DOMINGO, día 9 de Febrero
Isaías 58, 7-10
“... Así dice el Señor: Parte tu
pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo,
y no te cierres a tu propia carne... Cuando destierres de ti la opresión, en
gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y
sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu
oscuridad se volverá mediodía...”
CLAVES para la LECTURA
- El autor de los cc. 56-66 de Isaías, un profeta anónimo del siglo VI-V
a. de C., dirigién-dose al pueblo que ha vuelto del exilio, profiere una serie
de oráculos condenatorios y liberadores. El regreso a la tierra de Judá,
después del entusiasmo inicial, alimentado por las expectativas de una
inminente y definitiva liberación, ha conducido a Israel a un progresivo
desaliento, causado, en buena medida, por una repatriación difícil y
desilusionante.
- Como mensaje central del Tercer
Isaías brota un renovado anuncio de salvación (cc. 60-62), enmarcado en un
cuadro temático -al que pertenece también este texto- del que emergen tonos de
denuncia áspera ante un culto falso e hipócrita. Como en un pleito apasionado,
Dios acusa a Israel de practicar un ayuno exterior, desprovisto de autenticidad
(ayuno/ayunar, en el c. 58, son palabras claves y aparecen siete veces). El
pueblo está convencido de que basta con ayunar para ganarse la benevolencia
divina y, frente a la aparente lejanía de Dios (58, 3), en lugar de poner en
tela de juicio su ambigua actitud, le reprocha a Dios que no ve ni considera
los sacrificios realizados. En este tipo de ayuno no tiene espacio lo
auténticamente necesario: las obras de justicia y misericordia.
- En la relación de gestos requeridos (vv. 7.10) para
reemplazar una práctica formal con una adhesión coherente del corazón. Dios
apunta hacia un «denominador común»: la compasión. Sólo quien sabe asumir el
sufrimiento y las limitaciones del otro, quien sabe comprometerse luchando
contra cualquier tipo de injusticia, sin hacer distinción de personas,
descubrirá la verdadera luz de Dios y se convertirá en un manantial perenne.
Las obras de misericordia que el creyente está llamado a practicar implican dos
opciones fundamentales: tienen que alcanzar a las víctimas de las injusticias,
sin distinguir entre paisanos y extranjeros (es la perspectiva universal de la
obra del Tercer Isaías, y señalada aquí en el v. 7b), y tienen que comportar un
empeño personal -compartir el pan (vv. 7 y 10)- con quienes ayunan no por
elección, sino porque están hambrientos debido a las vejaciones de los ricos.
CLAVES para la VIDA
- Como en tantas ocasiones, el
profeta alza la voz para denunciar, de parte de Dios, ese culto externo, pero
vacío de una actitud interna y que conlleva un estilo de ser y de vivir.
Inmensa la tentación la que siente y en la que tantas veces tropieza Israel: la
apariencia como forma de vida y de culto. Pero Dios y su profeta le ponen
mirando a su corazón para que descubra la falta de autenticidad en ese
comportamiento, a pesar de que la pomposidad del culto sea deslumbrante, hasta
el punto crear la admiración de otros pueblos.
- Y es que la “nota” que debe
caracterizar a Israel, como destaca en Dios mismo, es la COMPASIÓN; esto es,
las obras de justicia y la misericordia. Sólo así podrá descubrir Israel el
verdadero ROSTRO de Dios, que se
caracteriza por estas cualidades. Entonces sí que “brillará tu luz como la aurora, y tus heridas sanarán en seguida”
(v. 8): es la promesa de Dios porque Él mismo cuidará del pueblo y mantendrá
firmemente la Alianza sellada y pactada.
- Está claro que “lo esencial” se
va abriendo paso a lo largo de la Historia de la Salvación, y Dios -con
pedagogía paciente, pero firme-, va educando a su pueblo hacia la verdad, la
que autentifica e ilumina los rincones de la vida. Y esto que se propone es
inmensamente suge-rente también para mí, seguidor de Jesús de Nazaret, quien
llevó a una plenitud radical esa propuesta del profeta: Jesús me (nos) enseña a
mirar y a vivir desde el corazón y no desde la apariencia y el exterior.
