sábado, 1 de febrero de 2014


Domingo, día 2 de Febrero: Fiesta de la PRESENTACIÓN del SEÑOR
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
JORNADA DE LA VIDA CONSAGRADA

 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
Malaquías 3, 1-4

 
“... Mirad, yo envío mi mensajero, para que prepare el camino ante mí... De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis: miradlo entrar... ¿Quién podrá resistir el día de su venida? ¿Quién quedará de pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero... Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos...”

 

CLAVES para la LECTURA


 - El comienzo del texto hace pensar casi instintivamente en Juan el Bautista, el que vino a preparar los caminos del Señor; sobre todo cuando la Liturgia une este pasaje al relacionado con Elías. Pero el profeta (del s. V a. C.) iba por caminos muy distintos, ya que sus preocu-paciones no coincidían con las nuestras. Si hubiera pensado en un personaje concreto, nos lo habría manifestado de algún modo. De hecho no es así; Yahvé, Rey grande, tiene sus men-sajeros. Al pensar en el día del juicio y la justicia realizada por Yahvé, éste enviará por delante su mensajero. En principio, cualquiera que con su predicación prepara a los hombres para la llegada del Juez, Yahvé.

 - Lo importante, pues, no era el mensajero, era la certeza de la venida de Dios para juzgar al mundo. En ese día hasta los justos se sentirán sucios; cuando Yahvé juzgue no según criterios humanos, sino según su propia justicia, la misma que, acrisolando, justifica. Las imágenes del fuego y la lejía son tan expresivas por sí mismas, que cualquier aquilatación resultaría insulsa.

 - No así lo que se echa en esta refinería, «los hijos de Leví», el sacerdocio levítico. La puri-ficación comienza por donde más pecado hay. Y no es que estas palabras del profeta sean una contradicción de lo dicho anteriormente en 1, 11; 2, 2. 8-9. El cambio radical que allí se anuncia queda en firme. Pero mientras llega, Yahvé habilitará un culto tradicional, «como en los días pasados». No perfecto, como el ya anunciado, pero sí apto, en la pedagogía divina, hasta tanto llegue el verdadero.

 
CLAVES para la VIDA

 - Es un contexto de vuelta del destierro y en una situación muy confusa respecto a una de las claves de la vida de Israel como es el culto, el profeta lee el corazón de Dios y anuncia un acontecimiento de calado que renovará desde dentro a los hijos de Israel, empezando por los mismos sacerdotes y el templo; luego llegarán otras realidades de esa vida como pueden ser los matrimonios mixtos, extendidos en aquel momento como consecuencia de la cautividad.

- Ese acontecimiento renovará, pues, el templo y el culto volviendo a ser, no una “tapadera” de otras situaciones, sino expresión profunda de la Alianza entre Dios y su pueblo; un culto “como en los días pasados... como en los años antiguos...” (v. 4): es necesario recuperar lo ORIGINAL de cuanto expresa la relación mutua entre Dios y el pueblo.

 - Nosotros confesamos que este “acontecimiento” de que habla el profeta se da en Jesús de Nazaret: su presencia lo renueva todo, absolutamente todo, y se convierte en CAMINO que conduce al encuentro pleno y definitivo con el Dios de la vida. La fiesta de la Presentación en el templo es un exponente del acontecimiento y de la nueva realidad. Nosotros participa-mos plenamente de cuanto Jesús aporta, convirtiéndonos con Él en culto agradable a Dios.

  

Hebreos 2, 14-18

         “... Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús; así muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos... Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella...”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- El autor de la carta, profundizando el significado de la solidaridad de Cristo con nosotros, explora, por así decirlo los confines de la misericordia divina. Jesús ha asumido plenamen-te la realidad del hombre, marcada por la fragilidad y la muerte a causa del pecado. Y aunque no conoció el pecado, cargó sobre sí las consecuencias del mismo. De este modo, pudo liberar a la humanidad, -sometida al dominio del diablo-, no desde la fuerza y desde arriba, sino desde el interior. 

 - El Hijo, sin embargo, se hizo partícipe de nuestra condición, a fin de que nosotros pudié-ramos participar de la suya. Como buen samaritano, se inclinó sobre aquel que más necesi-dad tenía de sus curas: no los ángeles, sino la raza de Abrahán (v. 16); a saber, todos los peregrinos de la fe en este valle de lágrimas.

 - Puesto que esta asimilación total con nosotros por parte de Cristo nos rescata del pecado, Cristo cumple perfectamente la función sacerdotal; es el verdadero sumo sacerdote, “misericordioso” con los hombres -cuyos sufrimientos conoce por experiencia personal-, y “digno de crédito” en las cosas relacionadas con Dios, puesto que ha sido enviado por el Padre para nuestra salvación.

