojado del oprobio de Egipto… Cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán…”

 

CLAVES para la LECTURA

 
- La historia de la salvación está jalonada por promesas, que van emplazando siempre a la humanidad hacia nuevas metas. Primero estaba sólo Abrahán; no había pueblo ni Ley ni tierra. Luego ya hubo pueblo: en Egipto los clanes patriarcales se convirtieron en “pueblo numeroso”. Después, en el Sinaí, hubo Ley. Y, ahora, con la entrada en Canaán, hay tierra. Por lo tanto, la entrada en la tierra constituye una nueva etapa y muy importante.

 - Así, pues, tras el largo y fatigoso caminar por el desierto, el pueblo elegido -al que Dios no duda en llamar reiteradamente “hijo”- llega desde la dura esclavitud de Egipto al umbral de la Tierra prometida. Acababa de efectuar el rito de la circuncisión (vv. 3-5) como signo de purificación y renovación de la alianza. Se celebra la pascua “al atardecer”. Es una noche solemne como la del comienzo del Éxodo, vigilia cargada de esperanza. Al “día siguiente” (v. 11) Israel experimenta la poderosa intervención del Señor; Dios declara solemnemente a Josué: “Hoy os he quitado de encima el oprobio de Egipto” (v. 9).

 - Y el “signo” es: el pueblo que durante cuarenta años se había alimentado con el maná, pan de lágrimas -puro don del Señor- ahora por primera vez gusta de los frutos de la región. Israel circuncidado, es decir, santificado, tiene la experiencia filial de llegar a casa.

 

CLAVES para la VIDA

 
- La historia de la salvación continúa paso a paso; las antiguas promesas van dejando lugar a las acciones liberadoras de Dios en favor de Israel. Así, Abrahán deja paso a la liberación de la esclavitud de Egipto; a la liberación se le añade la Alianza y la posesión de la tierra. De este modo, las antiguas promesas de Dios van cristalizándose en la realidad y en la historia vivida. Así lo siente Israel y lo celebra renovando con ello la alianza que le vincula PARA SIEMPRE con su Dios, a pesar de las constantes infidelidades que caracterizan su caminar.
- Ahora se inicia una NUEVA ETAPA en esa historia y es que… “Hoy os he despojado del oprobio de Egipto” (. 9); termina la peregrinación por el desierto, la vida nómada, y empieza la vida sedentaria, con lo que supone de posesión de la tierra, la “tierra prometida” a Abrahán. Aquí en la celebración de la Pascua, se renueva la Alianza con ese Dios, que siempre cumple las promesas realizadas y que se ha mantenido en fidelidad. Los ritos de la circuncisión y la celebración de la Pascua han renovado los privilegios de pertenencia al pueblo escogido.
- Por medio de estos “sencillos” relatos, el autor sagrado nos quiere conducir a vivir la experiencia de pertenencia bajo la “mirada” de la fidelidad de Dios, que es como transcurre la historia. Tomar conciencia de las promesas de Dios; ser consciente de su fidelidad; ratificar esa relación por medio de los “ritos” adecuados… es la manera como la Palabra de Dios quiere conducirnos en la vida. Ahí nos encontramos, hoy, nosotros, abiertos a que Dios siga realizando sus promesas de vida y de salvación para nosotros, en nuestras vidas. Hermano/a, ¿estaremos dispuestos/as a dejarle actuar para que lleve a cabo su salvación, sus planes de vida?

 
2 Corintios 5, 17-21

 

“... Nos apremia el amor de Cristo al considerar que si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos... En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado, Dios lo hizo expiar nuestros pecados, para que nosotros, unidos a él, recibamos la salvación de Dios...”

 

CLAVES para la LECTURA

 
- El itinerario de este fragmento del pensamiento paulino es cristológico con implicaciones eclesiológicas. La conexión entre ambas perspectivas, la relación entre Cristo y la Iglesia, se encuentra en la reconciliación. Sigue siendo vigorosa la convicción de Pablo, consolidada en su experiencia veterotestamentaria, de que, respecto a Dios, la humanidad pecadora se merece la indignación divina; esta convicción, sin embargo, se ha perfeccionado a través del conocimiento mesiánico de Cristo, el cual se ha convertido en lugar, precio y signo de la reconciliación. En el texto griego, el sustantivo (katalleghé) y el verbo (katallássô) significan también «permuta» (por ejemplo, de valores venales como el dinero), «acuerdo» (alianza) o «concordia» (proyectar conjuntamente). Estos matices léxicos confirman el acontecimiento de la reconciliación global entre Dios y el hombre a través de un coste y de un intercambio.

 - La inspiración de Pablo es atrevida: la humanidad sigue siendo pecadora, pero Dios mismo toma la iniciativa de renovarla y aproximarla transfiriendo el pecado a Cristo. La manifestación más dramática y convincente en el itinerario de la reconciliación es la muerte de Cristo, repetición en una única acción definitiva de los sacrificios de la antigua alianza. Sin embargo, la muerte constituye la encrucijada de un itinerario cristológico global puesto en marcha con la encarnación (Gal 4, 4ss) y llegado a puerto con la resurrección (1 Cor 15, 3-4. 20-22). Esta inspiración paulina sobre la reconciliación en Cristo se repite (1 Cor 15, que acabamos de citar; Rom 4-6...) y ha hecho escuela (de modo señalado en la carta a los Hebreos).

 - La consecuencia eclesiológica se perfila en algunas afirmaciones cargadas de sentido: «nos apremia el amor de Cristo» (v. 14); «lo viejo ha pasado y ha aparecido algo nuevo» (v. 17); otorgamiento del ministerio, hacer las veces de embajador (vv. 18. 20). La Iglesia «paulina» es la manifestación de la reconciliación a través de Cristo, y espacio de servicio (ministerio, embajadores), de anuncio y activación de la reconciliación.

 
CLAVES para la VIDA

 
- Para el apóstol, el modelo en todo momento de su agitada vida es Jesús: “Nos apremia el amor de Cristo, que murió por todos” (v. 14); esto es lo que le da ánimos para seguir actuando como apóstol a pesar de todo. Según Pablo, la reconciliación que realizó Cristo con su muerte, hizo que todos pudiéramos vivir: “Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo” (v. 18). Y las consecuencias de esta iniciativa son claras: todo es nuevo, todo ha cambiado de sentido: “el que es de Cristo es una criatura nueva” (v. 17). Y, además, la comunidad así reconciliada recibe el encargo y el ministerio de reconciliar. Pablo se siente particularmente satisfecho de este ministerio.

- La misión de su comunidad-Iglesia queda descrita con toda nitidez: “nos encargó el servicio de reconciliar” (v. 18). Ser mediadores de la reconciliación de todos con Dios, y de los hombres entre sí: es la gran misión y la tarea. Y aquí queda “tarea pendiente” en medio de nuestra cultura, de nuestro mundo y de nuestro pueblo. ¡No podemos mirar a otra parte!

- Aquí nos encontramos nosotros que, como el apóstol, hemos tomado a Cristo como modelo de acción y en quien todo se hace nuevo para nosotros, “... es criatura nueva”: ésta es nuestra condición y situación. Desde ahí, dejarnos reconciliar y ser constructores de reconciliación es una de nuestras tareas, como expresión de la esencia misma del Evangelio. Así lo vivió Pablo; así lo han vivido y lo viven tantos hombres y mujeres anónimos. Y... ¿tú? Y... ¿yo?

 
EVANGELIO: Lucas 15, 1-3. 11-32

 

“... Un hombre tenía dos hijos: el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte que me toca de la fortuna... Empezó él a pasar necesidad y recapacitando se dijo: Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo... Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa preguntó qué pasaba... Y le replicó a su padre: Mira: en tantos años como te sirvo... y cuando ha venido este hijo tuyo... El padre le dijo... deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido...”

 

CLAVES para la LECTURA

 

- Se ha definido el de Lucas como el “evangelio de la misericordia”. El capítulo 15 está precisamente en el centro: comprende tres parábolas de la misericordia que son similares en la estructura pero están dispuestas in crescendo: el dracma perdido, la oveja descarriada, el hijo pródigo que pide su parte de herencia y se va. A mayor lejanía corresponde mayor amor: por la moneda y la oveja encontradas se celebra una fiesta; por el hijo recobrado se mata el ternero cebado y se le pone el anillo y el traje real.

 - Se trata de una página evangélica que no necesita exégesis. Sólo recalcar algunas cosas. En primer lugar, el contexto de las tres parábolas: Jesús está rodeado de “pecadores” y “come” con ellos (para la mentalidad hebrea, esta acción denotaba una profunda comunión). A su vez, los pecadores -todos- se acercan” a él; es decir, le consideran amigo. Los escribas y fariseos “murmuran”, se escandalizan y censuran el modo de actuar de Jesús, que es contrario a la Ley.

 - El protagonista de las parábolas es siempre Dios, al que Jesús ha venido a revelar. En la narración del hijo pródigo aparece la situación de la humanidad, muy bien representada en los dos hermanos. A causa del pecado, el hombre se siente esclavo de un amo, viva como viva su esclavitud: con rebelión o con sumisión sin amor. Todo se convierte en pretexto o cálculo para que la vuelta, tras la rebelión, del hijo menor revele lo que hay en el corazón del hermano mayor y en el rostro auténtico del “amo”; en realidad, el amo es el Padre rebosante de amor. Su misericordia cura las profundas heridas causadas por la rebelión. Su ternura se manifiesta como una invitación a la fiesta y a la comunión, que no pueden ser totales hasta que participen todos. Esta plenitud tiene como precio la pasión y muerte de Cristo. “Un hombre tenía dos hijos...” así comienza la parábola: es la humanidad desgarrada.

  

CLAVES para la VIDA

 

- ¡No es de extrañar que los fariseos y letrados se escandalicen de Jesús! ¡No era para menos! ¡Mira que dejarles en tan mal lugar…! Lo que no es seguro es cuál fue el motivo de su escándalo, si porque les identificaba con el “hijo mayor” o por el rostro de Dios que ofrece y presenta. Desde luego, los motivos están ahí y será necesario que ellos y nosotros saquemos las consecuencias pertinentes. ¿Nos atrevemos?

 - Lo que realmente me impresiona es el PADRE: sin ningún tipo de dudas, estaba rematadamente loco; no es “normal” que espere la vuelta del hijo calavera; pero no sólo eso, sino que sale corriendo a buscarlo, corre a su encuentro sin importarle perder su dignidad de padre, que le tocaba estar en casa, que era su lugar. Pero aún es menos “normal” el que vuelva a salir de casa (en una segunda ocasión) para conseguir algo increíble: “su padre salió a persuadirlo” (v. 28); esto es, tampoco le importa rebajarse, porque también ama al hijo “perfecto e intachable”, pero que no le quiere como padre.

 - Y resulta que Jesús nos hablaba de Dios, del Abbá, del Aitatxo, y que actúa así. ¡Lo que nos faltaba...! ¡Es demasiado! No es fácil creerlo; menos aún aceptarlo; y no digamos nada ¡el vivirlo...! Necesito una conversión en las ENTRAÑAS de mi ser, para intentar parecerme un poquito (nada más) a este Padre. Pero Jesús no se echa para atrás: “sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6, 36), se nos recordaba hace unos días.

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