¡Enorme desafío para mí (para nosotros), en cada momento y situación de mi
vida! ¡No puedo eludir su planteamiento y su exigencia. ¿Qué te parece,
hermano/a?
1 Corintios 2, 1-5
“... Me presenté a vosotros
débil y temeroso; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría
humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe
no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios...”
CLAVES para la LECTURA
- Frente a una comunidad que
amenaza con profanar la pureza de la fe cristiana con algunos principios de la
mentalidad grecopagana, Pablo siente el deber de tener que llamar la atención
de todos sobre el acontecimiento central del cristianismo: el misterio pascual
de Cristo, el Señor.
- En sustancia, son tres los pensamientos que remacha: «Solo Jesucristo, y éste crucificado»
(v. 2) constituye el acontecimiento histórico que hemos de creer para llegar a
la salvación. La mediación histórica que hemos de acoger consiste en la predicación,
y ésta se caracteriza por su debilidad humana («Me presenté ante vosotros débil, asustado y temblando de miedo»:
v. 3) y no por la prepotente demagogia de ciertos predicadores de otros caminos
de salvación. Por último, es la fe, como acogida de la Palabra de la cruz, la
que revela el poder del Dios que salva. La vida cristiana no conoce otras
características, y el apóstol interviene con todo el peso de su autoridad para
reconducir a los cristianos de Corinto al camino recto, aunque esto entrañe
fatiga a causa del deber de abandonar determinadas prácticas que son contrarias
al carácter específico de la fe en Cristo.
- Estos tres acontecimientos -Cristo crucificado, la predicación
apostólica y la fe- mantienen entre sí un orden jerárquico: Pablo es muy consciente
de ello, y lo experimentó personal-mente en el camino de Damasco el día de su
conversión. Sin embargo, desde el punto de vista histórico, el mensaje de
Cristo crucificado llega a los potenciales creyentes por medio de la
predicación apostólica, que se concentra y se agota en la proposición del
mensaje pascual de Cristo muerto y resucitado. Es precisamente en este momento
providencial cuando, según Pablo, se manifiesta y se vuelve eficaz la «demostración del poder del Espíritu»
(v. 4), que invade tanto al que evangeliza como a los que son evangelizados.
CLAVES para la VIDA
- Continúa la
reflexión del apóstol en torno a la “sabiduría humana” (tan querida por los
griegos) comparándola con la cristiana que emana de Cristo Jesús. Y aquí su
convicción es profunda: aunque parezca la mayor de las paradojas, la fuerza de
Dios y su poder se mani-fiestan en ese Cristo Jesús crucificado. Y ésa es la
lógica de este Dios y del que el apóstol es testigo desde el día en que se
encontró con él en la experiencia de Damasco.
- El apóstol se
presenta “débil y temeroso” (v. 3): y
es que lo que predica nos es fácil (Cristo crucificado); pero la palabra que
anuncia tiene una fuerza intrínseca capaz de hacer fructificar y transformar la
realidad. Para Dios, la fuerza verdadera está en lo sencillo y lo débil, en la
“fragilidad” de la Cruz, siguiendo la mejor línea evangélica. Es la clave para
entender la lógica de Dios.
- ¡Impresiona
mirar y escuchar a este testigo que es Pablo! Él que se ha formado en otros
planteamientos tan diferentes, ahora siente y anuncia la NOVEDAD que ha
descubierto. ¡Enorme invitación para mí (para nosotros), hoy y siempre! Y es
que tampoco nuestro mundo y nuestra cultura acepta fácilmente la “lógica” de
Dios, su “sabiduría”, que arranca en el amor hacia todo lo humano. ¡Tengo
tantas cosas que aprender y experimentar a la “sombra” de este Crucificado...!
Y tú, hermano/a, ¿te animas a acompañarme?
Evangelio: Mateo 5, 13-16
“... Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve
sosa, ¿con qué salará? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la
gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en
lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del
celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y
den gloria a vuestro Padre que está en el cielo...”