 CLAVES para la VIDA

 
- Impresiona y entusiasma el descubrir que Jesús se ha hecho de nuestra familia, con todas las consecuencias. Nosotros, la humanidad sometida al poder del mal es liberada porque Dios se hace uno de nosotros, “de la misma carne y sangre”. Es “com-pasivo”, o sea, “padece-con” nosotros. Realmente es hermoso ser consciente, de forma viva, de este inmenso regalo de Dios.

 - Él, el Señor Jesús, se parece a sus hermanos y desde la misma raíz, con su solidaridad sin límites, nos libera de todas las ataduras que nos impiden vivir de una manera nueva, plena y total. Así es la salvación de Dios, no desde el exterior, sino desde la encarnación, involu-crándose totalmente. Todo esto nos motiva a la solidaridad, a la cercanía, al compartir. Lo vivimos como una participación en el mismo estilo de Dios en Jesús.

 - Aquí nace una NUEVA ESPIRITUALIDAD, la que tiene sus raíces en el mismo Jesús. No nos podemos quedar en los ritos, ni siquiera en los ritos sacramentales. Una espiritualidad que nace en Jesús, tiene un ESPÍRITU, un talante muy diferente: donde se trabaja y cultiva la fraternidad, la cercanía, el encuentro, el compartir, la sencillez de vida, la alegría... Ahí ha nacido el Reino; el proyecto del Padre se está haciendo realidad: ¡ENCARNACIÓN!

 
EVANGELIO: Lucas 2, 22-40

 
“... Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor... Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz; porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones, y gloria de tu pueblo, Israel. Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño...”

 

CLAVES para la LECTURA


 
- La escena de la presentación de Jesús en el templo de Jerusalén sugiere el trasfondo teológico de este fragmento: la antigua alianza cede el puesto a la nueva, reconociendo en Jesús-Niño al Mesías doliente y al Salvador universal de los pueblos. El relato, ambientado en el templo, lugar de la presencia de Dios y de la revelación profética, es rico en referen-cias bíblicas (Mal 3; 2 Sm 6; Is 49, 6) y consta de dos partes: la presentación de la escena (vv. 22-24) y la profecía de Simeón (vv. 25-35).

 - María y José, obedientes a la ley hebraica, entran en el templo como sencillos miembros pobres del pueblo de Dios para ofrecer su primogénito al Señor y para la purificación de la madre (Ex 13, 2-16; Lv 12, 1-8). Confianza y abandono en Dios cualifican esta ofrenda de Jesús-Niño, anticipo de la verdadera ofrenda del Hijo al Padre que se cumplirá en el Calva-rio.

 - Pero el centro de la escena está constituido por la profecía de Simeón «hombre justo y piadoso de Dios, que esperaba el consuelo de Israel» (v. 25). Guiado por el Espíritu va al templo y, reconociendo en Jesús al Mesías esperado, estalla en un saludo festivo unido a una confesión de fe: las antiguas «promesas» se han cumplido; él ha visto al Salvador, gloria del pueblo de Israel, luz y salvación para todas las gentes; ahora su fin está marcado por el triunfo de la vida. Pero esta luz del Mesías tendrá el reflejo del dolor, porque Jesús será «signo de contradicción» (v. 34) y la misma Madre será implicada en el destino de sufrimiento del Hijo (v. 35).

 CLAVES para la VIDA

 - Decir que Dios se ha encarnado es mucho más que una mera afirmación o una verdad de fe. El texto evangélico de hoy nos lo muestra con claridad y rotundidad: José y María cumplen la ley, con lo que eso significa de solidaridad del Mesías-Salvador con su pueblo; ellos presentan la ofrenda de las familias pobres, y allí se encuentran con el anciano Simeón, digno representante de las esperanzas de Israel, mantenidas durante siglos. De hecho, en la tradición bizantina, se llama precisamente “Encuentro” a esta fiesta.

- El anciano Simeón nos conduce a esa mirada profunda, a tener “buena vista”, para descubrir -movidos por el Espíritu-, la presencia de Dios en nuestra vida. Él supo discernir, en una familia sencilla y que no llamaba la atención, y reconocer en aquel niño la nueva, especial y definitiva presencia de Dios. Se llenó de alegría y lo anunció a cuantos esperaban ese momento y le escuchaban con emoción.

 - ¡Muy sugerente, de veras, la figura del anciano Simeón, con ese “olfato” de Dios que nace en el corazón y crea una esperanza que le mantiene despierto y atento! Él, uno de los pobres de Yahvé, es capaz de “ver más allá” y presentarnos al niño como “signo de contra-dicción” (v. 34), ante el que es necesario tomar postura y partido. Aquí nos encontramos nosotros y a ello somos invitados, también, en esta fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario