DOMINGO, día 17 de Marzo
Isaías
43, 16-21
“… Así dice el Señor, que abrió
camino en el mar y senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y
caballos, tropa con sus valientes: caían para no levantarse, se apagaron como
mecha que se extingue… No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo;
mirad que realizo algo nuevo…”
CLAVES
para la LECTURA
- Los capítulos 40-55 del libro del profeta Isaías se atribuyen a un
discípulo suyo al que se llama Segundo Isaías, que vivió la experiencia del
destierro babilonense. Dirige la palabra consoladora de Dios a un pueblo sin
esperanza, “sordo” y “ciego” (Is 43, 8).
- El fragmento, que forma parte de un oráculo de salvación, comienza
con un recuerdo glorioso del Éxodo. Como entonces Dios, para el que nada es
imposible (Gn 18, 14), “abrió un camino en
el mar” (v. 16), así también ahora, incluso con más fuerza, se
hace presente en la vida de Israel. Su intervención es hasta tal punto
portadora de novedad (v. 19) que hará pasar a segundo plano los prodigios del
primer Éxodo. Todo el cosmos está comprometido en esta transformación, anticipo
y presagio de la novedad verdaderamente absoluta que tendrá lugar con la
restauración que se aproxima.
- Pues bien, viene a decir el profeta, olvidaos de todo aquello porque
de hecho lo olvidaréis cuando contemplen vuestros ojos lo que Yahvé está a
punto de realizar. Aquella liberación no será sino la sombra de lo que va a
llevar a cabo vuestro Dios con vosotros. Es, pues, necesario mirar hacia lo que
está por venir. Es algo nuevo, algo que ya está germinando. ¿No lo veis? Si
bien, no es en razón de los merecimientos del pueblo durante el período del
destierro, sino por el amor gratuito del mismo Dios, y eso a pesar de las
infidelidades de Israel.
CLAVES
para la VIDA
- El profeta, con esa capacidad de “leer” el corazón de Dios como
tiene, vislumbra algo grande, nuevo y hermoso que se acerca en el horizonte y
ésta sí que será una liberación definitiva. Eso sí: recordar las gestas de Dios
a través de la historia, especialmente en el Éxodo, le lleva a profundizar en
su convicción de que Él siempre cumple sus promesas, que son de vida y de
plenitud. Hasta la misma naturaleza se une para vivir la nueva situación que se
acerca.
- “… No penséis en lo antiguo; mirad que realizo
algo nuevo…” y es que la prueba del destierro, a causa de la
infidelidad de Israel, llega a su fin y la vuelta a la patria es anuncio del
acontecimiento que el profeta ya lo contempla. De ahí que no es posible
quedarse anclados en el pasado, por muy glorioso que fuere; la mirada de Dios
se dirige hacia el futuro, porque así es el corazón de Dios que “sueña” con
algo nuevo y definitivo. Aquí se anuncia la presencia del Mesías, el libertador
por excelencia.
- Se nos siguen recordando los pilares de toda la espiritualidad
veterotestamentaria: las promesas de Dios, siempre a favor de la humanidad; la
fidelidad del Señor a la palabra dada; la realización de acciones liberadores,
pero que anuncian y apuntan a algo definitivo y que se dará en Jesús de
Nazaret… Por ahí sigue dirigiéndonos la Palabra de Dios, con vistas a afianzar la
confianza en los corazones de los creyentes. También nosotros somos invitados a
vivir estas dimensiones de la fe. Hermano/a, ¿cómo es nuestro caminar? ¿Mirando
al pasado (anclados en él) o… abiertos a ese futuro que Dios nos propone?
Filipenses
3, 8-14
“… Hermanos: Todo lo estimo
pérdida, comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi
Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo…
Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo
que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios
desde arriba llama en Cristo Jesús…”
CLAVES
para la LECTURA
- La perícopa nos ofrece el testimonio de un hombre tocado por la
novedad de Dios. Pablo, que quizás como ningún otro podría jactarse de su
pasado glorioso en el seno del judaísmo, cogido por Cristo, no duda en
considerar basura lo que hasta ahora había sido para él motivo de prestigio.
- Libre prisionero del amor de Cristo (v. 12), se presenta como un
atleta que llega a la recta final de la meta en la carrera por la vida eterna
(v. 14). Y ante los “espectadores” judaizantes, orgullosos de la justicia
proveniente de la Ley,
el apóstol traza magistralmente su biografía (vv. 4-14): el orgulloso fariseo
de antaño (vv. 4-6) ha visto invertido paradójicamente su modo de entender
ganancias y pérdidas (vv. 7s).
- “Conquistado por Jesucristo”, creciendo en intimidad con “su” Señor (v. 8), ahora
aspira exclusivamente a ganar (v. 8), conocer (v 10), conquistar (v. 12), con
la intensidad inefable de quien encuentra descanso e impulso siempre renovado
al pregustar un premio inestimable (vv. 8. 14).