CLAVES para la LECTURA
- Esta perícopa evangélica se puede interpretar como comentario y
ejemplificación -en la que el mismo Jesús se compromete- de los nueve aforismos introducidos por el
adjetivo sustantivado «bienaventurados» (los
llamados macarismos). La primera
concretización de la bienaventuranza evangélica es la conciencia que deben
tener los discípulos de ser «sal de la tierra» y «luz del mundo». El «vosotros», con el que comienzan los dos períodos, interpela precisamente a los discípulos, interlocutores
próximos a Jesús y distanciados del anonimato de la muchedumbre.
- El «sermón del monte», a diferencia de otros contextos,
es el único sitio en el que Jesús adopta la alegoría para representar la
identidad de su discípulo. Y es también el único contexto en el que emplea el
vocablo «sal». La imagen de la «luz», en cambio, se repite en la enseñanza
de Jesús y en el vocabulario del Nuevo Testamento, señaladamente en la
pers-pectiva cristológica, en la que resultan esenciales al menos un par de
citas: la autobiográfica de Jesús «yo soy
la luz del mundo» (Jn 8, 12; 12, 35.
46), y aquella otra de la fe eclesial convencida de que «la Palabra era la luz verdadera, que con su venida al mundo ilumina a
todo hombre» (Jn 1, 9), o sea, el Verbo de la vida, luz que brilla en las
tinieblas.
- Así pues, la alegoría de la sal parece
tener una identidad autónoma. Forma parte de la responsabilidad autónoma del
discípulo ser sal de la tierra, es decir, transferir al orden de las acciones
humanas y evangélicas las características de la sal: dar sabor, conservar,
purificar o preservar. Ahora bien, es una responsabilidad autónoma con riesgo:
la sal puede perder su propia cualidad (si seguimos el aviso de Jesús, en
verdad un tanto forzado, puesto que, de por sí, la composición química de la
sal permanece íntegra si no es manipulada) y, al perder también su propia
utilidad, se vuelve inservible. La alegoría de la luz infunde en el discípulo la seguridad de ser reflejo de una luz
que no se extingue ni traiciona la propia naturaleza luminosa y la finalidad
del iluminar: el discípulo es reflejo de la luz verdadera que es Cristo.
- Salar e iluminar son un servicio que
Jesús confía a los discípulos. Esa confianza se transforma en certeza de
bienaventuranza para los discípulos: «Bienaventurados
vosotros, que sois sal de la tierra y luz del mundo».
CLAVES para la VIDA
- Tras la proclamación de las
Bienaventuranzas, Jesús empieza a desarrollar el estilo de vida que quiere de
sus discípulos. Hoy emplea tres comparaciones para hacerles entender qué papel
les toca jugar en medio de la sociedad. SAL que condimenta y da gusto, que
evita la corrupción de los alimentos e incluso es símbolo de sabiduría; LUZ,
que alumbre el camino, que responde a las preguntas y dudas, que disipe la
oscuridad; CIUDAD puesta en lo alto, que guíe a los que andan buscando camino,
que ofrezca puntos de referencia para la noche y cobijo para los viajeros.
- Y es que el
mismo Jesús se presenta con esas notas y las vive intensamente en nombre del
mismo Padre: ilumina el caminar de cuantos se encuentran con Él; da sentido a
sus vidas, especialmente a quienes parece que no tienen nada, a los marginados
y olvidados de la sociedad; Él mismo se convierte en punto de referencia
imprescindible para cuantos buscan el camino para su vida.
- Aquí nos encontramos nosotros,
contemplando cuanto en ´´El se nos ofrece y, también, enviados a ser eso mismo
para los demás, para los hermanos. Y es que nuestro mundo está muy necesitado
de hombres y mujeres que den “luz” a los demás, “gusto” a la vida, y sean
“referencia” que oriente. Y... ¿tú? Y... ¿nosotros... ? ¿Qué tal te sientes?
¿Qué tal nos encontramos?
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