sábado, 22 de junio de 2013

Domingo, día 23 de Junio

 
El Profeta Zacarías (12, 10-11; 13,1) anuncia y describe la imagen del Mesías sufriente: Mirad al que atravesaron.  El Bautismo nos incorpora a Cristo y todos somos uno en Él: Los que habéis sido bautizados os habéis revestido de Cristo (Gálatas 3, 26-29). Pedro, en el evangelio, confiesa la mesianidad de Jesús, el cual anuncia su Pasión: el Mesías sufriente.

 

 Evangelio: Lucas  9, 18-24

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Ellos contestaron: "Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas". Él les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?"Pedro tomó la palabra y dijo: "El Mesías de Dios". Él les pro­hibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: "El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por lo ancianos, sumos sacer­dotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día". Y, dirigiéndose a todos, dijo: "El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará".

   La oración personal de Jesús, su intensa espiritualidad, no le motiva a aislarse de la gente y de lo que se piensa de él. Todo lo contrario. Porque su espiritualidad era tan profunda, por eso él quiere saber lo que la gen­te piensa de su vida y su persona. Una espiritualidad que bloquea al indi­viduo y lo encierra en sí mismo, desentendiéndose de lo que de él se piensa o se dice, no es la espiritualidad de Jesús.

    Jesús pregunta a los Doce. Y Pedro responde en nombre de ellos. Es decir, Pedro actúa como portavoz del "colegio apostólico". Y confiesa, no la "divinidad" de Jesús, sino su "mesianidad", es decir, su condición de "Salvador", el hombre que aporta salvación y esperanza a quienes buscan en la vida un "sentido", un "futuro". Cosa que es fundamental para todo ser huma­no que busca una respuesta a los anhelos más hondos del ser humano.

   Jesús reconoce y acepta la confesión de los apóstoles, tal como Pedro, en nombre del grupo, la acaba de formular. Pero Jesús no quiere popularidad, sino silencio. Y, sobre todo, Jesús anuncia, sin rodeos, que el mesianismo, tal como él lo entiende y lo vive, termina en sufrimiento, rechazo y muerte (J. A Fitzmyer). Más aún, Jesús declara que quien quiera unirse a su proyecto, tiene que aceptar seguir el mismo destino que los judíos de aquel tiempo habían visto tantas veces en la Palestina del s. 1: el destino fatal de los que sufrían las consecuencias de la brutalidad de los legionarios romanos, que cargaban cruces y asesinaban en ellas a quienes manifestaban su protesta por el sistema dominante y opresor que sufría la pobre gente.

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