CLAVES
para la VIDA
- Una vez más
aparece la figura de Pablo, con ese grafismo en su exposición. La antítesis
“ganancia-pérdida” era muy conocida. De ahí que el apóstol toma ese lenguaje
para describir su situación actual: aquí no hay privilegios que valgan (según
mentalidad en el judaísmo), sino que en Cristo había que empezar desde cero, y
vale tanto para el judío de siempre, como para el gentil recién llegado. Él,
Pablo, no es más por su pasado intachable en el judaísmo, sino por la gracia
del encuentro con el Señor Jesús que transforma TODO en él.
- ¿Cuál es, pues, la
nueva referencia? “La excelencia del conocimiento de Cristo
Jesús, mi Señor” (v. 4); no es un conocimiento intelectual y
especulativo, sino animado de un vitalismo eficiente, como la “sabiduría” de
los antiguos libros sapienciales y que transforma la forma de ver, sentir y
vivir la vida del apóstol. Por lo tanto, no es un conocimiento de escuela
(Pablo sabía mucho de ello ya que estaba formado en las mejores escuelas de
Jerusalén y del judaísmo), sino que afecta a las mismas entrañas de este
testigo, haciendo que toda su vida quede iluminada desde la luz de este Señor
Jesús, resucitado, y esto le lleva a considerar todo “basura” comparado con la
nueva situación. Ésta es la “carrera” personal y a la que invita con todas sus
fuerzas.
- De nuevo es este
apóstol el que me (nos) invita a vivir la NUEVA REALIDAD. Eso sí: desde
la experiencia del encuentro (acaso, mejor, “encontronazo”) con este Señor
Jesús. Aquí fundamenta su vida de apóstol; y ahora sí corre para alcanzar la
meta que le ofrece tal Señor. Todo parece claro, sencillo y sugerente, también
para nosotros, ante esta propuesta. Pero resulta que sólo desde el ENCUENTRO
será posible vivir cuanto se plantea. Si no hay tal encuentro, si no se
alimenta con mimo ese encuentro… todo será engañoso e inútil, incluso
equivocado. Hermano/a, no lo perdamos de vista.
Evangelio:
Juan 8, 1- 11
“...
Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio... El que esté
sin pecado, que le tire la primera piedra... Ellos, al oírlo, se fueron
escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, hasta el último... Jesús
se incorporó y le preguntó: Mujer, ¿ninguno te ha condenado? Ella contestó:
Ninguno, Señor. Jesús dijo: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques
más...”
CLAVES
para la LECTURA
-
Aunque de origen sinóptico -probablemente lucano-, el pasaje no desentona en el
capítulo 8 del evangelio de Juan; incluso se impone como una roca en un lugar
solitario. Es una especie de ejemplarización del tema de todo el capítulo:
Cristo-luz (v. 12) ejecuta inevitablemente un juicio (v. 15) no según las
apariencias, sino de acuerdo a la verdad más profunda del corazón de cada uno.
-
La trama es sencillísima: al amanecer (v. 2), después de pasar la noche orando
en el monte de los Olivos (7, 53 – 8, 1), escribas y fariseos someten al juicio
del rabí a una mujer sorprendida públicamente en adulterio (8, 3-9a). ¿Con qué
intención? Para tender una trampa a Jesús (v. 6), obligándole subrepticiamente
(Jr 17, 13) a pronunciarse o contra la
Ley de Moisés, que manda la lapidación en tales casos, o
contra el derecho romano, que desde el año 30 d. C. ha privado al sanedrín del “jus
gladii”, reservándose el poder de declarar las condenas a muerte.
-
Todo el fragmento converge en la pregunta: “Mujer, ¿dónde
están tus acusadores?... Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques
más”. En el desierto creado por el pecado irrumpe la novedad:
fluye un río de misericordia (Is 43, 19s) que purifica y sana a su alrededor
(Ap 21, 5), haciendo nueva a toda criatura.
CLAVES
para la VIDA
-
En el relato evangélico se nos presenta, además de la mujer acusada, a un
Jesús, el Justo, rodeado por sus perseguidores. Porque no olvidemos que ése es
el objetivo que persiguen sus enemigos: tenderle una trampa. Jesús, pues, está
cada vez más solo; sólo porque ha decidido llevar su misión hasta las últimas
consecuencias, llegando donde nadie ha llegado y nadie más que el Padre le
puede ayudar. Y es admirable que, precisamente en esa hora de mayor soledad, él
manifieste la grandeza de su amor por los hermanos, por los más débiles. El
pasaje de hoy es una muestra de ello.
-
La escena, de todas formas, es impresionante: los acusadores con todos los
datos a su favor; las personas curiosas, la mujer acusada, que es culpable, y
Jesús. El dilema es claro: si le condena, perderá popularidad; si la absuelve,
va contra la ley. Pero Jesús ha proclamado que ha venido a perdonar y a salvar
a los pecadores. Y aquí encontramos a la mujer pecadora bajo su mirada misericordiosa.
Desde ahí va a ser renovada: “Anda y no peques
más” (v. 11).
-
Impresionante la actitud y la postura de Jesús: no le importará que le condenen
a él para salvar a la mujer, esto es, a la humanidad, merecedora del castigo.
Aquí nos volvemos a encontrar con un Jesús profundamente convencido de su
misión, que es la del Padre, y que no se doblega ante ninguna presión, aunque
ello le suponga la condena (por parte de las autoridades) y la inevitable
entrega hasta el final. Está cerca la Semana Santa.
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